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La palabra de quienes trabajan. Hospital Belgrano

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La Salud Pública en Debate.

Continuamos esta sección de encuentros con quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite a los lectores apreciar qué es lo que efectivamente está sucediendo en el quehacer cotidiano en Salud Mental. Cómo se trabaja en algunos lugares, cuáles son las problemáticas concretas. En este caso encontraremos la tramitación de la violencia, cómo se palpa la medicalización en Salud Mental y las dificultades en el trabajo interdisciplinario e interinstitucional.

Participaron Ricardo Mauro (Lic. en Psicología y jefe de unidad), Rita Wassertheil (Lic. en Psicología y coordinadora de Adolescencia, Marisa Rubín (Lic. en Psicología y coordinadora de Adultos), Natalia Schaposnik (Lic. en psicología y coordinadora de Niños), Joaquín Tey (Lic. en Psicología y jefe de residentes), Marina González King (Psiquiatra y jefa de residentes) y Carlos Barzani (tanto como profesional de Adolescencia del Hospital y miembro del Consejo de Redacción de Topía).

Topía: Cuenten algo del hospital, quiénes son, cómo trabajan, qué población atienden…

Rita Wassertheil (RW): Trabajo en el hospital hace treinta años, coordino el área de adolescentes. Atendemos desde los 13 a los 20 años, a partir de los 21, va para el área de adultos. Y atendemos con esta flexibilidad, que si el equipo de niños tiene alguna admisión en que por la problemática, considera que aunque tenga 12 años es mejor que lo veamos en Adolescencia, lo hacemos. Atendemos a demanda, los pacientes vienen a pedir turno. Muchos vienen derivados de escuelas de la zona de influencia del hospital. En el Hospital funciona desde hace muchos años una red interinstitucional que nuclea una vez por mes a distintos representantes de escuelas, en su momento de los juzgados, defensorías, etc. Se ha ido armando a lo largo de los años una relación entre los docentes o directivos o asesores de las diferentes escuelas de la zona, Villa Zagala, Villa Ballester, San Martín, Villa Martelli.

Marisa Rubín (MR): Creo que eso pasa no solo por la cercanía, sino por el lugar de referencia que es el hospital para la zona, y el tipo de respuestas que encuentran.

Natalia Schaposnik (NS): A veces vienen pacientes de bastante más lejos porque vivían en el barrio o tienen alguna referencia, vienen a veces de Escobar o más lejos.

RW: De hecho abrimos la puerta y no le preguntamos donde vive, ni le pedimos el documento, lo hacemos pasar y le tomamos los datos. Lo que sí nos pasa, sobre todo con adolescentes -supongo que con niños también- es que si viven muy lejos y tienen hora y media o dos horas de viaje para venir, a veces se hace difícil sostener una frecuencia semanal teniendo que viajar tanto. Este es un obstáculo que es en todo caso del paciente, una limitación que no es nuestra, nosotros lo atendemos.

Carlos Barzani (CB): Tampoco se exige el documento, que en algunos otros lugares se les exige para atenderlos.

Ricardo Mauro (RM): Es un hospital zonal de segundo nivel de complejidad dependiente del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. Está emplazado en la zona de San Martín, con un área programática que incluye San Martín y Vicente López, y un área de influencia bastante importante por ser un hospital provincial. La provincia de Buenos Aires está dividida en doce regiones sanitarias y nuestro hospital está en la región V; esta región comprende toda la zona norte en la cual están incluidos 13 municipios y éste es uno de los hospitales provinciales. La población que nosotros recibimos es una población de barrios populares que circundan al hospital, barrios de trabajadores, con mucha densidad de población que fue aumentado a lo largo del tiempo, y eso es lo que ha demandado que el hospital, de ser monovalente desde que se creó en 1948 a 1975, cuando se convirtió en policlínico. Allí es donde comienza el primer equipo de salud mental que fue formado por Ramón Beloso, que fue el primer jefe y el que fundó el servicio con tres psicólogas en ese momento, y así fue adquiriendo la densidad que tiene hoy, más o menos entre 45 y 50 profesionales, entre planta, residencia y algunos pasantes.

MR: Uno trata de priorizar los cercanos, pero a veces hay pacientes que vienen de muy lejos porque no hay respuesta en muchos lugares. Les dan turnos para 6 u 8 meses, y entonces terminan como empujados de un lado a otro llegando al hospital que le da respuesta antes, pero a veces es muy difícil para esos pacientes que puedan sostener un tratamiento con una frecuencia semanal. Y en ese sentido, Ricardo, al haber sido coordinador de salud mental de la región sanitaria V y haber trabajado con diferentes efectores, le permitió hacer contactos en diferentes lugares. Me acuerdo un caso de una muchacha que vivía en Escobar y tenía una enfermedad por la que no podía casi moverse. Y se vino hasta acá porque no encontraba respuesta en otros hospitales. Ricardo llamó por teléfono a Escobar, habló con alguien puntualmente y se le consiguió un turno por una cuestión de contacto.

RW: Igual a veces no solo vienen porque no consiguen respuestas, sino porque tienen transferencia con el hospital por alguna cuestión, porque vivieron en la zona, o porque conocen a alguien que trabaja. A veces uno intenta derivar porque parece bastante complicado sostener una frecuencia, y aun así quieren, algunos sostienen y otros no.

MR: Y también a veces por la transferencia de otros efectores con el hospital. Hoy hice una admisión de alguien que mandaban del Castex. Y la paciente decía: “Me decía el doctor de allá, ¿pero por qué no va al Belgrano que es tan lindo?” ¡Tan lindo! (Risas)

RM: Es cierto que se producen cuellos de botella importantes por la cantidad de pacientes que recibimos. Una cosa que hemos priorizado particularmente desde hace ya un tiempo, es el arte de escuchar. Como decía Lacan: “el arte de escuchar es equivalente al arte del buen decir.” Lo que se hace es fundamentalmente evaluar cuál es la gravedad, el riesgo y la urgencia de cada paciente cuando llega, independientemente de las cuestiones burocráticas, que muchas veces se plantean en otros lugares, donde rápidamente se le dice hay turno o no hay turno. Es cierto que no tenemos turnos en lo inmediato, pero vamos resolviendo algunas cuestiones dándole lugar a la posibilidad de que si vienen de algún sitio en el que se le puede ubicar algún dispositivo más cercano, lo tratamos de hacer. Es decir, una de las dificultades que aparecen en muchos lugares es que las redes están, pero los circuitos muchas veces no funcionan. Aquello que debiera funcionar directamente, por ejemplo, alguien que demanda un turno en Pilar, debiera poder conseguirlo directamente y no que tenga que llamarlo yo y decirle “che, ¿le podés conseguir un turno?” Y ahí sí consiguen. Pero es por ese conocimiento y no es por cómo debería ser, lo mismo las internaciones.

El 80% de los pacientes adultos que recibimos vienen ya medicados

Joaquín Tey (JT): Más a modo informal, levantar el teléfono porque tiene un conocido con, un contacto de, y a partir de ahí, se puede concretar el trayecto.

RW: Una de las dificultades más grandes que tenemos en adolescentes, retomo un poco el tema, es el tema de las internaciones.

Topía:¿Con qué dispositivos cuentan?

RW: Consultorios externos, ambulatorio. Interconsulta. Pero no hay una guardia de Salud Mental de 24 hs en el hospital. Las urgencias se derivan al Hospital Eva Perón (ex Castex) porque nosotros no tomamos urgencias. Hay excepciones, pero tenemos cierto ordenamiento. No somos un servicio expulsivo porque tratamos de darles lugar a los pacientes cuando vienen, pero si vienen pacientes descompensados, que necesitan una atención intensiva en guardia o una internación, nosotros no podemos dar respuesta a eso porque no tenemos esos recursos.

Cuando viene un adolescente por un intento de suicidio, por una descompensación y tenemos que derivar a un dispositivo de internación se nos complica mucho. Por supuesto que la cuestión de levantar el teléfono y ver si hay lugar en Capital en alguno de los lugares a los que se podría derivar, Hospital de Niños, Alvear, ayuda, pero si no, se nos hace muy difícil porque en la provincia nosotros no tenemos lugares de internación para adolescentes.

RM: No hay lugares de internación para adolescentes y niños.

MR: Es una piedra caliente un adolescente descompensado…

RW: No te lo reciben.

CB: En La Plata sí, sino más cerca en Capital el Tobar García o el Gutiérrez (Hospital de Niños).

RW: Por la distancia, vos tenés un familiar que vive en San Martin, ¿cómo hace para ir a ver a su hijo o hija a La Plata? Y el Tobar García no te lo recibe porque es de Capital, el Alvear dependiendo de a quien llamás, por ahí te hacen un lugar, en el Hospital de Niños (Ricardo Gutiérrez) en algún momento como teníamos residentes rotando nos resultaba fácil hacer la derivación…

RM: La región sanitaria V -que abarca esos 13 municipios que son alrededor de dos millones y medio o tres millones de habitantes- tiene solamente 8 camas de internación de mujeres por Salud Mental en el Hospital Eva Perón en lo que hace a hospitales que dependen de la provincia. Esto no implica que algunos municipios tengan sus propias camas de internación. Nosotros estamos en una región que integra Malvinas Argentinas que tiene el Hospital Carrillo que tiene 42 camas de internación, pero es solo para la gente de ese municipio.

La franja más difícil es la que va entre los 14-15 a 18 años. Es una franja que tiene las dificultades de no poder tener un lugar justamente ante las descompensaciones o desencadenamientos psicóticos que se dan a esa edad, no hay un lugar de atención con internación en la provincia, por lo menos en la región sanitaria. Particularmente los puntos más complejos para nosotros son el primer cordón y el segundo, porque en el tercer cordón más o menos se arreglan. En Exaltación de la Cruz, Zárate, Escobar y Pilar han abierto algunas camas y resuelto sus posibilidades dentro de cada uno de los municipios. Pero en términos de la provincia, el primer y segundo cordón, eso está mucho más dificultado por la densidad de población que hay también. Entonces eso se vuelve más difícil. En realidad lo que aparece como figura, es que esa franja depende de los servicios zonales o los servicios locales de protección y promoción de los derechos de niños, niñas y adolescentes que se ocupan de tener clínicas conveniadas para la internación de estos pacientes. Pero la clínica tiene solo una cama conveniada, nunca hay posibilidades.

Topía:¿Qué quiere decir cama “conveniada”?

RM: Hay un convenio del Ministerio de Desarrollo social por la ley de protección de derechos de niñas, niños y adolescentes con una clínica que era Ferromed que tenía 10 camas. Pero ahora cerró y quedó un convenio con una o dos clínicas.

Topía: Clínicas privadas que tienen convenio en una zona de dos millones y medio de habitantes y por municipio una o dos camas…

RM: En Pilar abrieron tres camas para niños y adolescentes.

CB: Y con adicciones también es muy problemático para adolescentes. Incluso había una comunidad terapéutica que dependía del SENAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia) -la isla Silvia- que también fue cerrada. Allí se podía internar a adolescentes con graves problemas de adicción, pero está cerrada. El protocolo es derivar al CPA (Centros provinciales de atención de adicciones), pero los adolescentes vuelven sin respuesta. A los que podemos los atendemos en el servicio tratando de conformar una red con otras instituciones como el CIC (Centro de integración comunitaria), con el centro de atención primaria que le corresponde por su domicilio, con algunos centros juveniles que están reabriendo…

RM: La isla Silvia tuvo unos vaivenes complejos, porque en determinado momento se decidió que adicciones ya no era un problema de salud, sino un problema social. Por ejemplo, en el ámbito provincial, Adicciones estuvo 4 años en la esfera del Ministerio de Desarrollo Social. Fue una aberración que no dependiera de salud. De esa forma se trabajaba de forma descoordinada con los CPA. A partir de la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones los CPA volvieron al ámbito de salud.

Le dijeron que la única manera que te atiendan en la guardia es pateando la puerta

Topía:¿Qué tipo de problemáticas llegan?

RW: A lo largo del tiempo van llegando diferentes problemáticas; en algún momento se pusieron de moda los casos de bulimia y empezaron a aparecer casos de chicas bulímicas. Si bien hay veces que nos derivan y tratamos ad hoc de armar algo que nos permita atenderlas, con la nutricionista, con la médica de adolescentes de acuerdo al caso por caso. En general, no podemos tomarlas. Hay equipos que trabajan en otros hospitales que trabajan con equipos establecidos para casos de trastornos de la alimentación; nosotros no somos un equipo que nos dedicamos a eso. Tampoco atendemos especialmente pacientes adictos, porque para eso están los centros especializados en adicciones y nosotros -al ser un hospital que no tenemos equipos armados para atender pacientes adictos con grupos familiares, tipo hospital de día- los podemos atender una o dos veces por semana, pero no más que esto, con lo cual esto también se deriva. Pero a nadie se le pregunta ¿usted es adicto? El paciente viene, empieza a hablar y por ahí en algún momento comenta que consume, y no es que uno le va a decir: “Ah no, entonces no te podemos atender más.”

MR: No atendemos a adictos en el sentido de que no tenemos un dispositivo apropiado para el tratamiento de la adicción si de lo que se trata es que deje el consumo. Ahora, atendemos un montón de pacientes adictos que consultan por alguna otra cuestión. En la guardia, ayer, un muchacho con una importantísima adicción a la cocaína, mi sugerencia fue una consulta al CPA como para deshabituarse, pero ¿por qué llegó a eso? Porque él decía: “soy un boludo”, y dijo un montón de cosas. Y frente a eso, sí puede venir al servicio a trabajarlo, más allá de que sea un adicto. No a la cura sintomática porque no tenemos un dispositivo adecuado, pero no quiere decir que no se atiendan adictos.

RM: Pero no es por la cuestión de la cura sintomática; justamente, nosotros formamos parte de la relación del sujeto al síntoma, cuáles son esas relaciones y en función de eso trabajamos… Otra cosa es aquel paciente que llega con una adicción de muchísima data y que, además, necesita deshabituación o desintoxicación, una internación para pasar la abstinencia, bueno, eso no lo tenemos. Pero sí recibimos a todos aquellos sujetos que tienen derecho a ser escuchados y a ser reconocidos en sus síntomas. Me parece que desde ahí partimos para trabajar, por eso es que no tenemos áreas nominadas sintomáticamente, por eso es por grupos etarios y, además, definidos por algún dispositivo en particular, como por ejemplo, la interconsulta.

NS: Niños llegan muchos derivados de las escuelas, de los hogares. Con muchos problemas distintos, y -como todo- uno es el motivo de consulta y otro es el panorama que se abre cuando se empieza a escuchar un poco más. Desde problemas de conducta, de aprendizaje, abuso, violencia, problemas graves del desarrollo con diagnósticos y certificados de discapacidad que ya vienen de otro lado, problemas dermatológicos, etc.

RW: También tenemos un servicio de odontología que atiende bastantes adolescentes con problemas, donde hacen operaciones maxilofaciales. Si deben ser operados, los derivan para que trabajemos con ellos antes de las operaciones, situaciones de abuso, de violencia, de adolescentes con problemas de agresividad, embarazos adolescentes, situaciones de madres adolescentes que no se hacen cargo de sus hijos, madres adolescentes cuyos padres no quieren que sigan en contacto con el papá…

NS: Las problemáticas de violencia y abuso a veces llegan con algo ya en curso de una situación legal y a veces para ver si hubo abuso o no, si podemos detectar o les podemos decir. Llegan de distintas maneras, muchas veces estos pacientes llegan a través de la interconsulta en una internación, porque hay algo que a los pediatras les llama la atención, algo que pescan en el cuerpo, o encuentran alguna lesión, también en relación al descuido de algún chico…

RM: Incluso antes de la Ley Nacional de Salud Mental, el servicio se ha dispuesto a trabajar multidisciplinariamente y multisectorialmente, se trabaja no solamente internamente con el hospital -con trabajo social, con pediatría, con las distintas especialidades del hospital- sino con los diversos sectores, con los Hogares, Tribunales de Familia, Servicios Locales, Colegios.

Trabajar en el ámbito público es caminar el hospital

Topía:¿Y los residentes que problemáticas ven?

JT: Es interesante la llegada al hospital con ciertos diagnósticos y las etiquetas, por ejemplo, con un auto diagnóstico que dice “soy adicto” o “tengo ataque de pánico”. A veces es un modo de llegada, después hay que escuchar y ver de qué se trata y si es el dispositivo del hospital o no.

Marina González King (MGK): En psiquiatría no es tan diverso, solo atendemos adultos en nuestro hospital…

RW: Tampoco hay neurólogo infantil.

RM: La psiquiatría -infanto juvenil- es una especialidad en extinción, cada vez hay menos y es una problemática general de toda la región. Me parece interesante plantear como fue reduciéndose la entrada de residentes a hacer psiquiatría, en cuatro años se redujo a la mitad.

MGK: Eso se ve un poco en todas las especialidades médicas, tanto en capital como en provincia, se da que eligen hacer una concurrencia que es un sistema no rentado…

Topía:¿Por qué eligen concurrencia?

MGK: Porque pueden trabajar aparte o por fuera de la concurrencia y, de ese modo, muchas veces ganan más dinero que haciendo una residencia. Se viene viendo esto en los últimos años. En líneas generales, en las distintas disciplinas médicas es cada vez menor el número de gente que rinde el examen de residencia. Y en psiquiatría esta disminución se ha visto muy marcada.

Topía: O sea ¿bajó a la mitad no porque redujeron las vacantes, sino porque quedan desiertos los puestos?

RM: Sí, aunque este año en particular, se ocuparon casi todos.

MR: Se ocuparon casi todos, pero con toda la gente que se presentó. No quedó gente afuera casi.

RM: De 110 que se presentaron hace cuatro años este año se presentaron 52 o 53 en toda la provincia, para 34 cargos. Se ocuparon casi todos porque muchos rindieron también el examen de Capital y adjudicaron allí. 

Hay escuelas que están atravesadas por muchísima violencia, con chicos muy violentados, y eso hace que haya una gran cantidad de maestros que estén de licencia por enfermedad

Topía:¿Hay diferencia de sueldo?

MGK: Sí, mil o dos mil pesos. Y aparte, en la C.A.B.A., la matrícula no tiene un costo de mantenimiento y en la provincia sí, bastante alto, y lo mismo los aportes jubilatorios. Hay que pagar la Caja Médica.

C.B.: En Capital, el aporte jubilatorio del residente es como el de cualquier empleado público, en cambio, en provincia no tenés aporte jubilatorio como residente, ya que es una beca. En provincia por el solo hecho de ejercer la profesión -te paguen o no, es decir, aunque seas concurrente- tenés que colegiarte, lo que implica pagar anualmente la matrícula, y a su vez pagar mensualmente la Caja profesional, tanto los psicólogos como los médicos.

MGK: Por otro lado, Psiquiatría no es una especialidad elegida históricamente. Es un mundo completamente nuevo para alguien que estudió Medicina, y no creo que se conozca tan en profundidad la formación en la residencia. Puede ser también que no la elijan por eso, ya que no es de las que cuesta acceder a un puesto.

RM: El otro día un residente nuestro de psiquiatría iba con un estudio de laboratorio y pasó un médico de otra especialidad y le dijo: “¿Vos con eso en la mano, que tenés que ver con eso?”

MR: Y a otro residente alguien de docencia le dijo: “Yo pensé que vos querías ser médico.”

Topía:¿Con qué dificultades teórico clínicas se encuentran en la práctica?

MGK: Para los médicos es muy complejo el comienzo de la especialidad. La continuación también. Pero es como empezar de cero prácticamente. Es todo un cambio.

JT: Es el encuentro con una especialidad, con la propia disciplina, con la interdisciplina, y con la salud pública si uno está trabajando en un hospital.

MGK: Sí, y con un discurso también psicoanalítico, que es el del servicio y el de la residencia que a nosotros nos resulta muy complejo de comprender. Así que para los médicos es complicado. Uno no sabe desde dónde o cómo posicionarse. Si es lo puramente biológico, si es más la escucha, es como que se mezcla todo esto y resulta bastante complejo. Nosotros rotamos en consultorios externos en segundo año y estamos como recién comenzando el camino y nos resulta bastante difícil, desde seguir pidiendo laboratorios, estudios, pero los diagnósticos son eminentemente clínicos. Y el encuentro con otros discursos también tiene su dificultad.

JT: A mí me parece que la experiencia con la residencia permite encontrarnos con la complejidad de un paciente. Uno sale de la facultad con cierto marco teórico, con la cuestión de la escucha, del inconsciente, de la apuesta al sujeto, pero, además, uno se encuentra con la complejidad en relación a muchas problemáticas con las que viene un paciente y, por eso, es importante establecer lazos con otros servicios.

RM: Las problemáticas teórico clínicas, de las cuales nosotros vamos pensando desde el discurso del psicoanálisis y de la psiquiatría, no dejan de entrar en tensión con las problemáticas sociales, culturales y políticas que se dan en determinado momento histórico, porque el hospital pasó por muchos momentos históricos y eso también hay que tenerlo en cuenta. El desafío que se presenta es pensar como ha incidido el mercado en la cultura. Esto hace que se presenten ciertas modas, nomenclaturas o patrones, como el DSM, que se mete en términos de establecer ciertos diagnósticos o cierta patologización y puede hacer que se descuide lo que sintomatológicamente trae el paciente. Y una de las dificultades mayores que tenemos en los pacientes adultos debido a todas las incidencias del mercado en cuanto a las premuras que exigen que cada sujeto hoy sea un empresario de sí mismo, hace que hoy todo tenga que resolverse rápidamente, entonces, ¿qué es lo que pasa? El 80% de los pacientes adultos que recibimos vienen ya medicados. Medicados, automedicados con psicofármacos. Específicamente con benzodiazepinas de hace muchísimo tiempo y, por otra parte, por cierta circulación de psicofármacos en los barrios a través de reventa.

MR: Llegan muchos pacientes psicóticos, muchos, y obviamente también está la cuestión de la medicación. Pero más allá de la gravedad o no que presentan ciertos pacientes, es la posición de algunos pacientes respecto de lo que les pasa. Para mí es una preocupación, sobre todo porque estamos referenciados en el psicoanálisis, entonces, también tienen limitaciones. Hay gente que llega sufriente, pero que respecto de eso que le produce dolor dice “que pastilla me va a dar”, por ejemplo.

NS: Yo pensaba en la impronta del diagnóstico y la medicación en los niños; que además es muy complicado por los efectos que genera. También porque trabajar con los niños es siempre trabajar con muchos otros y eso implica trabajar con los padres, pero también con los médicos, y hay muchos profesionales que también sostienen esto. Entonces, a veces, hay que hacer caer otros discursos. Cada momento tiene una impronta; el diagnostico de hace unos años era ADD, ahora es TGD (Trastorno General del Desarrollo), y vienen con un certificado de discapacidad muy chiquitos y hay que desarmar y desandar para ver si encontramos un sujeto ahí.

Topía:¿Cómo lo hacen clínicamente?

RW: En general los certificados tienen un tiempo y trabajamos sobre la impronta que tiene el diagnóstico para esos padres en relación al lugar que le dan al chico y la posibilidad de encontrarse con algo ahí y con lo que puede, con lo que no puede, con un sujeto.

MR: Algunos padres te dicen: “Mi hijo es un TGD.”

RW: Sí, o ha venido con un cuaderno, con carpetas, con diagnósticos y estudios como si ese fuera el hijo.

NS: Empezamos a preguntarle por el hijo. Me acuerdo de una paciente de hoy, que vino con un diagnóstico, y le pregunté: “¿Qué es eso?” Y me miró como diciendo “¿No sabés?, ¡me voy si no sabes!” No, le digo, cuénteme que entiende usted por eso, quién le dio ese diagnóstico, y después de eso empezamos a leer una historia en la que había un rechazo desde el embarazo, se entera tarde del embarazo y no lo quiere, y menos lo quiere porque era varón, y muchas cuestiones más. Podés empezar a armar una historia en relación a ese bebé, ese niño, como una de las cosas. Por otro lado -y esto lo vengo escuchando en los últimos tiempos- también los médicos tienen la fantasía de que se le podría dar una medicación a una madre que rechaza al hijo y con la medicación lo va a amar y se va a transformar en una madre amorosa y divina, donde el chico va a estar perfectamente cuidado. Está esa fantasía de que haya alguna pastillita que modifique todo de un día para otro. Y con esto estamos armando, desarmando e inventando todos los días. También nos pasa con muchos pacientes que las familias son muy complicadas, muy disfuncionales, con mucha dificultad en el lazo y con chicos donde el trabajo con ese otro significativo se hace difícil. A veces trabajamos con tíos, con abuelos, con vecinos, con el Hogar. Es toda una experiencia trabajar con chicos que estén en un Hogar y que el otro de referencia de ese chico no sea, ni madre, ni padre, ni tío, ni nada y que a veces tampoco tiene tantas ganas de ponerse a pensar sobre ese chico porque hay un montón de chicos de los que se tiene que hacer cargo… Es inventar todo el tiempo en relación a qué es posible y qué no. Porque muchas veces no se puede o se puede poco.

RM: La apuesta es cómo subjetivar algunas cosas, porque a veces se produce con los chicos una situación dificultosa y es que debido a cierto certificado, les permite tener a los padres o al Hogar un subsidio, entonces, los padres tienen la premura de exigirle al pediatra que le dé el certificado para que esto, presentado en la obra social, le permita un subsidio en algún lugar, con lo cual esto estigmatiza. Como dice Natalia, me parece que la cuestión es subjetivar algo de la problemática, independientemente de estas cuestiones que atraviesan los estigmas.

RM: Con otra dificultad que nos encontramos es que si bien nosotros somos un servicio numeroso, atendemos una población bastante importante, tratamos de darle ingresos y poder escuchar a los pacientes y darles algún lugar. Pero la problemática con la que nos encontramos es que se ha producido un importante cuello de botella porque muchos de los tratamientos son prolongados. Algunos a lo largo de toda la vida; lo que produce que los psiquiatras tengan muchísima cantidad de pacientes. Y más en los últimos años debido a que el mercado ha generado que la respuesta que tiene la población ante la premura que tiene el mercado, es que todos tenemos ataques de pánico. A la urgencia de resolver las cuestiones en lo inmediato, la sociedad ha dado como respuesta el pánico. Y esto se ha tipificado y de alguna manera, todo se medica.

RW: Uno escucha a los pacientes que a veces vienen con un diagnóstico y cuando interrogás acerca de dónde escucharon eso, quién le dijo eso; sale de los médicos, de la escuela… entonces es difícil ponerse a desarmar algo que viene ya tan armado desde los referentes de los adolescentes como puede ser un docente, alguien del gabinete, el médico que lo atendió. “Andá a ver a un psicólogo porque lo que vos tenés es un ataque de pánico.” Nosotros desde el equipo de adolescentes también compartimos mucho de lo que ella comentó con respecto a las dificultades, es que a veces no contamos con otros significativos y otras veces están demasiado encima, o sea que hay que ir maniobrando, yo siempre digo que a los padres hay que hacerlos entrar para después hacerlos salir, al menos con los adolescentes.

Hay algo que empezó hace un tiempo a llegar al servicio que es el tema del bullying, que tiene mucha prensa y un poco de amarillismo. Esto sí llega derivado de las escuelas, “que le hacen bullying”. Empezamos a trabajar como con cualquier paciente, a interrogar en que le concierne esto que trae, en que está implicado; si para él es un problema esto. Cuando vienen derivados de las escuelas con un discurso del tipo “no sé por qué estoy acá”, “mi mamá me trajo”, “de la escuela me mandaron”; hay un compás de espera que se abre apuntando a la subjetividad del paciente. Y a poder armar un pedido que se diferencie de lo que dicen desde la escuela o los padres. El otro día recibí una chiquita de 12 años obesa. “La médica me dijo que si no adelgazo me voy a morir.” Hay que ver como desarmar todo eso, cómo es, qué pasa, etc.

NS: En niños son casi todos “mandados”, más allá de que el niño siempre viene traído por otro, los padres vienen derivados por alguien que, además, por ejemplo, si no va al psicólogo, lo echan de la escuela…

La verdad que la escuela es una fuente de derivación importante de pacientes, es importante porque detecta muchas cosas, en ese sentido bienvenida, pero también muchas veces expulsan y muchas veces, por ejemplo, un nene tiene que ir al neurólogo porque se le ocurrió a una maestra que no sabe qué hacer con él, y a veces eso se hace presente en los tratamientos obstaculizando.

RM: Esta es una de las cosas que en principio hay que tratar de desarmar o de desandar. Porque muchas veces llegan estigmatizados porque la premura, y también a veces es “entendible”, entre comillas, este discurso de los maestros de rápidamente dar una respuesta. Porque ahora como se han roto todos los pactos sociales, entonces esto ha hecho que van los padres, apuran al maestro, los maestros dicen que tiene que ir al neurólogo, y se entiende que por ahí a veces dan una respuesta apurada para intervenir de alguna manera dando algún lugar, para que no se violenten con los maestros… Lo mismo pasa con la premura de otros discursos, tenemos que saber cómo funciona la lengua del otro, y cuáles son los efectos de esa lengua del otro en los sujetos.

Tenemos un gran porcentaje de los enfermeros del hospital que están con licencia psiquiátrica

Topía:¿La “lengua del otro” que sería?

RM: Otras especialidades, en los discursos de otros estamentos, de la justicia, por ejemplo. La justicia viene con las cuestiones de violencia y ahí es un tema muy complejo, siempre digo que los discursos de las políticas públicas, si bien las políticas públicas son necesarias, a veces los discursos de la política pública coagulan un goce que muchas veces es muy difícil de sortear, particularmente alrededor de la violencia, y podemos discutir un montón de cosas con lo que es violencia de género, pero ahí es como que se han coagulado ciertas cuestiones que me parece que hay que poder desandar y subjetivar en relación a las dificultades que se generan en un ambiente. Nosotros atendemos personas que están en contextos de muchísima violencia, desde mujeres que vienen porque están en el puerperio y no pueden tener relaciones sexuales y el marido las muele a trompadas… esto pasa muchas veces. Pero la mujer viene, se cura y dice: “Bueno, pero yo lo quiero, no lo voy a denunciar.” Estas cosas son muy difíciles de trabajar y nosotros nos encontramos con situaciones de violencia de mucho tiempo, de muchísimo tiempo, sostenidas en el tiempo.

Topía:¿Y cómo trabajan concretamente la violencia de género?

RM: Las mujeres llegan por otras cosas. La violencia es parte integrante de ese discurso, pero no llegan por la violencia, llegan por otras cosas. Porque ahora como hay mucha información, la mujer que va a hacer alguna denuncia por violencia lo hace en la comisaría de la mujer. Pero escuchando a las pacientes uno encuentra que hay mucha violencia, particularmente en las que yo he atendido, siempre he encontrado que en la historia, en su infancia ha habido violencia. Muchas veces he encontrado en la historia situaciones de violencia que ya vienen encarnadas en su historia, en su historia infantil y a veces es muy difícil desmontar algo de esto en función de llevar, intentar acompañar, o intentar introducir alguna terceridad. A mí me parece que desde la política pública hay que intentar formar a la policía, que es algo más complicado porque introducen una terceridad donde no les dan bola, o cagan a trompadas al marido y ya… son situaciones complejas. Por lo menos en lo que nosotros encontramos dentro de lo que es nuestra población, en lo que yo encuentro, pasan estas cosas. Y la idea es cómo introducir alguna alteridad porque esto lo que va horadando es en los pibes, produce estragos en los hijos. Cómo lograr que algo se introduzca como una legalidad, ya que a veces la mujer no puede, por distintas circunstancias, por su historia, por su posición…

Topía:¿Y cómo hacen para introducir alguna legalidad?

RM: Hay algún momento donde algo de esa violencia tiene que subjetivarse al punto de que sea un goce egodistónico. Entonces en ese punto, a veces, se puede acompañar a que haga una denuncia. Pero particularmente ni siquiera por la mujer misma, sino por los hijos que están presenciando toda esa violencia, y que muchas veces también son pasibles de esa violencia. Entre esas cosas como otras, también que hagan alguna intervención por la comisaría de la mujer o se las acompaña…pero todo esto hay que subjetivarlo, no es algo sencillo.

RW: Estaba recordando una paciente adolescente que producto de las entrevistas surge que había sido abusada. Yo no voy a acompañarla a hacer la denuncia, porque no me corresponde, porque debo preservar la transferencia para que ella pueda venir a hablar de esas cosas, lo que sí puedo hacer es contarle que en el servicio del hospital nosotros tenemos un servicio de trabajo social, la puedo acompañar y esto es en acto. Le pregunto, ¿te interesaría? Salgo del servicio, voy a trabajo social, golpeo la puerta y digo “hola, Fulanita es paciente mía”, la acompaño hasta allí. Cuando aparece esto no somos nosotros los que vamos a denunciar. Me parece mucho más efectivo, y para preservar la situación transferencial trabajar para que sea la paciente la que haga la denuncia. Esto implicaría decir, por ejemplo, si vos querés informarte, te puedo acompañar en este momento si estás de acuerdo, adonde esté el equipo de trabajo social, y que los trabajadores sociales te informen cuáles son tus derechos, qué podes hacer, etc. Yo no le estoy diciendo tenés que hacer la denuncia, la acompaño, entra en el equipo de trabajo social, comenta, después es una decisión de la paciente, y yo podría acompañarla en esa decisión, siempre y cuando esté dispuesta a hacer esa denuncia y todo lo que va a implicar eso.

Topía:¿Y en situaciones de violencia con un niño o un adolescente cómo trabajan?

MGK: En el caso de menores está la obligatoriedad de denunciar como agente de salud.

CB: Nosotros desde adolescencia lo que hacemos es trabajar con el servicio local de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes cuando hay alguna situación de este tipo.

RW: Es una instancia pre judicial.

NS: Trabajamos muchas veces con trabajo social del hospital y con el servicio local de afuera, del municipio, que es una instancia pre judicial que se ocupa de estas cosas. Lo que no deja de ser complicado porque en general hay cosas que no son fáciles de resolver, pero a veces la respuesta que tenemos no es la que nosotros esperamos, me acuerdo de algunos casos de chicos que vienen derivados del servicio local. Por ejemplo, me acuerdo de un caso que ya habían sacado al nene de la casa del papá y la madrastra por un tiempo, y lo derivan al tratamiento. Parecía como si eso mágicamente pudiera acomodar todas las cosas ya que a los dos días aun con informes y llamados y reuniones donde señalamos que no había nada que diera cuenta de que estaban las condiciones para que ese chico volviera, la decisión fue que volviera. De estos casos hay muchos, ellos tampoco cuentan con muchos recursos; trabajan para la re vinculación. Además, yo creo que también esperan resultados mágicos de los tratamientos, y también es cierto que tienen muy pocos recursos en cuanto a hogares, tienen muchos expedientes y no tienen mucha gente, pero lo que digo es que aun haciendo todos los pasos legales que uno tiene que hacer y considere que hay que hacer, no tenemos los resultados que a uno le den la tranquilidad de trabajar con esos pacientes.

CB: Es decir, en lo que hace a qué dificultades encontramos en la práctica, una es la falta de recursos. Y otra, es el trabajo interdisciplinario e interinstitucional porque resulta complejo llegar a acuerdos y no siempre los acuerdos se respetan. Hay distintas visiones ideológicas y teóricas. Pero así como a veces el trabajo con otras instituciones y sectores obstaculiza, otras veces el trabajo se potencia, se facilita. Por ejemplo, una de las tareas que hago dentro del área de adolescencia es trabajar con algunas escuelas conjuntamente con un centro de atención primaria. En una escuela hubo una situación específica de una chica de 13 años que nos contó al equipo de salud que el hermano de 17 años abusaba de ella. Con anuencia de la alumna, lo trabajamos en conjunto con la directora de la escuela dentro de la escuela, lo citamos al papá, hicimos un trabajo con el papá y a su vez dimos intervención al servicio local. El servicio local poco tiempo después lo dejó dormir. Uno llamaba permanentemente para que citaran al padre y te decían, por ejemplo, que no tenían correo… Y claro, pregunté si no podían citarlo por teléfono, y me responden “Ah, no me di cuenta, como siempre citamos por correo y el correo no funciona…” Finalmente lo citaron vía telefónica tanto al padre como al hermano.

Topía:¿Qué otras problemáticas tienen?

RM: Todo el sistema de salud tiene una fuerte presión desde muchos lugares. Así como las maestras tienen quemada la cabeza, con lo cual a veces es difícil trabajar; no siempre porque se descomprometan o desimpliquen de la situación, sino porque están atravesadas por muchísima violencia. Hay escuelas que están atravesadas por muchísima violencia, con chicos muy violentados, y eso hace que haya una gran cantidad de maestros que estén de licencia por enfermedad. Y cuando digo la ruptura de pactos sociales es en ese punto, donde los padres, los chicos y los maestros ahora están disgregados, en una suerte de entramado violento, con lo cual cada uno va haciendo lo que puede. Como decía Natalia, intentando trabajar con los maestros con los que se pueda trabajar. En enfermería, por ejemplo, nosotros tenemos un staff de enfermería y un gran porcentaje de los enfermeros del hospital están con licencia psiquiátrica.

Es que los enfermeros son los que están todo el tiempo. La guardia del hospital es un lugar muy violento, altamente riesgoso, donde se ha conformado cierto imaginario y cierta representación de la guardia en los últimos años, no en otros tiempos. En otro tiempo el hospital era un lugar donde se venía a morir, en otra época se venía a curar y tenía una función social, distintas funciones ha tenido el hospital de acuerdo a la densidad de población y la población que se ha asentado alrededor. Ha cambiado muchísimo lo que es las estructuras, particularmente con varias generaciones de gente sin trabajo, porque la población hace 20 años atrás todavía era una clase trabajadora que aspiraba a que sus hijos fueran a la escuela, y era algo que estaba fuertemente instalado y tenía una pregnancia muy fuerte. Últimamente ha tenido y tiene una representación distinta. Hace poco tiempo viene un señor a la guardia, entra a la guardia y empieza a patear la puerta. Yo le pregunto, por qué en vez de patear la puerta no se dirige a la ventanilla y se anuncia y cuenta para qué quiere atenderse. Me contesta que le dijeron que la única manera que te atiendan en la guardia es pateando la puerta. Vino directamente a patear la puerta, ni siquiera a anunciarse previamente. Esa es la representación social que ha quedado de esta guardia, una guardia donde los enfermeros son los que se enfrentan a esta situación y reciben por primera vez al paciente que son pacientes que muchas veces aparecen baleados, acuchillados, con botellazos en la cabeza. Y vienen en conjunto, no vienen solos, a veces vienen con amistades, con familia y exigen que el paciente salga vivo, incluso a veces cuando ya viene medio muerto. Ahí los enfermeros son los primeros que reciben. Si bien han mejorado muchísimo la atención, han hecho un trabajo fundamental con el triage, y ahora están haciendo un muy buen laburo. Pero a pesar de eso son escupidos, golpeados, a ciertos médicos los han agarrado del cogote, también entraron a robar… Es un hospital expuesto como muchos otros hospitales a ciertas circunstancias violentas que se dan en muchos lugares.

MR: Es un hospital rodeado de villas, tenemos La Rana, Las Flores, Loyola… 

A veces nos encontramos cambiando de antipsicótico o antidepresivo, no por un criterio clínico, sino por un criterio de disponibilidad en farmacia

Topía: Lo que están diciendo es que las problemáticas llamadas “sociales” y la ruptura de los pactos es lo fundamental. Al principio comentaron algo de la medicalización, pero lo más difícil de la situación clínica -por lo que ustedes cuentan- tiene que ver con el entramado de discursos y las dificultades que están comentando ahora con relación a la violencia.

MR: Ese es el entorno en el que nos movemos. De todos modos, en nuestro servicio en particular, al menos en las situaciones violentas no es que el paciente rompe la puerta. Es más común que los que llegan más “sacados” son los que tienen patologías psiquiátricas. Vienen buscando medicación, ésta es la situación que frecuentemente se puede armar en el servicio o en la puerta del servicio.

CB: En realidad, en cuanto a la población con la que trabajamos, lo más preocupante son los que no llegan. Hay muchísimos adolescentes que no consultan y que están encerrados en la casa o en la esquina drogándose; y tampoco van a la escuela.

Topía: Y con ellos ¿en primer nivel qué dispositivos de trabajo tienen?

RW: El primer nivel de atención depende de los municipios, no depende de la provincia. Trabajan los municipios a través de los centros de salud, centros de atención primaria, y se están haciendo algunos movimientos. No sé cómo están funcionando los centros de San Martin…

CB: Eso va y viene, depende de los avatares político-partidarios. En algún momento funcionó muy bien el programa Envión, han llegado a tener 150 chicos que iban a contra turno, pibes que no estaban escolarizados, o que les costaba la escuela o tenían algún problema de adicción…

Con un sistema de tutores, talleres, ayuda escolar, una pequeña beca como estímulo, pero eso ha durado 2 años y se cayó. Estuvo 2 años cuasi desmantelado y ahora aparentemente -hemos tenido una reunión la semana pasada- el municipio tiene la intención de reflotarlo con otro nombre y sin la beca. Es muy importante que los adolescentes tengan un lugar de pertenencia, donde puedan juntarse con otros para hacer una actividad que los convoque, sea algo deportivo, artístico o recreativo. Este programa funcionaba como sostén para los jóvenes en estas situaciones, son los que no llegaban al hospital y a través de este programa comenzaron a llegar y pudimos empezar a hacer un trabajo conjunto.

RW: Nosotros habíamos establecido un muy buen vínculo con la gente de Envión, teníamos reuniones, nos sentábamos a conversar de los pacientes que nos derivaban. Cuando se desarmó por cuestiones políticas, se fue el equipo técnico que estaba trabajando y los chicos quedaron en banda. Entonces, la sensación de frustración que uno tiene cuando estuvo trabajando, armando redes y eso se desarma y no se sostiene en el tiempo, es enorme. Te quita la posibilidad de seguir trabajando y pensando cómo hacer. Y también te resta en que cuando se vuelva a armar, también uno está como con cierta reticencia. Empezar de cero ¿para qué?, ¿para que en 1 año lo desarmen porque cambió el intendente? Entonces tenés que rearmarte y volver a poner entusiasmo…

CB: Eso del lado de nosotros como profesionales de la salud, pero también para los pibes genera un descrédito hacia las instituciones. Algo que era bueno para ellos se borra de un plumazo y entonces genera la idea de que las instituciones no sirven…

NS: Eso es mucho peor.

CB: Una de las cosas que nos decían los vecinos cuando desde el centro de salud con el que trabajamos hicimos un trabajo de relevamiento casa por casa era esto, “ah, pero ya vinieron una vez y se fueron; ¿otra vez van a venir y se van a volver a ir?” El abc de cualquier trabajo territorial es que si no se mantiene en el tiempo es un maltrato hacia la comunidad, termina siendo maltrato…

NS: En cuanto a empezar de nuevo, nosotros también tenemos otra cuestión: los equipos se forman con residentes que rotan, de niños, por ejemplo, soy la única psicóloga de planta y con mucha gente que rota por 1 año… en eso de empezar de cero también estamos acostumbrados, y eso tiene muchas complicaciones si bien tiene cosas a favor. También uno va renovándose con las ganas de transmitir; armar cosas, pero tiene también lo que no se sostiene. Por ejemplo, cuando termina la rotación hay que derivar a los pacientes, tiene esa complejidad puertas adentro.

RM: De todas maneras en el grueso, podemos hacer un trabajo con una apuesta fuerte y de pensar las tensiones que sobrevuelan a todo el hospital, que son las que sobrevuelan a la sociedad que nos circunda, en distintos barrios, con distintas problemáticas y uno puede historizar qué ha pasado en el país, en distintos lugares, para saber en qué estado estamos desde la situación sociopolítica. Así y todo, podemos trabajar interdisciplinariamente con los distintos equipos, con trabajo social trabajamos mucho, con los pacientes que vienen con problemáticas sociales nosotros podemos resolver alguna cuestión y particularmente trabajo social se ha renovado muchísimo…

Topía: Y además por lo que cuentan trabajan con varias disciplinas y con muchos sectores.

NS: Con pediatría, con cardiología.

MR: También trabajamos con ginecología, con obstetricia, con la médica de adolescentes, tenemos atención integral del adolescente…

RW: Es un hospital que de alguna manera permite y posibilita y es una de las cosas que propiciamos nosotros: trabajar en el ámbito público es caminar el hospital. No es que estamos encerrados en el servicio, en los consultorios, concebimos una práctica que, si bien es la experiencia del consultorio, que en el hospital tiene su lugar, pero también es para pensarlo en las tensiones propias que se producen dentro del hospital y con esto trabajamos; y es fundamental que vayamos trabajando cada vez. Es algo en permanente movimiento, no es algo que nosotros pensemos estático.

CB: No es solo la palabra, hacemos.

RW: Exacto, hacemos, es en acto.

Topía: Para ir terminando, ¿qué cambiaría cada uno de ustedes para trabajar mejor?

MR: Por supuesto que uno a la hora de pedir pide más recursos de toda índole. Muchas veces falta medicación, esto es un tema no menor, uno empieza a instalar algún plan farmacológico y se discontinua esa medicación porque no se entrega y se cambia por otra que a lo mejor no es de la misma calidad…

Topía:¿Los abordajes son grupales, familiares, individuales?

MR: Son individuales en principio. Sí podemos armar una red con los familiares.

RW: Pero no hay modalidad de grupos ni tratamiento familiar.

MR: No, no tenemos un dispositivo específico, pero si alguien viene a preguntar si hacemos tratamiento de parejas, les decimos, vengan, hacemos la entrevista y vemos…

Topía: Pero no tienen esa herramienta como para hacer un diagnóstico y decir en este adolescente o adulto indicamos terapia familiar o de pareja.

RW: No, pero en el caso por caso muchas veces dentro del equipo se dan situaciones en las que trabajamos con los padres algún punto del trabajo con el adolescente y derivamos a que puntualmente esos padres trabajen con alguien del equipo. Pero no hay una ventanilla que diga atención para las familias. Pero se puede armar en el caso que consideremos, que haya una serie de entrevistas con la familia, el padre con el hijo, etc. Eso tenemos la libertad de hacerlo.

MR: En algún momento estábamos trabajando varios del hospital y es un tema que cada tanto se reflota, la posibilidad de organizar a contra turno talleres para las pacientes que atendemos, pacientes graves, psicosis, y también nos topamos a veces con las dificultades que hay en las instituciones; que no hay cargos, no hay nombramientos, no hay recursos, muchas veces presentamos proyectos y nos dicen que los hagamos con lo que hay.

RW: En el trabajo con adolescentes nos gustaría tener un psiquiatra infanto juvenil, lugares donde derivar en la provincia, lugares en la provincia donde internar, adicciones y cuestiones graves.

CB: Y en especial dispositivos intermedios entre los consultorios externos y la internación. Por ejemplo, un Hospital de día.

MGK: Consultorios, nos faltan consultorios.

La ley de salud mental tiene que ser una ley que tienen que conocer todas las especialidades, no solamente Salud Mental

RM: Ahí hay un problema, nosotros tenemos un servicio que vos entrás y decís: este servicio no lo tiene cualquiera; 10 consultorios más 2 de jefatura es bastante importante. Pero es verdad que somos muchos. Yo cambiaría la distribución horaria. Desde mi lugar no lo puedo hacer, pero yo cambiaría eso, no atendería todo el mundo de 9 a 12 todos los días porque es una locura. Yo redistribuiría y se puede hacer. Hay una dificultad complicada que tenemos, la farmacia del hospital trabaja hasta las 12, entonces los pacientes a los que se les da la medicación y tienen que retirarla por farmacia, no pueden venir en otro horario, a las 12 se quedan sin medicación y no pueden venir al otro día, y es cierto; hay mucha gente que viaja y no tiene un mango y no puede venir 2 días. Ese es un problema, pero se puede redistribuir de otra manera.

NS: Pensando esta pregunta que vos decís, creo que nosotros nos la hacemos. Yo la empecé a pensar desde adentro, yo me hago la pregunta todo el tiempo y no me es tan novedosa, en este momento estamos pensando en cómo mejorar el vínculo con el trabajo en pediatría, que se está haciendo complicado, también pienso en la posibilidad de que el registro sea más riguroso, en el archivo de datos y que aparezca un paciente y poder buscarlo. No tenemos secretaria y a lo mejor eso sería importante, que venga cualquiera y pregunte por un paciente de hace 3 años y uno lo ubique inmediatamente y no es tan fácil. También pienso algunas cuestiones para trabajar con pacientes graves, como para que se pueda concientizar y trabajar incluso con la población médica esto, me parece que es una pregunta que tenemos constante.

RM: Sí, y también tenemos distintas posiciones entre nosotros. Clínicamente yo podría decir que me enorgullezco del servicio que tenemos. Si bien con alguno uno puede discrepar un poco más, pero clínicamente los pacientes son recibidos, están siendo asistidos, cada uno desde las posiciones y prácticas que cada uno tiene. Los pacientes son recibidos y escuchados. En ese punto es serio el trabajo que se hace. Con algunas cuestiones que por ahí cambiaría.

MGK: Retomo un poco lo que decía Marisa sobre la medicación; cuando rotamos por consultorios externos nos encontramos teniendo que hacer malabares, cambios de medicación que quizás no ameritaría en ese momento hacerlo, pero tiene que ver con que no hay disponibilidad de determinada medicación y el paciente no la puede comprar, y a veces nos encontramos cambiando de antipsicótico o antidepresivo, no por un criterio clínico, sino por un criterio de disponibilidad en farmacia, y eso dificulta muchísimo.

JT: Yo en cuanto a qué cambiaría pienso en cómo fortalecer aún más los vínculos en relación con las otras disciplinas y especialidades médicas, porque por ahí somos mirados un poco como el bicho raro del hospital. Igualmente me parece que en estos últimos años se abrió mucho más el trabajo en relación al resto del hospital y eso está bueno, ir abriendo puertas y permitiendo abrir nuevas trayectorias.

RM: La interconsulta lo que revela es de alguna manera que es lo que uno espera de determinado servicio. Muchas veces algunas especialidades médicas o algunos médicos requieren la intervención de salud mental cuando hay que apagar incendios; el paciente catatónico que está muy mal, pero no hace quilombo no requiere salud mental, pero el que hizo quilombo en la otra sala, tiró a la mierda la comida, hizo despelote, para eso llaman. Hay que hacer todavía mucha escuela dentro del hospital en relación a qué pacientes requieren la intervención de salud mental, no es solamente el quilombero…

Yo lo que cambiaría fundamentalmente, pero en todos los hospitales, no en el nuestro solamente, es que la ley de salud mental tiene que ser una ley que tienen que conocer todas las especialidades, no solamente Salud mental. Porque aun hoy, no todas las especialidades la conocen y los que la conocen reniegan bastante. Cuando nosotros queremos internar a un paciente por salud mental en alguna de las camas nuestras, viene la gente de la especialidad médica X y dice “acá no se atiende a ningún paciente de salud mental porque nosotros no tenemos ninguna guardia, no tenemos posibilidad de sostenerlo cuando el servicio trabaja solo hasta las 5 de la tarde.” Los psicofármacos han avanzado mucho en lo que es la sintomatología, incluso desde la psiquiatría y funcionan muy bien, con lo cual con el cuidado de dejar las indicaciones desde las 5 de la tarde de un día hasta las 8 de la mañana del otro se podría sostener desde las distintas guardias internas. Pero hay mucho prurito todavía con el paciente de Salud mental, que es el quilombero, que no lo vamos a poder sostener, entonces acá no queremos a nadie. Van, golpean el escritorio del director y el director dice “No podemos atender porque no tenemos acá los recursos.” En todos los hospitales pasa eso, yo estuve en la región sanitaria y pasaba. Y cuando salió la ley -porque yo estuve en un período del 2008 al 2012 y en el medio sale ley- yo decía “hay que bajar de las direcciones que la ley de Salud mental es para todos, no solamente para Salud mental; funciona para todos, para el hospital.” Y con esto todavía hay mucha resistencia…

MR: Me parece que nuestro servicio goza de un buen nombre, en la zona, en la región. Nos enorgullecemos de esto, pero al mismo tiempo esto aumenta todo el tiempo la demanda. Vayan al Belgrano que se atiende bien, o que les dan turnos.

RW: Bueno, por ahí nosotros hemos hecho cosas para que esto nos vuelva…

Entrevista realizada en julio de 2015 por Carlos Barzani y Alejandro Vainer

Hospital Belgrano

El Hospital Manuel Belgrano se encuentra en Villa Zagala, partido de San Martín, de la Provincia de Buenos Aires. Su área programática incluye tanto los partidos de San Martín como de Vicente López, en una zona muy densamente poblada.

El 9 de octubre de 1944, el presidente Edelmiro Farrel colocó la piedra fundamental para la construcción de cuatro edificios para alojar ciegos en una superficie de doce hectáreas. Fue fundado en 1948 con ese fin.

En 1950 se convirtió en un Hospital Neumotisiológico de 50 camas. En 1975, debido a la disminución de dichas patologías, se transformó en un policlínico de agudos. En 1979 la Nación lo cedió y pasó a depender del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. En 1986 se implementó una experiencia innovadora basada en un sistema de Cuidados Progresivos (mínimos, intermedios e intensivo), cambiando la idea de internación tradicional por sectores. Esto favoreció la optimización de recursos y el trabajo interdisciplinario. El Hospital tuvo una planificación estratégica para las acciones basadas en las necesidades del usuario y una fuerte inserción comunitaria. Esto llevó a que recibiera una serie de premios a la calidad por su organización y atención.

Desde 1991 el Hospital fue “descentralizado”, pasando a formar parte de la Región Sanitaria V de la provincia. Es un Hospital asociado a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y cuenta con Unidad Docente Hospitalaria y cursadas de la mayoría de las especialidades.

La Unidad de Psiquiatría del Servicio de Clínica Médica comenzó a funcionar en 1977 y en 1990 adquirió el estatuto de Servicio de Salud Mental. La Residencia de Salud Mental fue creada en 1989 en el marco de apertura de residencias de varias especialidades. Actualmente cuenta con 140 camas de internación, con una dotación de 600 agentes propios y Residencias en casi la totalidad de especialidades, entre las que se encuentra Salud Mental. Ésta cuenta con 3 psicólogos y 3 médicos por año y un jefe por cada especialidad, siendo en total 26 residentes más tres instructores (de psiquiatría, de psicología y de primer nivel de atención). El Servicio cuenta 9 psicólogos y 7 psiquiatras de planta permanente y una cantidad variable de pasantes y concurrentes.

Entrevista realizada en julio de 2015 por Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 

 


Sexualidad de consumo

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Nota de Editores Revista Topía N°72 Noviembre/2014

Sigmund Freud fue construyendo el psicoanálisis en el marco de una sociedad victoriana, heteronormativa y patriarcal. Nuestros tiempos son otros. Vivimos en el marco de un capitalismo mundializado donde esta forma de subjetivación ha dejado de ser hegemónica. Han cambiado muchas cuestiones, desde las formas de organización familiar a las sexualidades. Si la cultura actual promueve la mercantilización de cada rincón de las entrañas de nuestra subjetividad, la sexualidad no está ajena a esta transformación. Y es el tema central de este número, aquello que denominamos “sexualidad de consumo”. Diferentes autores desde distintos ángulos permiten vislumbrar alcances de este fenómeno en nuestra subjetividad a partir de indagar sobre la mercantilización de la sexualidad, el erotismo y la pornografía de hoy.

Carlos Barzani aborda una historia de la pornografía hasta la actualidad, donde lo privado se ha vuelto público y la sexualidad un lucrativo negocio en “Orgía de consumo. Pornografía, pospornografía y consumismo”. Juan Carlos Volnovich se adentra en cómo la industria del sexo fue impulsada por la globalización capitalista y recibió un espaldarazo con las nuevas tecnologías desarrollando la hipótesis de que “ya no se trata de producir a toda velocidad, ya no se trata de vivir a toda prisa, sino de destruir deprisa”. César Hazaki, desarrolla los efectos de las nuevas tecnologías en la sexualidad en su artículo “La pornografía del cyborg”, donde desentraña el maridaje entre las máquinas de comunicar y la pornografía. Susana Toporosi examina los efectos de hacer pública una sexualidad que antes era privada en su artículo “Manifestaciones de la sexualidad infantil actual”. Beatriz Preciado, señala cómo “la industria farmacéutica y la industria audiovisual del sexo son los dos pilares sobre los que se apoya el capitalismo contemporáneo”. Enrique Carpintero, en el editorial, que es una versión ampliada de su introducción a su reciente libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, da un marco conceptual a la cuestión cuando afirma cómo “nos encontramos con la cultura del capitalismo mundializado que promueve formas de subjetivación donde se afirma un cuerpo reducido a sus goces primarios. Es decir, el sujeto encerrado en su narcisismo consume mercancías para llenar un vacío que es consecuencia de la propia cultura; aún más, al otro se lo convierte en una mercancía, en una cosa. Su resultado es que el consumo como centro de la subjetivación y de la identificación de la singularidad conlleva interiorizar el sometimiento.”

En la Separata Charlotte Patterson demuestra cómo las investigaciones no han arrojado ninguna evidencia que permita aseverar que las madres lesbianas o los padres gays no son buenos padres y madres. La importancia de este profundo análisis es que da por tierra con fundamentos empíricos, variados mitos y creencias sobre la paternidad y maternidad de lesbianas y gays.

En Topía en la Clínica, el Ateneo psicoanalítico está dedicado a un caso de impotencia sexual. El trabajo con dicha problemática es un clásico dentro de la historia del psicoanálisis. Daniel Waisbrot, Irene Meler y Carlos Pérez analizan y actualizan el abordaje de dicha sintomatología desde diferentes perspectivas en sus comentarios. Por otro lado, François Marty nos trae un original análisis psicoanalítico de la pereza, donde diferencia este fenómeno en lo que denomina una “pereza de vida” y una “pereza de muerte”, siguiendo la dualidad pulsional freudiana.

En Debates en Salud Mental, Héctor Fenoglio analiza los avances y los límites de la Ley Nacional de Salud Mental en el contexto actual. Ángel Barraco, en su artículo “Argentina: ¿Vivir sin manicomios?” nos presenta cuáles son los intereses en juego para la persistencia de los hospitales neuropsiquiátricos. Laura Ormando nos trae una irónica muestra de cómo se trabaja supuestamente para cumplir con esta ley, que termina produciendo lo contrario, en su texto “La Salita Naranja o desobedecerás la Ley (448)”. María Eugenia Briancesco, a partir de su experiencia en Trieste, la ciudad sin manicomios a partir de la obra de Franco Basaglia, reflexiona cómo “abrir la institución no implica abrir sus puertas, sino nuestras cabezas”. En el mismo sentido, Argenis Gimenez, el “loco de la pancarta”, expone sobre la nula importancia que se le da al “Día Mundial de la Salud Mental”, proponiendo que sea un día por la problemática social del paciente psiquiátrico.

En el Área Corporal, Silvia Citro y Salvador Batalla, exponen un abordaje desde una antropología desde los cuerpos, donde detallan sus investigaciones sobre los cuerpos en los recitales de rock, en las comunidades indígenas y la normalización de los cuerpos urbanos.

También encontramos reflexiones críticas sobre diversas temáticas. Mario Hernandez examina la operatoria del poder en los casos de Carlos Fuentealba, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a la luz de El Príncipe de Maquiavelo. Héctor Freire -en su texto “El cine y la primera guerra mundial”- indaga sobre la variada producción fílmica sobre este evento, diferenciando un cine que hace apología del militarismo y otro que señala el cuestionamiento de la destructividad de la guerra.

Para finalizar, ya se han preseleccionado los trabajos para las dos áreas para el Quinto Concurso Internacional de Ensayo breve “25 años de la Revista Topía” (2014/15). Fue una difícil tarea, ya que llegaron más de cincuenta trabajos de diferentes lugares del mundo. El listado se encuentra en la contratapa de este número y en www.topia.com.ar.

Con esto iniciamos el camino al año 25 de nuestra publicación.

Hasta el año que viene.

 

Más Rita Lee, menos ritalina

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Tercer año de residencia de Salud Mental. Rotación libre. Destino: Río de Janeiro. Atraídas por la posibilidad de sumergirnos en otra cultura, donde la playa, la samba y el arroz con feijoada sustituyen al fernet, el rock nacional y las empanadas. A su vez, un contexto parecido al nuestro, atravesado por altos niveles de pobreza, desigualdad social, desempleo, crisis económica, inseguridad, narcotráfico.

Habiendo trabajado dos años en el campo de la Salud Mental, en una época de muchos cambios debido a la nueva Ley Nacional de Salud Mental, elegimos conocer cómo se trabaja en un lugar que lleva más de 20 años de reforma psiquiátrica, y mucho tiempo abordando de forma comunitaria a la patología mental, como propone nuestra nueva legislación.

 

Un poco de historia

En el marco de un proceso de democratización que ocurría en Brasil en la década del 80, posterior a la dictadura militar, el Ministerio de Salud dio inicio a una reorganización en el modelo de atención en salud, creando el Sistema Único de Salud. Tenía como principios fundamentales un acceso universal, ecuánime a la salud, y una atención integral y descentralizada.  Paralelamente a estos cambios en la relación del Estado y la sociedad, operaba también a nivel nacional otro movimiento reformista en el área específica de la salud mental.

Con el lema “Por una sociedad sin manicomios” surgió un movimiento importante en el contexto de la reforma, la Lucha Antimanicomial. La misma buscaba  cuestionar la existencia de los hospitales psiquiátricos, a través de la elaboración de dispositivos sustitutivos a los hospitales y apuntaba a lograr una superación a la cultura manicomial.

En el 2001 se promulga la Ley de la Reforma Psiquiátrica. Esta  plantea un cambio en el modelo asistencial en la salud mental pública, basado en la atención psicosocial.  Se consagra el principio de atención extra hospitalaria, de corte comunitario, promotor de integración social. Legisla sobre las internaciones, estableciendo como ejes de la política los derechos del paciente y sus familiares. La ley busca construir un modelo de cuidado integral, permanente y territorial. Esta perspectiva exige una red articulada de servicios en la que los CAPS (Centros de Atención Psicosocial) tienen un papel fundamental. Pero no funcionan solos, sino en una red de dispositivos e instituciones, como las residencias terapéuticas, los dispositivos de trabajo protegido, los hospitales generales, red que a largo plazo busca tornar prescindibles los manicomios.

 

Dar al problema de la locura una respuesta social

Los CAPS son servicios comunitarios para el tratamiento de personas con trastornos mentales graves o con problemas mentales debido al consumo de alcohol y drogas. Estos servicios son estratégicos en el proceso de reformulación de la asistencia psiquiátrica pública. Como dispone la ley, estos dispositivos deben garantizar tratamiento a personas con sufrimiento mental próximo al territorio donde viven. Los CAPS ofrecen tratamiento complejo, que incluye la acción de varios profesionales de salud y agentes de la comunidad. Son servicios territorializados, insertos en la región de los usuarios y así actúan en la comunidad y en articulación con ella.

La clientela de los CAPS es definida como “psicóticos y neuróticos graves”. Esta denominación podría incluir pacientes con historia de muchas internaciones psiquiátricas, pacientes en el inicio de su cuadro clínico que si no se atenderían en los CAPS tendrían que internarse, y pacientes con la sociabilidad comprometida. Son pacientes que necesitan una atención diaria y para los que un tratamiento ambulatorio no sería suficiente.

Existen tres tipos de CAPS: los CAPS II y III, que atienden población adulta con sufrimiento mental - Los CAPS III tienen la particularidad de contar con camas para acogimiento nocturno. El “pernocte” de los usuarios en el CAPS es decidido conjuntamente entre el equipo y el usuario. No se trata de una “internación”, sino de una medida de cuidado a reevaluar cada día -; Los CAPSi, destinados a la atención de niños y adolescentes con diagnóstico de autismo y psicosis infantil; y los CAPSad, dirigidos a niños, adolescentes y adultos con problemáticas relacionadas al consumo de alcohol y drogas.

Cada CAPS cuenta con un grupo de trabajo interdisciplinario, conformado por profesionales de staff remunerados de distintas especialidades: médicos, psicólogos, enfermeros, asistentes de enfermeros, musicoterapeutas, terapistas ocupacionales y talleristas que forman parte de la comunidad y que también reciben un salario. Existen dos "tipos" de contrato de estos profesionales. Por un lado, los profesionales que participan en salud pública antes de la creación de los CAPS acceden al cargo por concurso y su salario lo aporta el Estado. Los nuevos profesionales son contratados por empresas tercerizadas, con las problemáticas que esto trae, fundamentalmente en la precarización laboral. Este cambio trae muchos malestares a los profesionales en general. También se suman a los equipos interdiscipinarios residentes de las distintas especialidades quienes también son rentados, y estudiantes fundamentalmente de la carrera de psicología. Los estudiantes tienen una parte muy importante de su currícula en prácticas profesionales (20 horas semanales) y no reciben remuneración económica.

A cada CAPS le corresponde un área programática, a la cual debe brindarle asistencia. Asimismo, cada área programática cuenta con centros de Clínica de Familia para la atención médica de los pacientes que viven en determinado territorio.

En la mayoría de los CAPS predominan como eje del tratamiento los dispositivos grupales, los cuales tienen como objetivo fomentar el lazo entre los usuarios y que éstos se apropien de los recursos de la comunidad.

 

Del manicomio a la comunidad

Los hospitales psiquiátricos han sufrido un proceso de transformación, con la creación de nuevos dispositivos de atención que ponen en jaque las lógicas manicomiales clásicas, donde salud, locura y cultura se imbrican en un mismo espacio común.

A partir de la reforma psiquiátrica en Brasil a fines del 70, se producen importantes cambios  en los tres hospitales monovalentes de la ciudad, Hospital Philippe Pinel, Colonia Juliam Moreira, y Hospital Pedro II, los cuales aún continúan su proceso de cambio. Se promovió la salida de varios servicios asistenciales hacia el territorio, con la construcción de los CAPS, y también se estimuló la ocupación del espacio interno con proyectos culturales, sociales y de generación de renta (emprendimientos laborales con salario para usuarios). Actualmente los hospitales monovalentes han reducido notablemente las camas de internación, quedando reservadas sólo para casos agudos, mientras que el resto del espacio ha sido transformado y reutilizado para la construcción de dispositivos comunitarios.

 

 “La libertad es terapéutica”[1]

Autonomía, ciudadanía, despatologización, redes, lazos, lugares, comunidad… Palabras que pueden sonar muy bonitas y utópicas en una ley escrita, pero que también vivenciamos pueden concretarse en espacios que abran camino a nuevas perspectivas del sufrimiento mental. Intentamos transmitir el sentimiento conmovedor y de fascinación que nos generó conocer dispositivos de atención “por fuera” del manicomio, aunque paradójicamente la mayoría estén en su interior. Creemos que la lógica antimanicomial va más allá del espacio físico en el que tiene lugar, pueden existir instituciones que no son psiquiátricas, y que sin embargo presentan la lógica intramuros como eje central.

Surge la pregunta sobre qué es lo terapéutico y cómo se puede definir en este contexto de desmanicomialización. Terapéutico es la libertad, la autonomía, la posibilidad de armar lazos en comunidad, configurar una nueva forma de ser y estar en el mundo, por fuera de las paredes de la institución. El acceso a la ciudadanía es fundamental, porque apunta, como propone Saraceno, a “reapoderar, desinstitucionalizar las identidades ficticias, reconstruir la historia del sujeto, reconstruir espacios y tiempos para la expresión del sentido”[2].

Para comprender mejor esto, recordemos qué significa Geografía: “estudio de un territorio, construcción de un lugar”. Creemos que de eso se trata el movimiento de desinstitucionalización, en utilizar los espacios que existen de una forma diferente y novedosa para transformarlos en un lugar, donde se configure una red de lazos en comunidad, como un espacio transicional entre la calle y los consultorios. El usuario es uno más en la comunidad, y eso es terapéutico por sí mismo.

 

[1]
                        [1] “La Libertad es Terapéutica" título de tapa del Nº 1 de Perspectivas Sistémicas, Mayo 1988, en referencia al movimiento basagliano de Desinstitucionalización Psiquiátrica en Italia

[2]
                        [2] Saraceno, B., “La ciudadanía como forma de tolerancia”, Revista de la Fundación CCSM Congreso Catalán de Salud Mental N°1, 2002, p.12

La hospitalidad

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Las cosas suceden, luego quedan atrásy los relatos ocupan su lugar. [1]

En los últimos diez años una parte significativa de mis prácticas profesionales se ha desarrollado en las casas de las personas[2] -conociendo sus formas de vivir y ocupar esos espacios, recorriendo diversos barrios de la Ciudad de Buenos Aires-. Este hecho configuró una puesta en movimiento concreta, interactuando desde un equipo interdisciplinario, con personas que sufren ciertos padecimientos que les impiden salir de sus casas, y por lo tanto también con sus familias.

Todo esto fue generando otro modo de pensar e interrogar las intervenciones en salud mental, incorporando cada vez más una perspectiva comunitaria, a la vez del deseo de conocer cómo esas prácticas se vienen realizando en otros escenarios.

En 2009 realicé una visita de una semana al Hospital Escuela de Salud Mental de San Luis; y en 2010, una pasantía de tres meses en Trieste, Italia. Ir hasta allá, desplazarse, hacer un recorrido implicó nuevamente ponerse en movimiento, con la convicción de que conocer otras modalidades de trabajo in situ es la mejor manera de palpar los modos en que se desarrollan.

En 2011 participé del “Sottosopra” realizado en Pescara, Italia, experiencia de convivencia durante una semana con usuarios de salud mental, alrededor de un evento primordialmente deportivo. Visité la ciudad de Trento, conviviendo en una residencia terapéutica con operadores, familiares y usuarios, y concurrí allí a la “2º Giornata Ufologica Nazionale”, segundo encuentro nacional organizado por los UFE (“Usuarios y Familiares Expertos”).  Volví a Trieste, y participé en el “Impazzire si può”, segunda jornada nacional también organizada y protagonizada por usuarios y familiares.

En Argentina participé ese año del Primer Encuentro Nacional de la Red FUV (Familiares, Usuarios y Voluntarios), del Primer Encuentro Nacional de Empresas Sociales, realizado en Puerto Madryn; y del Patas Arriba 2011[3].

En 2012 realicé un viaje por Andalucía y por otros sitios de Italia –Latiano, Bologna-, ya con el propósito más concreto y definido de conocer in situ el funcionamiento de empresas sociales, cooperativas, dispositivos de inserción laboral y de salud mental.

Como se ve, fueron años productivos a nivel nacional e internacional, en cuanto a la visibilización de dispositivos que se venían implementando, pero que empiezan a tener un lugar más importante en las políticas públicas.

Todos estos fueron eventos de gran intercambio –tanto con operadores como con usuarios y familiares-, en torno a diversos modos de abordaje de los padecimientos severos de salud mental.

En varios de estos lugares me han preguntado cómo se siente ser partícipe de un movimiento y de un momento tan especial en Argentina, a partir de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental. Me sorprende la pregunta, ¿será que ellos lo aprecian más que nosotros?

Algo en común hallado en todos esos lugares, fue que los que allí se encuentran, trasmiten un entusiasmo, algo que se afirma, a la vez que se mueve; inventando otras maneras de hacer, otras palabras, nuevas formas de nombrar viejas figuras; creyendo y sosteniendo aún hoy, transformaciones que se iniciaron hace tiempo.

Todos estos movimientos en los últimos años de mi recorrido y búsqueda  tanto en lo personal como en lo profesional confluyeron en el Café Basaglia[4], proyecto del que he formado parte desde sus inicios en 2011, y que ha tenido como objetivo la capacitación para la reinserción social y laboral de personas con padecimientos mentales.

Presentaré a continuación algunos retazos de estos recorridos.

 

Lo que se puede ver estando allí.

Granada.

 

Me contacto y me encuentro con Paco Torres, quien fue uno de los artífices de la reforma en Salud Mental en Andalucía. Me comenta que los psiquiatras no van a las cooperativas, son contados con los dedos de la mano los que lo han hecho.

La directora de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) de Granada que estoy visitando, se ofrece a acompañarme a Ajardinamientos Nevada, una de las más antiguas empresas de inserción de Andalucía, donde también funciona un taller de costura y un servicio de reparto de muebles ortopédicos. Me dice que de paso que me lleva, la puede conocer, ya que -como había dicho Paco-, ella aún no había estado allí nunca.

Durante la visita nos llama la atención cómo unos usuarios que allí trabajan, estaban limpiando minuciosamente una cama ortopédica antes de cargarla para transportarla. Ella comenta en su asombro, cómo esas cosas sólo se pueden apreciar estando allí. Dicho de otra manera, un psiquiatra, responsable del tratamiento de muchas personas, no siempre puede apreciar cómo esas personas despliegan lo que les sucede, su modo de vincularse, de desempeñar una tarea, si no se acerca al lugar donde la misma se realiza.

Me cuentan que sólo uno de los usuarios pudo pasar a un trabajo afuera: se enteró de que había una selección para trabajar como jardinero nada más y nada menos que en los jardines de la Alhambra; se presentó y obtuvo el lugar.

 

Un regalo.

Puerto de Santa María. Cádiz.

 

Llego al Puerto de Santa María un domingo a la noche. El lunes por la mañana voy a la Unidad de Rehabilitación (URA); como es temprano y aún no llegaron los que me esperan, me voy a tomar un café, a unas cuadras de allí. Me siento en una mesa, en la calle, a disfrutar de la mañana en ese bello puerto. Se sientan unos muchachos en otra mesa, y pienso que deben ser usuarios que están esperando como yo para ir a la URA. Uno de ellos me da charla, se presenta, confirma lo que había pensado; me cuenta que es pintor, autodidacta, y que si me quedo unos días en la URA, el miércoles me trae un cuadro suyo de regalo. Así, apenas nos pusimos a conversar. Le agradecí, le dije que me halagaba pero que no era necesario; y que seguramente nos veríamos esos días por allí.

El miércoles efectivamente me lo encontré, me había traído su hermoso cuadro, lleno de colores, firmado y ya dedicado “para mi amiga Claudia”; me dijo que no estaba seguro si yo vendría y si me acordaría de su promesa -como dando a entender que él había cumplido con su palabra-. Fue muy emocionante recibir este presente.

Lo cargué durante todo el resto de mi viaje.

Lo tengo aquí, y lo estoy mirando mientras escribo.

 

Una psicóloga obsesionada con su trabajo.

Alfacar, Granada.

 

Voy a visitar un centro de rehabilitación. Participo de una reunión de todos los usuarios. Me piden que me presente, digo simplemente que estoy visitando Andalucía para conocer sus servicios de SM; al rato uno de los muchachos que estaba callado, murmura en voz baja, como para sí mismo: “esta psicóloga está obsesionada con su trabajo”; le piden que lo diga más alto, que no se había escuchado. Una operadora intenta suavizar la afirmación, diciendo, “bueno, tal vez está interesada…”

Y yo riendo les digo que seguramente él tenga razón.

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Otro regalo.

Pescara (Abruzzo).

 

En 2011 participé del “Sottosopra” realizado en Pescara, experiencia de convivencia durante una semana con usuarios de salud mental, alrededor de un evento primordialmente deportivo.

Una noche uno de los operadores de un grupo de usuarios de Bologna, nos invita – a las tres argentinas que estábamos en el encuentro- a ir a tomar algo con todos ellos al centro.

Pasa un vendedor de flores, y uno de los muchachos, que se mantenía muy silencioso, le compra tres flores, para obsequiárnoslas. Al rato, el vendedor vuelve a pasar, intentando aprovechar la situación, y efectivamente el muchacho quiere volver a comprarle otras tres flores para nosotras. Ahí el operador interviene –al estilo italiano, con ternura, pero firmemente, casi discutiendo, poniéndole un freno-, y nosotras también, diciéndole que no hacía falta, que ya nos había obsequiado algo.

Fue muy conmovedora esa escena, el disfrute que se notaba en ese hombre –digámoslo así, no “paciente” ni “usuario”- al tener la oportunidad de compartir una mesa con otros muchachos y mujeres, en una noche de verano, y poder regalar una flor. Y para nosotras, mujeres ¿qué puede haber más lindo que un regalo como ese? Sin otra intención, más que la de compartir un momento así.

Al llegar habíamos visto vemos que el operador se acerca al mozo y le dice algo; luego nos cuenta a nosotras que le había aclarado que cuando los muchachos le pidieran un trago, lo sirvieran con muy poco alcohol, dado que estaban medicados.

¿Cómo es ser o hacerse responsable por lo que le pasa a alguien? Cómo es vérselas con la proximidad y a su vez no querer saber nada con eso que le sucede al otro,como puede suceder a veces?

Recuerdo que al regresar caminando, el operador nos dice: “con el tiempo recordarán que en esta salida habrán aprendido mucho más de lo que se puede leer en varios libros”.

 

Mis museos.

Latiano (Brindisi).

 

Voy a conocer la Cooperativa social  Cittá solidale[5] en Latiano.

“¿Que ospiti, se sono loro chi ci ospedano a noi?” (¿Qué huéspedes, si son ellos los que nos hospedan a nosotros?), me dice dijo una operadora de una casa en la que viven usuarios, que se define -cuando le pregunto qué hace-, como “io sono niente” (yo soy nada).

Me aclara que no hablan de pacientes ni de usuarios. Familiares, se nombran entre todos.

La hospitalidad: eso define este viaje. Mutua, si hiciera falta la aclaración. Es difícil determinar qué se hospeda de cada uno, pero es claro que algunos me agradecen la mía, mi presencia, mi modo de alojar.

Me conmueve lo que se puede generar en lo afectivo, en el contacto con las personas. Un día una usuaria, una mujer mayor, con la que almorzaba todos esos días en la “Casa Lilla”, casa de convivencia en la que vive, me dijo, “oggi ti ho sognata!” (hoy soñé con vos), “qué soñaste?” le pregunto, “ che venevi a trovarci, e dicevi, ciao!” (que venías a encontrarte con nosotros y decías, hola!).

Les llevo una planta en agradecimiento a su hospitalidad. No me dejan sola un momento, lo cual es bueno y un poco agobiante al mismo tiempo. Pero no me quejo. Son todos muy amables. El regalo ya lo has hecho con tu presencia, me dicen.

Me llevan a la Comunità Riabilitative Psichiatriche “Vila del Sole” a participar de una reunión de evaluación interminable. Se trata de un encuentro que realizan todos los operadores junto a cada usuario, dos veces al año, a los fines de realizar una consideración conjunta de su recorrido, en base a indicadores diseñados a tal efecto, en la que todos se explayan en su evaluación.

En un momento me piden opinión: lo sabía. Me hizo acordar cuando en una reunión en un Centro de Salud Mental en Trieste también me hacen participar, preguntándome qué pensaba de lo que estaban discutiendo. Socorro. Es tan difícil poder entender sin juzgar, captar la lógica con la que se trabaja en otros lugares, sin comparar con lo conocido de la propia práctica. Además, en italiano.

Ultima noche en Latiano. Se habían disculpado avisándome que esa noche iba a cenar sola –nos íbamos todos temprano al día siguiente a un congreso en Milán-, pero a último momento aparece una chica –una operadora de la cooperativa- que dice que le han pedido me lleve a visitar un museo y a cenar. Charlamos mucho, me cuenta entusiasta acerca de su trabajo allí, y hacia el final de la cena, me propone ir a conocer el “118” (la central del servicio de emergencias, como el SAME de la Ciudad de Buenos Aires, pero mucho más pequeño en infraestructura dado que se trata de una ciudad pequeña), donde ella trabaja como voluntaria. No era su día de guardia, pero allí fuimos, a las once de la noche, se encontró con sus compañeros, y me mostraba orgullosa, detenidamente, el equipamiento de las ambulancias: su puesto de trabajo.

Cuando le conté al otro día a otra operadora de la cooperadora esta visita que había hecho, me dijo: “cada cual tiene sus museos!"

Mis museos en este viaje: las cooperativas sociales, los dispositivos de salud y salud mental; e inesperadamente, también las ambulancias!  Otro modo de conocer cómo se vive, cómo se trabaja, qué le importa a la gente en otros lugares; y sobre todo qué quiere mostrar de sí misma y de los lugares que habita.

Una veta por donde meterme en otros paisajes,  o por donde seguir metiéndome.

 

La hospitalidad.

El Diccionario de la Real Academia española define:

Huésped, da. (Del lat. hospes, -ĭtis).Persona alojada en casa ajena. Persona que hospeda en su casa a otra”.

Huéspedes somos, entonces; quien llega, y quien recibe. Hay algo en común. Alojamos y somos alojados, por la palabra; y por los muchos otros devenires que se produzcan entre nosotros.

Es bueno tener adonde ir. Estar en un lugar en donde no te conocen, y sin embargo te reconocen. La paradoja entre familiaridad y ajenidad.

Es que en esos días, en estos viajes, algo de la hospitalidad fue el lugar común, el hilo conductor.

Marcelo Percia [6] cita a Massimo Cacciari –filósofo y dos veces alcalde de Venecia-, quien puntualiza que:

 

“En sus comienzos el término hospes designa a quien recibe al extranjero, y hostis, en su primera acepción, no tiene el sentido de alguien con quien mantengo una relación de enemistad. Al contrario, inicialmente el término latino hostis y el griego xénos indican amistad. Con el tiempo, van a servir para nombrar a personas que nos desafían, nos amenazan, nos ponen en peligro. Extranjeros en quienes no confiamos. Extraños de los que hay que cuidarse. Nuestra lengua ya no es capaz de captar el significado original que tenían antes estas palabras, es decir, ese indicar una relación esencial en virtud de la cual ‘hostis’ era un término que se encontraba en el ámbito de la hospitalidad y la acogida”.

 

Esposito[7] plantea que nos “alteramos” relacionándoos no solo con el otro, sino con el otro del otro. Retoma la contigüidad léxica del hospes-hostis de Cacciari, para decir que:

“…lo que se teme en el munus `hospitalario´ y a la vez `hostil´ es la pérdida violenta de los límites, que confiriendo identidad, aseguran subsistencia”.

 

Desde ese punto de vista la comunidad no sólo no se identifica con la res publica, la cosa común, sino que es más bien una falla que circunda y perfora lo social, que fue siempre percibida como el peligro  de y no sólo en nuestra convivencia.

 

La primera vez.

Puerto Madryn, Chubut.

 

Primer Encuentro Nacional de Empresas Sociales, realizado en octubre de 2011 en Puerto Madryn, Argentina. En ese momento estábamos armando el Café Basaglia, al mes siguiente abríamos las puertas. Era nuestra primera presentación en público, pero más que nada la oportunidad de participar de ese encuentro de alrededor de cien emprendedores de varios lugares a lo largo de todo país.

Uno de los muchachos que se incluirían en el Café participaba en ese momento de otro emprendimiento en el Hospital Borda, y fue uno de los que tomaron el micrófono y contó su experiencia. Era la primera vez que hablaba en público y por micrófono, dijo luego entre contento y asombrado. También había contado que era la primera vez que veía el mar, y que viajaba tan lejos –fueron 20 horas de viaje en micro-.  Esa noche se sintió mal, tuvo una crisis, y fue acompañado todo el tiempo por los operadores que viajaban con él; a la mañana siguiente ya estaba bien.

 

Otras veces, otras voces.

Buenos Aires. Café Basaglia.

 

Recordé varias veces ese episodio en los años siguientes, cuando íbamos a presentar nuestro Café en distintos lugares; el mismo muchacho pudo tomar el micrófono y hablar en el Congreso Argentino de Salud Mental, muy suelto y seguro de sí mismo; y no hablar no sólo de él sino también de los compañeros.

Y a la noche no tuvo ninguna crisis.

 

Abbiamo tutti il diritto di un piacere effímero in cui credere fermamente[8].

Todos tenemos el derecho a un placer efímero en el cual creer firmemente.

 

Esta frase me acompaña hace años. La encontré en un relato, en uno de los primeros libros que leí en Trieste. El autor se refiere al placer de parar a tomarse un café; describe los cafés de Trieste, los lugares, y a su vez la variedad infinita de servir allí el café. Como varios escritores triestinos, hace referencia a esta ciudad como lugar de escritores:

“Páginas artísticas concebidas en los Cafés y cafés servidos según otras

invenciones, otros juegos de palabras. Cierto, la impresión es que la elasticidad mental del barman tiene relación con la fortuna literaria del lugar, tanto que al fin queda una pregunta: ¿Trieste es una ciudad de escritores porque se puso a jugar con los nombres de las cosas –incluido el café- o aquí se juega con el nombre de las cosas porque estamos en una ciudad de escritores?”

 

Esta búsqueda, este afán por decir las cosas de otra manera, casi literaria, se percibe también en Trieste, en los modos de decir y pensar las prácticas en salud mental.

Giovanna Gallio[9], psicóloga italiana, al preguntarse cómo es que una ciudad como Trieste dio lugar a una transformación en salud mental que fue más allá de sus fronteras, hace jugar lo que define como la sabiduría que esa ciudad tiene sobre los confines, por ser ella misma una ciudad de frontera, para otorgarle un plus a la psiquiatría -disciplina también de frontera, una minoría  a menudo devaluada dentro de la medicina-, en tanto puede mostrar “la capacidad de conservar cierta distancia en la proximidad, la ductilidad para convertirse en precursora de cambios en lo cotidiano y el dejarse atravesar por lo diverso, sin sentir amenazada en principio la propia identidad”.[10]

Me interesa de acá la idea de que a veces participamos de situaciones que no por poco duraderas, son menos intensas o productivas. También la de jugar con los nombres de las cosas, desafiar los modos habituales de nombrar lo que hacemos. Tal vez en ese juego nos jugamos también a hacer algo nuevo. Y que nuestra elasticidad mental –como hacedores de cafés con nuevos sabores, o para dejarnos atravesar por lo diverso, sin sentir amenazada la propia identidad, o lo que sea- no depende sólo de nosotros, sino de las condiciones del lugar y el tiempo en que vivimos.

 

 

Buenos Aires, marzo de 2014.

 

 

[1] MILLER, G. (2008) Citado por Iona Heath en Ayudar a morir, Pág. 28. Katz Editores. Buenos Aires.

[2] Me desempeño como psicóloga desde su creación en octubre de 2003 en el “Programa de Asistencia Domiciliaria Psiquiátrica-Psicológica Programada en Situaciones de Crisis” (AdoP-AdoPi), Ciudad de Buenos Aires.

[3] Tren por los derechos. Por la inclusión. Por la ampliación de los derechos de las personas con padecimiento mental. Contra el estigma y la discriminación. Organizado por ADESAM y otras instituciones.

 

[4] Se trata de un café, y a la vez de un dispositivo de capacitación para la reinserción socio-laboral de personas usuarias de los servicios de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires, personas que por su vulnerabilidad psíquica y social presentan dificultades en su inserción laboral, implementado por fuera de las instituciones psiquiátricas, bajo el modelo conceptual de la Empresa Social y de la Salud Mental Comunitaria.

[5] Ellos ofrecen hospedaje a las personas que deciden conocer todos sus dispositivos de inserción. Tienen una lavandería industrial, una cocina industrial, una vidriería artística, y elaboración de productos de chocolate

 

[6]  PERCIA, Marcelo. (2004) Deliberar las psicosis. Pág. 83.Lugar Editorial. Buenos Aires.

[7] ESPÓSITO, Roberto. (2003) Communitas. Origen y destino de la comunidad. Pag.33. Amorrortu Editores.

[8] COVACICH ,Mauro. (2006)Trieste sottosopra. Pag 33.I caffè e il caffè. (Los cafés y el café).  Editori Laterza..

 

[9] GALLIO, Giovanna (1998). Confini, identità, alterità. En Trieste e un manicomio. Edizione LINT. Trieste. Italia.

[10] Estas ideas fueron más ampliamente desarrolladas en otro artículo: “Pensar en las fronteras”, Revista Topia. Noviembre 2012. http://www.topia.com.ar/articulos/pensar-fronteras-o-hablar-salud-mental-es-m%C3%A1s-que-hablar-hospitales-psiqui%C3%A1tricos

 

Y no comieron perdices...

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Proyecto de UBACyT. Programación 2011-2014, “Análisis evaluativo de un programa de atención comunitaria para niños y adolescentes con problemática mental severa en la Ciudad de Buenos Aires”.  Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología UBA (1)

 

 

 

Como en algunas películas de suspenso, empezaremos por el final. A pesar de toda la producción y la documentación científica, de los consensos internacionales, de la reglamentación de la ley nacional de salud mental, de la existencia de la ley 448 (CABA) de la indiscutible reivindicación de los derechos humanos de los pacientes, de la innegable importancia de los programas comunitarios, en el 2012 se desmanteló en la Ciudad de Buenos Aires un programa de atención comunitaria destinado a niños/as y adolescentes con trastornos mentales severos (PAC, GCABA) perteneciente a la Dirección Adjunta de Salud Mental y con sede en el Centro de Salud Mental Nro. 1.

 Dicho programa fue creado en el año 2006 por la Dra. Alejandra Barcala, la Lic. Patricia Alvarez Zunino y el Dr. Julio Marotta, y  surge a partir de una serie de investigaciones cuyo objetivo fue analizar la prevalencia institucional  de niños con psicosis y autismo infantil en la Ciudad de Buenos Aires y las respuestas de los servicios de salud para abordar dichas problemáticas. (Barcala et al 2004 a y b; 2007)

A partir del análisis y evaluación de  las dificultades y obstáculos en el  funcionamiento del sistema, diseñaron e implementaron un dispositivo  que asentaba su trabajo sobre la promoción de los derechos del niño, niña y adolescente (NNyA).

El PAC puso énfasis en una mayor inserción social de esos NNyA a partir de una mirada integral e intersectorial que tomara en cuenta la multidimensionalidad de los determinantes sociales de la salud. Para ello fundó su trabajo en la interdisciplinariedad, la Intersectorialidad, la territorialidad, y la integralidad. Centrarse en esa perspectiva de derechos ha incluido accionar tanto en la accesibilidad, como en la equidad en la atención en salud, trabajar en la coordinación y la continuidad del proceso salud/enfermedad/atención, logrando una mejora en la efectividad de los cuidados. (Barcala et al, 2007)

Si bien, en la actualidad en la página del gobierno de la ciudad el programa continúa vigente apareciendo y describiendo sus acciones en rigor de verdad no funciona más. Y a pesar de todo lo enunciado, fue disuelto.

Parte de la concepción del programa incluía  desde sus inicios la perspectiva de investigar y evaluar. La investigación sobre la que se presentaran en adelante resultados estuvo inserta dentro del área de Investigación del PAC, área creada inclusive por la Coordinadora del PAC, la Dra. Alejandra Barcala, desde el  funcionamiento del Hospital de Día La Cigarra, Centro de Salud Nro. 1, CABA (Barcala et al., 2003, 2004a y b)

La producción de datos ayudaría a la sistematización de datos del PAC y así contribuir a la construcción de evidencia empírica que permitiera reprogramar acciones, y una revisión del programa. Dicho proceso involucraba la mirada conjunta de los propios trabajadores de la salud de los Servicios del sector público y de los investigadores de Unidades Académicas inscribiéndose así en una perspectiva de investigación de Sistemas y Servicios de Salud.

Además el proceso incluía producir conocimientos para aportar y generar información en materia de salud mental ligada a la infancia, carente en general en  nuestro país.  Como en la mayor parte de los países del mundo, en la Argentina no hay políticas de salud mental referidas a la infancia, y las acciones y las prácticas institucionales se orientan mediante la percepción de las necesidades de una población y no de precisiones epidemiológicas. (Barcala et al 2007, 2008, 2009).  

Consideramos que “evaluar” en el plano de la salud pública comunitaria implica desde el inicio asumir la complejidad del escenario en el que nos estamos manejando así como también la utilización y adaptación de estrategias y procedimientos múltiples, afrontando por consiguiente las dificultades teóricas y prácticas inherentes a la complejidad de variables en juego.

Desde nuestra conceptualización consideramos también indispensable dentro de la evaluación, la incorporación de la perspectiva de los niños/as y sus familias como actores participantes, dado que se trata de un programa de salud mental comunitaria.

El énfasis en la investigación y en la evaluación resulta a su vez coincidente con documentos internacionales que subrayan tal necesidad. En 2004 se publicó el informe de la OMS sobre Conocimiento para una mejor salud (WHO, 2004) y se realizó la primera Cumbre Ministerial de Investigación de Salud en México, que analizó la situación de la investigación en el campo de la salud y produjo recomendaciones para los países miembro (Cumbre Ministerial México, 2004). Poco después, la OMS creaba la Alliance for Health Policy and Systems Research, con la misión específica de abordar la investigación en sistemas de salud (WHO, 2006). Ya previamente se había señalado la importancia de tomar como objeto de estudio el funcionamiento de los sistemas de salud; inclusive en  América Latina se han hecho varios estudios de relevamiento sobre investigación en servicios y sistemas de salud y su impacto en la formulación de políticas de salud (Almeida et al, 2000). En junio de 2008, se realizó la Primera Conferencia Latinoamericana de Investigación e Innovación en Salud (CLIIPS, 2008), que reactivó las acciones de integración regional en investigación en salud. Y en ese mismo año, se realizó Segunda Cumbre Ministerial de Investigación para la Salud en Bamako, Malí, de la cual surgieron importantes recomendaciones para que la investigación para la salud se focalice específicamente en remediar la inequidad en salud y pobreza (Cumbre Bamako, 2008).

La OMS y OPS (2009) han venido sosteniendo que la investigación para la salud es esencial en la formulación de políticas de mejoramiento de la salud de la población, especialmente en los países en desarrollo, contribuyendo no sólo a la prevención y tratamiento, sino también a una mayor comprensión de los  determinantes socioeconómicos de la salud, y al fortalecimiento del diseño e implementación de programas de salud que sean eficaces y eficientes. Para ello enfatizaron la necesidad de participación de diversos sectores, disciplinas e interesados directos en materia de salud. Saraceno (2011) ha escrito recientemente al respecto que para resolver un problema psicosocial y psiquiátrico  deben comprometerse necesariamente tanto los sectores sanitarios y sociales como los económicos y políticos sino es un imposible.

Los ejes evaluados en el PAC son compatibles con lo que sugiere el Instrumento de Evaluación para Sistemas de Salud Mental (IESM-OMS) (2005) propuesto por la OMS, para poder recopilar, difundir, comparar información  y evaluar su  despliegue.  Y se sitúan además en el marco de los lineamientos planteados por los organismos internacionales sugeridos para los países en desarrollo. (OMS/OPS;  Levav & Saraceno, 1981).También ratifica los postulados de Buenas Prácticas (2004) en lo concerniente a  procurar generar información en materia de salud mental permitiendo de este modo contribuir a construir más conocimientos siendo este un paso esencial para la transformación del sistema de salud. Y para poder de este modo “transferir” experiencias eficaces y metodologías fértiles.

 

 

Algunos datos de los NNyA que pasaron por el PAC[i]

Lo que se presenta a continuación son algunos resultados del análisis evaluativo sobre el PAC UBACyT y resultados producidos en investigaciones previas generadas desde el PAC. Las mismas han sido el producto de la articulación entre el trabajo asistencial y diversas investigaciones cuali-cuantitativas acerca de las necesidades y demandas detectadas en la población consultante de NNyA con trastornos mentales severos en CABA. (Barcala & Torricelli, 2013; Barcala et al., 2012, 2008, 2007 a y b, 2004 ay b; 2003).

Entre los objetivos generales de la presente investigación llevada a cabo se ubican a) conocer el perfil poblacional que pasaron por el PAC (entre los años 2009-2010), edad, sexo, condición de institucionalización o convivientes con sus familias) b) indagar las principales fuentes de derivación tanto del sector público estatal, como de la sociedad civil c) evaluar la integralidad de las acciones planteadas y diseñadas por el programa (inclusión en los distintos ámbitos y sectores) (indagar número. de elaboraciones compartidas (2)  llevadas a cabo: Terapéutica-afectiva; Educacional, Social, Familiar, Instituciones con quienes el PAC trabajaba en conjunto (estatales y de la sociedad civil ) e) Explorar no solo la  llegada de la derivación, sino continuidad del cuidado (tratamiento psicológico y/o psicofarmacológico de cada NNyA); así como también la inserción social, educativa formal y no formal (según corresponda) de los usuarios del programa.

De este modo la evaluación tomó como ejes principales:

v  Integralidad.

v  Intersectorialidad.

v  Capacitación de los actores intervinientes: cambio en la perspectiva de la práctica en salud.

v  Accesibilidad Ampliada: Abordaje y seguimiento en redes superando la estratificación por niveles de atención

Se llevó a cabo un diseño cualitativo exploratorio y descriptivo-analítico de corte transversal. Se configuró una muestra no probabilística de carácter intencional conformada por la totalidad de historias clínicas (total 110) de NNyA y sus familias que pasaron por el PAC entre los años 2009 y 2010. Se consideraron sólo aquellos casos en los que se elaboró una estrategia de seguimiento. Quedaron excluidas aquellas consultas que fueron una única entrevista. Se realizó también un relevamiento de estadísticas del PAC desde su creación en el 2006 y su fundación en el 2007.

Se consultaron en calidad de fuentes secundarias: las actas fundacionales, los documentos, boletines oficiales y científicos del PAC.

Se confeccionó una entrevista semidirigida con usuarios  directos (NNyA/familias) e indirectos (trabajadores de instituciones donde habían sido derivados). Se trabajó con un consentimiento informado de los participantes.

La “inclusión de los usuarios” (directos e indirectos) fue considerada –dentro del proceso de evaluación- desde una dimensión ética que procurara sostener la subjetivación en el proceso mismo, en oposición a la objetivación. En este planteo, las técnicas implementadas no han sido más que un medio para la construcción de datos u obtención de información, y no la evaluación por sí misma. Por último, la dimensión política del proceso remite a los intereses que la evaluación ha perseguido, en este sentido el equipo de investigación ha realizado devoluciones a los miembros del PAC -a medida que se fueron elaborando- como modo de acompañar un proceso de autoevaluación institucional que promoviera una mayor comprensión de las acciones realizadas y los resultados de las mismas.

 

Resultados:

De los 63 NNyA y sus familias que fueron admitidos en el PAC en el 2006, en el año 2007 fueron 58, en el 2009, pasaron a 92 y en el 2010 a 122, en el 2011 a 132, sumando así un total de 550 (ver cuadro adjunto 1).

Pero abocándonos especialmente a los años de estudio 2009-2010, se observó que la población consultante estaba compuesta por 45% masculino y 55% femeninos. Los NNyA, en su mayoría jóvenes entre 11 y 16 años  (29) y entre 14 y 16 (29) (en ellos se concentraban 58 niños) luego el tercer grupo lo conformaba el grupo de 17 a 20 (20).  Si bien la plataforma original del programa daba cobertura a NNyA hasta 15 años (3), la llegada de una población de edades más avanzadas ligadas a una adolescencia más tardía, que a la vez es una población más vulnerable por encontrarse en el límite de edad para acceder a recursos sociales obligó a reformular dicho criterio de inclusión. 

Del total de admisiones del período 2009-2010 el 79,8% de la población del PAC correspondían a casos donde intervenía la defensoría que opera como garante de derechos, o el organismo de protección de derechos y algunos casos judicializados en los que intervenían ambas instituciones. Esto significa que en 92 casos (de un total de 110), se ha dado intervención a los organismos administrativos responsables del área de la infancia, encargados de velar por el cumplimiento de la Ley Nacional 26.061 según la cual se ha definido un “Sistema de Protección de Derechos que consiste en la creación y articulación de servicios y programas destinados a garantizar los derechos de la población infantil y adolescente y restituir aquellos que fueran vulnerados, mediante las medidas de protección integral de derechos y las medidas de protección excepcionales” (CDNNyA, 2009:12). Los organismos responsables de adoptar e implementar las medidas de protección son: el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (CDNNyA) por sí mismo o bien, a través de las Defensorías Zonales, mientras que el Ministerio de Desarrollo Social de la CABA es quien debe ejecutar las políticas públicas y sociales, es decir brindar los servicios y prestaciones necesarios para proteger esos derechos sociales. En este sentido, resaltamos que una Medida de Protección Integral (artículos 33 a 38) pretende restituir o reparar la vulneración de los derechos del niño, niña y adolescente tendiendo a preservar la convivencia del sujeto con su grupo familiar, mientras que en el caso de las Medidas Excepcionales de Protección de derechos (artículos 39 a 41) se ha evaluado necesaria la privación temporal del medio familiar, priorizando que el niño, niña y adolescente sea incluido en hogares de su familia extensa o de su propia comunidad. Si consideramos que el 61,52% de los usuarios del PAC en el período 2009-2010 residían en hogares (instituciones) podemos decir entonces que de los 92 casos (78%) con intervención de los organismos de derechos de los niños, 72 casos corresponden a niños, niñas y adolescentes que viven en hogares mientras que 20 casos han intervenido los organismos que velan por los derechos de los niños, niñas pero no residen en una institución.

Respecto de la población a la que se le brinda  cuidado y cobertura, el 66% (78) proviene de la Ciudad de Buenos Aires. La población que proviene del cordón urbano bonaerense es del 14,5% (17).

En cuanto a la llegada de NNyA provenientes de hogares ascendía a 56% en el año 2009,  mientras que en el  año 2010 representó un 66%. El programa  fue recibiendo cada vez más niños, niñas  y adolescentes  institucionalizados en hogares. De esa cifra el 39% de los NNyA poseía antecedentes de situación de calle. Y el menor porcentaje se concentraba en niños que provenían de vivienda familiar (42). Cabe detallar que los hogares  propios del GCBA albergan niños y niñas de hasta 12 años de edad (mientras que los Hogares de Adolescentes al momento de la evaluación se encontraban en refacción). De allí que, los Hogares conveniados con la DGNyA pueden alojar a NNyA de hasta 18 años de edad (y sólo excepcionalmente pueden permitirse jóvenes hasta los 21 años). Desde sus características se clasifican en terapéuticos, convivenciales o de albergue y maternales.

Las principales fuentes de derivación eran los hogares, Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes  Dirección General de Niñez y Adolescencia, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, los Juzgados y las defensorías.

De la muestra explorada se observó la presencia de migrantes (17 familias  provenientes de países limítrofes entre los años 2009 y 2010 (15% del total de las consultas).

Casi la totalidad de los NNyA estaba alfabetizado, la mayoría asistía a la escuela primaria (39) y secundaria común (31) y el tercer grupo en orden de concentración se ubicaba en la escuela especial (12). Existiendo también el nivel inicial, escuela de recuperación, escuela domiciliaria, centro de alfabetización, escuelas de reingreso, ciclos básicos de formación ocupacional -CBO-, o escuelas para adultos.

Casi el 7,7% (14) de la población tenía antecedentes de internación psiquiátrica. Y 40 niños y adolescentes  estaban recibiendo medicación psicofarmacológica  (66  s/m).

Respecto de los “motivos de consulta” que se presentaban hemos encontrando: padecimientos psíquicos tempranos vinculados a la crianza, significativa vulnerabilidad psicosocial (niños/as y adolescentes en situación de calle o con familias altamente disfuncionales), exposiciones crónicas a descuidos y/o maltratos en momentos tempranos de la constitución subjetiva (abuso sexual, negligencia generalizada, maltrato infantil, violencia física y psicológica),institucionalizaciones crónicas sin red social, escolar e integral de cuidados. Los usuarios llegaban al PAC –en general- con un diagnóstico psiquiátrico, estos ejes, eran complementados con un diagnóstico de situación que incluía variables tales como el ciclo evolutivo en el que se encontraban, las carencias de la infancia y la repetición de situaciones traumáticas a las que habían estado expuestos en su primera infancia. La intervención del PAC excedía -a la vez que incluía- la dimensión del diagnóstico médico o psiquiátrico, por lo tanto la elaboración y el diseño de las estrategias de acción contemplan la multidimensionalidad de los factores intervinientes promoviendo una mirada global respecto del NNyA y de la situación de vida en que se encontraban ellos y su familia, tomando como punto de partida los determinantes sociales de la salud mental.

En las historias clínicas, el staff del PAC incluía una leyenda que enfatizaba que el diagnóstico era en evolución tratándose de una población en crecimiento y que la elección de diagnósticos propuestos por el CIE10 /DSM IV no resultaba exhaustivo de las situaciones que se presentaban. Se destacaba la incidencia de factores familiares, de crianza, sociales como responsables de la producción de intensos traumatismos a repetición en edades tempranas de la vida. Esta posición pone de manifiesto la relevancia de lo psicosocial como un concepto integrador en el que lo biológico se conjuga imbricadamente con lo psicológico y lo social. Esto se combinaba a su vez con la elaboración de estrategias construidas no de un modo estandarizado sino en función de un proyecto singular personalizado para cada NNyA de acuerdo a sus intereses y posibilidades´ (Barcala et al, 2010).

Respecto de la articulación Intersectorial: Se articuló con 80 equipos e instituciones. Entre ellos se

Encontraban: Organismos estatales de índole Municipal y Nacionales (Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes  Dirección General de Niñez y Adolescencia, la Dirección de Salud Mental de CGBA, la Asesoría General Tutelar (Min. Público /CABA), del Área Educación (todo tipo de escuelas y equipos de orientación), Área Justicia (Juzgados, Defensorías, etc.) del sector Área Salud (Hospitales, Centros de Salud Comunitaria, Centros de Salud Mental, Programas de Salud) o Programas  sociales tendientes a favorecer la inclusión que ofrecían capacitación laboral; por ejemplo con el "Programa Adolescencia", o el Programa "Reconstruyendo Lazos" (ambos dependiente de la DGNyA y Ministerio de Desarrollo Social, CGBA); Espacios Artísticos – Culturales con énfasis  en la inclusión y fundamentalmente con Hogares. También hubo articulación con: organizaciones de la sociedad civil (Por ejemplo la Fundación Jakairá especializada en adolescentes madres y padres). (Informe final realizado para presentar a la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

En el año 2012 se hicieron 96 reuniones en la que participaron entre 10 y 25 referentes, de diversas instituciones y sectores en cada una de ellas. (Informe final realizado para presentar a la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

 

Segunda etapa: consistente en la exploración actual de cada NNyA que había pasado por el programa.  

Cabe mencionar que para estudiar la trayectoria de cada NNyA se intentó localizar cada NNyA de acuerdo a los datos que figuraban en sus fichas confeccionadas para la investigación. Dado que algunos NNyA se encontraban en hogares para víctimas de trata o víctimas de violencia no fue posible recabar la información por razones de seguridad. Dado que parte de la población relevada constituyen un grupo en condiciones de vulnerabilidad fue también muy trabajoso encontrar referencias de familiares o institucionales. Esto pone en evidencia además la fragilidad del sistema público, dado que no existe una base de información a la que puedan acceder distintos sectores del mismo estado –para poder tener una información facilitada de un NNyA-. En esta búsqueda -en ocasiones- encontramos que las distintas instituciones tenían información fragmentada de un mismo NNyA y a veces contrapuesta.   

Se pudo obtener en términos generales la información del 74% de los NNyA que conformaban el total de la muestra.

En una segunda etapa relevada en el año 2013, se encontró que el mayor rango etareo se concentraba entre los NNyA que iban de 13 a 22 años (77) (de 13 a 17=42 y 17 a 22= 35). Se había modificado la proporción de NNyA que vivían en hogares, sólo 42 continuaban viviendo en hogares y 54 no, y de 16 se desconocía la situación. De los que vivían con sus familias (6 fueron dados en adopción, 5 ya vivían con sus familias adoptivas, 3 con familias en guarda o tutora, 3 vivían solos, 2 vivían con sus parejas, 3 se encontraban en situación de calle. Y en algunos casos (29) no fue posible rastrear su situación habitacional actual.

Desglosada la situación de los NNyA que permanecían en hogares se observó que la mayor población se concentraba en hogares de tipo terapéutico (23) (52%) y luego el convivencial (18) (41%). De la población alojada de hogares el 50% había sido trasladado a otro hogar (maternal, convivencial, terapéutico, víctimas de trata o de violencia) y en un 14% se desconocía el dato. Entre las razones el traslado surgían: cierre del hogar en reiteradas ocasiones, por el aumento de la edad del NNyA en cuestión, o por una estrategia de adopción fallida, por “la complejidad del caso” que volvía dificultoso para el hogar sostener a un NNyA allí.

El tiempo de permanencia en los hogares fue entre 1 y 3 años, el 33% de los NNyA (14); entre 4 y 6 años el 24% (10) y entre 7 y 9 años el 21%(9). Hubo 2 casos entre 10 y 12 años y en 7 casos no se pudo obtener el dato.

En relación con la escolaridad, en 51 casos mantuvieron la escolaridad (46%), en 12 casos completaron la misma (11%), 24 NNyA abandonaron (22%) y en 22 casos no fue posible rastrear ese dato.

Respecto de la inclusión de los NNyA en  espacios sociales de diversa índole, se encontró que si participaban en 45 casos, mientras que en 51 casos no, y se desconocía el dato en 14 casos. 

En cuanto al tratamiento en salud mental en 45 casos mantenían el tratamiento  (41%) y en 5 casos lo habían completado (4%), en 26 casos habían abandonado  (24%) y de 32 NNyA se desconocía la situación (29%). 

Entre las temáticas relevadas en las instituciones por las que habían pasado los NNyA se encontraba la “revinculación familiar”, que alude al contacto que cada NNyA mantuvo con los referentes de la red socio-familiar que contaban antes de ser institucionalizados, ya sea su familia biológica de origen, su familia extensa, o a cualquier otro referente afectivo. Considerando la situación de encontrarse alojados en hogares en el 56% de los casos se había trabajado la revinculación familiar y en el 33% de los casos no  y no pudo rastrearse el dato en el 11% de los casos. Las mismas en general eran diseñadas en conjunto entre las defensorías, los hogares, y los juzgados. 

Se indagó sobre la valoración subjetiva mejoría. El 50% de los NNyA (tanto ellos, sus familias o instituciones) referían sentirse y encontrarse mejor, el 18% se veía o estaban igual, el 15% estaba peor que en el 2009/2010. Hubo un 17% en quienes el dato no pudo ser relevado.

Habiendo transcurrido entre cuatro y cinco años, se exploró la valoración que tenían tanto los NNyA como sus familias o las instituciones respecto del PAC  y en 65 casos (29% muy buena y 37% buena)  lo valoraron entre buena y muy buena, en 9 situaciones como excelente (9%). En un 15% esta información no pudo ser relevada. 

 

SOLO ALGUNAS CONCLUSIONES

Respecto de la investigación llevada a cabo con la población que ha pasado por el PAC entre los años 2009-2010 se ha visto que el programa ha demostrado cumplir con sus objetivos fundantes ligados al trabajo en red y a la integralidad de las acciones. Uno de los resultados más destacables se centra en el aumento progresivo del número de admisiones anuales con un incremento total del 209,5% que comprende el período transcurrido entre los años 2006 (cuando se inició el PAC de manera informal) hasta su finalización a comienzos del año 2012.  Dicho incremento progresivo de usuarios se justifica además por la extensión de su plataforma etaria de “hasta 15 años” elevada a 18 años, dado que esta última era una franja de población más vulnerable y con mayores obstáculos para lograr accesibilidad al sistema de salud y a recursos sociosanitarios que pudieran  responder a sus necesidades (4). En los años evaluados se observó una intensa articulación con instituciones y sectores. El programa llevó a cabo una tarea de sensibilización a través de ofrecer el programa como lugar de rotación y capacitación en servicio en Atención Primaria de la Salud a residentes en salud mental. Rotaron durante el 2012, 20 residentes médicos y 9 psicólogos  de la residencia de salud Mental del GCBA y 3 concurrentes. También brindó capacitación en servicio a alumnos que estaban haciendo su especialización o carrera de posgrado (5). Además se ofreció capacitación técnica y supervisión a instituciones sanitarias y educativas (CETAD, Espacio Abierto, CENTES II, Hogar Eva Duarte para el trabajo con niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos y/o sufrimiento psicosocial. (Informe final  elaborado para la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

Con respecto a los motivos de consulta y los diagnósticos que traían los NNyA que ingresaron y pasaron por el PAC cabe subrayar que existen  modalidades de intenso sufrimiento contemporáneo que no encuentran habitualmente alojamiento en los dispositivos que ofrece el sistema sanitario, ni están descriptos por los manuales diagnósticos, y su modo de presentación requiere considerar los determinantes sociales de la salud y exige de respuestas adecuadas que incluyan lo interinstitucional e intersectorial. Considerando a la vez la presencia de familias pertenecientes a comunidades provenientes de países vecinos, el eje de interculturalidad fue un hecho determinante a la hora de velar por  la conservación de derechos de los NNyA migrantes o hijos/as de familias migrantes y decisivo para la construcción de la respuesta más adecuada.

La modalidad terapéutica reclama albergar la complejidad  –fenómeno ineludible dentro de la concepción de los llamados programas psicosociales- que implica la conjugación y articulación de los distintos factores intervinientes en cada situación. Subjetivos, emocionales, clínicos, familiares, fraternos,  sociales, ambientales, geográficos, territoriales, de derechos, y de funcionamiento del sistema sanitario. Construir en una síntesis  respuestas que contengan todos estos ejes y a la vez los hagan funcionar enlazadamente constituye un trabajo artesanal y altamente sofisticado. 

En ese sentido cabe volver a recordar las palabras de Saraceno, (2011) aunque  no estén incluidas dentro de la clasificación internacional de las enfermedades mentales, existen condiciones de vida relacionadas con una cierta pérdida de la salud mental y con un sufrimiento psicosocial: la privación del medio afectivo y educativo de los niños, la violencia doméstica o social, la pobreza extrema, el desarraigo de los migrantes, de los desplazados y refugiados, el aislamiento de los pueblos indígenas, son todas condiciones que afectan la salud mental de las familias y de los grupos sociales.

Las cifras de los NNyA alojados en hogares en la segunda etapa – si bien con el paso del tiempo han ido disminuyendo-  sigue siendo una cifra llamativa. Este dato merece ser cruzado con el del porcentaje de traslados. El 51% de los NNyA había sido trasladado de un hogar a otro, y el tiempo de permanencia de mayor concentración fue entre 1 y 3 años (33%) y el segundo grupo 24% entre 4 y 6 años. De acuerdo a la ley 26.061 (6) la separación de los NNyA del medio familiar y el consiguiente el ingreso a las instituciones es concebida como el último recurso implementado no existiendo otra instancia y suponiendo que dicha institucionalización sea exclusivamente para proteger al niño por el menor tiempo posible. De este modo, se pierde la excepcionalidad y la prolongación y permanencia en las instituciones termina lesionando los derechos de la niñez atentando contra su cuidado. Los NNyA, tal como señala Michalewicz (2010a y b) terminan siendo niños multiinstitucionalizados. Este dato resulta compatible con las internaciones en salud mental que tienen lugar en instituciones monovalentes  donde entre el 60% y 90% permanecen por razones sociales (CELS-MDRI, 2008). Cabe agregar que entre los NNyA relevados hubo 13 que habían atravesado en este lapso una internación psiquiátrica y uno de ellos hacía un año que permanecía en un monovalente a espera de una derivación a un dispositivo social.

Por otro lado, debe señalarse que la continuidad del cuidado de estos NNyA debe estar garantizado, la DGNyA mediante efectores públicos, aunque esto no siempre en la realidad se implementa. (Gelly Cantilo, 2012)

A partir de las cifras que señalan una continuidad de la escolaridad en  general y un abandono solo del 22%, en la misma líneas se encuentran los datos ligados a la continuidad de los tratamientos en salud mental, sólo un 24% había abandonado. Considerando que se trata de una población altamente vulnerable la conservación de esos espacios terapéuticos constituye un logro importante.

En cambio la participación en espacios sociales fue escasa. La conservación o generación de una red social y comunitaria no constituye en general un punto jerarquizado dentro de los planes de egreso de los hogares o inclusive dentro de los dispositivos tradicionales en salud mental. Esto podría en evidencia que –en el caso de los NNyA que se alojaban en hogares- no ha habido un seguimiento post egreso desde el hogar o por la modalidad del egreso (intempestiva por alcanzar la mayoría de edad) o porque han egresado a diversas localidades de la provincia de Buenos Aires (Gelly Cantilo, 2012).

Los datos de percepción positiva de los NNyA resultan coincidentes con la buena valoración del programa tanto por parte de los usuarios directos como de las instituciones.

A partir de una mirada global sobre los datos es importante señalar también que tratándose de una población vulnerable y con necesidades aun sin resolver es crucial garantizar un cuidado sostenido en el tiempo dado que se trata de un grupo que está creciendo. Retardar, dejar caer, no intervenir o perder oportunidades en esta  etapa es minar sus posibilidades futuras.

La investigación para la salud/ salud mental es esencial en la formulación de políticas de mejoramiento de la salud de la población, especialmente en los países en desarrollo, contribuyendo no sólo a la prevención y tratamiento, sino también a una mayor comprensión de los determinantes socioeconómicos de la salud mental –en este caso de la población infantil. Otra problemática que hace a este punto es la relación entre investigación y evaluación de programas de atención o de intervención comunitaria, y la consiguiente transferencia de los conocimientos a los que se llega ya que, efectivamente los resultados de las investigaciones para la salud pueden mejorar el desarrollo de las políticas de salud mediante la identificación de nuevas encrucijadas y problemáticas en las agendas políticas. Sin embargo, pese a los lineamientos teóricos que destacan la importancia de evaluar y de los resultados hallados en la exploración, reiteramos que el PAC fue disuelto en el 2012 y muchos de esos niños pueden albergar la experiencia de haber sido cuidados, escuchados y vivenciado  la posibilidad de una praxis crítica, articulada y pensada especialmente para cada uno de los NNyA.

 

 

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Citas

(1) La investigación UBACyT: “Análisis evaluativo de un programa de atención comunitaria para niños y adolescentes con problemática mental severa en la Ciudad de Buenos Aires: Equipo de investigación: Flavia Torricelli, Paula López, María Eugenia Rubio, Vicente Gemmis” pudo llevarse a cabo  gracias a  la generosa posibilidad que se brindó desde la coordinación del Programa, así como también por la colaboración del resto del equipo incluidos los residentes en salud mental de la CABA que realizaban su rotación en APS.  No sólo abrieron las puertas del programa  sino que colaboraron activamente en toda la ardua tarea operativa inherente al registro, relevamiento y análisis de los datos.

 

(2) Elaboraciones  Compartidas: Era un dispositivo de reflexión clínico-institucional del cual participaban todos los actores pertenecientes a las instituciones/sectores involucrados en cada situación clínica de cada NNyA.

(3) Según la Resolución n° 1175/ GCABA/ MSGC/ 07 el PAC daba cobertura a niños/as de hasta 15 años. Equipo de trabajo: Coordinadora General: Dra. Alejandra Barcala, coordinadora del área clínico-comunitaria: Lic. Patricia Álvarez Zunino,  supervisor y asesor: Dr. Julio Marotta.  Lic. Vicente De Gemmis, Lic. Valeria González, Lic. María Florencia Brown, Lic.   Cecilia  Pelegrino, Lic  Micaela Weinschelbaum, Dra. María Cristina Brio, Lic. Mirta Gotleib.

(4) A medida que un NNyA llega a la mayoría de edad cuenta con menos recursos y es formalmente objeto de expulsión.

 

(5) Programa de extensión de la Facultad de Psicología de la UBA: Atención a niños y niñas privados de cuidados parentales coordinado por el Prof. Dr. Carlos Tkach y la Prof. Fabiana Isa, en ellos se concentraba gran parte de la asistencia psicológica individual brindada a los NNyA que pasaban por el PAC.

 

(6) Ley 26.061/2005: LEY DE PROTECCION INTEGRAL DE LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES.  “Estas Medidas son limitadas en el tiempo y sólo se pueden prolongar mientras persistan las causas que les dieron origen” (Art. 39).

 

Documentos del programa relevados:

 

1)    Barcala, A.; Álvarez Zunino, P. Marotta, J. “Fundamentos del Programa Atención Comunitaria de niños, niñas y adolescentes de hasta quince años con trastornos mentales severos, Ministerio de Salud, resolución n° 1175/2007 (2007).

2)    Informe Programa Atención Comunitaria a niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos presentado a la DSM, 2010 & 2011.

3)    Informe final para la  auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012.

 

 

Anexo Cuadros

TABLA 1. Admisiones de la población cobertura del PAC desglosadas por año.

ADMISIÓN COBERTURA

AÑO

NIÑOS Y NIÑAS Y ADOLESCENTES

GRUPOS FAMILIARES

TOTAL

2006

28

35

63

2007

30

28

58

2008

52

31

83

2009

47

45

92

2010

65

57

122

2011

80

52

132

2012

 

 

550

Fuente: Barcala, Alejandra, Torricelli, Flavia (2013)  Ampliando los márgenes de la clínica. Trayectoria de un Programa de Salud Mental Comunitaria para niños, niñas y adolescentes desde una perspectiva de derechos en la Ciudad de Buenos Aires. VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2013, Vol. XXIV: 67 – 75. Editorial Pólemos.

 

Sexualidad de consumo

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Nota de Editores Revista Topía N°72 Noviembre/2014

Sigmund Freud fue construyendo el psicoanálisis en el marco de una sociedad victoriana, heteronormativa y patriarcal. Nuestros tiempos son otros. Vivimos en el marco de un capitalismo mundializado donde esta forma de subjetivación ha dejado de ser hegemónica. Han cambiado muchas cuestiones, desde las formas de organización familiar a las sexualidades. Si la cultura actual promueve la mercantilización de cada rincón de las entrañas de nuestra subjetividad, la sexualidad no está ajena a esta transformación. Y es el tema central de este número, aquello que denominamos “sexualidad de consumo”. Diferentes autores desde distintos ángulos permiten vislumbrar alcances de este fenómeno en nuestra subjetividad a partir de indagar sobre la mercantilización de la sexualidad, el erotismo y la pornografía de hoy.

Carlos Barzani aborda una historia de la pornografía hasta la actualidad, donde lo privado se ha vuelto público y la sexualidad un lucrativo negocio en “Orgía de consumo. Pornografía, pospornografía y consumismo”. Juan Carlos Volnovich se adentra en cómo la industria del sexo fue impulsada por la globalización capitalista y recibió un espaldarazo con las nuevas tecnologías desarrollando la hipótesis de que “ya no se trata de producir a toda velocidad, ya no se trata de vivir a toda prisa, sino de destruir deprisa”. César Hazaki, desarrolla los efectos de las nuevas tecnologías en la sexualidad en su artículo “La pornografía del cyborg”, donde desentraña el maridaje entre las máquinas de comunicar y la pornografía. Susana Toporosi examina los efectos de hacer pública una sexualidad que antes era privada en su artículo “Manifestaciones de la sexualidad infantil actual”. Beatriz Preciado, señala cómo “la industria farmacéutica y la industria audiovisual del sexo son los dos pilares sobre los que se apoya el capitalismo contemporáneo”. Enrique Carpintero, en el editorial, que es una versión ampliada de su introducción a su reciente libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, da un marco conceptual a la cuestión cuando afirma cómo “nos encontramos con la cultura del capitalismo mundializado que promueve formas de subjetivación donde se afirma un cuerpo reducido a sus goces primarios. Es decir, el sujeto encerrado en su narcisismo consume mercancías para llenar un vacío que es consecuencia de la propia cultura; aún más, al otro se lo convierte en una mercancía, en una cosa. Su resultado es que el consumo como centro de la subjetivación y de la identificación de la singularidad conlleva interiorizar el sometimiento.”

En la Separata Charlotte Patterson demuestra cómo las investigaciones no han arrojado ninguna evidencia que permita aseverar que las madres lesbianas o los padres gays no son buenos padres y madres. La importancia de este profundo análisis es que da por tierra con fundamentos empíricos, variados mitos y creencias sobre la paternidad y maternidad de lesbianas y gays.

En Topía en la Clínica, el Ateneo psicoanalítico está dedicado a un caso de impotencia sexual. El trabajo con dicha problemática es un clásico dentro de la historia del psicoanálisis. Daniel Waisbrot, Irene Meler y Carlos Pérez analizan y actualizan el abordaje de dicha sintomatología desde diferentes perspectivas en sus comentarios. Por otro lado, François Marty nos trae un original análisis psicoanalítico de la pereza, donde diferencia este fenómeno en lo que denomina una “pereza de vida” y una “pereza de muerte”, siguiendo la dualidad pulsional freudiana.

En Debates en Salud Mental, Héctor Fenoglio analiza los avances y los límites de la Ley Nacional de Salud Mental en el contexto actual. Ángel Barraco, en su artículo “Argentina: ¿Vivir sin manicomios?” nos presenta cuáles son los intereses en juego para la persistencia de los hospitales neuropsiquiátricos. Laura Ormando nos trae una irónica muestra de cómo se trabaja supuestamente para cumplir con esta ley, que termina produciendo lo contrario, en su texto “La Salita Naranja o desobedecerás la Ley (448)”. María Eugenia Briancesco, a partir de su experiencia en Trieste, la ciudad sin manicomios a partir de la obra de Franco Basaglia, reflexiona cómo “abrir la institución no implica abrir sus puertas, sino nuestras cabezas”. En el mismo sentido, Argenis Gimenez, el “loco de la pancarta”, expone sobre la nula importancia que se le da al “Día Mundial de la Salud Mental”, proponiendo que sea un día por la problemática social del paciente psiquiátrico.

En el Área Corporal, Silvia Citro y Salvador Batalla, exponen un abordaje desde una antropología desde los cuerpos, donde detallan sus investigaciones sobre los cuerpos en los recitales de rock, en las comunidades indígenas y la normalización de los cuerpos urbanos.

También encontramos reflexiones críticas sobre diversas temáticas. Mario Hernandez examina la operatoria del poder en los casos de Carlos Fuentealba, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a la luz de El Príncipe de Maquiavelo. Héctor Freire -en su texto “El cine y la primera guerra mundial”- indaga sobre la variada producción fílmica sobre este evento, diferenciando un cine que hace apología del militarismo y otro que señala el cuestionamiento de la destructividad de la guerra.

Para finalizar, ya se han preseleccionado los trabajos para las dos áreas para el Quinto Concurso Internacional de Ensayo breve “25 años de la Revista Topía” (2014/15). Fue una difícil tarea, ya que llegaron más de cincuenta trabajos de diferentes lugares del mundo. El listado se encuentra en la contratapa de este número y en www.topia.com.ar.

Con esto iniciamos el camino al año 25 de nuestra publicación.

Hasta el año que viene.

 

Psicoanálisis y Salud Mental

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Definiciones, experiencias y perspectivas

El siguiente texto es una versión ampliada y corregida de la exposición en el marco de una jornada preparatoria al IV Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud, realizada el 19 de septiembre de 2014 en la ciudad de Rosario.

 

El encuentro entre Psicoanálisis y Salud Mental tiene una larga tradición que no suele ser reconocida. Existe una extensa historia de psicoanalistas que trabajamos en lo que hoy llamamos el campo de Salud Mental. Novedosas experiencias sedimentaron en reformulaciones y ampliaciones teóricas del psicoanálisis, que encadenado al diván y encerrado al consultorio privado no hubieran sido posibles. Y me refiero desde el abordaje de pacientes psicóticos hasta las múltiples experiencias hospitalarias y comunitarias. Estas produjeron dispositivos psicoanalíticos novedosos y teorizaciones innovadoras.

A la vez, desde Freud encontramos una pluralidad de líneas “a la izquierda de Freud”, que circulan entre la izquierda freudiana, la Escuela de Frankfurt, Enrique Pichon Rivière, Plataforma y Documento, Fernando Ulloa, León Rozitchner hasta Enrique Carpintero y quienes hacemos Topía al día de hoy.[1]Esta serie de autores, experiencias y teorizaciones son ninguneadas por las hegemonías. El mecanismo del ninguneo es variado. Se desestiman, se desconocen o bien se las deja por fuera del psicoanálisis, aunque hayan sido realizadas por psicoanalistas. Difícilmente se encuentren en ámbitos de formación de grado y posgrado. La cuestión es que aquello que se define como “lo social” queda en la repetición burocrática del inicio de Psicología de las masas y del Yo o bien se restringe a las cosmovisiones de la llamada “izquierda lacaniana”, de Ernesto Laclau a Slavoj Zizek.

Desde esta perspectiva, para abordar la cuestión del Psicoanálisis y Salud Mental es necesario exponer algunos caminos de estos autores, experiencias, conceptualizaciones y luchas. Esto nos permite abrir nuevos horizontes en las teorizaciones y las prácticas de hoy.

Para ello, empezaré con una zona de definiciones.

 

I-De qué hablamos cuando hablamos de Salud Mental

El concepto de “salud mental” encierra una polisemia de sentidos. Nos podemos referir a distintos problemas invocando su nombre. Para avanzar tenemos que diferenciarlos, sino podemos llegar a malos entendidos que no son sólo fruto del lenguaje. Al menos es necesario discriminar dos. Primero, la “salud mental” como un estado opuesta a la enfermedad mental. Segundo, “el campo de Salud Mental” heterogéneo, interdisciplinario e intersectorial, que engloba políticas y abordajes específicas en Salud Mental, incluidas en el campo de la Salud.

1- “salud mental” con minúscula

En general se considera que la salud mental se opone a la enfermedad mental. La clásica encuesta de Floreal Ferrara y Milcíades Peña, “¿Qué es salud mental para los argentinos?” (1959) interrogaba cuáles eran las concepciones de enfermedad y salud mental que tenía la población en dicha época. Esta idea de salud mental, como opuesta a enfermedad mental y como camino a lograr, es la acepción más usual. Su sentido dependerá de las posiciones ideológicas y teóricas sobre qué es enfermedad y qué es salud mental en cada uno de nosotros que, en último término, nos lleva a nuestra concepción de subjetividad.

En este sentido, salud mental es un concepto polémico porque, entre otras cuestiones, supone que la salud puede ser sólo “mental”, disociada de un cuerpo. Esta crítica es necesaria, pero no invalida el uso operativo del concepto, mientras revisemos la noción de subjetividad y padecimiento estamos trabajando.

2-“Salud Mental” con mayúscula

El concepto de campo de Salud Mental tiene su historia particular. Es heredero del higienismo, movimiento que tenía como objetivo prevenir los diversos problemas sanitarios en el conjunto social. La Higiene Mental surgió a principio del siglo XX en EE. UU. Sus protagonistas buscaban el cambio de la situación de las terapias, de los hospitales y de los enfermos internados en las instituciones asilares, enfatizando la necesidad de la prevención. Este higienismo se oponía al alienismo y al monopolio de las respuestas que daban la psiquiatría y su institución, el manicomio. Esta corriente inaugurada por un ex paciente, Clifford Beers (cuya autobiografía, Una mente que se encuentra a sí misma, fue un texto clave), concitó la atención de pacientes, familiares y trabajadores de manicomios. Lo cual llevó a la organización de un movimiento de higiene mental. En este sentido, en 1930 se organizó el Primer Congreso de Higiene Mental en Washington y en 1937 el segundo en Paris. Uno de sus promotores fue Adolf Meyer, quien daba clases en la Clark University, donde Freud dio sus famosas conferencias en 1909. Fue uno de los impulsores del psicoanálisis en EEUU. En la Argentina el camino fue distinto: ingresó a través de los propios psiquiatras. En 1929, Gonzalo Bosch, futuro maestro de Enrique Pichon Rivière, creó la “Liga Argentina de Higiene Mental”. Esta diferencia de origen marca diferentes caminos. No es lo mismo introducir los cambios desde los profesionales, que realizarlo a partir de los intereses y necesidad de la comunidad. Y esta sigue siendo una cuestión vigente al día de hoy.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, con el afianzamiento del llamado “Estado de Bienestar” -con el cual el capitalismo respondía a las influencias de las ideas socialistas en la clase trabajadora, y llevaba a una planificación del Estado y su intervención en la relación entre el capital y el trabajo tendiendo a una mejor redistribución de las ganancias- se profundizó el higienismo con la propuesta de instalación del campo de Salud Mental. El Tercer Congreso de Higiene Mental cambió su nombre por el de Primer Congreso de Salud Mental. Se realizó en 1948 en Londres, donde se fundó la Federación Internacional por la Salud Mental.[2] Este es un proyecto de transformación científica y política en los abordajes de los padecimientos mentales a través de las políticas de Salud Mental. Fue un salto cualitativo de la psiquiatría hacia la Salud Mental en varios niveles que van desde las teorizaciones a los dispositivos de trabajo y, sobre todo, de la necesidad de las intervenciones políticas.[3] Implica varias cuestiones. Primero, el pasaje de la hegemonía de la psiquiatría al equipo interdisciplinario en los abordajes. Segundo, de una única teoría a tener un conjunto de teorías y prácticas para dar cuenta de lo que hoy llamamos padecimiento subjetivo. Tercero, el descentramiento del manicomio a las diferentes instituciones y dispositivos de atención y prevención del padecimiento mental. Cuarto, del abordaje exclusivamente psiquiátrico del padecimiento subjetivo a contemplar la necesidad de contar con políticas de Salud Mental.

En ese mismo 1948 se creó la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Salud Mental no podía ni puede estar desgajada de la Salud, aunque sea necesario sostener la propia especificidad. La OMS, consecuentemente, sostenía la necesidad del pasaje de la Psiquiatría a la Salud Mental, según el tipo de Estado de Bienestar que se iba consolidando en cada país. El consenso de este movimiento era buscar alternativas al manicomio, mediante la prevención y promoción de la Salud Mental en la comunidad. En 1953 la OMS recomendó la transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, lo cual fue cumplido muy parcialmente por algunos países. Debemos recordar que los motivos también eran económicos: la mitad de las camas de internación de entonces estaban ocupadas por “enfermos mentales” en manicomios para el resto de su vida.

En nuestro país, el año clave fue 1957. Ese año se creó el Instituto Nacional de Salud Mental, que reemplazó a la Dirección de Establecimientos Neuropsiquiátricos y a la Dirección de Higiene Mental. A la vez se crearon las carreras de Sociología, Psicología, Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires. Y casi al mismo tiempo, Mauricio Goldenberg ganaba el concurso para hacerse cargo del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús. Ese fue el inicio de la batalla que hoy llamamos “antimanicomial”, contando con todas las herramientas teórico y clínicas articuladas en políticas de Salud Mental.

El psicoanálisis y los psicoanalistas fueron actores imprescindibles con avances y experiencias que dejaron huellas, tanto en la experiencia del Lanús, como en las carreras de Psicología y también en políticas públicas.

Al día de hoy, este pasaje de la psiquiatría a la Salud Mental es un pasaje inconcluso y lo vemos reflejado en la imposibilidad de cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. Hay varios y complejos motivos de diferentes niveles.

Por un lado, la oposición de una alianza que tiene sectores del Estado, grandes laboratorios, las instituciones de medicina privada, una burocracia sindical que maneja sus intereses en las obras sociales y el poder médico psiquiátrico que sostiene una medicalización de los padecimientos subjetivos, que lleva a una “contrarreforma psiquiátrica”. Esto implica al reduccionismo de la biologización de la subjetividad. [4] Allí encontramos este entramado en el cuál no sólo pesan estos intereses, sino también un imperativo de adaptación a la normalidad actual que necesita solucionar rápidamente y por vía farmacológica cualquier malestar.

Por otro, la inexistencia un plan de transición por parte del gobierno actual que implica una decisión política de transformación del campo mediante el sostenimiento de los recursos económicos y humanos necesarios. Y que involucra diversos sectores, desde la formación de los futuros Trabajadores de Salud Mental en la universidad hasta el trabajo con toda la comunidad.[5]

Pero esto es presente y nos marca la necesidad de las diversas luchas para poder llegar a un abordaje racional y científico en nuestro campo. Volvamos a los fundamentos de los vínculos entre Psicoanálisis y Salud Mental. Porque hemos recorrido un largo camino que nos brindarán herramientas para retomar estas problemáticas.

 

II-Psicoanálisis y Salud Mental

El campo de Salud Mental no existía en la época de Freud. Recién estaban los ideales de la higiene mental, y esto es lo que tiñe su texto de 1918, Los caminos de la terapia psicoanalítica. Allí abre varios caminos. Por un lado, es uno de los pocos textos donde toma la “técnica activa” de Ferenczi postulando que a distintas patologías serán necesarios lo que hoy consideramos distintos dispositivos. Finalmente incorpora la “fantasía” de que el estado financie el tratamiento a las “clases populares”, y cómo “adaptar la técnica a las nuevas condiciones”. Por supuesto, que su visión conservadora lo hará considerar que los pobres usufructuarán de la asistencia.

Pero dicho texto tiene algo de fundante en siguientes experiencias los siguientes años. Por un lado, la del Policlínico Psicoanalítico de Berlín, fundado en febrero de 1920, para que los “pobres” (tal como se los mencionaba) pudieran tener tratamiento psicoanalítico gratuito. Daban asistencia (“policlínico” entonces tenía la acepción de atención a clases bajas). Había entonces entre los psicoanalistas una “ley no escrita” de atender al menos un paciente sin cobrar honorarios y a quienes estaban formándose de tomar pacientes que tuvieran valor social por los efectos del análisis en sus trabajos. Al principio fue liderado por Max Eitingon, pero los miembros de la llamada izquierda freudiana llevaron adelante este cometido, donde incluía cursos a pedagogos, maestros y educadores.

Esta izquierda freudiana, durante la década del ‘20 del siglo pasado incluía a psicoanalistas que a su vez eran marxistas como Wilhelm Reich, Otto Fenichel, Sigfried Bernfeld, Vera Schmidt y otros. Tuvieron diversa militancia política e intentaron ver qué aportes mutuos podía haber entre psicoanálisis y marxismo. Sin embargo, esta izquierda freudiana fue combatida tanto en el campo del psicoanálisis como del marxismo de entonces, en especial en su versión estalinista.

En el campo del psicoanálisis, la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y otras “mundiales psicoanalíticas”, fueron y siguen siendo de derecha. El clima político en Europa con el ascenso del nazismo, llevó a que la institución criticara a los psicoanalistas con militancia política de izquierda. Finalmente, por temor a represalias, excluyó tanto a sus miembros judíos como a los marxistas con la excusa de una supuesta política de supervivencia para el psicoanálisis. En realidad, deberíamos decir para la institución psicoanalítica. Esto fue avalado por el propio Freud, a quien casi le cuesta la vida su empecinamiento por quedarse en Viena. Este fue el motivo del exilio de muchos psicoanalistas, entre ellos, los de la izquierda freudiana.

Hay experiencias para rescatar, a pesar de las críticas que podamos hacer hoy a sus soportes conceptuales. Como la SEXPOL de Wilhelm Reich, quien suponía que las neurosis se debían a la falta de una satisfacción sexual plena y repetida en la relación sexual genital. Esta teoría fue uno de los fundamentos para organizar dentro de su militancia del Partido Comunista en Alemania la “Asociación para una Política Sexual Proletaria”, SEXPOL, donde se daba información sobre sexualidad y anticoncepción a más de 40.000 adherentes. Ni el Partido Comunista ni la Asociación Psicoanalítica Internacional aceptaron la propuesta y terminó fuera de las dos instituciones al poco tiempo. Luego del triunfo del nazismo en 1933 escribió su libro más importante: Psicoanálisis de las masas y el fascismo donde analizaba cómo había penetrado y ganado el nazismo en la subjetividad de los alemanes. [6]

Eran momentos donde estaba desarrollándose la higiene mental, pero rescatemos una cuestión que me parece central para la actualidad. El psicoanálisis no podía ni puede dar cuenta de todas las problemáticas que hoy llamamos “padecimiento subjetivo”. No podemos llevarlo al reduccionismo que sólo tienen causalidad psíquica. El propio Freud tenía esa posición y por ello postulaba las series complementarias en la causalidad de la neurosis. Allí incluye los factores endógenos (hereditarios, constitucionales y las primeras experiencias infantiles) y exógenos (la situación actual desencadenante) necesarios para la formación de un síntoma. Consecuentemente, para Freud no podía haber una cosmovisión psicoanalítica. El psicoanálisis no podía dar cuenta de todo lo humano. Por ello, Freud, en su Conferencia “En torno a una cosmovisión”, de 1932, sostenía: “Opino que el psicoanálisis es incapaz de crear una cosmovisión particular. No le hace falta; él forma parte de la ciencia y puede adherir a la cosmovisión científica.”

Esta perspectiva de Freud, aunque hoy podamos criticar su resolución “cientificista”, nos permite señalar cómo los límites dan la potencia al propio espacio y especificidad de un psicoanálisis que necesita el diálogo con otras disciplinas. Nuestra subjetividad es compleja. No alcanza con la constitución del psiquismo, tampoco con la determinación de clase, ni con la determinación biológica.

Pero para llegar a esta afirmación fueron necesarias experiencias materiales y concretas que pudieran ir iluminando esta complejidad, que subyace a la concepción misma del campo de Salud Mental, donde la versión light sería la de la OMS, donde la salud es “bio-psico-social”, que se ha transformado muchas veces en una fórmula políticamente correcta y vaciada de sentido. Pero así y todo, esta postura vislumbra que no podemos dar cuenta del padecimiento subjetivo desde una sola teoría ni con un solo abordaje. Esto es el fundamento de por qué necesitamos en Salud Mental trabajar con equipos interdisciplinarios, lo cual no quiere decir trabajar todo el tiempo todos, sino incorporar un equipo interno, parafraseando la noción de grupo interno de Enrique Pichon Rivière. Esta matriz es el sistema operativo de un Trabajador de Salud Mental y permite intervenciones pertinentes en diferentes situaciones y contextos.

Justamente, Enrique Pichon Rivière es un autor insoslayable en este camino. Y mucho más aquí en Rosario.

Enrique Pichon Rivière se formó como psiquiatra primero en el asilo de Torres y luego en el Hospicio de las Mercedes. Después fue el fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Pero siempre tuvo el interés por dar cuenta de aquellos padecimientos que no llegaba el psicoanálisis de aquella época, tal como las psicosis, y a la vez poder ver cómo entender las determinaciones sociales en la subjetividad. Esto lo llevó a ser pionero en tratamientos psicoanalíticos con pacientes psicóticos, incorporando a la familia, trabajando con grupos y en instituciones. Y a la vez, con intervenciones específicas con distintos abordajes grupales, creando un dispositivo original: el grupo operativo.

Se suele afirmar que el acta de fundación de los grupos operativos estuvo aquí en 1958, en la ya mítica “Experiencia Rosario”. Los grupos operativos tenían el antecedente del trabajo grupal de Pichon en el Hospicio de las Mercedes y permitieron extender los abordajes grupales hacia diferentes sectores de la sociedad y la cultura. Su original idea era la un grupo centrado en una tarea específica pueda trabajar las propias resistencias emocionales para llevarla adelante. Y transformar una experiencia de aprendizaje grupal que concretaba la formación del denominado “Esquema Conceptual Referencial y Operativo” común (el ECRO grupal).

Pichon Rivière dirigió a su equipo en la “Experiencia Rosario” con la colaboración de la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto de Estadística de la Facultad de Filosofía y su reciente Departamento de Psicología y la Facultad de Medicina de Rosario. Se llevó a cabo un fin de semana, del viernes 27 al domingo 29 de junio de 1958. El objetivo explícito era una experiencia de laboratorio social y de trabajo en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria. Entre los participantes había estudiantes, profesores universitarios, boxeadores, pintores, corredores de seguro, obreros del puerto, empleados de comercio, amas de casa y prostitutas.

Pichon preparó previamente al equipo de trabajo mediante técnicas grupales. A la vez, en la ciudad de Rosario, y en sitios concurridos por estudiantes se colocaron afiches convocando a la experiencia. Entre los coordinadores estaban David Liberman, Fernando Ulloa, José Bleger, Edgardo Rolla y Fernando Ulloa, entre otros. Casi todos psicoanalistas.

El dispositivo de laboratorio social combinaba exposiciones, trabajo en grupos pequeños y plenarios que promovieron la participación con surgimiento de emergentes y propuestas que fueron plasmados en algunos proyectos de intervención en Rosario.

La experiencia muestra una intervención comunitaria con dispositivos grupales, que incluían concepciones psicoanalíticas formando parte de un abordaje interdisciplinario. Muchas veces se relegan estas intervenciones, como al propio Pichon, como “psicólogo social”, cuando estos dispositivos partían desde un psicoanálisis que permitía ampliar su perspectiva con los aportes de otras disciplinas, organizando nuevos dispositivos. Fernando Ulloa sintetizaba esta perspectiva con un aforismo: de lo que se trata no es de practicar teorías sino de teorizar nuevas prácticas.

Muchos de sus discípulos tuvieron activa participación en la instauración de distintos dispositivos de trabajos en el campo de Salud Mental: desde el trabajo en internaciones, en Hospitales de Día, en comunidades terapéuticas, en grupos de diferente índole, en trabajos comunitarios e intervenciones institucionales. Experiencias que han dejado sus huellas en el campo de Salud Mental.

Pero también en otra clase de experiencias como la militancia gremial. Muchos de ellos participaron en la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), y en los grupos Plataforma y Documento. Estos dos grupos renunciaron a la APA a fines de 1971, produciendo la primera ruptura ideológica con la internacional psicoanalítica, debido a que consideraban que dicha institución estaba al servicio de las clases dominantes. En los textos de las renuncias estaba formulado el proyecto por el cual abandonaban la APA. El grupo Plataforma encabezaba la misma dirigiéndose “a los trabajadores de salud mental” y tomaban la renuncia como culminación de su línea de trabajo. Su intento era organizar un movimiento que incluyera docencia, investigación y asistencia en el interior del amplio campo de la Salud Mental desde una perspectiva que analizara los determinantes inconscientes y los económico-políticos y promovía a que los psicoanalistas tomaran otro lugar dentro del proceso social, económico y político.

Luego de las renuncias, desde la FAP conformaron la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental (con las Asociaciones de Psicólogos, Psicopedagogos y Asistentes Sociales) y un centro de formación, el Centro de Docencia e Investigación (CDI), que funcionó desde 1972 hasta 1976. Allí había diferentes espacios de capacitación, con un tronco común, la formación por especialidad y un área de revisión de las prácticas. El CDI sigue siendo un modelo a revisar para pensar cómo capacitar recursos en Salud Mental de forma interdisciplinaria.

Pero muchos de estos desarrollos tuvieron un punto de corte que fue el accionar de la Triple A, desde 1974 y fundamentalmente la última dictadura cívico militar. Más de 340 campos de concentración y exterminio. Y consecuencias que persisten en toda la sociedad. También en Salud Mental: 110 Trabajadores de Salud Mental y 67 estudiantes desaparecidos, exilios e “insilios”. Y un corte en esta historia donde muchos de estos avances fueron “desaparecidos”. Entre ellos, la dimensión social y política del psicoanálisis y la Salud Mental. Al psicoanálisis se le quitó el “colesterol malo” de la política, y hasta el adjetivo descalificativo “psicobolche” fue una marca que quedó desde entonces para quienes intentaban unir el psicoanálsis con la política y lo social.

A la vuelta de la democracia, Mauricio Goldenberg, que había tenido que exiliarse en Venezuela luego de la desaparición de dos de sus hijos, hizo un relevamiento y los lineamientos para un plan nacional de Salud Mental. La Dirección Nacional de Salud Mental quedó a cargo de uno de sus discípulos, Vicente Galli, psicoanalista. De 1983 a 1989 se desarrollaron algunas experiencias pilotos novedosas, de las cuales somos herederos. Enrique Carpintero dirigió el equipo de crisis del Plan Piloto de Salud Mental y Social (Boca Barracas) y por mi lado me formé en la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental (RISaM). Recuerdo esto, porque estas experiencias no se toman en cuenta en planificaciones actuales, donde todo parece que tiene el imperativo de ser novedoso desconociendo el valor de retomar críticamente la herencia.

Desde los 90 se profundizó algo que había comenzado en el mundo en los 70 con la instauración del capitalismo financiero que tuvo y tiene consecuencias en el psicoanálisis y Salud Mental. Los procesos de privatización llevaron adelante una precarización de la población con la medicalización del padecimiento subjetivo como solución a dicho malestar. Pero a la vez hubo ciertos avances en proyectos, experiencias puntuales y leyes.

Un análisis de estas cuestiones nos lleva a poder estar atentos de cuanto de cierto “progresismo” puede llevar adelante precarizaciones y privatizaciones encubiertas bajo el bastardeo de una supuesta desmanicomialización que simplemente deviene en una reforma psiquiátrica privatizadora que promueve la adaptación a la precarización subjetiva. Todo con palabras muy seductoras que apelan al voluntarismo de los trabajadores de Salud Mental y la población.

Para finalizar, un análisis con propuestas.

Hemos visto como los psicoanalistas operamos en el campo de Salud Mental desde su propia constitución. Pero muchas veces se reniega de ello, suponiendo que no somos Trabajadores de Salud Mental con una cierta especificidad dentro de este campo (como los trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, psiquiatras, psicólogos, etc.). Esta renegación, en el sentido que le daba Fernando Ulloa, “negar y negar que estoy negando” produce sus efectos: se habitan lugares que luego se desestiman; se dejan en el olvido historias con el afán de querer ser descubridores de la pólvora; no se toma en cuenta la dimensión de trabajador en nuestra tarea, provocando que la mayor de las explotaciones y precarizaciones laborales sean racionalizadas porque no hay conciencia de ser trabajadores. Este posicionamiento tiene la ilusión de ser “analista liberal”, o mejor dicho “analista neoliberal”. Como si los psicoanalistas no fuéramos ni ciudadanos, ni trabajadores y estuviéramos más allá de esta sociedad capitalista, sobre la cual se puede opinar  como un “extranjero en la cultura”.

Poder develar los obstáculos y experiencias es un requisito para poder tomar la materialidad de nuestro oficio como psicoanalistas y Trabajadores de Salud Mental. Y que ya tiene toda esta historia.

Es imposible separar la materialidad de nuestro hacer y pensar, tal como nos enseñaba León Rozitchner. Por ello, tenemos que cuestionar la base del sistema operativo con el que trabajamos: nuestra concepción de subjetividad que se plasma en nuestras intervenciones. Por ejemplo, un sistema operativo donde se subsume subjetividad al psiquismo o se considera tan sólo al “sujeto del inconsciente” no deja más alternativa que habitar el campo de Salud Mental “renegando” de él (en un tercer sentido que agrego a los dos de Ulloa). Lo mismo que en las instituciones. Habitarlas renegando y quejándose. Es que desde esta perspectiva las determinaciones sociales y políticas “interfieren” en el supuesto trabajo ideal con el inconsciente.

Por el contrario, si como psicoanalistas y TSM tenemos otro sistema operativo, se abren nuevas posibilidades. La propuesta de corposubjetividad formulada por Enrique Carpintero nos permite potenciar nuestras concepciones e intervenciones. Este concepto “alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación.” [7] Consecuentemente, el abordaje de los padecimientos subjetivos implica tomar en cuenta al aparato orgánico, el aparato psíquico y el aparato cultural. El trabajo interdisciplinario surge de una necesidad y no de un imperativo superyoico vaciado de sentido. Y permite llevar adelante formas de trabajo que liberan de las cadenas del ideal diván sillón, formulando nuevos dispositivos psicoanalíticos pertinentes a cada singularidad de situaciones y contextos.[8]

Finalmente, nos posibilita no renegar como psicoanalistas por habitar en el campo de Salud Mental (en los tres sentidos antedichos). Y abrir las puertas para dar cuenta de los efectos del poder en nuestra propia subjetividad, de los padecimientos que genera y de las diferentes clases de intervenciones posibles.

Esta propuesta, como ciudadanos, trabajadores de salud mental y psicoanalistas, es simplemente estar a la altura de los desafíos de nuestros complejos e injustos tiempos.

 

Notas

 

[1] Para ampliar lo esbozado en este texto se puede consultar Carpintero, Enrique y Vainer, Alejandro, Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los 60 y 70, Tomos I y II, Editorial Topía, Bs. As. 2004 y 2005; Vainer, Alejandro (compilador), A la izquierda de Freud, Editorial Topía, Bs. As., 2009. Y también los diversos textos incluidos en www.topia.com.ar

[2] Para ampliar en este pasaje de la higiene mental a la Salud Mental se puede leer Dagfal, Alejandro, Entre París y Buenos Aires. La invención del psicólogo (1942-1966), Editorial Paidós, Bs. As., 2009.

[3] Galende, Emiliano, Psicoanálisis y Salud Mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica, Editorial Paidós, Bs. As., 1990.

[4] Sobre esta cuestión, Carpintero, Enrique, La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar al sujeto, Editorial Topía, Bs. As., 2011.

[5] Para ampliar sobre la situación actual se puede leer la serie de artículos de Ángel Barraco publicados en la Revista Topía, disponibles en www.topia.com.ar

[6] Reich, Wilhelm, Psicología de las masas y el fascismo, Editora Latina, Bs. As., 1972.

[7] Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Editorial Topía, Bs. As., 2014.

[8] Carpintero, Enrique, Op. Cit.

 

La Salud Pública en Debate. La palabra de quienes trabajan

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Hospital Durand

Estamos a más de cuatro años de la aprobación de la Ley Nacional de Salud Mental. Una de las cuestiones básicas para poder modificar la situación es poder ver cómo efectivamente se trabaja. Esto implica cómo es la práctica y las problemáticas concretas en cada lugar. Cuáles son sus necesidades y sus dificultades. Es por eso, que desde nuestra revista queremos abordar estas cuestiones e inauguramos esta sección para dar la palabra quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite articular los necesarios debates teóricos y políticos de Salud Mental con aquéllo que se palpa en el quehacer cotidiano.

Hemos comenzado esta serie de encuentros con trabajadores del Hospital Carlos G. Durand de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Participaron:

Canela Soto: Licenciada en Psicología. Residente de tercer año de Salud Mental.

Yesica Embil: Licenciada en Psicología. Residente de cuarto año de Salud Mental.

María Victoria Vanni: Médica. Residente de tercer año de Salud Mental.

Bárbara Schönfeld. Licenciada en Psicología. Jefa de residentes de Salud Mental.

 

 

 

Topía: ¿Cuáles serían los problemas que recortan de su trabajo en el hospital?

Canela Soto: Nosotros en el hospital rotamos mucho y hay diferentes tipos de obstáculos, tanto en los dispositivos mismos como cuando vamos rotando de lugar. Una cosa es el trabajo en el Durand, donde hacemos interconsultas, consultorios externos y guardia; y otra cosa es cuando rotamos en dispositivos complementarios que faltan en el Durand, como son internación, APS, inclusión social.

Yesica Embil: Esto que dice Canela alude a la cuestión de las instituciones, porque no es lo mismo trabajar en el Durand que en cualquier otro hospital o efector, me parece, en principio, que se recortan distintos problemas en los distintos lugares…

Topía: ¿Cuáles serían los problemas que se recortan?

YE: En nuestro hospital, al menos en consultorios externos y hablo un poco por mí y por las dificultades que a veces comentamos, los obstáculos más grandes que me he encontrado en los primeros años son sobre todo, los que refieren a la temática mal llamada social y ese es el primer choque al salir de la universidad y entrar al hospital. Uno no sabe sobre qué interviene, sobre qué se abstiene…

Topía: ¿A qué llamás social?

YE: Mal llamada social. A situaciones, por ejemplo, de pacientes que llegan a la admisión y de repente nos encontramos con que están viniendo de Castelar y no tienen dinero para pagar el transporte. Un certificado de discapacidad tarda un año en caso de que fuera necesario como recurso de accesibilidad, y entonces ¿es un recurso conveniente si pensamos en términos de accesibilidad? ¿Cómo nos posicionamos frente a este tipo de problemas?

Topía: ¿Qué tipo de población hay en el Durand?

YE: Como saldo de un déficit de políticas pensadas desde lo comunitario y territorial, no recibimos tanta gente que vive alrededor del Durand. Al ser un hospital general también viene mucha gente referenciada de sus tratamientos médicos, lo que hace también que no tenga mucha pregnancia el barrio o la comuna.

Y después también está la cuestión institucional, en tanto no tenemos sala de internación eso hace que vayamos a otros lugares a formarnos o a entender ese tipo de trabajo, y de repente nos encontramos con otros discursos. También, hay que aclarar, que vamos en calidad de residentes, con lo cual la potencia que tiene uno para intervenir es bastante moderada en el mejor de los casos.

Topía: ¿Cuál es el choque que tuviste cuando saliste de la facultad?

YE: Me acuerdo que la primera paciente que atendí tenía este problema, no poder viajar… y de repente me encuentro dando turnos una vez por semana a una hora pautada y finalmente venía cuando podía. Entonces pensar: ¿es esto un tratamiento? ¿Qué es el encuadre?… y se comienzan a desdibujar las coordenadas y lecturas que traemos.

Topía: ¿Lo tuviste que resolver sola?

YE: No. La residencia tiene de lindo que la estamos haciendo muchos a la par, entonces el residente de un año arriba ya puede dar cuenta de algo, de relativizar esto, o acompañar a hablar con trabajo social, apuntar nuevas lecturas, descontracturar un poco la cosa que no se adecua al paciente… ¿cómo yo podía pensar que no iba a llegar cuando me preocupaba qué es una interpretación? Exagerando el personaje universitario…

Bárbara Schonfeld: A colación de lo que ella dice, a mí el problema del encuadre me hacía mucho ruido porque se arma una cosa muy moral al respecto, en términos de quién cumple y quién no, y de rechazo incluso de los pacientes… muchas veces no por imposibilidades tan claras de plata para viajar, sino que se muestran indóciles con el dispositivo. De allí desencadenan violencias, y este año en el marco de las actividades de formación tuvimos un encuentro en el que mal que mal intentamos darlo vuelta y pensarlo en términos de disposición, más que encuadre, a generar un encuentro.

Topía: ¿Qué querés decir con moral?

BS: Con moral me refiero muy a grosso modo a esas apelaciones al deber ser y a toda una serie de juicios de valor respecto de una persona, de un padecimiento, de modos de vida.

Topía: ¿De los otros profesionales?

BS: Sí, a ver... termina siendo sumamente extorsivo pedirle a un paciente que quizás está pasándola lo suficientemente mal como para no tener la menor idea de lo que es un encuadre, que responda a las debidas reglas. La lógica institucional que invitamos a habitar no siempre es tan coherente...

CS: Con alguna fortuna nos obliga a replantear; cuando no la podés replantear, generalmente el paciente queda expulsado, o se le cierra la historia clínica cuando no viene…

Topía: Pero cuando hablas de encuadre, ¿estás hablando de un encuadre pensado abstractamente? Porque el encuadre uno lo piensa en función del dispositivo que uno puede hacer en cada lugar, no es lo mismo el encuadre que vas a hacer acá en el consultorio, en un hospital que puede ser el Durand o si trabajás en una plaza en la comunidad. Ahí armás un dispositivo y sobre ese dispositivo establecés un encuadre, si no pareciera aquí que el encuadre es previo al dispositivo…

B: Es que un poco es eso lo que sucede, me parece que no es un tema tan ingenuo como quisiera plantearlo Bleger en tanto serie de operaciones destinadas a hacer constantes ciertas variables; más bien se monta como toda una posición en relación al encuadre que deviene o termina expulsando pacientes. Son coordenadas planteadas a priori, entonces, no invitan a reformular.

Topía: ¿Y de dónde viene esta formulación?

Victoria Vanni: Pensaba que por ejemplo -es medio una confesión de parte- cuando empecé mi formación como psiquiatra, tenía pacientes que no se adaptaban al encuadre y también tenía esa pelea de “tiene que ser de esta manera”, y después de dos años, no es un gran recorrido, puedo pensar que esto viene de un modelo asistencial de médico clásico que no sé si se traslada del resto del hospital a salud mental, no lo sé. Lo pienso desde mi experiencia, desde mi dificultad. Lo que me parece es que la disposición a acoger o no al paciente es muy individual, termina en decisiones muy individuales. Los médicos atendemos siempre acompañados por alguien más o nos referenciamos al jefe de residentes. Y la verdad es que variaba mucho de acuerdo a qué médico estuviera atendiendo qué era lo que se hacía, cuán disponible se estaba; igual hay una cierta forma de los servicios de salud mental en el sistema público que puede ser bastante expulsiva, pero me parece que depende mucho de con quien se caiga, queda muy librado al azar.

Topía: Me quedan dos cuestiones que no termino de entender. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de encuadre, a qué se refiere que se arma una estructura llamada encuadre que evidentemente expulsa gente, qué sería esto, qué formas concretas tiene en la práctica concreta en el Durand?

CS: Una paciente que viene una vez por semana, 30 o 45 minutos a psicoterapia. Sentada, habla, asocia o no, pero se puede definir claramente entre neurosis y psicosis quizás, y tiene que cumplir con los horarios y con lo que se le dice que tiene que hacer en cierta medida, no se acepta, por ejemplo, si alguien falta dos veces, no puede venir más, se le cierra el tratamiento. Estamos intentando sortear una historia que dice que los pacientes con consumo no pertenecen al campo de competencias del hospital general. Si los aceptamos es por una decisión de la admisión de la residencia, que no es sin obstáculos, que no es sin luchas. Y que, a mí me pasó personalmente, sin ninguna formación en ese sentido, es con muchas dudas acerca de qué hacer, cómo trabajar, si ameritaba especialistas, si estaba mal que yo lo admitiera. Ese tipo de cosas me parece que tienen que ver con cierto encuadre pensado para un tipo de paciente que no es el tipo de pacientes que viene al hospital.

BS: Es eso; tienen que venir, tienen que quedarse, en caso de que tengan medicación indicada tienen que tomarla…

CS: Como que existe la posibilidad de que no sean atendidos, de no brindarle atención a alguien. Si uno plantea esto explícitamente probablemente se le responda que se lo va a derivar a otro profesional, pero lo cierto es que no sabemos si eso siempre se asegura. El paciente no cumple los requisitos para ser atendido…

Topía: ¿No se ponen a pensar por qué ese paciente actúa así, qué causas subjetivas o cuestiones reales…?

YE: Eso a veces se pone a operar inclusive desde la admisión, primera entrevista donde aparecen algunas raras lecturas psicoanalíticas que para el que recién se inicia en la práctica ya moldea “el paciente no trae una pregunta, el paciente no demanda” y afirmaciones por el estilo. Por eso me parece que surge, en nosotras, esto del encuadre pensado medio abstracto, porque le estamos dando forma. El paciente no viene al dispositivo psicoanalítico, cosa que nos choca bastante sabiendo que estamos en un hospital… En la residencia somos un poquito indisciplinados con algunas cosas, no solemos cerrar tratamientos al menos no por esa causa de las dos faltas, esto que decía Canela, a veces tomamos pacientes que no son los “adecuados” para los recursos que tiene esta institución y los dispositivos con los que cuenta, como adicciones. Y en relación a esto de la demanda o pregunta en admisión, el laburo que hemos hecho en los últimos años es considerar la admisión como un proceso, cosa que inventamos e implementamos nosotros en nuestro servicio. Porque la admisión suele tomar la forma de una única entrevista en la que se decide qué se hace; a nosotros nos costaba bastante, empezábamos a necesitar algunas más para pensar criteriosamente si se deriva, si se abre un tratamiento con los que estamos, se piensa alguna coordenada de lo que se trae… pensamos en el mejor de los casos la demanda se construye, para nosotros, que no entendemos por ahí que es lo que pide…

BS: Incluso en casos en los que creemos que hay que derivar, acompañamos eso para que no quede boyando quien ya ha estado boyando previamente quizás alrededor de 4 meses. Ya cuando un paciente llega, tomamos toda la responsabilidad para que encontremos el mejor dispositivo o cierto derrotero al pedido que alguien trae. Y eso que quizás suena obvio, para nosotros fue un punto de llegada porque lo tuvimos que inventar, digamos. En términos generales, no replica en profesionales de planta, ellos tienen absolutamente otros criterios. Entonces lo que debería haber sido un punto de partida, para nosotros fue un punto de llegada.

Topía: ¿Y ese punto de llegada lo fueron conversando entre ustedes?

YE: Sí. De la experiencia, de ver que necesitábamos más entrevistas surgió la idea… primero surgió en los hechos; empezamos a tomarnos más tiempo en las entrevistas y después fuimos formalizándola, dijimos bueno, estamos haciendo un proceso, estamos consiguiendo esto de esta manera…

BS: También nos encontramos con situaciones en las que desde la inexperiencia, con tan sólo una entrevista, tomábamos a un paciente en tratamiento que quizás después no podíamos sostener por los límites del dispositivo de consultorios externos. Me parece que lo que tenemos aún vacante en ese sentido es poder armar protocolos de derivación que fortalezcan los puentes y vaivenes interinstitucionales. Si recibimos de repente una paciente después de 8 meses de internación en un monovalente, a la espera del turno para consultorios externos para ser dada de alta, suponemos están dadas las condiciones para aquéllo en la misma derivación. Bueno, generalmente suponemos mal. En este caso, a modo de ejemplo, nosotros le procuramos el turno, nos encontramos con una paciente totalmente sola, que había pasado 8 meses sin haber siquiera procurado los mínimos soportes afectivos como para transitar la vida cotidiana, era todo un problema, y estaba la paciente que nos había llegado a admisión… ya dada de alta, desanclada...

YE: No contábamos con la medicación que tenía indicada en el hospital, no había llegado ni siquiera con una epicrisis, ya estaba dada de alta…

BS: Cosa que pedimos, que vengan con una epicrisis con número de contrareferencia como para tener un vaivén de comunicación y nada de eso. Cuando los llamamos, porque mal que mal teníamos el número de contrareferencia, nos dicen “Ah, ¿qué preferís, que esté internada?” No, yo no estoy diciendo eso, estoy diciendo que la estamos tratando de acompañar, pero pareciera que no están dadas las condiciones. Entonces se instala una cosa de pasar la pelota, como de cosa contigua, en vez de plantearla solidariamente como para poder hacer el pasaje…

Topía: ¿Ella venía a pedir el alta?

BS: A ella le habían dado el alta una semana antes y venía porque en la indicación, su seguimiento era por consultorios externos. Era en principio un cuadro agudo…

Topía: Y estaba sola además.

BS: Sola. Sin siquiera plata para comer.

Topía: ¿Y el hospital no tiene el recurso de servicio social, no había posibilidad de trabajar con ellos?

BS: Si. El tema era que había que pensar… en principio no podíamos creer que hubiera estado 8 meses en una internación donde en realidad tal como se nos presentaba, uno podía imaginar que eran las primeras escenas dentro de una internación, no podía ser ese el final… más allá de que una después se las ingenia, que efectivamente uno puede trabajar con trabajo social; no teníamos la medicación tampoco, ninguna condición mínima estaba dada. Entonces habíamos pensado en la necesidad de armar ciertos protocolos de derivación para procurar esta solidaridad institucional en estos casos. Fundamentalmente porque en general son un problema; las derivaciones son un problema que reproduce la fractura institucional de lleno.

Topía: ¿Te referís a la derivación hacia el Durand o del Durand hacia otras instituciones?

BS: Ambas. Hay veces que pasan cosas buenas y uno se pone chocho, pero en líneas generales son muy informales, muy de tener un conocido en otro hospital...

Topía: Hay compartimentos estancos.

CS: Sí. Como una resistencia muy grande también para lograr una derivación. Tenemos una compañera, que ya es una especialista, que cuando necesitamos derivar se pone a llamar, llamar, invierte mucho tiempo y lo termina logrando por vías formales, pero es de mucha insistencia y es un desgaste muy grande.

Topía: Pero esto tendría que ser central, si no funciona estamos en un problema.

BS: Bueno, eso no funciona y estamos en un problema. A veces pasa eso inclusive para nosotros, con una paciente que es más grave, si hay que internarla o no, ahí se nos complica todo.

Topía: ¿Y para internarla donde la mandan?

BS: A la guardia externa del hospital y ellos son los que se comunican con SAME a ver donde hay posibilidad de derivar. Y lo que siempre dicen es que de los hospitales con internación solamente dos de los cuatro que hay en Capital aceptan. Y es un problemón. Yo me niego a pensar que nos limitan los pacientes que atendemos o la forma, pero la verdad que es distinto saber que uno dispone o no de unos recursos.

YE: Sí, y es difícil también sabiendo que deberíamos poder internar en nuestro hospital. O que a veces una internación termina implicando mucho porque no es que se interna tres días. Internar para nosotros es que esté en el box de guardia una semana y que después vaya a otro hospital…

Topía: Sí, o como la paciente que estuvo internada ocho meses…

CS: Sí, donde el único criterio de alta era tener un turno por consultorios externos, pero la pregunta por el trabajo terapéutico estaba en nada evidentemente. Lo que pasa es que, igual vía guardia se da intervención al SAME y tampoco puede elegir uno dónde. Con lo cual también las internaciones voluntarias son mucho más difíciles de llevar a cabo, porque tienen también su derecho a elegir dónde ser tratados y quizás no consienten ir a determinado hospital, y vía SAME no hay posibilidad de elegir, entonces se empieza a complicar el panorama.

BS: Otro tema que pensaba muy al principio es que el primer choque que sigo sosteniendo hasta ahora con la clínica en el hospital, es que llegaban pacientes por estas cuestiones sociales, pero al menos para mí pensadas desde otro lugar y en otro sentido; pacientes que sufrían de soledad y de tristeza, y mujeres abusadas en la infancia fueron tres problemas que me cachetearon de entrada. Y si realmente uno no se pregunta por los montajes de producción de tristeza, de soledad y patología adulta con tanto abuso, es complicado el consultorio. Esos son los grandes problemas con los que me encontré, y que sostienen la pregunta por los montajes de producción de enfermedad y malestar. Es un poco retomar la pregunta por lo social, pero ya no quizás por la precariedad y vulnerabilidad social -si y no, pero no en términos quizás de derechos de vivienda, trabajo, etc.- sino de una interrogación por cómo armamos comunidad con el otro y desafiliación del otro. Desafiliación dolorosa porque hay gente que la sufre tremendamente y de repente después el terapéutico aparece como un vínculo importante para un paciente ¿y cómo no va a ser así? Si no tienen a otro. Entonces es difícil… el dolor social no se cura en el diván, decía Kaes…

YE: Y ahí te preguntas un poco también qué es la transferencia, qué es la neutralidad… bueno se resignifican.

Topía: Y como se sienten con los recursos terapéuticos que tienen, ¿lo pueden resolver?

BS: Con abrazos muchas veces… no sé si es un recurso terapéutico, pero los hemos dado (risas)

YE: Estamos comenzando a realizar grupos terapéuticos. A mí me parece una posible salida de pensamiento y acción esa intervención. A mí me llevó un tiempo de todos modos, pensar cómo realizarlos, por qué -para palpar también como es la máquina universidad-. A ver, la soledad puede combatirse con compañía, al menos intentar compartirla con otro. Con la formación pasa un poco así. Trabajar en equipo y con otros me hizo muy bien en los inicios de la práctica; desde ahí pude tratar de entender qué lugar pueden llegar a ocupar los grupos, a qué viene lo grupal… como, por lo menos, alojamiento de soledades, tristezas y vínculos fracturados que llegan al hospital. Para mí esa es la línea más clara de salida en la clínica a estas preguntas.

Topía: Es decir, el abordaje general que hay es individual y a partir de esto empezaron a pensar la posibilidad de un abordaje grupal.

BS: Sí. Sin embargo, para mí también importa inclusive en el tratamiento individual y en el consultorio tener estas dimensiones en cuenta, pensar en la red social, escaparle a cierto psicoanálisis demasiado sesgado que forcluye lo vincular.

Topía: Me pareció muy bueno hablar de la tristeza y la soledad. ¿Cómo generar espacios de subjetivación? Ya que ese es el tratamiento.

Topía: Vos dijiste que en la soledad no habría que armar grupos, sino que habría que interpretarla, vos decías un psicoanálisis que no tiene nada que ver con lo vincular, ¿cómo sería eso?

BS: Es el hegemónico…

YE: Para mí nos habla mucho de la universidad. Las clases magistrales, las interpretaciones al significante y ya está, los cierres... lo que se trasmite, al menos, en las cátedras más nombradas de la facultad que todos esperan aprobar muy bien…

BS: ¿Qué tiene que ver usted con aquello que lo aqueja?...

YE: A mí me sirve el psicoanálisis para pensar cosas, pero me parece que en la residencia a estas máximas les he dado como otro lugar,... no sé, a mí me empezó a gustar, por ejemplo, Atención Primaria de la Salud, cosa que ni siquiera sabía qué significaba cuando me recibí. Entonces me parece que ahí se nos arma lío. Por suerte pude estar en instituciones donde me decían, acá hacemos APS y lo pensamos desde el psicoanálisis. Y para mí fue como descubrir la pólvora o que se mezclen lo sagrado y lo profano. Porque realmente en la facultad esto aparece completamente disociado. Cuando se habla de psicoanálisis es para los que sufren de histeria, de neurosis, de psicosis, de fobia, y por otro lado está salud pública y salud mental. No hay diálogo. Y a mí me parece que nos habla de este problema cuando nos referimos al encuadre. Yo al menos recuerdo los ejemplos magistrales de interpretaciones al significante, del corte, de la apertura, del cierre del inconsciente, que son herramientas que consulto, pero me parece que se nos arma bastante lío.

Topía: ¿Pero por qué no podés pensar estas herramientas ligadas a la atención primaria de salud?

YE: Ahora en mi recorrido lo estoy pudiendo hacer. No voy a decir que estoy cómoda porque nunca estuve cómoda (risas), pero sí es lo que me tiene más contenta, que se puede.

Topía: Durante diez años entre el ´85 y el ´95 construí un dispositivo de atención en situaciones de crisis desde el psicoanálisis y en la perspectiva de APS, es decir, trabajando dentro de la comunidad. Te puedo decir que se puede hacer.

BS: Lo conocemos, claro.

Topía: Me acuerdo que cuando trabajamos en el equipo de atención en situaciones de crisis los terapeutas se molestaban porque los pacientes cuando lograban un mínimo equilibrio en su situación de crisis se iban. Hasta que se daban cuenta que no es que los pacientes se iban, los pacientes decían -hasta acá llego-. Terminó el tratamiento. Y después por ahí a los seis meses o al año volvían. Entonces aparece en los terapeutas. El paciente da hasta ahí. ¿Cómo se puede pensar en este “hasta ahí” desde el psicoanálisis? Esa es la herramienta que podemos pensar.

BS: Sí, sin embargo, hay claras operaciones de poder que intentan separar psicoanálisis de política, psicoanálisis de comunidad… e inclusive que penetren estas preguntas habla de las minorías en el psicoanálisis. En todas las residencias no es habitual que un psicoanalista se deje conmover por estas preguntas o tenga estos intereses. Es absolutamente inhabitual, nosotras en el marco de las residencias somos inhabituales (risas)

Topía: No se hacen estas preguntas, entonces mi pregunta es ¿cómo trabajan? ¡Se le van los pacientes!

BS: Desde lo técnico, supongo. Y los pacientes no se van porque los que la están pasando mal son ellos, los que saben del dolor, los que cada tanto quieren vivir mejor y aguantan. Quizás, en todo caso, se quedan con los que se adecuan a ese dispositivo. Por otra parte el pensamiento respecto de la salud pública muchas veces brilla en ausencia… Es problemático.

Topía: Pero va más allá de la salud pública, ya que no se piensa desde el lugar donde uno está parado. Es diferente, es un dispositivo diferente. No es lo mismo, y no implica que éste sea mejor o peor que el otro, digo que no es lo mismo. Entonces el resultado es lo que ustedes están diciendo; hay un recorte con lo cual implica que un montón de pacientes empiezan a dar vueltas, dentro de este hospital o de otros.

YE: Enrique, esto que decís es interesante porque uno recorta donde está y cuáles son las variables que lo están atravesando. Porque esto que dice Bárbara de que somos las inhabituales… a mí me parece que hay una gran mayoría de jóvenes colegas que arrancan la práctica con determinado objetivo de formación que consiste en salir, después, al ámbito privado, no es casual porque así es como está armado. Más allá de la cuestión institucional, yo considero que prima bastante una práctica más técnica; aplicacionista diría.

BS: Un psicoanalista a ultranza diría “No puede ser”. En todo caso ellos procuran la lógica del caso por caso, pero no dejan entrar, es un discurso como autoabastecido, ¿cómo lo descompletás? Porque yo no creo que un psicoanalista esté en acuerdo con el aplicacionismo, si se quiere, de la teoría psicoanalítica. Quizás hasta te discuten que sea una teoría. Lo cierto es que si monologan con el psicoanálisis no hay posibilidad de hacer entrar otra cosa.

CS: Igual para mí también es una dificultad general la amplitud de todo y la falta de criterios a veces y creo que por eso se da también como cierto regreso de la técnica y de un montón de cosas que dicen lo que hay que hacer, porque en este contexto de las soledades, etc., soportar que uno tiene bastante poco que hacer desde ese lugar no es tan fácil y que, además, es caso por caso y un montón de teorías y no hay como una epistemología más unificada, un modo de pensarlo un poco más unificado, salvo algunos que se plantean líneas más duras inclusive dentro del psicoanálisis; inclusive dentro de Lacan...

VV: Para los médicos eso también es un problema.

Topía: ¿Cuál es tu lugar como médica?

VV: Es muy difícil la formación. Es muy difícil ya elegir ser psiquiatra porque la facultad se encarga de sacarte las ganas. La formación que hay es escasa y algo anacrónica, porque es una formación psiquiátrica de otro momento… la materia Salud Mental está en el primer año de la carrera en la que uno entra con la idea del médico clásico, la verdad es que hay poca gente que a los 18 años tenga la idea de hacer salud mental, y ahí sí hay cosas fantásticas con las que ahora me reencontré y que las vuelvo a agarrar, pero que están en primer año, y te hablan de la relación médico paciente y vos no vas a ver un paciente hasta tercer año con suerte, y después no vuelve a aparecer. Psiquiatría se sigue enseñando -no sé si cambió la materia en los últimos años- y cuando llegás a la residencia no entendés nada y te referenciás con gente que tiene dos o tres años más que vos y pasa mucho esto de aferrarse a teorías como muy biológicas que den cierta seguridad ¿cómo desglosar en términos médicos lo que se trae a la consulta? es como recortar el problema, ponerse las anteojeras de los caballos y no ver más que eso, y decir “sobre esto yo puedo trabajar, esto lo voy a modificar” y esto es un recorte terrible que cuesta mucho soportar el no recortarlo y bancárselo, y saber que uno tiene una injerencia tan mínima por ahí.

Topía: ¿El recorte cual sería?

VV: Ver un desbalance de neurotransmisores… Ver tristeza, pensar que es una depresión y medicarla. Son dos caminos que se abren. Se generan peleas ridículas con el psicoanálisis y los psicólogos, se generan resistencias en las que están médicos por un lado y psicólogos por el otro. Otra alternativa es tratar de completar las herramientas entre ambos, pero es muy difícil de sostener. Y eso creo que es lo que inhabitualmente intentamos hacer y así podemos sostener estos pacientes que en otro lado, con estas posturas rígidas, psicoanalíticas o médicas abandonan el tratamiento. Pero para mí los médicos tenemos esos dos caminos abiertos. Tal vez posturas más rígidas sean más fáciles y hay dispositivos que te facilitan peligrosamente eso. Estamos en un hospital general y cuando hacemos interconsulta a los residentes de psiquiatría nos llaman a ocupar un rol biomédico, y supone ese accionar… Cuando nos presentábamos yo a la gente le decía soy tal, médica, y Canela me decía “Pero decile que sos psiquiatra porque la gente no entiende nada." Y yo decía “no soy psiquiatra, en realidad”. Pero estamos llamados a responder ante eso y para mí, por momentos, uno está tan metido en el mundo de la salud mental que perdemos un poco de vista que estamos en el campo de la salud, que somos una parte muy pequeña y que perdemos la óptica de cuánto ocupamos del campo de la salud. Por momentos pienso que creemos que ocupamos mucho y por momentos se nos hace muy patente que estamos como aplastados por las lógicas de otras disciplinas…

Topía: Y ahí en la interconsulta ¿qué pueden hacer y donde se frenan?

VV: Somos muy llamados por el tema del orden y el control. Pacientes agitados, por ejemplo.

Topía: Esa es la función clásica de la psiquiatría, el orden y el control, ¡no entendiste nada! (risas)

VV: Con el paciente angustiado cuando hacíamos interconsulta pensábamos “¿le vamos a poner hipertimia displacentera? El paciente está internado, ¿Qué otra timia puede tener?” Me acuerdo cuando empecé a ir al hospital en la facultad yo decía “¡Pero está todo el mundo enfermo acá!” Y sí... Somos llamados mucho a eso, a lo que rompe con la calma de la sala. Lo bueno es que pudimos trabajar mucho el tema del paciente con excitación psicomotriz. En más de una ocasión vamos y es un paciente angustiado porque tenía un procedimiento… Pero a todo somos llamados suponiendo que vamos a responder de una misma manera.

Topía: ¿Cuál sería esa manera?

VV: Y, con un paciente con excitación indicar una dosis baja de antipsicóticos; paciente confusional también, pensar que siempre se va a indicar eso… Una prescripción farmacológica es lo que se espera.

CS: A veces hay que negociar bastante con eso. Y se plantea mucho que la culpa es del paciente. En interconsulta vamos a hablar con el médico primero, después con el paciente y después volvemos a hablar con el médico y ahí se hace o no una indicación. En caso de que no se haga, por ejemplo, un paciente que estaba excitado, hay que negociarlo bastante, hay que contarle algo de la historia, de por qué ubicaste esa situación… hay que convencer al médico que no va a hacer lío. Y si se quedan contentos en un punto con la intervención, por ahí es porque funcionó por la vía de la palabra de que se queda tranquilo. Si no se queda tranquilo hay un punto en el que va a haber que intervenir de una manera más invasiva… al otro día quizás. Hay muchas dificultades con la espera y con ese tipo de cosas. Igual creo que se puede hacer un buen trabajo en ese sentido, en interconsulta y con los médicos, porque los residentes que están ahí también se están formando y por ahí están muy desbordados y llaman todo el tiempo por eso, y de a poco los discursos se van mezclando y van escuchando lo que les decís, y nosotros también los problemas que tienen ellos, la realidad que tienen en las salas, su necesidad de sacar una cama cuando hay un paciente psiquiátrico que no tiene derivación, se va negociando un poco.

VV: De igual a igual entre residentes, pero con distintas libertades, porque nosotros tenemos cierta soltura en cómo nos manejamos y en otras especialidades no, está esa cuestión jerárquica de que sos la mano efectora de una orden que viene de arriba. A nosotros no nos pasa tanto, las coordinadoras de interconsulta nos dan libertad de acción, supervisando, pero con lugar a la iniciativa del residente. Están las dos posibilidades, por un lado es genial porque te formás más como querés, pero te sentís muy inseguro también, y por otro lado veo otros lugares donde te bajan un concepto de cómo es la psiquiatría y no podés pensarla o ejercerla de otro modo. El trabajo que tenemos nosotros es encontrar en dónde nos acomodamos, con qué tipo de práctica profesional nos sentimos más cómodos. Tenemos esa libertad y por ahí los interlocutores que tenemos, en interconsulta, no la tienen. Es algo positivo.

Topía: Hablaban de la técnica y lo expulsivo. Me quedé con lo que decían, que hay un montón de pacientes, y que tienen que cumplir. Luego dijeron dos cosas, que los pacientes tienen que tener una demanda y se tienen que hacer una pregunta. ¿Qué quiere decir que se haga una pregunta y que demanden?

BS: No sabemos muy bien, pero sabemos que es la puerta de entrada a un tratamiento. Lo digo medio cínicamente porque así lo vivimos.

VV: Es como el riesgo cierto e inminente, como el “me quiero matar” para que te internen, en este caso para acceder a un tratamiento ambulatorio.

YE: Son significaciones que circulan, localizar la famosa pregunta. Nosotras no lo podemos entender, por eso mencionábamos la puesta en marcha de la admisión como proceso, donde podemos ir pensando cuál es el trabajo que se puede hacer y si hay un trabajo para hacer, bajo qué coordenadas. Pero no sabría contestar eso, podría imaginarme algunas ideas asociadas a esa representación.

Topía: ¿Pero, concretamente?

YE: Concretamente relacionada con ideas tales como “no nos está pidiendo nada”, o “no nos está mostrando algo”, “nos quiere angustiar, es un perverso”. Yo las llamo pseudoteorías, adaptaciones extrañas donde parece que tiene que haber efectivamente una pregunta formulada, una pregunta desde el sentido común, para poder pensar algún trabajo analítico, esto es lo que puedo decirte. La verdad es que no deja de ser enigmático para mí cuando escucho estas frases. El paciente viene a contarnos algo que le produce malestar.

Topía: Están en un hospital y seguramente deben tener derivaciones de otros médicos, de otros servicios, ¿cómo hacen con eso?

BS: Yo lo he resuelto con el tiempo. Tiempo y no necesariamente apostando a encontrar, sino tiempo para hablar.

Topía: Cuando lo deriva a un médico ¿va al equipo de admisión siempre?

YE: Sí.

BS: Viene cuatro meses después de que fue mandado, pero…

Topía: ¿Cómo cuatro meses después?

BS: Es la lista de espera que tenemos.

Topía: ¿Y si es un caso de urgencia?

CS: Ahí va a la guardia. Y se puede a veces hacer la admisión.

Topía: ¿Hay una guardia de salud mental?

BS: Sí, no todos los días.

Topía: Y ahí la guardia lo atiende y supongamos que tiene que hacer un tratamiento, ¿se abre un espacio o lo tienen que derivar?

VV: Con un papelito de la guardia le dan un turno antes, un sobreturno. Yo mucho esto de formular la demanda no lo sabría, pero pienso que hay una cuestión lógica y de sentido común que te dice que si después de cuatro meses viene, y vos lo citás de vuelta y viene, algo lo está trayendo. Y seguro viene de muy lejos…

Topía: Esperó cuatro meses, se tomó un colectivo que tardó dos horas, espera en la sala… evidentemente algo está trayendo.

BS: ¡Si no tiene una pregunta tiene una afirmación impresionante!…

Topía: Es como que en cierto sentido se ha perdido la sensatez… Habría que escucharlo a ver qué es lo que dice, ese es nuestro trabajo.

YE: Es cierto que a veces es más difícil localizar...

Topía: Está bien, pero ese es un problema nuestro, no del paciente, es difícil.

CS: Y sí, por ahí se le puede devolver al paciente “¿Pero quiere hacer una psicoterapia realmente?” Te cuenta un montón de cosas y no problematiza, no se encuentra angustiado por nada de lo que le ocurre… Entonces ¿quiere hacer una terapia? Y por ahí no sabe lo que es, nunca hizo ya que viene porque lo mandó el médico… Entonces, listo, si no hay riesgo… puede terminar allí la admisión.

BS: Son como las respuestas que hemos encontrado con los años, respuestas de manual, las respuestas cliché dentro del campo del psicoanálisis.

Topía: ¿Qué hacer con el paciente que no tiene capacidad de simbolización?

BS: Pero ese sería al menos otro problema. Porque por lo menos ahí ya tenemos la hipótesis de que tiene problemas de simbolización.

Topía: Generalmente ese tipo de pacientes que mandan los médicos tienen ese tipo de problemas, somatizan y no pueden simbolizar.

CS: Paciente cardíaco, típico; o todo el campo de los retrasos mentales leves, moderados… tampoco sabemos bien que hacer.

BS: Por eso, para mí es otro problema, pero que no necesariamente cubre todo este campo, ahí ya entran las adicciones, el cardíaco…

CS: En interconsulta eso también se reproduce, si darle un tiempo y tratar de ir y ver si la persona empieza a hablar y en la medida que habla seguir yendo a acompañar, o si esperar a que te diga que sí, que quiere que vuelvas, que lo acompañes… y en interconsulta se complica más porque lo pide directamente el médico, responder desde ahí, acompañar un poco desde ahí, de lo que hace el médico, o no se sabe bien que hacer ya que estamos yendo porque nos llamó el médico directamente, entonces es menos demanda.

BS: Sí, inclusive el charlar un poco con el médico antes de ver al paciente no nace exclusivamente de ahí, sino de la conjetura de que muchas veces el paciente ni siquiera sabe que estamos siendo llamados, con lo cual uno podría entrar y decirle: “hola, soy la psicóloga”, y el paciente está internado con una hepatitis y no sabe que de repente voy a aparecerme ahí a ponerle una entrevista…

YE: Después hay otra cuestión con los pacientes con “poca capacidad de simbolización”. Yo no tengo muy saldada la pregunta, tengo algunas intuiciones. Los pacientes que no se ajustan tanto al dispositivo que conocemos de la universidad: casos de consumo problemático de sustancias, casos del área de las necesidades especiales… rápidamente nos ponen frente a una pregunta que empieza a gestarse en el ambiente de trabajo “¿no debería ir con un especialista?” Parece que uno tuviera que tomar una posición que también es dicotómica.

BS: ¿Es para nosotros o es para alguien más?

YE: Claro, pensamos ¿en psicoanálisis no importa quién habla y con qué características, importa lo que se dice ahí o me voy a buscar un especialista porque hay alguien que tiene que saber de antemano qué hacer? El problema no es la pregunta de por sí, sino la dicotomía en que nos deja plantados. Y a veces se nos ha complicado poder salir del binarismo y conciliar esas dos posiciones. Ni todo es no saber, porque si una persona no habla… bueno, tendrá que dibujar o usaremos otros recursos que, reconozco, no son los que yo traigo más a mano, ni tampoco salir corriendo porque en algún momento la psicosis no tenía lugar en el psicoanálisis y ahora ya lo tenemos resuelto, ya nadie se pregunta acerca de la especificidad de la esquizofrenia en el psicoanálisis, se avanzó. No tengo respuesta frente a la pregunta planteada así por sí o por no, pero insiste bastante la cuestión de la especificidad… sobre todo en problemáticas más actuales, como la violencia.

Topía: Anorexia, bulimia…

BS: Lo que pasa es que eso lo tenemos resuelto porque tenemos un equipo.

Topía: ¿Suicidio?

YE: También. Precisamente este año se suicidó una paciente que yo atendía. Hay muchos pacientes con pasajes al acto, aparece bastante, nos encontramos muchísimo con esto.

Topía: Por lo que dicen ustedes no están preparadas para las patologías actuales, me están hablando de un psicoanálisis de la época victoriana, trabajar con la neurosis… es fantástico… Porque suicidio, depresión, anorexia, bulimia, adicciones, pasajes al acto, son las patologías actuales que no solamente están en el hospital también en el consultorio. Hoy las patologías que aparecen en nuestra cultura son éstas, entonces la pregunta sería cómo pensamos un dispositivo para este tipo de problemáticas, aparece el tema del trabajo interdisciplinario. Lo cual no implica juntarse varios profesionales, implica que estos tienen que tener un esquema conceptual interdisciplinario…

BS: Igual ahí ya le estás dando como cierto estatuto a la especificidad. Yo no sé si no tenemos cancha en patologías actuales o…

Topía: Lo digo en el sentido de las demandas predominantes hoy.

BS: En ese sentido hay una serie de problemáticas que mal que mal hablan de una especificidad y las incorporamos; cuidados paliativos, enfermedades terminales… son campos que abren la pregunta de qué coordenadas específicas tengo que considerar. Y quizás estás trabajando bien, porque el psicoanálisis es una invitación y está todo por construirse.

Topía: Pero no tenés un parámetro del trabajo que estás realizando, no hay una medida.

BS: Exactamente...

CS: En la facultad no existe, la formación sigue siendo del psicoanálisis y psicopatología con Lacan, y ahí también nos preguntamos un montón si podemos hacer esto… porque no estamos formados en alguna medida para esto. Pero a la vez no queremos dejar de hacerlo.

Topía: La facultad es una cosa, pero ustedes están en un hospital haciendo una residencia. Ustedes hablan como si fuera una continuidad, lo están tomando como si fuera una línea como si siguieran formándose en la facultad, cuando están en un hospital atendiendo.

BS: Vamos tratando de cambiarlo…

Topía: ¿Tienen supervisiones?

BS: Sí.

Topía: ¿Y cómo trabajan toda esta problemática?

BS: Por eso digo que de alguna manera fuimos aprendiendo porque hemos básicamente trabajado con consumos problemáticos, con trastornos de alimentación, con cuidados paliativos, con retrasos… En cuidados paliativos, por ejemplo, a mí me sirvió bastante problematizar en este sentido de evitar optar a favor o en contra de la especificidad. Sin embargo, simplemente leyendo un artículo de un psicoanalista que dice que el psicoanálisis no ayuda a un buen morir, sino que siempre toma partido por la vida, hizo de coordenada para permitirme acercarme a ver a un paciente que inminentemente se iba a morir. Son pequeñas coordenadas que a uno le permiten brujular la práctica. Esas pequeñas coordenadas no van de suyo y no las tenemos tan a mano.

CS: Y también a nivel de formación, para mí la residencia tiene, muchas veces, una línea de continuación con la facultad…

Topía: ¿Los médicos también?

VV: También supervisamos, tenemos cursos centralizados en los que muchas veces vuelven a aparecer esas dos campanas de posibles posicionamientos del psiquiatra.

CS: Los cursos centralizados que tenemos todos que se bajan desde la dirección de capacitación toman otra postura, no transmiten eso. La idea de esos cursos es homogenizar un poco la formación que es tan distinta en los residentes, hay algunos temas básicos que se recorren y es muy variado. También en eso pierde un poco lo formativo en el sentido de que en cada clase puede haber posturas muy opuestas, entonces no hay una continuidad que uno se pueda enriquecer mucho con lecturas y longitudinalmente. Sirven, pero igual para mí tienen eso de carácter de la residencia que es conocer muchas cosas distintas y que después esté en cada uno, y eso es lo fantástico que uno siendo residente tiene las puertas abiertas a cualquier lado. Pero eso a la hora de la práctica, por ahí no nos ayuda tanto.

Topía: Pero ahí es donde ustedes se tienen que parar, ¿no? Porque la facultad no formó nunca para realizar una práctica. Hace 40 años, en el año 74 yo salí en pelotas como salieron ustedes...

YE: O nos formó demasiado. Quiero decir, se encarga de decirte, este es el molde que hay que conservar. A mí la residencia me sirvió para deslegitimar un poco eso, yo leo el ateneo de primer año y claramente recorrí los libros que tenía más a mano facilitados por la facultad, yendo también a lo seguro. Ya para segundo, eran escrituras más propias y ya me permití pensar, por ejemplo, el psicoanálisis junto a la APS. El pensamiento de salud pública no nos fue facilitado más que en una única materia, y -como decía previamente- entramos a un hospital pensando que “acá vamos a adquirir la experiencia necesaria para después atender en un consultorio privado”. También muchas veces las residencias toman el derrotero de seguir esta cosa lineal.

Topía: ¿Cuáles serían estos textos o los autores para las coordenadas, como decía Bárbara?

CS: Estoy muy confundida ahora…

Topía: Si estás confundida quiere decir que estás haciendo un buen proceso (risas)

CS: Sí, yo no agarro un seminario de Lacan ahora ni loca…

Topía: Estás haciendo un buen proceso. Puede ser que vuelvas dentro de unos años, pero es un buen proceso.

CS: Estoy tratando de leer Deleuze.

YE: Por ahí… No sé si un texto, pero por ejemplo, hoy que se habló mucho de dispositivo. Yo no sabía lo que era un dispositivo hasta que llegué al hospital. Mil veces encuadre y todo esto, pero nunca dispositivo. Así que Foucault, Deleuze me ayudan a pensar a la par de Freud y Lacan, aunque son otras las preguntas que alcanzan.

Topía: Lo que yo veo muy marcado es esta disociación entre la salud pública y el consultorio, como si el consultorio no formara parte de la salud pública.

BS: Ese puede ser nuestro sesgo, no porque le hayamos creído a esa disociación, sino porque nos enoja y batallamos bastante...

Topía: No, no, es común esto. Yo creo que aquel que tiene experiencia en salud pública va a escuchar de manera diferente en el consultorio, que aquél otro que no.

BS: Me parece que tenemos un imaginario del consultorio…

Topía: Un imaginario muy victoriano.

YE: Bueno, uno también es paciente y tuvo sus analistas, y también los hay anacrónicos y victorianos, uno también tiene la experiencia del otro lado (risas)

Topía: Está muy ligado el psicoanálisis al diván-sillón, y este es un dispositivo más dentro de todos.

VV: Pensando esto de la salud pública, la atención y la residencia, hay algo que no se toma en cuenta cuando uno ingresa y es que está ingresando a un cargo público y que está siendo un empleado del hospital, y esa dimensión para mí se pierde. Pareciera una continuidad de la facultad, de recibir pasivamente conocimiento, sin responsabilidad en ello, una cosa casi adolescente, y para mí se pierde un poco la seriedad del cargo que uno ocupa, que uno es un engranaje de la salud pública y no sé qué alcance tiene...

Topía: Sí, no podemos separar, la salud mental forma parte de la salud pública.

VV: Pero los residentes no pensamos qué somos… tenemos una pertenencia muy particular, en realidad somos empleados del gobierno de la ciudad, no de los hospitales…

CS: No somos trabajadores, somos becarios… sin embargo la función que tenemos es la de un trabajador más del hospital y eso no se toma...

Topía: ¿Y vos podés pensar una psiquiatría diferente de la psiquiatría que te quieren modelar?

VV: Sí. Me fui dando cuenta que uno va yendo a congresos y se va cruzando con las mismas caras, las mismas personas, siento que vas armándote un núcleo de lecturas, de personas, de temas por los que circulás y te interesan y eso va delimitando cierta forma de ejercer la práctica. Lo que pasa es que en muchas cosas siento que uno va haciendo una suma y promedio de cosas. Cuando preguntabas de las lecturas, yo estoy leyendo el Seminario I de Lacan porque con mi compañera médica hacemos un curso de lectura de Freud desde hace bastante tiempo. Pero a la vez estoy leyendo de psicofármacos, guías de trastorno bipolar, y siento que estoy haciendo todo el tiempo un promedio, encontrando la línea media. Pero, lo que a mí me está dejando más tranquila es que te cruzás con distinta gente y ves que hacen el mismo promedio que vos, están en el mismo punto medio, un poquito más acá, más allá.

CS: Igual hay una predisposición en algunos sí y en otros no, a trabajar interdisciplinariamente, a trabajar los problemas desde un punto de vista más amplio, a pesar de no estar formados en tal cosa, creo que esa apertura es una posición que se toma y algunos la toman y otros no. Otros se sesgan en que van a medicar independientemente de lo que diga el psicólogo o cualquier otro profesional. Y eso es una forma de hacer otra psiquiatría me parece.

VV: Sí, por eso a mí me gusta decir que soy médica residente en Salud Mental. Como uno se enuncia... es distinto decir soy psiquiatra que soy médica de Salud Mental. Pensás para mí dos objetos diferentes, uno de la Salud Mental y uno de la psiquiatría. Lo que pasa es que todavía hay mucho peso en las formaciones de psiquiatras, de alienistas en algunas cosas.

BS: Me quedé con ganas de decir antes una cosa en relación al tema orden y control. Porque un poco lo que veo es que eso se fomenta y se fogonea mucho en la facultad de psicología, y para mí no hay práctica que no materialice. Y cuando veo la psiquiatría materializada en gente como Vicki, como muchos, yo me fascino, porque la verdad que nada tiene que ver con el orden. Entonces me parece que es todo un campo que ha sido expropiado de la psiquiatría y también con Yesi hablamos mucho de eso, inclusive este año al menos desde mi lugar de jefatura el intento era decir: “Loco, nos están vendiendo que esto es propiedad de la psicología y en verdad -inclusive en nuestro país- han sido médicos los grandes transformadores del campo de la Salud Mental, entonces dejémonos de joder con ‘está el que medica y está el que escucha’, porque son ficciones que no nos sirven para nada más que para pelear.”

Topía: Pichon Riviere.

BS: Ha sido todo un campo expropiado que hay quienes quieren como reapropiarlo quizás con cierto derecho y hay quienes no… pero es como si desde que aparece la psicología se hubiera armado cierta repartija de herramientas que me parece que no suma para nada. Nosotros por supuesto que no podemos medicar, pero ellos pueden hacer todo; revaloriza también la psiquiatría pensarla históricamente en lo que ha sido. Si uno no puede reinventar las marcas de origen estamos fritos y la psiquiatría está en el mismo camino. Pero hay mucho montaje por sostener a la psiquiatría dentro del corset de la psicofarmacología, y nosotros también tenemos que ver esto.

VV: Y ejemplo de lo que nos hace preguntar particularmente a los médicos es ¿qué se hace con la transferencia?, por ejemplo. Parece que pensamos que se le transfiere solo al psicólogo por su calidad de psicólogo y esto el paciente lo sabe, adónde transferir…

Topía: Y es consciente.

BS: ¡Y es consciente y muy dirigido! Ha hecho mucha pregunta esto en la residencia, porque a veces pasa que abrimos un tratamiento conjunto con un espacio médico y un espacio del psicólogo y se enganchan con el médico vaya uno a saber por qué y ahí empieza una nueva cuestión que nos hace preguntar a los psicólogos, a los médicos, y me parece que hay que ensayar respuestas que ya estaban un poco dadas por esto mismo que decimos; Freud era médico y leyó transferencia… es todo un tema y también cierto avance como más biologicista hace que esa potencia se vaya vaciando…

CS: Y también cada vez más, no se tocan las competencias, cada uno con su función, cada uno jugando un rol bien claro…

YE: Sí, y aparecen discusiones graciosas del tipo “pero vos sabes que las neuronas existen”. Sí, obviamente, yo no niego que tenemos un cuerpo, que estoy hablando porque tengo un aparato fonatorio, y hoy está bastante la discusión en el terreno médico y eso nos compete bastante también, al menos a los que intentamos trabajar interdisciplinariamente como psicólogos.

VV: No hay ninguna respuesta muy firme en nada de eso, la verdad que quien se pare en ese lugar, únicamente ahí…

Topía: ¿En qué sentido no hay una respuesta firme?

VV: No hay mucha evidencia científica “dura”, como en otras ramas de la medicina. Hay ciertas coordenadas más biológicas en ciertos padecimientos, pero alguien que quiera discutir desde la ciencia “dura”, es difícil hoy por hoy, entonces ¿de qué estamos hablando, con qué estamos argumentando? A nosotros nos pasa ahora que estamos reflotando oposiciones teóricas como estas y está bueno porque para trabajar juntos es necesario tener claras algunas cosas propias de pertenencias e incumbencias disciplinarias. Pero aún con esas certidumbres, hay que poder flexibilizar un poquito.

BS: ¡Somos re charlatanas!

Topía: Estuvieron bárbaras.

Topía: A mí me quedó, porque lo dijiste rápido, lo de orden y control, que nosotros los psicólogos también lo tenemos. ¿Cómo es eso?

BS: No recuerdo lo que dije. Quiero decir que fogoneamos mucho la idea del médico enemigo, solidario al control y qué sé yo, y la verdad es que eso cae tan rápidamente cuando te encontrás con toda una serie de médicos por los que yo me saco el sombrero. Son discursos que no se sostienen por sí mismos, por eso digo: atendamos las materializaciones, pues es muy vago hablar de la psiquiatría y la psicología en el cosmos...

CS: Estoy de acuerdo con que la psicología cuando promueve mucho esto del individuo y del problema individual, determinada forma, tiende a ir bastante de la mano del poder y el control y de cierta psiquiatría que medica algo y un cierto psicoanálisis que va al sujeto individual y a que se siente ahí a hablar como si eso fuera a resolver algo y de poner todo el acento en la persona que consulta y no visibilizar nada de lo social y dar por hecho todo ese entramado de orden y poder como necesario.

Topía: Cuando hablan de lo social estaba pensando en la paciente que se refirieron anteriormente. No tenía ni familia, ni amigos, ni alguien con quien conviviera. ¿En este caso no citan a nadie, solamente trabajan con la paciente?

BS: Si recibimos una paciente compensada, sin nadie alrededor, sin familia, sin sostén, sin plata para comer, pero declaradamente compensada ¿de qué estamos hablando, qué compensación?

CS: Suele pasar que se cite a la familia con la función de meramente saber dónde va a ir el paciente, cómo se va a resolver la externación, la cuestión habitacional.

Topía: No hay trabajo en familia.

CS: En nuestra residencia no hacemos tratamientos familiares, pero sí hemos hecho alguno que otro. Se partía del no y luego lo justificamos… hoy no es así.

BS: Yo insisto porque ya me veo dialogando con algunos psicoanalistas que van a decir que de ninguna manera acuerdan con la idea de que sujeto sea igual a individuo, y no me importa porque eso igual opera y uno lo ve todo el tiempo, sujeto igual a individuo. Opera. ¡Y me peleo con cualquiera!

YE: Hay, también, como una construcción de un enemigo un poco imaginario y a veces se hace carne en algunas figuras que luchan entre psicoanálisis o medicina, o psicoanálisis y psiquiatría o salud mental, o psicofármacos, hay textos en los que ya aparecen demonizados antes de preguntarse qué función puede cumplir, así como uno se pregunta qué función se cumple para ocupar un lugar, un padre por ejemplo… Me parece que en ese sentido que nos formemos interdisciplinariamente para mí también fue disruptivo con lo que traía de la facultad.

VV: Ese tipo de práctica psiquiátrica no se construye en soledad, se construye de a dos mínimo, con otra gente; lo que uno pueda formarse, el ideal o la forma de psiquiatra que me puedo imaginar es rodeado, en trabajo con otros. Esa es la psiquiatría que a mí me gustaría hacer. Concebir el trabajo solitario del consultorio me angustia muchísimo. Esas construcciones no son solas.

Topía: Me parece que lo que acá se ha perdido es una historia porque lo que ustedes están hablando es tan viejo… Siempre hay que empezar de nuevo, es la historia de los planes piloto. El trabajo interdisciplinario, la psiquiatría…siempre hay que empezar de nuevo.

BS: Por eso queremos que reediten el libro. Hoy lo que me preocupa es el rechazo a la historia. Cuando uno ve que se despolitizan y se deshistorizan las prácticas a mí me preocupa.

Topía: Y porque si se rechaza, se repite, porque si uno lo acepta es para superarlo justamente. Entonces si se rechaza, se repite como si fuera algo nuevo. Vamos repitiendo cosas.

YE: A veces en el mejor de los casos se repite…

Topía: Esto de psicoanálisis versus salud mental, psicoanálisis versus psiquiatría, psicoanálisis versus medicación… Si tengo que medicar a un paciente voy a medicar al paciente, luego lo voy a trabajar desde otro lugar, voy a trabajar en todo caso qué lugar ocupa en su subjetividad el medicamento. Sin embargo, se arman compartimentos estancos en los cuales aparecen totalidades. Es cierto lo que vos decís. Para explicar algo que tiene que ver con la subjetividad no es solo dos y dos son cuatro, hay muchas variables que dan cuentan de la complejidad de su entramado.

Topía: Está bueno lo que dijeron sobre el rechazo por la historia, y mencionaron a Pichon Rivière. Pichon Rivière daba psicofármacos, decía, “por fin puedo atender pacientes que no podía atender sin la medicación.” De allí la importancia de la interdisciplina… ni siquiera es que se repite eso, ni siquiera eso, sino como decían, se trabaja con anteojeras. Rechazar lo que se hizo, es ir con anteojeras… Esto que decían al principio, que en una sola entrevista se construya algo, en vez de darse un tiempo para poder pensar, evaluar, es muy sencillo…

YE: Encontrar el diagnóstico en una sola entrevista por ejemplo. Son preguntas que a nosotros nos dejan en un lugar como qué diagnóstico pensar... Ya automáticamente uno, como profesional en formación, nos da una idea de que, algunos aprendemos y otros no y que una buena práctica sería que estemos encontrando un diagnóstico lo antes posible, a veces olvidando, inclusive, el agregado de presuntivo.

CS: Sí, tampoco es propio de la Salud Mental. No hablamos solamente como psicólogas, sino como mujeres, como clase media...

Topía: Pero creo que están haciendo un buen proceso donde la práctica de ustedes las ha llevado a moverse en un montón de cuestiones, es interesante. Que estén confundidas es bárbaro, ya se van a reencontrar. Uno sale con un esquema, después lo tiene que romper para armar algo más operativo. Y hacer cuerpo lo que uno aprendió.

BS: Yo creo que primero es hacer cuerpo y después…

Topía: Pero en cuanto a la práctica, uno en la facultad hace cuerpo estudiando, ahora después eso lo tiene que incorporar, hacer cuerpo en la experiencia.

BS: No sé cuán representativas de las voces hospitalarias son las nuestras; quizás otros ubican los problemas prioritarios en que no tenemos referentes destacados, que tenemos poca formación, que no hay los suficientes cursos de psicofármacos o de psicoanálisis, la cuestión técnica, el rendimiento, el saber...

Topía: ¿Qué son referentes destacados?

VV: Es contradictorio. Porque tenemos referentes destacados, gente que ha publicado libros de los que hemos estudiado, tenemos supervisiones, pero las supervisiones no se mantienen. Yo estoy muy enojada con eso. Porque es pedir referentes, dónde ir a supervisar, pero cuando lo tenés ese recurso no lo usás. No sé si les pasa a los psicólogos también, pero los médicos también tenemos el pequeño problema de que para muchos este es su primer trabajo. Yo trabajé antes y otros también, pero para la gran mayoría es el primer trabajo y es muy pesado. Es un cargo público y como hay todo un proceso que hacer, normal, esperable, a los médicos nos pasa muchísimo eso. Y en Salud Mental estamos junto con los psicólogos…

Topía: ¿Esto que decían de cantidad de papers, de efectividad, es de los psicólogos o de todos?

YE: De todos, de los psicólogos de los psiquiatras; no por ahí papers, pero sí tener la respuesta a determinado problema. Las respuestas estándar, “qué hacer frente a”

Topía: ¿Algo más que les haya quedado?

BS: No, solo que esperamos poder contrapuntear un poco lo que hablamos con nuevas voces, como siempre.

 

Entrevista realizada en diciembre de 2014 por Enrique Carpintero, Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 


La Salud Pública en Debate. La palabra de quienes trabajan

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Hospital Tornú

Continuamos esta sección de encuentros con quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite a los lectores palpar qué es lo que efectivamente está sucediendo en el quehacer cotidiano en Salud Mental. Cómo se trabaja en algunos lugares, cuáles son las problemáticas concretas. Y en este caso particular poder vislumbrar la potencia del trabajo interdisciplinario, cuestionado por sectores de poder médico psiquiátrico en la actualidad, tal como se puede leer en la Nota de Editores de este mismo número.
Participaron Hernán Moure (Psiquiatra), María Inés Casal (Trabajadora Social), Agustina Rafele (Lic. en Psicología y residente) 
y Antonella Pozzi (Lic. en Psicología y residente).

 

Topía: Cuenten algo del hospital, cómo es, dónde y cómo trabajan.

Hernán Moure: Nuestro hospital es un Hospital General de Agudos que está en una intersección de zonas, entre Villa Urquiza y Villa Ortúzar. Nosotros trabajamos en el sector de la guardia en el equipo interdisciplinario de Salud Mental, y las compañeras son de la Residencia de Salud Mental. Específicamente hay un Servicio de Salud Mental que atiende en Consultorios Externos que está compuesto por psicólogos, psiquiatras, psicopedagogas y terapistas ocupacionales. Hay un Hospital de Día donde también trabajan psicólogos, terapistas ocupacionales y psiquiatras. Y funciona una Residencia compuesta por profesionales psicólogos y médicos en formación para la especialidad de psiquiatría. Funcionan también las Residencias de Trabajo social y de Terapia Ocupacional. Y en la guardia general, desde el año 2008 funcionan equipos interdisciplinarios de salud mental compuestos por un psicólogo, un trabajador social y un médico.

 

María Inés Casal: Yo agregaría tres características más. Una que el hospital Tornú por ser un Hospital General de Agudos tiene la característica de no tener Sala de Maternidad, o sea, en el hospital no nacen bebés. Hay servicio de Ginecología y no hay Internación Pediátrica. Con lo cual no hay problemas de salud mental asociados a esas dos poblaciones. En algunos casos hemos atendido situaciones de salud mental en niños, con la complejidad que podemos y hay servicio de pediatría ambulatoria y hay psicólogos y psicopedagogos para niños, pero con ese recorte. La demanda mayor de un Hospital General de Agudos es Pediatría y Maternidad y es lo que no hay en el Tornú. Así que eso ya tiene un recorte. El Tornú era un hospital de enfermedades infecciosas pulmonares, tuberculosis. Eso ya se superó, pero sigue teniendo esa referencia, así que tal vez falta un poco más de trabajo comunitario o acercamiento a la población. Aunque es un Hospital de Agudos desde los 80, antes estaba muy enrejado por la tuberculosis y la gente no caminaba por la vereda. Es un hospital que tiene un solo Centro de Salud.

 

Topía:¿Pero el hospital sale a la comunidad?

MI: Poquito. Sale, pero poquito, Por ejemplo, en el área de cobertura del Tornú hay dos asentamientos muy importantes. Uno es en Chacarita que se llama Fraga o El Playón, en la estación de Chacarita y hay otro que está a las espaldas del Alvear que es todo el ferrocarril con la estación Paternal. Que en realidad es justo el límite con el Álvarez, entonces es toda una población en disputa. Hay actividades, campañas de vacunación, es un hospital reconocido por la comunidad, pero todavía creo que faltaría un poquito más de trabajo comunitario. Y como perfil poblacional es una población bastante envejecida. Ahora con el tema del subte cambió un poco el perfil demográfico, pero era una población más bien envejecida.

HM: La característica del barrio es que hay mucha población longeva y que tienen al hospital como una referencia histórica, sobre todo a partir de cuándo se abre al público en general, no solo desde el punto de vista de las enfermedades infecto contagiosas. A veces bromeamos con que tiene características de un hospital vecinal como los que hay en Wilde, en Lanús, porque la gente lo quiere al hospital. Se atiende y, una de las características, es que en los consultorios y en las guardias se les dedica un tiempo interesante. Eso es algo que la gente siempre reconoce.

MI: Es un hospital en el que tal vez hay que hacer cola, pero a uno lo atienden más rápido, en comparación con otros hospitales más grandes.

Antonella Possi: Aparte toma una zona, el nordeste de la capital, densamente baja. Ahora está cambiando mucho la zona, llegó el subte, pero es una zona de casas, edificios bajos, no hay tanta concentración poblacional. Trae mucha gente el tren Urquiza y el San Martin y el hospital tiene una historia de hospital monovalente de enfermedades infecto contagiosas y tiene una espacialidad muy particular en comparación con otros, es un hospital amplio. La amplitud me parece interesante. Todo queda lejos dentro del Hospital.

 

Topía:¿Vos donde trabajas específicamente?

AP: En la residencia de salud mental como lugar, que funciona de modo muy particular, a mi criterio tiene un funcionamiento como “enquistado” dentro del hospital. Tiene una pertenencia que no es del todo pertenencia; trabajamos dependiendo de lo que es el Servicio de Salud Mental, de lo que es planta del hospital, pero a la vez la residencia tiene una modalidad que depende de la Dirección de Capacitación. Es autogestiva y es como un núcleo “enquistado” dentro del servicio. Y espacialmente también, volviendo a eso, estamos a una cuadra del servicio, como en un anexo que se construyó después y la lejanía refleja como funcionamos. Trabajo en la residencia y en el fondo del hospital.

 

Topía: Cuando hablas de enquistamiento, ¿qué implica en concreto?

AP: Que administrativamente, para tomar decisiones nos bajan los lineamientos de la Dirección de Capacitación a través de la residencia, entonces, si bien pertenecemos a planta tenemos capacitación común con otros hospitales, tenemos actividades centralizadas con otros residentes de otros hospitales. Somos de planta, pero a la vez no. Funcionamos con la planta y funcionamos como residencia entre nosotros.

Agustina Rafaele: Lo que caracteriza a la residencia es que vamos rotando por todos los dispositivos que tiene el hospital y los dispositivos con los que no cuenta, por ejemplo, ahora no hay sala de internación de salud mental en el Tornú, rotamos por fuera. Esto quiere decir que rotamos por guardia con Hernán y Maria Inés en el día que ellos están. Trabajamos en consultorios externos, también somos interconsultores de ciertas salas del hospital y también rotamos por Hospital de Día, pero en realidad es una rotación que se llama “inclusión social”, que puede ser Hospital de Día u otro dispositivo donde la finalidad sea esa.

AP: A pesar de que el hospital cuenta con un hospital de día eso lo hacemos por fuera del hospital.

 

Topía:¿Qué quiere decir por fuera del hospital?

AR: Que no se contempla, por alguna razón, la posibilidad de que podamos rotar ahí. Como residencia es una residencia muy particular en relación también a la pertenencia, porque es una residencia que te “trasplanta” desde el primer día. Nosotros entramos en primero y estamos en el Tornú y tenemos guardia en el Alvear. Nosotras estamos en segundo año y ahora -salvo los martes- estamos fuera del hospital haciendo nuestras rotaciones pertenecientes a Hospital de Día por fuera... Es una residencia particular en relación al arraigo y desarraigo, porque nos va “trasplantando” todo el tiempo. Es distinto a otros Hospitales donde hay Sala de Internación, donde se está mucho tiempo en el lugar.

AP: En realidad es distinto solo con los hospitales que tienen Sala de Internación. Porque los que no tienen sala rotan igual que nosotros. Los Hospitales monovalentes, que cuentan con sala de internación, hacen la rotación de interconsulta fuera del Hospital. Creo que es una característica común a la mayor parte de las residencias. Al rotar por diferentes dispositivos terminás conociendo como funciona cada dispositivo. Pero a la vez es breve, entonces, cuando ya te estás adaptando tenés que cambiar.

 

Topía:¿Qué tipo de problemáticas llegan?

HM: Las demandas de salud mental históricamente en la guardia eran cubiertas desde la interconsulta, tanto por gente de la planta como de la residencia. Yo fui residente, conocemos la historia de la evolución de esta demanda. Cuando se empiezan a formar los equipos en el 2008, es como una crisis en el buen sentido. En la guardia aparece la pregunta para qué sirve o está un equipo de Salud Mental. Yo bromeaba con un jefe: “antes se quejaban porque no estábamos, ahora que estamos se quejan”… Porque hay otra mirada, aumenta la demanda porque la gente sabe que hay equipo de Salud Mental en la guardia y entonces empiezan a consultar “¿hay psicólogo, hay psicólogo, hay asistente social? Necesito hablar, estoy angustiado, tal problema, tal otro”. Entonces esa demanda la absorben los equipos y de alguna manera también toda la guardia. Porque nosotros nos integramos a la guardia general. Esto implica también que haya demanda tanto externa como interna, del hospital y de la misma guardia, de los mismos especialistas de la guardia. Y esto fue creciendo paulatinamente. Hay una pertenencia de los equipos y como una identidad. En este hospital hay equipos que trabajan desde la urgencia muchas veces cubriendo consultas que no pueden absorber por diversas cuestiones el servicio, también trabajamos con los distintos sectores del servicio de salud mental, tenemos conexión permanente y con la residencia también.

 

Topía:¿Cuál es la demanda que atienden?

HM: Podemos hablar de casuísticas: consultas por problemáticas de ansiedad, muchos problemas de ataque de pánico, descompensaciones en personas que puedan padecer un trastorno límite, crisis…

AR: Hay que hacer una aclaración; nosotros somos vecinos del Hospital Alvear, con lo cual ahí tenemos un flujo de pacientes que van y vienen. Tal vez un paciente de consultorio externo del Alvear fue a la guardia, está intoxicado con drogas o con alcohol y lo derivan al Tornú. En el día recibimos muchos pacientes del Alvear que van y vienen.

HM: También tenemos pacientes con intentos de suicidio y también pacientes con descompensación psicótica,… Llega un punto en que hospitales como el Alvear están tan abarrotados que por ahí ni llegan ahí los pacientes. Vienen directo al Tornú.

 

Topía: Porque saben que los atienden

MI: Hay un asidero, pero también hay población residente cerca del Tornú. Estamos cerca de Chacarita, del cementerio, dos estaciones de tren… En la semana puede haber situaciones que las personas no programen hacer una consulta, pero por ahí tienen alguna situación en la vía pública que hace que, en ambulancia en muchos casos, lleguen al hospital. Hay pacientes que deciden y vienen al Tornú, pero también hay pacientes que llegan por medio de la policía o en ambulancia. Y también los derivados del Alvear. Incluso recibimos aproximadamente la mitad de las consultas de gente que vive en el conurbano y que llega al Hospital, por decisión propia o porque estaba en la zona viajando para trabajar. Es un Hospital que no está tan lejos de la Av. General Paz y hay mucho transporte. Nosotros estamos de guardia el día viernes, que es un día particular. Y además de atender a los pacientes que consultan por sus propios medios a salud mental o llegan en ambulancia o con la policía también durante la guardia, después del mediodía en general, recibimos interconsultas de la sala, de algún episodio de descompensación o de crisis de angustia de personas que están internadas por otra razón.

HM: Yo quería destacar los pacientes que vienen intoxicados con distintos tipos de sustancias. Porque hay una evolución de lo que es la atención en la guardia de estos pacientes hacia una concepción más integral. Saber que hay un equipo que puede ocuparse de algunas problemáticas que antes no se podía ocupar porque no existían los efectores. Lo mismo con los pacientes que tienen un ataque de pánico. El paciente no es solamente tuyo o mío, sino que es de todos.

Se construyó con mucho, mucho diálogo, mucho debate, y demostrando también en lo concreto, con trabajo.

MI: También porque son pacientes que interpelan. Tal vez desde una guardia, este tipo de pacientes, un intoxicado, un intento de suicidio, están necesitando otro tipo de atención que a veces desde la especialidad médica clínica, traumatológica no se le podía dar respuesta. No son pacientes bienvenidos en general porque son complejos de abordar, de que cumplan una indicación. Una vez que se incorporan los equipos de Salud Mental eso se empieza a “aceitar”. De la misma manera que para un ataque de pánico nosotros sugerimos por las dudas un electrocardiograma, hay pacientes que vienen con hipertensión y en realidad están angustiados.

 

Topía:¿Cómo es el circuito de atención en la guardia?

HM: El paciente viene, se anuncia en una ventanilla. Lo atiende un personal administrativo que tiene cierto entrenamiento en Triage. De acuerdo a la demanda, al paciente lo verá un clínico o un traumatólogo o un pediatra y a veces cuando hay un pedido explícito, “quiero ver a alguien de Salud Mental”, va a Salud Mental. Muchas de estas consultas vienen de los médicos clínicos y otras desde la demanda del paciente.

MI: También llegan por ambulancia.

 

Topía: Y ahí, ¿cómo trabajan ustedes en concreto dentro de una guardia interdisciplinaria?

HM: En la guardia en que estamos nosotros tenemos una característica, estamos acostumbrados quizás desde la residencia a trabajar en conjunto. El abordaje, siempre que se puede, lo hacemos en conjunto. Respetando en la entrevista varias cuestiones; primero la situación del paciente, si es abordable, de qué manera, cómo, y respetando todos los discursos. Lleva un poco más de tiempo, pero es mucho más enriquecedor.

MI: Si es posible, de la entrevista formamos parte los tres. Psicólogo, psiquiatra y trabajador social. Y en muchos casos también hay residentes. Y si no, podemos repartirnos y evaluar a la familia del paciente. También depende del paciente: si presenta una excitación psicomotriz hay que medicarlo y después se lo evaluará. Todo depende de la situación. Si es un episodio de mucha descompensación y hay familiares asustados o angustiados, también nos repartimos. Todo depende de la situación, pero en general el abordaje es conjunto.

HM: Y con respecto al tema de las excitaciones psicomotrices o el tipo de paciente que puede infundir temor, una de las cosas que nosotros trabajamos es la circulación de la palabra. Aunque un paciente tenga su peligro por su excitación, nunca dejamos de tener contacto, ni de hablarle, ni de explicarle. La entrevista interdisciplinaria nos potencia el trabajo, nos enriquece y nos da una mayor capacidad de respuesta a la situación… Paradójicamente en una guardia es donde quizás más hay que pensar y es donde menos tiempo se tiene. Entonces tratamos de tener ese ejercicio, porque no solamente se trabaja un equipo “puertas adentro”, sino que se trabaja integrado también con un equipo más grande. Tratamos de hacer equipo con las familias, con otros actores sociales dentro de la guardia. Porque dentro de los pacientes que van apareciendo en la guardia son los que no se definen como pacientes, pero que sí demandan servicios de salud y de atención: pacientes en situación de calle, carecientes de determinadas cuestiones materiales. Está pasando en la mayoría de los hospitales. Y nosotros hacia este tipo de pacientes también tenemos una política de atención, no los podemos dejar desamparados, pero son pacientes que no están catalogados. Vamos a hablarle fuera de la puerta de la guardia, quizás trabajamos de otra manera, con cosas quizás más significativas para ellos que tienen que ver con distintos tipos de contenciones. A veces qué comer, comprarle un paquete de puchos, pero ver cómo es su situación y como ir armando lazos. Algunos de estos pacientes tienen patologías crónicas, psicóticos que van de hospital en hospital. Y después otro tipo de pacientes que han llegado a una situación X y se entrelaza con otras cosas, consumo de sustancias, marginación desde la familia… Y ahí sí tratamos de formar siempre más equipo: si tenemos que convocar a un cura o a gente que junta ropa hacemos un equipo más grande también, vamos sumando y debatiendo en la acción.

MI: Es enriquecedor como parte del equipo, pero también da cuenta de la complejidad de los problemas que atendemos.

 

Topía: Tu trabajo específicamente como Trabajadora Social ¿dónde estaría?

MI: En general tienen que ver con la articulación de instituciones. Todo ser social pertenece a varias instituciones y los pacientes que consultan a la guardia también, o no; el problema puede ser que no pertenezcan a ninguna institución. Entonces muchas veces tenemos que articular con juzgados o con policía o con colegios, si es que vino derivado, o con abogados de niños, niñas y adolescentes o con otros Hospitales, con las obras sociales, tratar de ubicar a familiares, identificar si el paciente es NN. Muchas veces tienen estado de inconsciencia y tenemos que articular con otros actores externos al hospital, que hacen a la situación de este paciente. Por ejemplo, si tuvo un TEC (traumatismo encéfalo craneano) y está desorientado y no sabemos quién es, tenemos que ubicar a algún familiar que lo acompañe en la derivación. O identificarlo porque si no tiene documento no se lo puede internar, porque no está identificado (sino de alguna manera es apropiarse de la libertad de esa persona). O tal vez notificar a algún juez si es un paciente que ya está judicializado. Ni que hablar en niños que hay todo otro procedimiento. En general es más de articulación institucional, pero en esa situación aguda también. Ni que hablar con la familia, los amigos...

 

Topía: En esta articulación institucional que en este país es una desarticulación institucional; Cuéntennos de los problemas que tienen, ¿dónde y cómo aparece esta desarticulación institucional?

AP: Antes de esto quería agregar algo en relación a quien lo ve primero. Por lo general se dirime en el motivo de consulta, si el paciente viene por un dolor en el pecho, primero se le hace un electrocardiograma, lo ve un clínico, y María Inés decía algo muy interesante que es el clínico pidiendo salud mental. Y eso diferencia la guardia de salud mental del hospital Tornú -un Hospital General- con uno monovalente como el Alvear, donde es toda gente de salud mental. Hay un trabajo muy fuerte sobre el imaginario social de los médicos en relación a situaciones clínicas, para poder mirar más allá y pensar en algún otro tipo de problemática del paciente ligada a algún tipo de padecimiento, angustia o lo que sea, y también en relación a lo que decía Hernán con los pacientes descompensados y al riesgo. El miedo en la guardia general a los pacientes psiquiátricos. Por ejemplo, un paciente descompensado violento, uno lo trata de abordar con la palabra, pero a veces la palabra no es suficiente. Primero se intenta, la idea es no perder el lazo con el paciente a través de la palabra, pero si se necesita hacer una contención mecánica, por lo general el psiquiatra solo, obviamente no puede. Y ahí hay falta de recursos. No hay personal de enfermería entrenado en Salud Mental. Hay personal de enfermería, pero ya es escaso y no está entrenado en Salud Mental. Entonces para pedir colaboración, ¿a quién se recurre? A la Policía Metropolitana que en el área donde está el Tornú está activa; a la Policía Federal. Y muchas veces nos dicen: “no podemos colaborar”, o “no nos toca”, “no nos dejan”… Entonces, muchas veces se termina dependiendo de la buena voluntad de alguien que pueda ayudar a manejar esa situación que es de riesgo para el paciente, pero también para los profesionales.

HM: Hay obstáculos, pero vamos buscando la manera de superarlos. El método es ir argumentando y sumando, como una batalla política. Porque para construir un equipo de contención física tiene que haber un consenso argumentado y trabajado. Eso se trabaja mucho, yo soy uno de los que lo trabaja y el resto del equipo también. Un consenso teórico clínico en distintos niveles, desde los médicos clínicos, los enfermeros, los policías, los de seguridad, camilleros, haciendo sentir parte del equipo a todos y explicando qué es lo que tiene el paciente y por qué hay que hacer determinada maniobra terapéutica. Y vuelvo a insistir con el tema de la palabra, porque todo acto que se hace en la guardia es terapéutico en sí y empieza y termina con la palabra. Y cuando hablamos de potenciar resultados, también potencia el resultado. Porque vamos a ver a un paciente que está en crisis, pero si hay alguien, o más de una persona que puede mientras tanto hablar, escucharlo, escuchar sus delirios, eso alivia al paciente. Y explicarle lo que se hace. Eso sí se hace y tratamos de que se cumpla, inclusive para nosotros como terapeutas también nos hace sentir en otra calidad de atención.

MI: Por ejemplo, se necesita hacer un control de laboratorio a una persona que viene intoxicada o que es agresiva y un enfermero no quiere hacerlo por temor. Pero si ese paciente fue evaluado y con antelación se le explica lo que se le va a hacer y muchas veces esa extracción de sangre se hace en presencia de alguien del equipo de Salud Mental. Entonces ya es distinto. Tratamos de buscar el momento. Ha habido muchos pacientes que necesitaban de control una placa de tórax y lo acompañamos a rayos para que se efectivice el estudio y, además, para que no se pierda en el camino o sea rechazado. Estos parecen como detalles, pero hacen a la articulación interna y externa en el hospital. Pero es mucho estar y poner el cuerpo. Así es como se logra.

Y también pensaba en otro tipo de demanda que tiene más que ver con violencia doméstica o de género, también, si hay que suturar a una mujer que fue víctima de una agresión masculina y el cirujano es varón, estamos acompañando la situación para facilitar dicha atención. La complejidad de los problemas que tienen los pacientes, nos interpela a que nuestras intervenciones sean también complejas. Desde una disciplina única es imposible abordarlo, y no es un tema de incapacidad, es un tema de complejidad.

 

Topía:¿Dónde están las fracturas en este lugar concreto?

MI: Hay pacientes que tal vez tienen un problema de salud mental que requiere de un abordaje ambulatorio, y muchas veces, aunque teóricamente no correspondería, han sido sostenidos por las guardias hasta que se efectivice la asignación del turno. Hay pacientes que por ahí vemos descompensados y que no amerita que se lo interne. Entonces los derivamos de guardia en guardia. Lo atendemos el viernes y lo hacemos volver el domingo, el miércoles, etc. Y eso puede ser a veces por un periodo largo, de hasta dos meses hasta que se efectivice el turno. Como los pacientes han conseguido una respuesta, vuelven. Aunque tal vez uno sepa que la respuesta que necesita es diferente, porque tiene que generar un vínculo, hacer un tratamiento… Pero eso antes era un interrogante y ahora forma parte de la actividad cotidiana. Hay pacientes de demanda de guardia y hay otros que se sostienen por las guardias. No es que todos los hospitales lo hagan. Nosotros vimos que algunos pacientes, o porque no conseguían turnos, o porque la patología excede a los servicios o por distintas razones se sostienen hasta que se efectivice el turno o tal vez porque como describía Hernán es un paciente en situación de calle, que no saca turno, no hace fila, que excede a los dispositivos, o los dispositivos no se adaptan a esa persona, entonces muchas veces son sostenidos por la guardia o las guardias. En el Tornú se ha acordado hacer eso.

AP: Hay una escasez también de psiquiatras de planta, eso condiciona mucho porque muchas veces las consultas de guardia requieren apoyo psiquiátrico por externos y se deriva al Alvear porque tienen una modalidad de atención espontánea. Tienen que ir muy temprano pero el paciente consigue una admisión en el día, al contrario de los Hospitales Generales, en los que hay uno o dos meses de demora.

 

Topía:¿Cuántos psiquiatras hay en externos?

AR: Tres, y uno de infantojuvenil que se agregó hace dos años.

AP: Una de las psiquiatras está cumpliendo funciones de jefatura y tiene añadidas otras tareas que hace que no tenga consultorio… tiene consultorio, pero está dedicada a las cuestiones del Servicio.

MI: Entonces eso hace que uno tenga un interrogante: ¿en la guardia uno atiende situaciones de guardia porque tal vez superaron el dispositivo o no llegaron a tiempo al tratamiento ambulatorio o porque compensa el déficit del sistema? Los médicos clínicos hacen el chiste, “cada vez tienen más pacientes”. Tenemos más pacientes porque es algo que se está haciendo visible y porque se dan respuestas, porque las personas saben que si consultan se los atiende dentro de las posibilidades.

HM: Va creciendo mucho la demanda de salud mental en la ciudad y en el conurbano. Y va creciendo también la gravedad. Va creciendo la locura. Los casos que estamos viendo no son casos que veíamos hace 20 años y están atravesados por distintos ejes, están muy “tronados”. La dificultad es que también nosotros nos vemos limitados cuando las urgencias nos tapan. Viene una ambulancia, pero después viene otra y otra. Entonces de repente tenemos un paciente con un intento de suicidio, dos pacientes con brotes psicóticos, un maníaco y no podemos dar cuenta de este tipo de consultas. Además la re-citación de pacientes de una guardia a otra. Eso hay que sopesarlo porque si no es sobrecargar a las guardias de situaciones y de pacientes que en este sistema no podemos cubrir. Ahí sí hay una fractura. No significa, a pesar de esto que no se intente hacerlo y que no se haga, pero sí hay una fractura. Faltan brazos, orejas, cuerpo. Con respecto a la articulación interdisciplinaria, hacen falta más psiquiatras en la articulación, en esto que hablamos del crecimiento de la gravedad de los casos. Pero ya tocamos un terreno de distribución y de políticas sanitarias, estos son los límites. Igual hay algo que tratamos siempre de hacer que es autoevaluarnos y ver cómo estamos trabajando como equipos, como estamos trabajando dentro de una guardia, como estamos trabajando individualmente, son los análisis éticos de cada uno.

En la guardia no se puede estar a medias. O estás o no estás. Y si no podes estar mejor no estés, porque te vas a mandar una macana. También lo que se exige al profesional de guardia es un poco distinto a lo que se exige en otros ámbitos, cada ámbito de trabajo, cada persona va rumbeando en la vida y va viendo, hay cuestiones que tienen más satisfacciones en algunos sentidos y menos en otros, son elecciones individuales. Pero sí, hay un límite que pone lo socio político.

AR: Como residentes me llama la atención estos pacientes donde se mezcla lo social, que están en situación de calle, con una estructura psicótica, un trastorno límite, consumo de sustancias. Y son pacientes que a mí me ha impactado mucho y que no hay un dispositivo que pueda abordarlos. No son para Consultorios Externos, no son para Hospital de Día, ni para internación. Y sería como forzarlos a que entren en un dispositivo que no es para ellos. Entonces me cuestiono qué tipo de recursos brindarles a estos pacientes. Justo pasó con un paciente que ingresó a la guardia por interconsulta, después pasó a la guardia del Alvear, pasó a estar internado en Salud Mental. Lo derivamos a una comunidad terapéutica y ayer me enteré que salió de la comunidad terapéutica y volvió a hacer el circuito por las guardias. Da una sensación de impotencia. Me pregunto qué respuesta le damos, porque es un paciente y está siendo atendido, pero no alcanza. Entonces no sé si crear un recurso nuevo, no sé cuál es la respuesta.

AP: Me parece que hay una fractura muy fuerte en tanto y en cuanto el Servicio de Salud Mental depende de Clínica Médica. Y la guardia depende del Departamento de Urgencias. La inserción de quienes trabajan en la guardia en tanto profesionales de salud mental, ya va por otro lado. Esto condiciona la articulación. El personal de guardia está una vez por semana y un profesional de planta está todos los días. A nivel comunicacional también puede haber cierta barrera en eso. A veces falta comunicación y exponerse de ambos lados a generar un lazo, porque muchas veces se trabaja distinto en la guardia y en la planta. Muchas veces son formas distintas de concebir las situaciones, porque hay distintos tiempos, entre otras cuestiones. Me parece interesante pensarlo a nivel institucional, de quién depende cada uno, y cómo se articula.

 

Topía: En cuanto a los recursos técnicos, clínicos, teóricos, ¿cómo lo piensan desde la formación y cuáles son los límites de la formación de ustedes?

AR: El límite está en tanto y en cuanto uno quiere encajar una teoría con una práctica que la rebasa.

AP: Si me guio por un marco teórico con mucho nivel de rigidez genera angustia porque nos vemos rebasados por las situaciones clínicas. La residencia del Tornú tiene la particularidad de tener muy diferentes orientaciones teóricas y enriquece, porque llama a debates.

AR: Me dicen que si soy del del Tornú, soy del “cogni” (por cognitivo). Hay psicólogos con orientación cognitiva, pero también sistémica, gestáltica, psicoanalítica. Nosotras dos nos estamos formando desde un psicoanálisis post freudiano, desde la escuela inglesa, los aportes de Winnicott. El psicoanálisis predominante en el medio de las residencias es el lacaniano. Muchas veces se ve asociado psicoanalista con lacaniano.

 

Topía: Ustedes hablaron de psiquiatra para ciertas situaciones, porque un psicólogo con cierta formación puede trabajar con pacientes con crisis graves, puede sostenerlo, contenerlo… ¿Por qué no se puede pensar esto como un recurso conjuntamente con un psiquiatra?

HM: Yo te puedo dar mi opinión. Me voy a permitir antes de hablar de lo actual, sobre la evolución de la residencia en Salud Mental en el Tornú. Yo empecé como residente en el 96. Era muy difícil la formación en psiquiatría, porque había un discurso psicoanalítico lacaniano predominante y era muy difícil escuchar otros discursos de lo que era la psicología o las terapias. Teníamos una compañera que trabajaba en cognitivismo. En el Servicio había una impronta más kleiniana, pero que chocaba mucho con la conducción de la residencia. Yo particularmente aprendí bastante de una de las jefas, a trabajar algunas cuestiones terapéuticas. Aprendí que la formación del psiquiatra tiene que ser integral. Se fueron incorporando distintas camadas de residentes con distintas inquietudes y saberes: cognitivismo; lo “cultural social”, trabajando desde los textos de Foucault; el trabajo con grupos; los post kleinianos. Para el psicólogo lacaniano post dictadura militar, no existe la calle, no existe el otro que es diferente. Por suerte, y por los cambios sociales, se fueron incorporando otras corrientes y la formación es interdisciplinaria, “inter-ideológica” y más ecléctica.

Trabajamos con el equipo interdisciplinario, pero tratamos de trabajar en todo terreno y en qué teoría nos va sirviendo. Y ése es el terreno en el cual podemos enriquecernos, podemos producir, podemos preguntarnos y ver lo que nos falta. Desde tomar cosas de otras experiencias, como Alfredo Moffatt, a como trabajar con personas en situación de calle, como trabajar en situaciones de personas que son víctimas de violencias, hasta violencias institucionales, consumo de sustancias. Vamos tomando distintas herramientas haciéndolas jugar en el terreno. Era un poco lo que hablábamos de estos pacientes que no encajan.

MI: Tenemos que implementar artesanal e imaginativamente todo esto. Y en esas situaciones de interpelación es donde se juega también si hay equipo o no. Porque en esa tarea de acompañar a un paciente a sacarse una radiografía no es supuestamente de incumbencia de ninguno de los tres, pero hace a que ese paciente sea atendido, entonces sí nos incumbe, porque es la palabra, el cuerpo y el dolor.

AR: Y hacer lazos.

MI: Y generar confianza.

 

Topía: Esa estrategia de intervención no está por fuera de cómo lo piensan teóricamente.

HM: Y hay algo que tiene que ver con la producción interdisciplinaria. En el terreno mismo vamos tomando una posición teórico-clínica. Y como es un terreno común vamos tomando habilidades y aprendiendo de los otros compañeros. Se va construyendo una manera de trabajar, cada equipo tendrá su manera, pero se va construyendo una experiencia compartida. Vamos buscando en ese terreno común qué puede aportar cada uno y qué puede tomar cada uno del otro y articulando también y eso es parte de la teoría, pero también de una toma de posición.

MI: A nosotros nos ha pasado una situación que nos movilizó bastante en la acción y después en la producción, actualización y reflexión. Atender a una paciente con intento de suicidio que tenía una enfermedad terminal. Por suerte en el hospital hay cuidados paliativos. Pero a partir de esa situación que nos interpeló a cada uno. Nos formamos en cuidados paliativos. Y uno creería que esa formación, tal vez, no es tan acorde a la guardia y en realidad nos brinda un montón de instrumentos. Entonces también el accionar cotidiano hace que uno siga buscando formarse con nuevas teorías distintas tal vez.

 

Topía: Un equipo interdisciplinario no implica que nos juntemos 5 o 6 personas de lugares distintos, eso no es un equipo interdisciplinario. Para que haya un equipo interdisciplinario tiene que haber como decía Pichon Rivière un ECRO, un esquema conceptual referencial operativo en común, si no es imposible trabajar en interdisciplina.

MI: Es que además estos casos, como los de situación de calle, hacen que nos demos cuenta que no alcanza con lo que sabemos, y aun sumando lo que sabemos. Uno se interpela si los conceptos con los que fue formado, la teoría y todo…

AP: Como residentes vemos un tabú que subyace a cómo pensar la intervención en salud mental. Nosotros venimos de una facultad en que aprendemos a trabajar con un aparato psíquico, no con una persona. Uno trabaja con una situación integral que después trae este problema de cómo resolver en la guardia, cómo armar dispositivos, porque realmente uno se encuentra con una persona. Hay mucha dificultad y prurito de transmitir técnicas, intervenciones concretas. La cuestión del psicoanálisis y la neutralidad y no meterse. La verdad que es un tema controversial y decisivo en el primer año. Uno absorbe y está muy atento a cómo se manejan los otros. Tenemos mucha opinión, pero miramos a los referentes. Y una persona que hace 3 años que se recibió y una que recién sale de la facultad, tienen una mínima asimetría, y uno mira mucho los modelos. Me parece que hay mucho prurito en cuanto a la transmisión de intervenciones, me parece que es un agujero importante. Desde otras teorías lo pudimos encontrar un poco más. Hay que ponerle herramientas técnicas al psicoanálisis, para que no quede en un palabrerío.

 

Topía: Se dice “el psicoanálisis”, y en verdad acá y en el mundo hay muchos psicoanálisis, no hay uno solo que permita ciertos instrumentos teóricos, inclusive desde la época de Freud, hay una pluralidad que me parece importante poder re trabajarlas desde lo que demanda el paciente y también de la época, porque no son las mismas demandas.

AP: Nosotros en la residencia tenemos una instancia formativa que en un punto reproduce -con una fuerte impronta comunitaria-, un modelo en el que en general el psicoanálisis es eso. Los invitados son los lacanianos, entonces la sugerencia al final del curso es que traigan alguien que pueda hablar de psicoanálisis desde otra orientación.

 

Topía: Por la experiencia que tienen ustedes, ¿qué dispositivos y conceptualizaciones son los necesarios para armar dispositivos para estos pacientes?

MI: El primer problema que hay, que ahora está un poquito más flexible, era esa dicotomía, o lo que ahora se entiende como pacientes duales, ¿es psiquiátrico o consume? Uno lo tiene que derivar y se pregunta donde derivar. También, ¿Consume porque tiene un padecimiento psiquiátrico o tiene un padecimiento psiquiátrico porque consumió durante mucho tiempo? Ahí ya hay un dilema sobre lo que se llama “pacientes duales”. Para derivar al Borda, Moyano o Alvear no tenía que haber consumido. O a la inversa, si iba a un centro o a una granja, no tenía que ser paciente psiquiátrico. Eso en un momento era muy rígido y ahora está un poco más flexible.

Hay pacientes que no responden a ninguna regla, a nada, y es muy difícil institucionalizarlo desde el dispositivo que sea. Por ejemplo, un paciente come vidrio. Todo el tiempo está amenazando con eso y lo hace. A la primera contrariedad, si uno le pone una regla, él come vidrio. Ya lo operaron tres veces por eso. Después se mantuvo internado por cirugía, se fue de alta de cirugía y tiene un abdomen como si fuera una embarazada de 9 meses porque no cursó su internación como correspondía y quedó con una secuela enorme. Entonces no sé si hay un dispositivo para este paciente.

Hay otro paciente que si no se lo atiende se corta adentro del Hospital, y no hay forma de contenerlo. Nos dice: “si no me das tal remedio mirá que me corto”. Y se corta y va chorreando por toda la guardia donde uno está, donde hay viejitos… Son pacientes de los que uno puede entender sus antecedentes y todo. Este paciente que come vidrio tiene antecedentes penales, mató a una persona. No hay límite. Ya no está penalizado y no lo internan en el Borda. Estuvo en un centro para adicciones y se cansó y se fue sin el alta. Vuelve al hospital y come vidrio y hay que atenderlo porque tiene una herida. Pero no cumple con ninguna regla. Hay cosas en las que uno puede ser flexible… pero hay otras que hacen a la convivencia. Soy trabajadora social, a mí el término antisocial no me gusta porque creo que la sociedad es la diversidad. Pero se hace insostenible la sociedad así, porque ni siquiera cumplen las mínimas reglas. Ante cualquier cosa te amenazan: “me corto, como vidrio, lastimo a otro”.

AP: Es que tiene que ver con muchos pacientes en situación de calle acostumbrados a vivir en la calle, que muchas veces prefieren… es por una cuestión de acostumbramiento… Primero habría que garantizar las condiciones básicas de vida de estos pacientes para poder construir salud mental.

AR: A mí lo que más me llama la atención de esto es que si bien es muy difícil institucionalizarlos o que vayan a un dispositivo que pueda abordarlos, igualmente creo que me llama mucho la atención cómo vuelven al Tornú o a otro hospital. Circulan por un montón de lugares y vuelven al Tornú en busca de ayuda, lo tienen de referencia. Veo un hilito de esperanza en esto. Me llama mucho la atención que hay algo que buscan al volver al Tornú: que lo escuchen, que le den un pan para comer, ser alojados en esta historia de vida donde lo que predominó fue el rechazo y el desalojo, si bien no hay una institución o un dispositivo que les de respuesta, de alguna manera de guardia en guardia o de servicio en servicio, mínimamente pueden ser alojados. Pero no es suficiente.

MI: Tal vez tendría que haber Centros de día, tarde y noche. Para muchos grupos poblacionales se está pensando, para trabajadoras sexuales, para travestis. Todo el tiempo se está pensando en que supuestamente son la minoría que queda fuera del sistema de salud. Y la guardia, al estar las 24 hs., muchas veces termina siendo la puerta de entrada. Hay muchos dispositivos que están armados en función de nuestro ritmo laboral. Estos pacientes no. No cumplen una regla, ni en la guardia, pero vuelven.

AP: Son pacientes que están invisibilizados, pacientes que son zombis, gente que por la calle no es visible. Me parece que la pregunta es cómo construir dignidad, parte de lo que está perdido, gente que está degradada en su condición de sujeto.

MI: Por eso digo, el tema de situación de calle abarca mucho, uno podría decir, estar en situación de calle lo psicotiza, porque no sabe dónde va a dormir, donde va a comer… No quiero generalizar, no todas las personas en situación de calle tienen el mismo recorrido.

 

Topía: ¿por qué no pensar que éste es el dispositivo?

AR: Es que cuando están por fuera se pone en riesgo, termina siendo esa la contención…

AP: La estrategia con este paciente fue, por ejemplo, reducción de daños.

 

Topía: Ahí tienen la respuesta. Lo otro es pensar algo para otro paciente.

HM: Yo creo que dentro de las distintas opiniones sobre este tipo de pacientes hay también posturas ideológicas desde deseos de encuadramiento de estos pacientes. Por ejemplo, están los paradores. La mayoría de los pacientes no quieren ir y explican sus razones. Hay cuestiones sociales y se entrecruzan cuestiones de estructura. Los modelos de paradores que tenemos en la ciudad son muy parecidos a los paradores que hay en Estados Unidos, cosa que no es buena. El alojamiento se da dentro de lo que es un pasillo, una guardia, es quizás lo que más puede apreciar. Muchas veces escucho: “y por qué le comprás puchos, y por qué le das un sándwich”. Y bueno, escuchame, eso también es terapéutico. Estamos en una época distinta: de expresión en el acto, una patología del acto y el corte también es una manera de decir algo. Es un lenguaje. Y hay una fractura político social.

Me acuerdo cuando estuve rotando como residente en el Borda y en el Moyano. Y en esa época se hacían movilizaciones porque estaba la amenaza de cierre. 3500 pacientes en el Borda y 3500 en el Moyano. Se hablaba de las casas de medio camino, todo eso que hablamos siempre. Hoy hay 1000 en cada lugar y se sigue hablando de lo mismo. Está bien, no queremos lo asilar, pero ¿qué les damos a cambio de lo asilar? Ese es el tema. Me acuerdo del plan Reagan de Salud Mental, sacó a todos los pacientes y los dejó debajo de los puentes.

 

Topía: En vez de reducción de daños, reducción de costos…

HM: El tipo de parador que tenemos son muy parecidos a los que hay en Estados Unidos. Parador tipo delivery disciplinado. Y por qué no somos flexibles nosotros para algunas cosas; si nos tenemos que sentar en el piso a hablar tenemos que hacerlo. Estamos en la cancha o no estamos. La salud mental está vinculada a lo histórico social y en salud mental nadie puede trabajar solo, porque si no va al fracaso. No podemos dar cuenta de todo, podemos ayudar, hay cosas que no vamos a lograr, hay baches que van a quedar, pero bueno, no hay dueños de saberes absolutos, hay vacíos también, el saber se va construyendo, son granitos, y van quedando vacíos. Quizás en este momento tenemos un encuentro intergeneracional, cosa que es muy grato porque es como recuperar una memoria. Ojalá hasta podamos repetir un encuentro de este tipo. Es como recuperar visiones de trabajo de los Trabajadores de Salud Mental en épocas distintas y cambiantes.

 

Topía:¿Quieren decir algo para cerrar?

AP: Me parece que en relación a la forma de trabajo siempre habrá baches. Pero comprometerse con la forma de trabajar y trabajar de manera seria y responsable, con compromiso con la tarea. En la guardia se ven cosas terribles y muchas veces sube tanto el nivel de defensa que es importante no perder de ver en el paciente un semejante, humanizarlo.

MI: Y como dicen ellas, a pesar de la vorágine y todo, no perder la capacidad de conmoverse frente al dolor. Y cuando hay mucho trabajo, el sueño, el cansancio, el hastío, los años, hacen que la defensa muchas veces sea restringirse o no involucrarse, es un difícil equilibrio.

AP: La empatía, ponerse en el lugar del otro, no la simpatía.

AR: Y pensar que cada uno que viene está pidiendo ayuda, poder captar y escuchar este pedido.

 

 

Entrevista realizada en abril de 2015 por Enrique Carpintero, Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 

Hospital Tornú

El 8 de octubre de 1904 se inaugura el Sanatorio Dr. Enrique Tornú, primero en la ciudad destinado únicamente para la internación de pacientes con tuberculosis. Su primer director fue el Dr. Emilio Coni. En ese entonces, la ciudad de Buenos Aires tenía 850.000 habitantes y una alta tasa de dicha enfermedad. Se eligió el barrio de Villa Ortúzar, que entonces era un descampado al borde de la ciudad. Los pocos vecinos de la zona se opusieron por el temor al contagio. El Hospital debe su disposición a que el tratamiento de la tuberculosis se basaba en la “Helioterapia”, tratamiento por el cual los pacientes tomaban sol en amplias “galerías de cura”. Sus jardines fueron diseñados especialmente por Carlos Thays. Primero tenía dos pabellones para hombres y luego se incorporaron los de mujeres. Con los avances en los tratamientos y la menor incidencia de la enfermedad, el Hospital se convirtió en 1987 en el “Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú”. Su mayor especialidad sigue siendo la neumotisiología y recibe derivaciones de todo el país.

El Servicio de Psicopatología fue creado por Mauricio Goldenberg en 1969, durante su gestión como Director de Salud Mental de la Ciudad. Su plan consistía en crear estos servicios interdisciplinarios en Hospitales Generales como forma de tener otra forma de atención para terminar paulatinamente con la necesidad de los manicomios. Tenían originalmente dos médicos y dos psicólogos. En años sucesivos se incluyeron profesionales de otras disciplinas: psicopedagogos, terapistas ocupacionales y trabajadores sociales. Se habían proyectado camas de internación (3 para mujeres y 3 para hombres), que nunca llegaron a habilitarse. Desde 1987 se realiza un trabajo de intercambio con equipos de orientación escolar de la zona. En 1992, se incorpora el Hospital de Día. En 1993 se crea la Residencia de Salud Mental. El Servicio de Salud Mental desarrolla variadas actividades asistenciales y docentes. Tiene Consultorios Externos, Hospital de Día, interconsulta y guardia interdisciplinaria (desde 2008).

 

 

Familias que no juegan

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Segunda mención del Quinto concurso Internacional de Ensayo Breve 2014-2015. 25 años de la Revista Topía. Área: “Problemáticas en Salud Mental”

I – Familias que no juegan[1]

 

Talk is cheap, shut up and dance!"[2]

 

Cuando recibimos chicos que no juegan, solemos verificar que en realidad se trata de familias que no juegan las que tenemos frente nuestro. Y es por eso que los tratamientos que incluyen un espacio para los chicos y otro para los padres suelen funcionar mejor. Me interesa aquí la óptica de lo familiar, porque cuando no se incluye algún modo de pensar el jugar en nuestra visión clínica de conjunto, se suele ver psicopatológicamente lo que es un potencial juego que para desarrollarse necesita ser reconocido y recibido por un otro. El pensar a nivel de las familias abre otras perspectivas clínicas.

Quiero tomar la sugerencia de Ricardo Rodulfo en Futuro Porvenir (2008)[3], donde se propone un psicólogo clínico que en lugar de dedicarse solo a lo psicopatológico, a la enfermedad, a las consecuencias de lo transicional detenido, también pueda ocuparse de la prevención. Es decir, que tal como se va con el bebé o el niño a visitar periódicamente  al médico pediatra para que chequee que todo siga bien, que siga su natural curso -aquel que toma cuando no es interrumpido- del mismo modo se podría ir al psicólogo clínico de niños a chequear que las transiciones marchen, que los chicos jueguen y en los términos del presente trabajo: ir a ver si la familia juega, a ver que el juego de la familia no esté detenido o que nunca haya empezado.

Se trata de una propuesta tan fuerte (¿¡psicoprofilaxis psicoanalítica?!) que es difícil medir sus consecuencias. Importa tratar de ubicar qué es lo que impide que la idea del jugar como cura en potencia tenga mayor presencia en las familias y en los profesionales de la salud y la educación.

Los que trabajamos con niños, adolescentes, adultos y familias desde el psicoanálisis que valora y coloca en el centro dicha idea del jugar, vemos cuántas familias hay que no juegan, pero que al mismo tiempo no están tan lejos de poder hacerlo. Seguimos impresionándonos cuando un síntoma en un niño, que funciona principalmente como la identidad sintomática de su familia, comienza a modificarse tras pocos encuentros de juego. Vemos también a muchos padres, docentes y profesionales de la salud preocupados por las continuas "faltas de respeto" por parte de adolescentes y niños a sus mayores, y no estoy hablando necesariamente de los casos extremos donde pegan a un maestro. Es que el jugar, al igual que el síntoma, si hay algo que no respeta son las identidades pre-hechas, rígidas, cualesquiera sean estas: madre, padre, hermano, abuelo, maestro de escuela, psicoanalista, etc.

El verdadero respeto a la autoridad viene de, por momentos, poder jugar con ella y no tomarla tan “en serio” como para someterse automáticamente. Y quien ocupa una posición de autoridad, como el psicoanalista, sólo puede usarla efectivamente si no pretende darle consistencia a su ser ocupando dicha posición y puede jugar con y desde ese lugar.

Para ocupar un lugar de poder sin ejercer violencia es necesario saber que uno no es y ni siquiera representa el único recurso posible. Es decir: cuando voy a ver a un analista que piensa que de la única manera que se cura el sufrimiento psíquico es atravesando un análisis... yo pienso que es mejor salir corriendo. Mi sensación es que los analistas confiables suelen ser aquellos que han cursado su cura quizá en más de un análisis, y quizá también en algún otro espacio diverso al psicoanálisis, y no por eso no coherente éticamente con este. Puede tratarse de algo bastante informal desde nuestra óptica, pero lo importante es que esté reconocido en su valor. Muchas veces se le adjudica a un análisis lo que pertenece a otros terrenos y cuando uno ha podido desarrollar su subjetividad desde al menos dos modos heterogéneos, entonces sabe que hay un espacio en el medio, el que abre la posibilidad de un diálogo interno entre modos de ver. Sucede lo mismo con lo pedagógico, todos hemos hecho la experiencia de aprender de más de un modo.

Podemos pensar la locura como el reverso del jugar, o más bien, que la locura es un juego no jugado, una espontaneidad no recibida, un lazo no establecido. Intentemos pensar qué cosas impiden a una familia jugar.

Sin pretender agotar las causas, intentaré ubicar algunas de ellas: a veces se trata de una religión, una pedagogía, un modo de atención en salud o de crianza que confunde mundo exterior con espacio intermedio para un hacer: como si el niño que juega con armas de juguete (o de juego) fuera el precursor del adulto que mata a otro con un arma de fuego. Recordemos aquí también las veces en que los intentos de los niños por historizar su origen ficcionalizándolo, en lugar de encontrar en los adultos la ayuda necesaria para hacerlo, encuentran medicación. Medicación sostenida en diagnósticos de fabulación cercana al delirio, desorganización e hiperactividad, etc. Hace falta un "buen entendedor" para habilitar la distancia entre las palabras y las cosas, para ver juego en ese algo que podría serlo, en lugar de ver locura.

Es que los adultos que no han podido jugar su agresividad, y que por lo tanto le temen reverencialmente, muchas veces no permiten -armados con algún ideal que venga al uso- que los chicos la desplieguen para producir la posibilidad de apropiarse de ella. Estos adultos quizá sí hayan podido jugar otras cuestiones. El jugar no es un bloque presente o ausente, se presenta de distintos modos en distintas circunstancias y el desafío es poder vincular aquellas zonas y situaciones donde el jugar funciona con aquellas donde no.

Es común recibir adolescentes y niños que son traídos por su familia, derivados por la escuela o algún profesional de la salud porque son “violentos”. Pero rápidamente nos damos cuenta que en realidad están violentados: tanto por la violencia de su ambiente (la visiblemente ejercida, la de ser depositarios de los aspectos rechazados de sus padres), como por su propia agresividad que funciona de un modo escindido, cuando  ellos “no están”, y se nota que no están ahí, subjetivamente hablando, en el momento en que se enfurecen, golpean, pierden en un juego. Son pibes que tienen mucho miedo de su agresividad y de sus posibles efectos.

En adolescentes, jóvenes y adultos, donde generalmente no hay un jugar directo habilitado debido a una fuerte presencia de la mirada, es especialmente importante plantear un escenario que reconozca e incluya las partes disociadas. Andrés, de veintidós años, hermano menor de tres, es quien exclusivamente escucha por un lado a su papá y por otro a su mamá luego de los violentos conflictos matrimoniales, es quien los ayuda durante largos años a no pelearse aún más, luego a separarse y por último a mantenerse separados. Durante todo este tiempo es "terapeuta" de la pareja de sus padres durante el día y por las noches consume alcohol y drogas hasta que está lo suficientemente "ido" de sí mismo como para poder salir en busca de una pelea, llegando a situaciones extremas. Se lo ve fuertemente impresionado y extrañado cuando le digo que le tiene mucho, muchísimo miedo a su agresividad, porque necesita no estar ahí cuando ésta ocurre. El Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Hulk están a la orden del día. Más adelante, Andrés podrá empezar a integrar su agresividad al negarse a seguir escuchando a sus padres en esas condiciones.

En niños y adolescentes, la agresividad disociada de sí mismos no es fácilmente distinguible de aquella con y contra la que sus padres luchan por no ponerse en contacto. Es un momento privilegiado de estos tratamientos cuando un papá o una mamá logran ubicar que ellos tampoco tienen su agresividad integrada a su persona, que “explotan” frecuentemente, sin que les quede demasiado registro de lo ocurrido.

Se comprueba que uno de los principales recursos para intervenir en estas situaciones es el jugar. Y tal como decíamos antes, curiosamente, o no tanto, pese a que dichas situaciones se han vuelto cotidianas y los resultados del jugar quedan a la vista cada vez, no es un recurso tan difundido como uno supondría.

Por supuesto que cuando hablo de juego, del jugar, me refiero a un jugar improvisado que va produciendo sus propias reglas en su mismo devenir y que prioriza generalmente las propuestas y los movimientos de los participantes. Se desarrolla mejor con espacio y materiales maleables e inestructurados y conduce naturalmente al juego con otros chicos. No es un jugar que busque un producto, como tocar un instrumento para poder grabar un disco, sino un jugar que se produce a sí mismo.

Ocurre que cuando los adultos nos animamos a jugar frente a los chicos, a los adolescentes y a otros profesionales, las cosas empiezan a andar mejor, las miradas psicopatologizantes aflojan. Es importante entonces, que quienes nos dedicamos al jugar podamos difundir su valor, para lo cual deberemos enfrentarnos a la mirada “adulta”, sacándolo del ámbito privado, para intentar horadar la cultura de esta época donde no hay tiempo que se le escape al producir -sea por el imperativo de acumular y/o porque las condiciones socioeconómicas piden toda la energía de los adultos para llegar a las necesidades básicas-  por lo que el jugar no tiene casi lugar, es relegado a los márgenes y no se reconoce su importancia. En el mejor de los casos es algo a lo que se le da alguna valía en el tiempo de ocio, pero también es lo primero que se suspende cuando dicho tiempo falta. Y que falte no es raro. Por eso es importante que juguemos con otros profesionales, que juguemos públicamente. En los talleres de juego en el hospital o en privado, cuando el espacio lo permite, a veces favorecemos -desde el grupo de coordinadores- que el juego llegue a la sala de espera e incluya a los padres, cuando sentimos que están preparados. También lo hemos intentado en reuniones de equipo y ateneos. Buscamos que el juego tome otros espacios del hospital, de las veredas, de los barrios. Es importante, cuando tenemos la oportunidad, que escribamos sobre el tema de un modo accesible para todos y no por eso menos riguroso, donde las buenas ideas comprobables en la práctica le ganen a las argumentaciones floridas, a los conocimientos enciclopédicos y al expresarse en jerga. No dejamos afuera el humor, que abre tantas puertas, siendo a veces la llave maestra en el trabajo con adultos, habilitando el "como sí" que permite hacer de algo, otra cosa.

Solo si estamos atravesados por una mirada y una voz terribles y sin discontinuidades es que no podemos jugar: entonces somos quienes somos, todo el tiempo. Un avance con respecto a esto es cuando jugamos con culpa: “perdemos el tiempo” en privado, en la intimidad, en lugar de hacer algo “productivo”. Y es con mucho trabajo, esfuerzo y suerte que podremos empezar a jugar en público y a lograr que esta actividad pueda ser valorada por otros.

Muchas veces en el hospital, cuando compañeros de otros equipos nos cruzan por los pasillos mientras vamos a los talleres de juegos y nos ven acarreando lanas de colores, colchonetas con distintas formas, pelotas y otras cosas, y nos dicen: "Ustedes sí que la pasan bien", solemos, un poco enojados, contestar con una sonrisa alguna variante suavizada y humorística de: "Vení vos a que te caguen a patadas", que diga sobre la realidad de ese "pasarla bien": a veces nos la pasamos esquivando golpes -y no todas las esquivadas resultan exitosas- hasta que se logra armar un jugar y es con suerte y con el correr del tiempo que llegamos a divertirnos mucho.

Un chico de cinco años entra por primera vez al taller de juegos pateándonos, escupiéndonos y gritándonos "putos de mierda". Parece ser que tengo todos los números para que se dirija a mí (si yo tuviera a mi disposición a un pelado de casi dos metros que no me la devuelve, haría lo mismo). Después de un rato de recibir esto sin saber qué hacer -y siendo mi primera reacción el querer reventarle la cabeza contra una pared-, respondo intuitivamente dándole golpes con unos garrotes de papel que no duelen y gritando en un tono de mucho enojo parecido al de él: "zanahoria, lechuga,  remolacha, tomate, papa, cebolla", cosa que lo desorienta un poco. Me insulta, patea y escupe nuevamente y yo repito la operación, ahora gritando: "pera, manzana, sandía, melón, durazno, uva, frutilla". La secuencia se repite varias veces  y yo solo cambio de series de comidas o cosas. Resultó muy interesante ver cómo el enojo y la angustia  se iban trocando en risa, cómo dejaba de patearme y escupirme y solo seguía insultándome pero en tono juguetón para ver qué otra cosa le inventaba. Unas semanas después la mamá, que concurre al taller para padres que se lleva a cabo paralelamente, nos contó que por primera vez pudo cocinar tranquila mientras su hijo jugaba con un compañero de escuela.

No resulta fácil transmitir la idea de un jugar a veces nada divertido y hasta terrible que busca incluir lo que los chicos traen, sea lo que sea esto. Los dolores de cabeza (y de cuerpo), la angustia y los errores no faltan.

Considero muy importante el momento donde un analista capta con todo su ser que el jugar cura. Esto implica el verificar sus efectos en la clínica, en su vida y precisamente en su propio cuerpo. No es posible, si no, que se lo transmita a otros analistas y a los padres con quienes trabaja. Es muy lindo ver a los papás que traen a sus hijos a los talleres sorprenderse por cómo jugamos con ellos y luego sorprendernos nosotros cuando nos cuentan que empezaron a jugar con sus hijos en su casa y que ahora también invitan a los compañeros de escuela a que vayan a jugar. Es en esos momentos donde el taller va dejando de ser necesario.

Algo que nos impresiona en estos talleres es la cantidad de veces y formas en que nos matan a los coordinadores. Nos disparan, acuchillan, aplastan, desmiembran, electrocutan, nos atan y nos ahogan. Más allá de ser una necesidad universal, los que más lo buscan suelen ser los hijos de los papás que no han podido jugar su agresividad y que por lo tanto no aceptan dejarse matar. O, si lo permiten, no suelen sobrevivir. Estos papás no soportan nada que los ponga en contacto con esa agresividad que tan laboriosamente mantienen encapsulada y apartada de sí mismos; menos que menos los intentos de sus hijos. Me refiero aquí a un “matar” y un “sobrevivir” en el filo en que lo metafórico podría convertirse en realidad, sea por violencia física efectiva o por padres que se dejan “caer” de su lugar; perdiéndose la potencia estructurante de estas situaciones.

Es que cuando no se ha podido jugar, y por lo tanto enmarcar en escenas nuestra agresividad, crece nuestro miedo a tal altura, que ya no sabemos con qué nos encontraríamos si abriésemos ese paquete: imaginamos una explosión nuclear que nos matará junto con nuestros seres queridos, cuando quizá ahí dentro sólo haya dolor, tristeza, bronca, vacío. Y es importante saber que nadie carece de agresividad: o queda adentro e implota, como en las enfermedades psicosomáticas; o se dirige hacia afuera y explota (resultando en violencia contra otros o contra uno mismo) o, en el mejor de los casos, se juega en una escena que no es de afuera ni de adentro.

 

El cuerpo del jugar

Es útil pensar con qué cuerpo jugamos. Se trata del cuerpo con el que danzamos o hacemos deportes, el de la fusión con el otro en el abrazo. El cuerpo del jugar no es el cuerpo de la violencia ciega, ni de la sexualidad de las zonas erógenas. Es un cuerpo continuo, no nombrado, o más bien provisoriamente des-nombrado, es decir, no parcializado (al que Deleuze llama “cuerpo sin órganos"). Es un cuerpo indiferenciado, flexible, maleable, fusionable, pasible de ser “vuelto a cortar” de múltiples modos. No es raro ni poco frecuente que se nos confunda el cuerpo de la sexualidad genital y las zonas erógenas con el cuerpo fusional del jugar.

Cuando los chicos llegan sexualmente significados antes de tiempo no disponen de su cuerpo para jugar: una nena que a sus tres años no se le permitía usar pollera corta, porque su padre pensaba que eso era de "puta", a sus ocho años, en el taller, no podía "abrirse de piernas" para subir a la espalda de algún coordinador o coordinadora para hacer "caballito" como estaban haciendo los otros chicos. Fue muy lindo verla pudiendo empezar a jugar. Como decía antes, en los talleres intentamos que todo pueda ser integrado a ese jugar. A veces, a pedido de los chicos, los coordinadores nos casamos o nos hacemos pis y caca entre nosotros o nos damos besos en la boca. De jugando, por supuesto, si no, no hay  pareja ni ropa que aguante.

Es así que nosotros también tenemos que des-sexualizar el significado de tocar a otro coordinador, de modo de no detener el jugar de los chicos en el taller.

Esto nos lleva al difícil tema no ya de la sexualidad en la infancia -un poco más aceptado hoy en día- sino de la sexualidad del adulto con respecto a la de los niños. La cultura ha incorporado otra idea de sexualidad infantil a través del psicoanálisis. No así de la sexualidad adulta en relación a los hijos. Queda entonces mucho campo por explorar, e intervenciones para el psicoanálisis a nivel de la cultura.

Recuerdo una madre que se sentía monstruosa por tener sensaciones de excitación sexual al amamantar a su bebé. Y de otra que mientras amamantó no toleraba que el marido quisiera tener relaciones sexuales y menos aún que cuando estas ocurrían incluyeran sus pechos. No es una cosa fácil que la teta sea órgano sexual y de alimentación al mismo tiempo. No es una cosa fácil tampoco que nuestro cuerpo sea fusional y erógeno al mismo tiempo.

Los adultos suelen sentirse monstruosos cuando les ocurre algo de esto, y son pocos los que quedan con un registro consciente luego de haberlo vivido.

La prohibición del incesto separa lo que viene junto, no es un mantener separado lo que nunca debiera juntarse. Por ahí pasa gran parte de lo humano. Es esa distancia la que simbolizamos, donde jugamos o enloquecemos, donde hablamos.

Los que necesitamos urgentemente “educación sexual” y educación sobre la agresividad, e información sobre esto, somos los padres y los profesionales.

No sólo el humor, los fallidos, los sueños, implican un levantamiento de la represión: también el jugar. Pocas cosas resultan más satisfactorias y luego elaborativas, en el mencionado sentido del levantamiento de la represión (de lo defensivo en general, hablando con mayor propiedad), que el poder matar a un otro sin matarlo verdaderamente, sin lastimarlo psíquica o físicamente, es decir, en términos de Winnicott, poder matarlo y que este otro sobreviva.

Se trata entonces, de poder pensar los dos extremos pulsionales donde el control puede perderse, es decir, lo sexual y lo agresivo, y los modos de procesamiento posibles. Muchas veces donde estos extremos aparecen, además de la importancia de aceptar su existencia, constituyen una oportunidad para la espontaneidad y la creación de lazo. En ocasiones la creatividad tiene que ver con dejarse llevar a ese extremo, pero en lugar de la respuesta instintiva, responder con un jugar -que funcionará en la frecuencia de aquello pulsional que lo originó- y entonces, algo se crea y al mismo tiempo se crea vínculo. Eso es lo que experimentamos con los chicos violentados que llegan al consultorio o a los talleres de juego, sea que se presenten dando patadas, insultando y escupiendo o con fuertes inhibiciones. Podemos pensar el jugar como un “enloquecimiento voluntario” -universalmente necesario- que necesita ser significado como juego por un otro, que asuma dicho hacer como un jugar dirigido hacia él. La locura nunca es de una sola persona, está presente en la misma medida en que el jugar falta y su fuerza es todo aquello que no se ha jugado.

Cuando las familias juegan, las prohibiciones funcionan de un modo más profundo, natural y flexible, justamente porque no imperan a nivel del jugar: jugando me puedo casar con mi mamá y matar a mi papá. En la realidad, no. Y es justamente por poder jugarlo que pierde peso en la realidad. Esto es bien distinto de los extremos que solemos ver en estas familias: tanto el de la falta de reglas como el de las reglas sostenidas rígidamente.

Estamos hablando de pacientes a los que algo central de sus pulsiones no les es propio, que subjetivamente no les pertenece aunque les ocurra. De aquello por lo que son tomados y no pueden integrar sin que medie una operación: la de la espontaneidad que deviene juego enmarcando lo pulsional y permitiendo un modo de su despliegue. Y para que devenga juego primero debe ser recibida -su espontaneidad- por un otro que la reconozca como potencial jugar, absteniéndose de la primera respuesta que posiblemente aparezca -la de su propio registro pulsional- y que responda espontáneamente, de un modo creativo, con una escena de juego por más primitiva que ésta sea.

El ser llevados a nuestro límite no es la única forma de ponernos en condiciones de crear. Cualquier forma de despojarnos en buena medida de las convenciones morales y sintomáticas del lenguaje, de la postura, de la tonicidad corporal, de los usos y costumbres al vincularnos, que nos tienen tomados habitualmente a los adultos, será válida para dar lugar a nuestra espontaneidad, para llevarnos a un estado de juego.[4] Esto se comprueba tanto en la clínica como en la creación artística o en el vivir creador cotidiano del que Winnicott hablaba. Son registros donde alguien puede apropiarse de aquello que le ocurre pero no posee, donde la repetición deviene experienciar.

Cuando un chico lleva todo el tiempo al límite a sus padres les está pidiendo espontaneidad para poder armar un vínculo que le permita apropiarse de lo más extraño y extremo de ellos y de sí mismo, para no tener que vivir sometido a lo propio y ajeno que no puede integrar y que se manifestará en un someterse a cualquier regla que encuentre por ahí, sea por obediencia ciega o por una interminable y autodestructiva "rebeldía" que se constituirá como el reverso del sometimiento.

Los chicos nos piden a los adultos que estemos vivos, que nos vinculemos con ellos de un modo creativo, verdadero, que no seamos tan robots de lo que está bien y lo que está mal todo el tiempo, que los dejemos manipularnos y mandarnos de vez en cuando, como nosotros hacemos con ellos. Y todo esto "de jugando". En fin, pedidos bastante justos y necesarios que les negamos una y otra vez.

Cuando hablamos del jugar a nivel familiar hacemos referencia a aquello que está entre los miembros de una familia, que une y diferencia al mismo tiempo, que limita y crea, que funciona al modo de la barrera anti-estímulo freudiana, que es vehículo de un amor que no devora, que permite matar sin muertes, que habilita el disculpar y aceptar los errores y los límites de los otros y principalmente los propios. Si pudiésemos tener menos miedo a la agresividad habría menos violencia, en las familias, en los barrios...

Solo poniéndonos en contacto con los aspectos que menos toleramos de nuestra agresividad y de nuestra sexualidad es que podremos jugarlos, enmarcarlos e integrarlos para no tener la necesidad de depositarlos en un otro al que luego tendremos que rechazar, sea paciente, familiar, amigo o colega.

 

Ya hablé mucho solo yo.

¿Jugamos?

 

II - Del cuerpo que se ha devuelto al analista

 

Quiero comenzar planteando la siguiente hipótesis: a lo largo de la historia del psicoanálisis y de otras prácticas subjetivantes, se le ha ido devolviendo un cuerpo al analista que era solo una cabeza que piensa. En la actualidad ya se le permite a dicho cuerpo registrar aquello que lo afecta del campo de trabajo en el que está incluído y utilizarlo como herramienta clínica. No se le permite aún moverse ni entrar en contacto de modo visible con los pacientes adultos. Esto tiene consecuencias sobre la posibilidad de aprovechar el potencial clínico de ciertas situaciones, además de ser un claro indicador de la cultura en la que el psicoanálisis está inserta y a la cual responde sin pensarlo, en muchas ocasiones.

Otra idea relacionada a lo que vengo intentado desarrollar es que la paradoja fundamental de la clínica, de la que derivan las demás, es la siguiente: Lo propio se funda en / haciendo cuerpo con / en contacto con un cuerpo otro. “Propiedad” que puede ser totalmente desconocida pero que nos estructura subjetivamente permitiéndonos habitar el espacio, el tiempo, nuestro cuerpo; aquello que puede resultar alteridad para uno mismo, por lo que no se trata de la “identidad identitaria” de la que nos habla Derrida, que busca dejar afuera aquello en lo que no puede reconocerse.

Ricardo Avenburg, en su artículo sobre la acción desde la perspectiva  psicoanalítica, explica que “Todo pensamiento implica una acción: el pensamiento preconsciente, aún el que se realiza en silencio, mediatizado por las palabras, presupone siempre una mínima descarga de los órganos de fonación que es a su vez percibida por el sujeto pensante; y el primer pensamiento fue una acción…Visto desde esta perspectiva no hay acto psíquico (afecto o representación) que no esté integrado en el pensamiento y que no involucre una acción. Dicho en otras palabras, toda investidura implica al mismo tiempo una descarga…” y agrega que “No toda carga implica una descarga…”[5] Podemos decir, entonces, que fuera del campo de lo defensivo,[6] de lo no subjetivado y de la desubjetivación, no es posible el pensamiento sin movimiento, ni el estar con otro sin contacto, aunque estemos a distancia y en quietud. También Wallon, psicomotricistas como Lapierre y Aucouturier y filósofos como Michel Henry, Deleuze y Derrida se han ocupado de mostrar que el desarrollo del pensamiento no es sin el cuerpo, el movimiento y el contacto, en una línea, no siempre recta, que va de lo explícito a lo sutil, de la acción al pensamiento. El campo del desarrollo del pensamiento, el de la subjetivación, el del desarrollo de lo simbólico no se recubren totalmente ni son ajenos, y podrían buscarse otras vecindades.

Entonces, en la medida en que no encontremos modos de inclusión en nuestro trabajo y en nuestra formación de la corporeidad que puede moverse y estar en contacto de un modo visible, en su manifestación explícita, estamos perdiendo potencia clínica y dejando muchas situaciones por fuera de nuestro campo de acción.

En muchos ámbitos donde nos encontramos a pensar sobre nuestra clínica, ya se ha aceptado que lo contratransferencial ocurre necesariamente y que puede ser usado como herramienta, diferenciando esto de la interpretación masiva de la contratransferencia, devolviéndole un cuerpo al analista que venía siendo solo cabeza. Un cuerpo  siempre será afectado de algún modo y es más bien el desconocer esto lo que resulta obstáculo. Aún así, este cuerpo del analista aún no puede moverse o entrar en contacto de un modo visible, explícito, por fuera de la clínica con niños. Es un cuerpo que ya puede sentir, pero que debe permanecer inmóvil y separado. He comprobado en estos encuentros cómo horroriza la idea del contacto y el movimiento con pacientes adultos, aún en el relato de situaciones clínicas donde ha sido indudable la potencia transformadora e inclusive posibilitadora del trabajo que han tenido. Estos modos de intervenir, al ser relatados, parecen atacar algo de la identidad profesional -que supone un “tipo” de corporeidad- a muchos de quienes escuchan, y esto se evidencia en la degradación del intercambio del diálogo clínico que se venía dando hacia un enojoso intentar invalidar lo relatado, definir qué es psicoanálisis y qué no (como si fuera posible tener fronteras clarísimas entre prácticas subjetivantes que comparten una misma ética[7]). Ha ocurrido algunas veces que después de estas presentaciones, alguien que había criticado fuertemente y con bastante enojo este tipo de intervenciones en la discusión pública posterior, se acercase para decir en privado, con un tono completamente distinto  a su decir anterior, sin enojo, amistoso, lo interesante que le había resultado pensar sobre estas cuestiones de la clínica.

El analista que no es solo cabeza, ayuda a esquivar la mentalización, la producción de pensamiento descorporeizado y es la condición de la abstinencia no indolente que planteaba Ulloa, que no está en el extremo de estar por fuera del estar afectado a un campo de trabajo, ni tan por dentro que ya no se pueda pensar.

Entiendo que nuestra cultura propicia una confusión que parasita o más bien es simbionte con el psicoanálisis: la indiferenciación entre las manifestaciones desubjetivadas de lo corporal como la violencia y la sexualidad que hacen del otro un objeto indiferenciado y deshumanizado, con respecto a aquellas que son parte necesaria de lo que viene ocurriendo en la clínica y que no solo no pierden el horizonte de trabajo, sino que lo posibilitan al darles lugar.

Recuerdo a una paciente de treinta y cinco años que fantaseaba constantemente con que los vecinos o el portero encontrarían su cadáver por el olor que desprendería luego de varios días de fallecida. Sobre esto no era posible pensar. Todos mis intentos de considerar su soledad en relación a distintas cuestiones eran rechazadas por la paciente, cuyo estado clínico iba empeorando con manifestaciones de angustia cada vez mayores. Unos días después de una sesión, habiéndome quedado preocupado por el nivel de angustia con el que se había ido del consultorio, le escribo un mail para contarle de esta preocupación que hallaba en mí y preguntarle cómo estaba. A la sesión siguiente me dice que había sentido esto como un contacto real, una preocupación verdadera por ella, por haberse dado fuera de mis "obligaciones" como terapeuta, que, según ella entendía, eran escucharla durante el tiempo de las sesiones que ella pagaba. Algunas semanas después tengo una dificultad de horarios, por lo que le pido si podemos cambiar por esa vez el día y la hora de la sesión, que pasa de la tarde temprano al último horario de la tarde noche. Me dice que sí, y que si iba a ser en ese horario quería traer dos cervezas. Me aterrorizó suponer que se estaba armando una escena donde intentaría algo sexual genital conmigo, pero al mismo tiempo no encontraba una razón, por fuera de mi temor, que me pareciese valedera para negarme. Llega la sesión por mí temida y se presenta escotada, maquillada, con el pelo planchado, muy arreglada y con dos porrones de cerveza. Mi terror (y/o mis ratones) estaban en código rojo. Transcurrió la sesión normalmente, sin nada para destacar, ni por lo positivo ni por lo negativo. Tomamos las cervezas durante su transcurso y al momento de despedirnos me agradeció emocionada. Me dijo que había sido muy importante para ella, porque no tenía con quien tomar algo y hablar de lo que le pasaba. Su emocionarse por primera vez en el tratamiento me emocionó a mí también y tuve la sensación de que sería importante despedirla con un abrazo -cosa que me he permitido con algún que otro paciente con buenos resultados- pero había demasiado escote y no lo hice. Me encontré diciéndole a la sesión siguiente, cuando hablamos sobre la anterior, que sentí que hubiese sido importante abrazarla al despedirla la vez anterior, pero que no lo hice. Me dijo, riéndose, cosa que tampoco ocurría a menudo, "ahora metételo en el orto", y una cualidad tangible de realidad se empezó a instalar entre nosotros, cuerpos diferentes que no saben encontrarse, atravesados por esta cultura que ve en la necesidad de encuentro siempre una intención de sexualidad genital. En este ejemplo creo que era necesario abstenerse del abrazo, sin asegurar si era por una dificultad de ella o mía, pero reconociendo lo sentido y no realizado. Luego de ocurrida esta secuencia, la paciente comenzó a hablar de su soledad y con el tiempo pudo hacer algunas modificaciones en su vida sobre aquello que impedía todo vínculo cercano.

A veces es imprescindible seguir un jugar que plantea una escena que el paciente necesita hacer en continuidad con un cuerpo otro[8], hacer necesario para poder experienciar algo de lo vivenciado no subjetivado, que luego de esto podrá comenzar a pensarse.

No es que no haya ningún riesgo en el uso de estas herramientas, pero también lo hay en el negarse sin más a usarlas.

Pienso que esta confusión, esta indiferenciación de la que hablaba, la de lo corporal subjetivante con lo corporal desubjetivante, equivale a aquella que confunde sexualidad genital con la idea de sexualidad ampliada que Freud nos legó. Equivale también a la indistinción entre la destrucción desligada que vacía el mundo y la puesta en juego de la agresividad que, si es recepcionada adecuadamente y encuentra la oposición flexible que busca, crea un mundo que no está a merced de las proyecciones de las fantasías terribles que nos pueblan.

Entonces nos encontramos ante aquellos postulados fundamentales del psicoanálisis, de los que él mismo no ha podido extraer muchas de sus consecuencias, porque lo dejaría en jaque con la cultura que lo ha validado y le ha dado un lugar.

Cuando Freud, como vemos en su correspondencia con Ferenczi, decide no dar un lugar a la contratransferencia dentro del cuerpo teórico-clínico del psicoanálisis, para no atentar contra sus posibilidades de validación dentro de los ideales de ciencia de su época -es una decisión político institucional, no una decisión clínica- siembra las semillas de la institucionalización del psicoanálisis en un doble sentido: por un lado en el de encontrar y profundizar su lugar en lo social como práctica emparentada -y en otras cosas diferenciada- a la práctica médica, y por el otro la pérdida de su fuerza y movimiento instituyente en relación a, entre otras cosas, su concepción revolucionaria de la sexualidad como algo más que lo genital adulto.

Esta última faceta es la que debe encontrar lugar si queremos recuperar la potencia de cambio clínico y social que tienen esos fundamentos valiosos, que hicieron del psicoanálisis una praxis transformadora, que viene siendo apagada por aquella fuerza conservadora que anula o detiene sus descubrimientos. No perder de vista que es el trabajo de construcción e integración laboriosa, no lineal y sostenida en el tiempo del cuerpo y el psiquismo, desde la adecuada recepción y oposición de la agresividad y la sexualidad -fuerzas que nos atraviesan y que no pueden distinguirse del movimiento de la vida- el que en su progresivo subjetivarse nos hace humanos.

Hay autores que nos enseñan que no hay forma de utilizar las herramientas del psicoanálisis (o de cualquier praxis) sin ocuparse de su mantenimiento si queremos que no pierdan efectividad.[9] Un modo de ocuparnos de su mantenimiento es ocuparnos de su desarrollo. Eso es lo que se ha hecho llevando el psicoanálisis a lo comunitario, a los niños, a las locuras, a las psicosis, a la discapacidad mental, a las familias, a los grupos, a la adolescencia. Esto nos va llevando a habilitar todo el campo que ocupa lo corporal en su relación con la posibilidad de producción de pensamiento y viceversa. El uso de la abstinencia como herramienta posibilitadora puede ser hacer, no hacer, decir, no decir. Para habilitar toda la extensión de dicha herramienta hay que poder recorrer sus bordes y eso implica al cuerpo del analista en varias de sus dimensiones.

Lo visible también tiene la faceta de la mirada intrusiva en relación a la identidad profesional, aquello que a paciente y analista se les puede aparecer en tal o cual situación: ¿Qué diría tal o cual si me viera haciendo esto? ¿Qué diría mi colega, qué diría mi referente si me viese en contacto con esta paciente? ¿Qué diría mi amiga si supiera que mi analista hizo tal o cual cosa?

Dicho esto, es menester no olvidar que aunque el análisis amplíe sus fronteras y herramientas como modo de cuidarse y no herrumbrarse, esto no implica una modificación en alto grado de la cultura en la que estamos inmersos: ésta sigue siendo la que ve sexualidad genital en un contacto contenedor. Por lo que en ocasiones un abrazo será lo que hubiésemos hecho si no nos hubiese dado vergüenza, si no nos hubiésemos sentido vistos como, por ejemplo, malos profesionales al hacerlo. Es importante aunque sea, poder pensarlo. Alguna vez, poder decirlo. A veces es un buen uso de la abstinencia no hacerlo, en muchos otros es simple y claramente una inhibición producto de nuestra cultura. He escuchado más de una vez algo así como: “No juego con mis sobrinos en su pieza porque no quiero que mi hermana piense mal de mí”. Sin perder de vista la dimensión sintomática personal que esto tiene, la regularidad en que algo similar se escucha dice de cómo nos sentimos mirados. Emilio Rodrigué, en ejercicio autocrítico, nos cuenta del pedido de tomarle la mano de su paciente moribunda en la cama de hospital al que se negó, en función de la idea de abstinencia que tenía en ese momento.

Con relación a lo que vengo desarrollando y al movimiento explícito y su relación con el desarrollo de la subjetivación, la simbolización y el pensamiento, quiero relatar brevemente el tratamiento que Gregorio Baremblitt describe en su artículo “La danza de los vampiros (o de cómo curamos por más cosas que las que sabemos)”[10], donde describe su encuentro con un paciente adulto que llama Federico, de treinta años, médico,  inteligente y de cálida simpatía, que llega a consultarlo después de muchos intentos de análisis infructuosos con analistas renombrados. “Cuando Federico me consultó por primera vez…presentaba un cuadro de agitación psicomotriz severa que le impedía permanecer quieto ni por un instante. Todos los músculos de su cuerpo estaban en constantes y pequeñas contracciones clónicas…llegaba a afectarle la visión por incapacidad de convergencia y fijación de sus globos oculares… Le era imposible permanecer acostado en el diván ni sentado en una poltrona. Caminaba sin cesar por el consultorio, hablando ininterrumpidamente con una voz inaudible y nasal…Una brutal angustia impregnaba todas sus actitudes y comportamientos…”

Continúa Baremblitt diciendo “Lo más extraordinario era que cada vez que yo procuraba decirle algo, fuese o no una tentativa de `interpretación´, de inmediato caía en un repentino sueño, que le obligaba a sentarse o a acostarse en el lugar en que ocasionalmente estuviese. Ese sueño duraba algunos minutos y al despertar, Federico no recordaba nada de lo que había acontecido, reiniciando de inmediato su deambular por el consultorio y su agitación generalizada. De acuerdo con sus relatos, ese cuadro se reproducía en cualquier lugar y actividad…”. Lo deriva a un reconocido neurólogo que no encuentra nada y admite haber quedado “absolutamente perplejo” por el caso. Baremblitt lo medica con anticonvulsivantes, relajantes musculares, ansiolíticos y neurolépticos mayores, con los que obtiene una “modesta disminución de los malestares descriptos”.

Relata que, no teniendo ninguna posibilidad allí ni las intervenciones, ni los modos de comunicación verbal usuales, y sintiendo una gran identificación a los síntomas de Federico -le costaba gran trabajo no agitarse cuando él estaba en ese estado o no dormirse cuando él se dormía- decide no oponerse y comienza a correr con él por el consultorio imitando sus movimientos y a dormirse cuando él se dormía. El primer efecto de esto es que a Federico le resulta graciosa la situación que se arma, lo que hace que la angustia disminuya.

Después comienza a ocurrir que, cuando se cruzan en estos recorridos, emiten  frases cortas que tuviesen que ver con un estado anímico, “…de las cuales a menudo sólo era dado percibir y conservar algo del volumen, la frecuencia, le ritmo, la altura, el timbre o la tonalidad, y no del significado o el sentido”, por lo que se van creando a lo largo de las sesiones puntos en el espacio del consultorio relacionados a un estado afectivo, al que le corresponde un decir “musical”. Así van generando distintos recorridos que usan según el estado anímico de Federico en cada encuentro. Algo de la agitación comienza a ceder por lo que se comienza a entender lo que dice y tienen pequeños momentos de diálogo, verbal o escrito. Luego de despertar ambos de uno de los momentos de dormir, Baremblitt le pregunta si soñó algo, a lo que el paciente responde que le relatará su sueño, si él le relata uno suyo, cosa que ocurre, y a partir de la cual se abre la dimensión del trabajo con los sueños de Federico. Tiempo después se comienzan a alternar las sesiones de movimiento y dormir, con otras donde se hablaba tanto “musicalmente” como dialogando convencionalmente. Las mejorías eran evidentes. El tratamiento se interrumpió porque Baremblitt tuvo que exiliarse del Brasil. Muchos años después reencuentra al paciente en un congreso en Buenos Aires, los logros del tratamiento se mantenían, no menciona si hubo tratamientos posteriores al realizado con él.

Las afirmaciones que José Valeros hace en “El jugar del analista”, cobran en este ejemplo y en el anterior, toda su fuerza:

“- el paciente tiene ya un diseño de su cura e inversamente es trabajoso, penoso y poco útil que el analista trate de imponer sus objetivos de curación;

- el principal aporte del psicoanalista es tolerar y elaborar las emociones que le provocará la relación con el paciente;

-las “resistencias” al proceso terapéutico así concebido son del analista;

- es en la dinámica dramática del juego donde el inconsciente se hace presente, se lo “ve”, se lo conoce, se lo experimenta y eventualmente se lo elabora;

- la labor interpretativa del analista es más útil cuando la realiza dentro del juego en forma dramática;

- el encuadre estable, pero especialmente la estabilidad emocional del analista, desencadena un proceso natural de curación.”[11]

Continuando con la reflexión sobre ambos casos, me interesa la idea sobre el actuar que Miguelez toma del pensamiento chino leyendo a F. Jullien. Dice “…el bien actuar sería ayudar a que algo se desenvuelva naturalmente a partir de un estar sin manifestarse”, “Entiendo que esa figura poética ilumina sobre el significado del estar abstinente del analista”. ”La abstinencia del analista debe poner en acción una respuesta de otro tenor a la habitual. No satisface pero tampoco frustra…”[12] De haber Baremblitt insistido en trabajar según las reglas clásicas, suponiendo resistencia en la imposibilidad de hacerlo, no hubiese habido ninguna mejoría en el paciente (como había ocurrido en los tratamientos anteriores) y hubiese sido lo contrario de un estar abstinente: el mantener a rajatabla una técnica para no perder la identidad profesional supuesta al psicoanalista, sería un estar manifestándose fuertemente en defensa de su identidad personal en lugar del antedicho “estar sin manifestarse”.

Entiendo que un análisis busca generar las condiciones del vincularse con la alteridad en uno y los otros, para que sea posible decir, hacer, quedarse en silencio, moverse, aquietarse. Nuestra referencia sigue siendo el psicoanálisis tradicional: para practicarlo, para torsionarlo, para alejarnos, para volver a él. Es decir, todos los movimientos y habitares necesarios para la vida; para que la vida de los pacientes -y la del psicoanálisis y en cierto sentido la de los analistas- sea más vivible. También es necesario para que el psicoanálisis no devenga naturaleza muerta, técnica muerta degradada en receta, dejando de ser un modo de subjetivación.

Fundamentos como la sexualidad ampliada, que incluye la caricia, lo erógeno que hace cuerpo y la destructividad primaria, esa alegría violenta que no se distingue en su origen del movimiento que nos lleva a explorar el mundo y querer ver qué hay afuera de nuestro hogares, son parte de aquello que necesita ser recibido de modos muy particulares, encontrar un lugar, tanto en los vínculos familiares como en los sociales para que la subjetivación tenga lugar en distintos aspectos y niveles.

De no habilitarse el cuerpo, el movimiento, el contacto en sus registros más visibles y en los menos, en toda la extensión del psicoanálisis, difícilmente podamos intervenir con toda nuestra potencia en lo comunitario que hace política no partidaria, por tener que estar siempre dando el rodeo culposo del "psicoanálisis aplicado", que pide disculpas por ocuparse de aquello que supuestamente lo degradaría, cuando es aquello que más posibilidades de transformación a nivel social ofrece. Si lo que hacemos en un consultorio y lo que hacemos en un barrio no están en continuidad, si lo que los analistas hacen no está en continuidad con lo que hacen otras prácticas valiosas, entonces nada tenemos que ver con lo que ocurre a nivel social, político, económico, no tenemos nada para pensar en relación a la salud, a sus prácticas, a nuestra condición como trabajadores de este campo. Entonces, somos dioses entre las pobres hormigas que trabajan en aquello que solo por definición legal nos pone en el mismo campo. Lo que pone en continuidad las distintas prácticas y sus entrecruzamientos es lo complejo de lo subjetivo, que no es la simplificación de la subjetividad propuesta por cierto psicoanálisis desconectado de su entorno y sus condiciones de producción.[13]

No es casualidad que en los comienzos, muchos analistas de niños interpretasen el juego a mansalva: ¿cuál es el sentido de poner distancia interpretativa si no hay peligro alguno? Es el "peligro" que supone eso tan "simple": que el comienzo de la subjetivación sea el cuerpo que conforma el cuerpo a cuerpo madre-bebé.

Quizá el cobre freudiano valga tanto como su oro y hayamos cometido un error: creer que el cobre era el de la sugestión, en lugar de ser aquello que Freud temía que no le permitiese al psicoanálisis conformarse como ciencia a principios del siglo XX: la inclusión del cuerpo del analista en todas sus dimensiones como herramienta de su práctica. Para habilitarlo a veces hay que quedarse quieto, callado y a distancia, a veces hay que moverse, tocar, decir, y todas las combinaciones posibles de estas variables. Y aunque siempre exista la posibilidad de hacer el trabajo de negarlo, hay cuerpo, hay movimiento, hay contacto.

 

Aclaración: siendo la segunda parte del artículo (II - Del cuerpo que se ha devuelto al analista), entre otras cosas, una reflexión sobre la primera parte (I – Familias que no juegan) y sobre otros artículos escritos anteriormente, y siendo que ninguno de los dos llegaba a las 25.000 caracteres mínimos que piden las bases del concurso, los mandé juntos con lo cual superé los 30.000 caracteres máximos, pero entiendo que también pueden leerse por separado.

 

Bibliografía:

 

- Freud, Sigmund y Ferenczi, Sándor: “Correspondencia completa” (1999). Editorial

  Síntesis. España, 1999.

- Lapierre, André y Aucouturier, Bernard: “El cuerpo y el inconsciente en educación y 

  terapia” (1980). Editorial científico médica.

- Miguelez, Luis Vicente: “Herramientas psicoanalíticas” (2014). Editorial Letra Viva.

- Rodulfo, Ricardo: "Futuro porvenir" (2008). Editorial Novedades Educativas.

- Tortorelli, María Alejandra “Las fronteras del Psicoanálisis”. Trabajo presentado en las

  Jornadas “Las Fronteras del Psicoanálisis” en la Asociación Psicoanalítica Argentina

  (APA) el 26 de Octubre del 2004.

- Ulloa, Fernando: “Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica” (1995). Editorial

  Paidós.

- Valeros, José Antonio: "El jugar del analista" (1997). Editorial Fondo de Cultura

  Económica.

- Winnicott, Donald: "Realidad y juego" (1971). Editorial Gedisa.

- www.avenburg.com.ar (sitio web que contiene gran parte de la obra de Ricardo

  Avenburg)

 

Notas

 

[1] Trabajo leído en el XXI encuentro Latinoamericano sobre el pensamiento de Donald W. Winnicott: "Dialogando con Winnicott en el sigo XXI", llevado a cabo en la Asociación Psicoanalítica Argentina, año 2012.

[2] Aerosmith, del disco "Get a Grip" (1993) Una traducción aproximada sería: "La charla es barata, callate y ¡bailá!"

[3] Pág. 182.

[4] En referencia a la idea de "estado mental de juego" que propone José Valeros en El jugar del analista, pág. 16. Se obvia "mental" porque planteo que se trata de un estado de integración psicosomática, por lo que cuerpo y mente participan de un modo conjunto, integrado.

[6] Un ejemplo es la mentalización de la que habla Winnicott, donde el pensamiento está desconectado de lo

 corporal. No faltan ejemplos de argumentaciones que pueden justificar cualquier síntoma.

[7] Ver “Las fronteras del Psicoanálisis” de Alejandra Tortorelli.

[8]“Cuerpos otros” incluyendo seres y cosas. Con respecto a esta paciente, para que hubiese un cuerpo otro, yo tenía que salir de lo previsible de las sesiones,  de su sobre codificación, donde ya se sabe exactamente qué son y qué no.

[9] Luis Vicente Miguelez “Herramientas Psicoanalíticas”, Ed. Letra Viva, 2014.

[10] Ficha de circulación interna.

[11] José Valeros: “El jugar del analista”. Ed. Fondo de  Cultura Económica, Bs. As., 1997 página 15.

[12] Op. Cit. Páginas 100 y 102.

[13] El artículo de Alejandra Tortorelli citado antes, muestra claramente cómo ocurrió esto en la historia del psicoanálisis con respecto a la medicina y la filosofía.

Hacia una Desmanicomialización Posible

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Prácticas y Subjetividades. Primera mención del Quinto concurso Internacional de Ensayo Breve 2014-2015. 25 años de la Revista Topía. Área: “Problemáticas en Salud Mental”

“…el poder no es una institución ni una estructura,

no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados,

es el nombre dado a una situación estratégica compleja,

en una sociedad determinada…”[1]

Foucault. M

 

Juan Rulfo hace decir a Juan preciado: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Paramo”[2]. Que alguien se pregunte por la desmanicomialización no es solo venir a Río Negro y escuchar historias de lo que se ha hecho, sobre lo conocido, lo por hacer; es hacerlo tema propio, pero también habitar un contexto que convive con fantasmas antiquísimos sobre la llamada locura. Por eso, se invoca al lector atento, de manera que no se pierda en el camino, cual anticuario de velos hegemónicos.

Este escrito abandona la repetición de la ley en sus artículos como letra muerta y se dispone a la vida, sin negar que convive con ella, pues existe y determina, aquí en la Patagonia, hace ya 23 años. Por ello, abandone quien lee, el lugar cómodo de las estructuras, suelte el muro, la ley, salga de donde está sentado, mantenga la inquietud por el tema, ya que es la invitación a poner el cuerpo en la experiencia, ahí donde se hacen prácticas y se teorizan. Conversaremos sobre prácticas; dispositivos desde donde se configuran procesos de subjetivación; una subjetividad determinada en un momento, lógicas, sentidos, significaciones, hacia la búsqueda de actores transformadores de las leyes, en herramientas posibles de sostener en lo cotidiano. Quien entre a Río Negro podrá pensarse desde aquí, en sus prácticas, venciendo el riesgo de quedar aferrado a normativas legales, cual realismo mágico.

 

La descripción deviene escenario: con-texto actual

 

Salir del texto hacia el contexto, es encontrarse desde los 80 en un estado economisista que muestra cambios en la subjetividad referidos a valores, sentidos y significados hacia la salud; como la primacía del individualismo en el acceso desigual que determina “a cada cual la salud que pueda pagar.”[3] Incluye desciudadanización; pérdida de representatividad en valores primordiales, derechos y garantías. Se instala la privatización no solo en el acceso económico; sino que se vive en lo privado, se reduce y siente como problema de uno. A esto llama Emiliano Galende privatización del riesgo; derecho que cubría la ciudadanía. Los problemas de malestar o sufrimiento mental no entran en estas consideraciones de la economía, que traslada “las políticas humanistas de atención comunitaria hacia formas de contención y control de los conjuntos sociales.”[4] De los escotomas que deja el Estado, se ocupan los seguros y empresas privadas gerneciando, corporativizando salud. Este modelo restrictivo impide sostener el énfasis en promoción y prevención, como blasonan documentos fundamentales de décadas pasadas en los que, aún hoy, se apoyan los modos de funcionamientos hacia la salud: Declaración de Alma Ata, Carta Otawa y Declaración de Caracas para la Salud Mental. Vivimos en el tiempo de entonces, en donde se espera la cura de la enfermedad enfocada en su segundo y tercer nivel de atención; con abordajes psicofarmacológicos y psicoterapias individuales: lo público es un sector de salud por el que deambulan los desolados.

Será así, mientras se sostengan prácticas medicalizantes, privatistas y dominadas por poderes hegemónicos psiquiátricos que construyen y sustentan paradigmas de enfermedad-curación; desde donde se determina una salud mental del mercado farmacológico, que produce disciplinamientos como parte de la operatoria política que la acompaña. Es necesario desdiciplinar los campos de saberes; desde las prácticas, desarmar lógicas productivas de subjetividades para crear nuevos sentidos; ya que: “la lógicas productiva de la política produce subjetividad y la lógica productiva de subjetividad produce política[5]; éste último término incluye interacciones y necesariamente refiere situaciones de poder.

En este sentido “no se pretende ya tanto afrontar la etiología de la enfermedad…se nos  orienta, por el contrario, hacia una intervención práctica que retroceda en la cadena de determinaciones normativas, de las definiciones científicas, de las estructuras institucionales  a través de las cuales la enfermedad mental… ha adquirido aquella forma de existencia y de expresión.”[6] Desarmar las lógicas que crean estereotipos del loco-peligroso correspondientes a abordajes médicos y de control social; y determinan al sujeto a pensar desde esas oposiciones binarias clásicas; que se reproducen hoy cuando se polariza la cuestión y se desplaza la discusión hacia estar a favor o en contra de la ley, cuando debiera ser de qué formas sí y de qué formas no llevar adelante y sostener la externación, que aún apoyando la ley, no es lo mismo sostenerla a toda costa. Desde las prácticas, se elucidan lo que Castoriadis nombra significaciones imaginarias sociales: “…creación de significados y creación de imágenes que son su soporte, la sostienen, y se instituyen en y por el lenguaje. Son sociales porque existen en y por lo social…”[7] cuyas plasmaciones concretas se reúnen en representaciones; intenciones y afectos. Como dice Tito, en la novela Sin Sangre de  Alejandro Barico, mientras conversaba con aquella  de la que le habían dicho que estaba loca: “me pregunté de qué clase de locura podría haber enfermado: si iba gritando por la casa, o si simplemente estaba callada, en un rincón, contando las tablas del suelo, aferrando una cuerdecita en la mano, o a la cabeza de un petirrojo. Es ridícula la idea que uno se hace de los locos cuando no conoce.”[8]

Franco Rotelli, gira el eje en referencia a las políticas de externación, cambia el objeto de la enfermedad por el de existencia-sufrimiento; agonía,  en relación al cuerpo social, para proponer que la desinstitucionalizaición se trate de un proceso y agrego práctico-crítico en lugar de crítico-práctico, para que la transformación institucional sea en ese sentido. No debiera permitirse la reducción, como en Río Negro, a políticas de deshospitalización como desmantelamiento de los servicios de Salud Mental, ni a una transistitucionalización: internaciones en instituciones privadas y en provincias vecinas como Neuquén y no tan vecinas como Buenos Aires. Rotelli afirma que con las personas que requieren ayuda por malestar psíquico; ocurren 3 cuestiones: no se les ofrece ningún tipo de ayuda; se ofrecen estructuras, instituciones y técnicas inadecuadas, inapropiadas e ineficaces; y/o las respuestas del tipo inadecuada terminan siendo violentas, segregatorias y excluyentes sin cuidar sus Derechos Humanos; argumenta: “por demasiado tiempo la desinstitucionalización de los manicomios, no ha sido acompañada por una desinstitucionalización de la psiquiatría y este hecho ha determinado en distintos sitios resultados discutibles y negativos.”[9]

 

Del sujeto a la corposubjetividad.

 

Sepa quien lee, es importante definir la subjetividad desde la que hablamos,  Enrique Carpintero, revela que la noción que tengamos de subjetividad, no como a priori sino posicionamiento: “tiene implicancias no solo teóricas sino también en la práctica clínica.”[10] Es el sujeto hablado y pensado, que también dialoga  desde el registro, pensamiento y acción; está en las instituciones como producto de una confrontación constante entre lo instituido (lo que está allí, busca mantenerse) y lo instituyente (fuerzas de cambio); las leyes establecidas, instituídas, incluyen la posibilidad de lo distinto; la fuerza instituyente tiene sentido porque crea sentido. Castoriadis toma la dialéctica entre estas fuerzas para decir que es “a la vez lo que llena la institución, lo que se deja formar por ella, lo que sobredetermina su funcionamiento y lo que, a fin de cuentas, la fundamenta: la crea, la mantiene en existencia, la altera y la destruye”.[11] Para desinstitucionalizarnos de las normas y leyes es necesario pensarse como fragmento ambulante en ese entramado de nuevas prácticas, que atraviesan conductas, valores, normas, pautas posibles de sostener establemente y en ese sentido configuren institución materializada en diferentes organizaciones: Institutos de Formación, Facultades, Teatros, Bibliotecas Barriales, Salas de atención en salud. Esto es entender la noción de organización institucinal desde Fernando Ulloa. Son los sujetos producidos por lo instituido, como describe Guattari parte del Grupo Objeto, que sabiéndolo o no, responden a las disposiciones de una ley; los que pueden disponerse a crear y recrear, nuevas formas prácticas, desde “energías transversales como Grupo Sujeto”.[12] Carpintero habla de Corposubjetividad; un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos: orgánico, erógeno, pulsional, social, político, imaginario, simbólico: “Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación.”[13] Define la subjetividad desde la idea de huellas mnémicas; las prácticas, van dejando huellas que se irán modificando por mecanismos de inscripción y a través de la plasticidad neuronal constituyen realidad interna conciente o inconsciente. Será desde las prácticas, que las huellas asocian, inscriben, se modifican, desaparecen y determinaran al sujeto en su relación con el mundo externo. La subjetividad estará en procesos de subjetivación constantes, que la determinaran, en una cultura donde se dan sus múltiples anudamientos.

 

Haciendo el campo de intervención: todo es acción en escena.

 

Salga el lector de los discursos y pasemos a las prácticas; parafraseando a Carpintero “solo se conoce obrando y se obra conociendo”[14]. Habitar el campo desde la autonomía, como pensador/a, “sujeto político reflexivo y deliberante”[15] hace al contexto. Es a partir de la ausencia de espacios públicos de pensamiento, en relación al sufrimiento, existencia en agonía corporal, malestar psíquico-físico-cultural llamado en lengua vieja: locura, pero también sobre desmanicomialización, que aparecen demandas de escucha y debate. Se van armando dispositivos cada vez más frecuentes, estables en la manera que suceden. El dispositivo es lo que, en investigación acción; genera, habita y construye o sostiene el investigador, con otros, en su proceso de búsqueda de lo que le incumbe, no es solo confirmar supuestos, siempre está mirando sobre qué subjetividades se configuran y qué le dicen esas configuraciones sobre sí mismo. Por ello no es un instrumentalismo; es artefacto y praxiología, “prolongación de la práctica social”[16] dice René Lourau. Son los dispositivos que lleva el investigador en su “caja de herramientas o instrumentos”[17] dice Ana Fernández; para abordar una situación específica. Se configuran prácticas posibles este año cuando contamos y dejamos que nos cuenten en La Universidad de La Plata, a partir el movimiento aule en una jornada sobre Desmanicomialización, donde se presenta el libro Tratar la locura del escritor Daniel Sans. Habla “la sala g” del Hospital Melchor Romero por ejemplo, sobre las externaciones a mansalva: “estamos viendo como el manicomio se empieza a cerrar prácticamente sin ningún tipo de plan y estrategia… va muriendo gente, los años que calcularon para que cierren el  hospital son los años que les quedan  y se distribuyen en otras salas y hay, por ejemplo, uno de los muchachos que está viviendo ahora en la garita del colectivo del hospital, pero supuestamente lo externaron ya. Está en el borde del manicomio, no está en el borde del alambrado ni tampoco en nuestro hospital”.  Ahí y ahora, en Río Negro, acá, hace 23 años. Se disponen prácticas posibles junto a otras voces, en otros dispositivos y espacios, en jornadas G.I.A (Grupos institucionales de Alcoholismo), donde lo heterogéneo busca encuentro un 20 de septiembre, este año, a 30 años de su creación, y sin ser incluidos como dispositivo desde la ley. Practicamos, meta-practicamos y se logra transformar lo desconocido en algo conocido entre los que estamos: asistentes sociales, psicólogos, alcohólicos en recuperación, estudiantes, psiquiatras; desde Salta, San Luis,  Mendoza y el Valle Rionegrino. Diálogos que van de lo personal a lo colectivo, común; cada uno se hace presente, desde el anudamiento de distintos cuerpos, con algo que lo convoca a hacerse del tema; apropiarse y dejarse ir a través de otros que dicen del cuerpo en la cultura. Habitamos otros espacios de representación pública, una fabrica recuperada, un barrio, la radio, el sostenimiento de una biblioteca desde actividades convocantes; asambleas clínicas junto a estudiantes pensando las condiciones de trabajo y estudio en la carrera de psicología (Universidad Nacional Del Comahue).

Prácticas posibles, en Fiske Menuco (Roca, Río Negro), donde acontecen relatos de vida y se arma dispositivo. Luego de la presentación del libro antes mencionado; y acompañados esa tarde de noviembre del 2013 por el pensador caminante patagónico Vicente Zito Lema, se dispone el micrófono abierto. Dejamos los tiempos de entonces, para encontrarnos ahora, con los cuerpos en la cultura y determinada subjetividad: “cuerpo como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello, el cuerpo como metáfora de la subjetividad se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico.”[18] Cuando se configuran estos espacios, la cultura está en el sujeto, desde su condición hablante da cuenta de lo intrasubjetivo: aparato psíquico-orgánico, en relación con la cultura: transubjetividad y en relación con otro en lo intersubjetivo. Se trabaja sabiendo que algo de lo que va a suceder puede salir parecido a lo que se pensó, pero una gran parte será armar dispositivos desde los que están ahí, en ese momento, desde la afectación de los cuerpos entre sí. Esa tarde, fue pasando el micrófono abierto y nos dimos cuenta, al escuchar,  que se habían hecho presentes aquellos que iban por lo mismo y sin saberlo se habían sentado espacialmente cerca, al lado, estaban juntos; animados a pedir el micrófono para poner en palabras, hacer acto: “nosotros somos los padres de un hijo de 40 años, el es esquizofrénico y lo vemos muy aislado, no sabemos qué hacer ni con quien hablar”; “Yo soy mamá de un adolescente… ahora pude animarlo a que toque la guitarra pero lo veo solo”; entre llantos y angustia alguien puede contar: “Yo soy hermana de una joven que tiene un diagnostico de esquizofrenia, estuvo internada en Buenos Aires pero empeoró, decidimos traerla de vuelta pensando que el cariño de la casa de mi madre podría ayudarla, pero todo se transformó en un caos porque en sus peores momentos ha intentado cosas terribles y no sabemos qué hacer, ni a donde ir… vivimos muchas cosas, la semana pasada mi mamá tuvo que encerrarse en el baño porque mi hermana quiso matarla, la atacó, entonces la medicamos y ahora está todo el día sin hacer nada, porque la medicación la plancha”. Voces que encarnan el cuerpo físico, cultural y anudan el cuerpo psíquico. Resuena la voz y alguien más aparece: “yo estuve muchos años medicada, mi familia me llevó a Buenos Aires, volví, ahora estoy con medicación pero es cuestión de apoyar desde la familia y tratar de agarrarle la mano a la medicación, yo salí por el apoyo de mi familia y buscando mis lugares, otros espacios”. Lo que sucede, devela el por qué y para qué estamos ahí y no en otro lado en ese momento. Pero no es posible pensar un dispositivo a priori, podremos disponer las condiciones, sobre todo de seguridad psicológica, acercarnos a una idea de dispositivo, que se irá armando entre todos los cuerpos afectados, no antes. Toma la Palabra Vicente Zito Lema: “La primera modificación sucede a partir del conocimiento de las cosas, tal como son, no tal como quisiéramos que fuera”. Dejar de mirar lo que no hay para mirar lo que está sucediendo ahora, y se dispone en el hacer. Dejar de creer que solo la ciencia va a decir cómo convivir con el sufrimiento, dejar de buscar solo disciplinas, estructuras, sin negarlas, eso está claro, pero hay algo mas y es la posibilidad de lo distinto. El pensador propone: “los familiares deben agruparse. Hace muchos años, casi 60 mi maestro Pichón Riviere hizo la primera revolución psiquiátrica cuando convocó a los familiares al hospital Borda. Dijo que no se podía seguir tratando el tema de la enfermedad mental si no participaban en el mismo los familiares…cuesta, porque hay familiares como ustedes que están aquí dando doloroso y lucido testimonio de la necesidad y del bien social que implica cuando la familia se enfrenta con la cuestión, por amor al familiar pero también en mi lenguaje yo llamo amor social, porque ninguna familia es parte por fuera de la sociedad”. Aclaración que realiza y afirma “hay terapeutas, que siguen considerando que el vinculo es solo con el paciente… desnudando también un negocio perverso, que es el negocio de los psicofármacos…la ciencia sin ética, se convierte en un enemigo terrible y es un negocio instalado, del que todo el mundo sabe”. Continúa: “No hay una ley que pueda imponernos que amemos al que sufre, en ninguna sociedad, con ningún tipo de gobierno. Y hay que hacerse cargo y sin miedo. Solo el amor, pero no como palabra sino cuerpo con cuerpo, como alma que supera la agonía en el amor al otro puede servir… no dejar por fuera de la familia, por fuera del trabajo, es otro tema, porque en la gran reforma que se hizo en Europa a partir de Basaglia, especialmente en Trieste Italia, se logró porque los sindicatos tomaron el tema e hicieron toda una política para que la gente estuviera ligada a su fuente de trabajo…,… cuando me consultaron sobre la ley de salud mental, yo propuse… como método de contribuir a su salud el derecho a tener arte… hay que animarse a estas prácticas”. Al decir de Nietzsche: considerar la ciencia con la óptica del artista y el arte con la óptica de la vida.”[19] Sugerencias posibles: “…no confiar solo en la ley, la ley ayuda, pero si no amas al otro si no te animas a sentir como propio el dolor ajeno seguiremos comiéndonos los unos a los otros…”. Esa tarde se hizo visible la demanda social en la cual “lo que le importa al sujeto es la respuesta del otro en tanto tal: la demanda es siempre demanda de amor.”[20] No hay ley que obligue a amar al que sufre dice Vicente y  agrega Carpintero que para amar es necesario renunciar a ese yo de la omnipotencia narcisista infantil  que se basta a sí mismo y reconocer que somos parte de esos otros; y si la propia libertad nos da miedo por mostrar lo imprevisible del deseo, mas temor genera encontrarse con la incertidumbre del otro: “vivir en libertad es estar con personas y en situaciones que no se toleran. El problema de todo grupo humano es cómo convivir con lo que no se tolera del otro.”[21]

 

Practicar derechos.

 

Se propone la práctica social, efectuar condiciones de atención/abordaje al sufrimiento, a la agonía, como praxis desde la elucidación; “pensar lo que hacemos y saber lo que pensamos”[22]; donde la teoría no es dada previamente, emerge en el hacer. Se apoya en un saber fragmentario y provisional, donde lo nuevo rompe con teorías exhaustivas y el sujeto, transformado por la experiencia, a la vez la transforma. Un  hacer, donde se generen procesos de subjetivación hacia la autonomía: se va dando la ley y el sujeto la cuestiona, así garantiza su actualización, participa activamente de la regulación y constante transformación de aquello que intenta decir de lo cotidiano desde la norma, lo hace él porque vive en lo cotidiano. Esta práctica “no es hacer cualquier cosa, no es el reino del deseo, ni la espontaneidad bruta, es darse la ley a través de la reflexión, e implica eliminar la monopolización, la autoridad en el pensamiento y establecer una relación profunda entre la capacidad creadora y el ámbito de su socialización.”[23] Es abandonar lo superfluo que genera la heteronomía; desde la completa regulación por otro, dominación externa que bloquea la libertad, desubjetivizando.

Una práctica ética; que mantenga la lucha por lo público y representativo, y transmita que la atención del padecimiento en su mayor o menor manifestación sea tema prioritario, se haga tema de todos:“el investigador no es ya el espectador desprendido de los monumentos del discurso mudo, no solo está involucrado como cualquier otro en las prácticas que estudia, además está en gran parte producido por ellas, y convierte este hecho en tema.[24] Se configura una investigación sustancialmente ética cuando se interesa por problematizaciones que enfrenta una cultura por la interacción de sus prácticas, saberes, estrategias políticas, estilos de vida personales.

Prácticas para Colectivizar en la Numerosidad Social: como cooperación, actuar en conjunto sobre la base de un paradigma en común y generando condiciones a partir de dispositivos como asambleas clínicas, al decir de Fernando Ulloa: “donde cuentan tantos sujetos como sujetos cuentan; el primer cuentan tiene que ver con que la mirada sea en reciprocidad… de manera que cada uno sea perceptor y percibido; y el segundo cuentan da cuenta de la condición hablante del sujeto, se produce un acto de habla mirado.”[25]

Prácticas en los Niveles de abordajes: hacia un nivel Psicosocial del sujeto y sus vínculos (junto a sus cuerpos físico, psíquico y cultural y anudamientos posibles); sociodinámico dentro de los grupos; institucional (del instituido e instituyente) en múltiples instituciones (familia, trabajo, salud, educación y en otro sentido, su casa, oficina, plaza etc.) y comunitario/colectivo y/o hacia la numerosidad social; “ámbitos que no son excluyentes, sino a la inversa, todo estudio completo debe abarcar a todos, en su unidad e interjuego”.[26]

Prácticas que destierren la hegemonía de algunas profesiones y la deshospitalización se transforme en desinstitucionalización, y ya no se favorezca una autoridad  centralizada en quienes administran psicofármacos y producen psiquiatrización como prueba de la falta de alternativas, o de alternativas fallidas, o no suficientes. Desinstitucionalización en el sentido de “La emancipación terapéutica (que llega a ser el objeto sustitutivo de la curación) no puede ser más que la puesta en práctica de acciones y comportamientos que emancipen la estructura entera del campo terapéutico.”[27] Plantea Rotelli, ir construyendo las políticas desde la práctica de derechos y la particularidad de cada territorio, para que los pacientes, la comunidad, opinión pública, se vayan movilizando, implicando, interesando como actores de cambio. Desinstitucionalizar implica un cambio en la relación del paciente con el sistema jurídico, quien lejos de actuar para el control social y creación de significaciones imaginarias del miedo y peligrosidad, debe ser garante de sus derechos civiles. Desinstitucionalización, no es dejar de contar con instituciones, ni con los servicios de salud; sino en el sentido manicomial, como dice Daniel Sans: “desarrollar previamente las prácticas y los dispositivos que obturen lo manicomial.”[28]

Practicar derechos, en actos que los garanticen, ocuparse de transformar los modos de vivir todos los días, desde las representaciones, afectos, imágenes que configuran significaciones e imaginarios sostenedores el sufrimiento; transformar esa imagen del mundo concreta y cotidiana, que alimenta ese sufrimiento y así restituír subjetividad. Los derechos de ciudadanía no  garantizados por un saber, sino en la práctica ambulatoria, talleres, asambleas, dispositivos de pensamiento público, de expresión poética; desde al arte, labor y trabajo, desde la participación en la vida cotidiana. Practicar derechosde ciudadanía desde el reconocimiento social, actuarlos, e ir hacia el Derecho Humano, dentro del cual se garantice salud y no por fuera de éste, como parte de otra cosa; protestar constantemente hacia el Estado para su reconocimiento.

Al fin el principio de la investigación: La producción textual.

El acto de escribir va transformando el tiempo en espacio, permite dejar de encontrarnos en entonces para ir a ahora, donde se descubre uno mismo en las voces de otros y puede traer aquellas voces lejanas a la cercanía de lo propio. En la escritura, se transforman en herramientas los dispositivos. Escribir permite documentar experiencia, contar a otros, contarles, contarse y dejarse ir. Es lo que permite elaborar el exceso de realidad para alojarse en proyectos. Porque allá, en Río Negro, de dónde venimos ahora, acá ustedes, como en Comala Pedro Paramo, contamos para atravesar la noche: “con tal que no sea una nueva noche, pensaba él. Porque tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse con sus fantasmas. De eso tenía miedo.”[29]

 

 

Bibliografía.

 

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  • Ulloa, F. En  http://www.youtube.com/watch?v=1apyFep3hNg. Ultima visita 26/07/13

 

Notas

 

[1] Foucault, M (1976). La arqueología del saber. Pp176. Ed Siglo XXI. México

[2] Rulfo, J. (2011). Pedro Paramo. pp5. Ed. RM. Fundación Juan Rulfo. Santiago de Chile.

[3]Galende, E. (1997) De un Horizonte Incierto. Psicoanálisis y Salud mental en la Sociedad Actual. cap 3 p 140. Ed. Paidos. Bs As

[4]Galende, E. (1997) De un Horizonte Incierto. Psicoanálisis y Salud mental en la Sociedad Actual. cap 3 p 193. Ed. Paidos. Bs As

[5]Fernandez A, (2006). Plítica y Subjetividad. Asambleas Barriales y Fábricas recuperadas. 3° Edicion. Pp11.Ed. Biblos. Bs As.

[6] Rotelli,F (2014). Vivir sin Manicomios. La experiencia de Trieste. p33. Ed. Topia. Bs As.

[7] Castoriadis, C. (2010).La institución imaginaria  de la sociedad- 1ª.ed.1ª.reimp.-(Pag. 377).Ed. Tusquets. Bs. As

[8] Barico,A (2003) Sin Sangre. Pp98. Ed. Anagrama. Barcelona

[9] Rotelli,F (2014). Vivir sin Manicomios. La experiencia de Trieste. P100. Ed. Topia. Bs As.

[10] Carpintero, E. (2014). El Erotismo y Su Sombra. El amor como potencia del ser. cap 2. Pp29. Colección Psicoanálisis Sociedad y Cultura.Ed Topia. Bs As

[11] Cristiano, J. (2009).Lo social como institución imaginaria: Castoriadis y la teoría sociológica. Cap IV. Lo imaginario: superación del pensamiento heredado.p.86.Ed. Eduvin. Villa María

[12] Barus-Michel, J; Enriquez, E; Levi, A (2009).Psicosociología; Nociones y autores fundamentales. P. 373. Ed. UCSH. Santiago de Chile.

[13] Carpintero, E. (2014). El Erotismo y Su Sombra. El amor como potencia del ser. cap 2. Pp30. Colección Psicoanálisis Sociedad y Cultura.Ed Topia. Bs As

[14] Carpintero, E.La libertad está con los otros. Pp3.En: http://www.topia.com.ar/articulos/la-libertad-est%C3%A1-con-los-otros. Ult. Visita. 21/09/14

[15] Castoriadis, C. (2010).La institución imaginaria  de la sociedad- 1ª.ed.1ª.reimp.-(Pag. 162).Ed. Tusquets. Bs. As

[16] Lourau, R. (2001). Libertad de movimientos. Una introducción al Análisis Institucional. Traducción, prologo y notas de Gregorio Kaminsky. P. 39. Ed. Eudeba. Bs As

[17] Fernández, A. (2008)  Las lógicas colectivas; Imaginarios, Cuerpos y Multiplicidades.. p34. 2da edición. Ed. Biblos. Bs As.

[18] Carpintero, E. (2014). El Erotismo y Su Sombra. El amor como potencia del ser. cap 2. Pp30. Colección Psicoanálisis Sociedad y Cultura.Ed Topia. Bs As

[19] Nietzsche, F. (2009). El Origen de la tragedia. (p 10).Ed. Gradifco. Bs:As.

[20] Lacan en Barus-Michel, J; Enriquez, E; Levi, A (2009).Psicosociología; Nociones y autores fundamentales. P. 200. Ed. UCSH. Santiago de Chile.

[21] Carpintero, E.La libertad está con los otros. Pp2.En: http://www.topia.com.ar/articulos/la-libertad-est%C3%A1-con-los-otros. Ult. Visita. 21/09/14

[22] Castoriadis, C. (2010).La institución imaginaria  de la sociedad- 1ª.ed.1ª.reimp.-Ed. Tusquets. Bs. As

[23] Castoriadis, C. en Dominique Bolliger (1992). . Entrevista: Autonomía Individual y Autonomía Social. en http://www.youtube.com/watch?v=3JSnOswXlhk.

[24] Donda, C. (2005).Lecciones sobre Michel Foucault. Saber, sujeto, institución y poder político.pp53. Colección conjeturas de filosofía. Ed. Universitas (Ed. Científica universitaria de Córdoba. Córdoba

[25] Ulloa, F. En  http://www.youtube.com/watch?v=1apyFep3hNg. Ultima visita 26/07/13

[26] Bleger,J.(2007). Psicología de la Conducta .2° Edición. pp52. Ed. Paidos. Bs As

[27] Rotelli,F (2014). Vivir sin Manicomios. La experiencia de Trieste. p34. Ed. Topia. Bs As.

[28] Sans, D. (2013). Tratar la Locura. La judicialización de la Salud Mental.  Pp59. Colección Fichas para el Siglo XXI. Ed Topia. Bs As

[29] Rulfo, J. (2011). Pedro Paramo. Pp132. Ed. RM. Fundación Juan Rulfo. Santiago de Chile.

La palabra de quienes trabajan. Hospital Belgrano

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La Salud Pública en Debate.

Continuamos esta sección de encuentros con quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite a los lectores apreciar qué es lo que efectivamente está sucediendo en el quehacer cotidiano en Salud Mental. Cómo se trabaja en algunos lugares, cuáles son las problemáticas concretas. En este caso encontraremos la tramitación de la violencia, cómo se palpa la medicalización en Salud Mental y las dificultades en el trabajo interdisciplinario e interinstitucional.

Participaron Ricardo Mauro (Lic. en Psicología y jefe de unidad), Rita Wassertheil (Lic. en Psicología y coordinadora de Adolescencia, Marisa Rubín (Lic. en Psicología y coordinadora de Adultos), Natalia Schaposnik (Lic. en psicología y coordinadora de Niños), Joaquín Tey (Lic. en Psicología y jefe de residentes), Marina González King (Psiquiatra y jefa de residentes) y Carlos Barzani (tanto como profesional de Adolescencia del Hospital y miembro del Consejo de Redacción de Topía).

Topía: Cuenten algo del hospital, quiénes son, cómo trabajan, qué población atienden…

Rita Wassertheil (RW): Trabajo en el hospital hace treinta años, coordino el área de adolescentes. Atendemos desde los 13 a los 20 años, a partir de los 21, va para el área de adultos. Y atendemos con esta flexibilidad, que si el equipo de niños tiene alguna admisión en que por la problemática, considera que aunque tenga 12 años es mejor que lo veamos en Adolescencia, lo hacemos. Atendemos a demanda, los pacientes vienen a pedir turno. Muchos vienen derivados de escuelas de la zona de influencia del hospital. En el Hospital funciona desde hace muchos años una red interinstitucional que nuclea una vez por mes a distintos representantes de escuelas, en su momento de los juzgados, defensorías, etc. Se ha ido armando a lo largo de los años una relación entre los docentes o directivos o asesores de las diferentes escuelas de la zona, Villa Zagala, Villa Ballester, San Martín, Villa Martelli.

Marisa Rubín (MR): Creo que eso pasa no solo por la cercanía, sino por el lugar de referencia que es el hospital para la zona, y el tipo de respuestas que encuentran.

Natalia Schaposnik (NS): A veces vienen pacientes de bastante más lejos porque vivían en el barrio o tienen alguna referencia, vienen a veces de Escobar o más lejos.

RW: De hecho abrimos la puerta y no le preguntamos donde vive, ni le pedimos el documento, lo hacemos pasar y le tomamos los datos. Lo que sí nos pasa, sobre todo con adolescentes -supongo que con niños también- es que si viven muy lejos y tienen hora y media o dos horas de viaje para venir, a veces se hace difícil sostener una frecuencia semanal teniendo que viajar tanto. Este es un obstáculo que es en todo caso del paciente, una limitación que no es nuestra, nosotros lo atendemos.

Carlos Barzani (CB): Tampoco se exige el documento, que en algunos otros lugares se les exige para atenderlos.

Ricardo Mauro (RM): Es un hospital zonal de segundo nivel de complejidad dependiente del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. Está emplazado en la zona de San Martín, con un área programática que incluye San Martín y Vicente López, y un área de influencia bastante importante por ser un hospital provincial. La provincia de Buenos Aires está dividida en doce regiones sanitarias y nuestro hospital está en la región V; esta región comprende toda la zona norte en la cual están incluidos 13 municipios y éste es uno de los hospitales provinciales. La población que nosotros recibimos es una población de barrios populares que circundan al hospital, barrios de trabajadores, con mucha densidad de población que fue aumentado a lo largo del tiempo, y eso es lo que ha demandado que el hospital, de ser monovalente desde que se creó en 1948 a 1975, cuando se convirtió en policlínico. Allí es donde comienza el primer equipo de salud mental que fue formado por Ramón Beloso, que fue el primer jefe y el que fundó el servicio con tres psicólogas en ese momento, y así fue adquiriendo la densidad que tiene hoy, más o menos entre 45 y 50 profesionales, entre planta, residencia y algunos pasantes.

MR: Uno trata de priorizar los cercanos, pero a veces hay pacientes que vienen de muy lejos porque no hay respuesta en muchos lugares. Les dan turnos para 6 u 8 meses, y entonces terminan como empujados de un lado a otro llegando al hospital que le da respuesta antes, pero a veces es muy difícil para esos pacientes que puedan sostener un tratamiento con una frecuencia semanal. Y en ese sentido, Ricardo, al haber sido coordinador de salud mental de la región sanitaria V y haber trabajado con diferentes efectores, le permitió hacer contactos en diferentes lugares. Me acuerdo un caso de una muchacha que vivía en Escobar y tenía una enfermedad por la que no podía casi moverse. Y se vino hasta acá porque no encontraba respuesta en otros hospitales. Ricardo llamó por teléfono a Escobar, habló con alguien puntualmente y se le consiguió un turno por una cuestión de contacto.

RW: Igual a veces no solo vienen porque no consiguen respuestas, sino porque tienen transferencia con el hospital por alguna cuestión, porque vivieron en la zona, o porque conocen a alguien que trabaja. A veces uno intenta derivar porque parece bastante complicado sostener una frecuencia, y aun así quieren, algunos sostienen y otros no.

MR: Y también a veces por la transferencia de otros efectores con el hospital. Hoy hice una admisión de alguien que mandaban del Castex. Y la paciente decía: “Me decía el doctor de allá, ¿pero por qué no va al Belgrano que es tan lindo?” ¡Tan lindo! (Risas)

RM: Es cierto que se producen cuellos de botella importantes por la cantidad de pacientes que recibimos. Una cosa que hemos priorizado particularmente desde hace ya un tiempo, es el arte de escuchar. Como decía Lacan: “el arte de escuchar es equivalente al arte del buen decir.” Lo que se hace es fundamentalmente evaluar cuál es la gravedad, el riesgo y la urgencia de cada paciente cuando llega, independientemente de las cuestiones burocráticas, que muchas veces se plantean en otros lugares, donde rápidamente se le dice hay turno o no hay turno. Es cierto que no tenemos turnos en lo inmediato, pero vamos resolviendo algunas cuestiones dándole lugar a la posibilidad de que si vienen de algún sitio en el que se le puede ubicar algún dispositivo más cercano, lo tratamos de hacer. Es decir, una de las dificultades que aparecen en muchos lugares es que las redes están, pero los circuitos muchas veces no funcionan. Aquello que debiera funcionar directamente, por ejemplo, alguien que demanda un turno en Pilar, debiera poder conseguirlo directamente y no que tenga que llamarlo yo y decirle “che, ¿le podés conseguir un turno?” Y ahí sí consiguen. Pero es por ese conocimiento y no es por cómo debería ser, lo mismo las internaciones.

El 80% de los pacientes adultos que recibimos vienen ya medicados

Joaquín Tey (JT): Más a modo informal, levantar el teléfono porque tiene un conocido con, un contacto de, y a partir de ahí, se puede concretar el trayecto.

RW: Una de las dificultades más grandes que tenemos en adolescentes, retomo un poco el tema, es el tema de las internaciones.

Topía:¿Con qué dispositivos cuentan?

RW: Consultorios externos, ambulatorio. Interconsulta. Pero no hay una guardia de Salud Mental de 24 hs en el hospital. Las urgencias se derivan al Hospital Eva Perón (ex Castex) porque nosotros no tomamos urgencias. Hay excepciones, pero tenemos cierto ordenamiento. No somos un servicio expulsivo porque tratamos de darles lugar a los pacientes cuando vienen, pero si vienen pacientes descompensados, que necesitan una atención intensiva en guardia o una internación, nosotros no podemos dar respuesta a eso porque no tenemos esos recursos.

Cuando viene un adolescente por un intento de suicidio, por una descompensación y tenemos que derivar a un dispositivo de internación se nos complica mucho. Por supuesto que la cuestión de levantar el teléfono y ver si hay lugar en Capital en alguno de los lugares a los que se podría derivar, Hospital de Niños, Alvear, ayuda, pero si no, se nos hace muy difícil porque en la provincia nosotros no tenemos lugares de internación para adolescentes.

RM: No hay lugares de internación para adolescentes y niños.

MR: Es una piedra caliente un adolescente descompensado…

RW: No te lo reciben.

CB: En La Plata sí, sino más cerca en Capital el Tobar García o el Gutiérrez (Hospital de Niños).

RW: Por la distancia, vos tenés un familiar que vive en San Martin, ¿cómo hace para ir a ver a su hijo o hija a La Plata? Y el Tobar García no te lo recibe porque es de Capital, el Alvear dependiendo de a quien llamás, por ahí te hacen un lugar, en el Hospital de Niños (Ricardo Gutiérrez) en algún momento como teníamos residentes rotando nos resultaba fácil hacer la derivación…

RM: La región sanitaria V -que abarca esos 13 municipios que son alrededor de dos millones y medio o tres millones de habitantes- tiene solamente 8 camas de internación de mujeres por Salud Mental en el Hospital Eva Perón en lo que hace a hospitales que dependen de la provincia. Esto no implica que algunos municipios tengan sus propias camas de internación. Nosotros estamos en una región que integra Malvinas Argentinas que tiene el Hospital Carrillo que tiene 42 camas de internación, pero es solo para la gente de ese municipio.

La franja más difícil es la que va entre los 14-15 a 18 años. Es una franja que tiene las dificultades de no poder tener un lugar justamente ante las descompensaciones o desencadenamientos psicóticos que se dan a esa edad, no hay un lugar de atención con internación en la provincia, por lo menos en la región sanitaria. Particularmente los puntos más complejos para nosotros son el primer cordón y el segundo, porque en el tercer cordón más o menos se arreglan. En Exaltación de la Cruz, Zárate, Escobar y Pilar han abierto algunas camas y resuelto sus posibilidades dentro de cada uno de los municipios. Pero en términos de la provincia, el primer y segundo cordón, eso está mucho más dificultado por la densidad de población que hay también. Entonces eso se vuelve más difícil. En realidad lo que aparece como figura, es que esa franja depende de los servicios zonales o los servicios locales de protección y promoción de los derechos de niños, niñas y adolescentes que se ocupan de tener clínicas conveniadas para la internación de estos pacientes. Pero la clínica tiene solo una cama conveniada, nunca hay posibilidades.

Topía:¿Qué quiere decir cama “conveniada”?

RM: Hay un convenio del Ministerio de Desarrollo social por la ley de protección de derechos de niñas, niños y adolescentes con una clínica que era Ferromed que tenía 10 camas. Pero ahora cerró y quedó un convenio con una o dos clínicas.

Topía: Clínicas privadas que tienen convenio en una zona de dos millones y medio de habitantes y por municipio una o dos camas…

RM: En Pilar abrieron tres camas para niños y adolescentes.

CB: Y con adicciones también es muy problemático para adolescentes. Incluso había una comunidad terapéutica que dependía del SENAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia) -la isla Silvia- que también fue cerrada. Allí se podía internar a adolescentes con graves problemas de adicción, pero está cerrada. El protocolo es derivar al CPA (Centros provinciales de atención de adicciones), pero los adolescentes vuelven sin respuesta. A los que podemos los atendemos en el servicio tratando de conformar una red con otras instituciones como el CIC (Centro de integración comunitaria), con el centro de atención primaria que le corresponde por su domicilio, con algunos centros juveniles que están reabriendo…

RM: La isla Silvia tuvo unos vaivenes complejos, porque en determinado momento se decidió que adicciones ya no era un problema de salud, sino un problema social. Por ejemplo, en el ámbito provincial, Adicciones estuvo 4 años en la esfera del Ministerio de Desarrollo Social. Fue una aberración que no dependiera de salud. De esa forma se trabajaba de forma descoordinada con los CPA. A partir de la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones los CPA volvieron al ámbito de salud.

Le dijeron que la única manera que te atiendan en la guardia es pateando la puerta

Topía:¿Qué tipo de problemáticas llegan?

RW: A lo largo del tiempo van llegando diferentes problemáticas; en algún momento se pusieron de moda los casos de bulimia y empezaron a aparecer casos de chicas bulímicas. Si bien hay veces que nos derivan y tratamos ad hoc de armar algo que nos permita atenderlas, con la nutricionista, con la médica de adolescentes de acuerdo al caso por caso. En general, no podemos tomarlas. Hay equipos que trabajan en otros hospitales que trabajan con equipos establecidos para casos de trastornos de la alimentación; nosotros no somos un equipo que nos dedicamos a eso. Tampoco atendemos especialmente pacientes adictos, porque para eso están los centros especializados en adicciones y nosotros -al ser un hospital que no tenemos equipos armados para atender pacientes adictos con grupos familiares, tipo hospital de día- los podemos atender una o dos veces por semana, pero no más que esto, con lo cual esto también se deriva. Pero a nadie se le pregunta ¿usted es adicto? El paciente viene, empieza a hablar y por ahí en algún momento comenta que consume, y no es que uno le va a decir: “Ah no, entonces no te podemos atender más.”

MR: No atendemos a adictos en el sentido de que no tenemos un dispositivo apropiado para el tratamiento de la adicción si de lo que se trata es que deje el consumo. Ahora, atendemos un montón de pacientes adictos que consultan por alguna otra cuestión. En la guardia, ayer, un muchacho con una importantísima adicción a la cocaína, mi sugerencia fue una consulta al CPA como para deshabituarse, pero ¿por qué llegó a eso? Porque él decía: “soy un boludo”, y dijo un montón de cosas. Y frente a eso, sí puede venir al servicio a trabajarlo, más allá de que sea un adicto. No a la cura sintomática porque no tenemos un dispositivo adecuado, pero no quiere decir que no se atiendan adictos.

RM: Pero no es por la cuestión de la cura sintomática; justamente, nosotros formamos parte de la relación del sujeto al síntoma, cuáles son esas relaciones y en función de eso trabajamos… Otra cosa es aquel paciente que llega con una adicción de muchísima data y que, además, necesita deshabituación o desintoxicación, una internación para pasar la abstinencia, bueno, eso no lo tenemos. Pero sí recibimos a todos aquellos sujetos que tienen derecho a ser escuchados y a ser reconocidos en sus síntomas. Me parece que desde ahí partimos para trabajar, por eso es que no tenemos áreas nominadas sintomáticamente, por eso es por grupos etarios y, además, definidos por algún dispositivo en particular, como por ejemplo, la interconsulta.

NS: Niños llegan muchos derivados de las escuelas, de los hogares. Con muchos problemas distintos, y -como todo- uno es el motivo de consulta y otro es el panorama que se abre cuando se empieza a escuchar un poco más. Desde problemas de conducta, de aprendizaje, abuso, violencia, problemas graves del desarrollo con diagnósticos y certificados de discapacidad que ya vienen de otro lado, problemas dermatológicos, etc.

RW: También tenemos un servicio de odontología que atiende bastantes adolescentes con problemas, donde hacen operaciones maxilofaciales. Si deben ser operados, los derivan para que trabajemos con ellos antes de las operaciones, situaciones de abuso, de violencia, de adolescentes con problemas de agresividad, embarazos adolescentes, situaciones de madres adolescentes que no se hacen cargo de sus hijos, madres adolescentes cuyos padres no quieren que sigan en contacto con el papá…

NS: Las problemáticas de violencia y abuso a veces llegan con algo ya en curso de una situación legal y a veces para ver si hubo abuso o no, si podemos detectar o les podemos decir. Llegan de distintas maneras, muchas veces estos pacientes llegan a través de la interconsulta en una internación, porque hay algo que a los pediatras les llama la atención, algo que pescan en el cuerpo, o encuentran alguna lesión, también en relación al descuido de algún chico…

RM: Incluso antes de la Ley Nacional de Salud Mental, el servicio se ha dispuesto a trabajar multidisciplinariamente y multisectorialmente, se trabaja no solamente internamente con el hospital -con trabajo social, con pediatría, con las distintas especialidades del hospital- sino con los diversos sectores, con los Hogares, Tribunales de Familia, Servicios Locales, Colegios.

Trabajar en el ámbito público es caminar el hospital

Topía:¿Y los residentes que problemáticas ven?

JT: Es interesante la llegada al hospital con ciertos diagnósticos y las etiquetas, por ejemplo, con un auto diagnóstico que dice “soy adicto” o “tengo ataque de pánico”. A veces es un modo de llegada, después hay que escuchar y ver de qué se trata y si es el dispositivo del hospital o no.

Marina González King (MGK): En psiquiatría no es tan diverso, solo atendemos adultos en nuestro hospital…

RW: Tampoco hay neurólogo infantil.

RM: La psiquiatría -infanto juvenil- es una especialidad en extinción, cada vez hay menos y es una problemática general de toda la región. Me parece interesante plantear como fue reduciéndose la entrada de residentes a hacer psiquiatría, en cuatro años se redujo a la mitad.

MGK: Eso se ve un poco en todas las especialidades médicas, tanto en capital como en provincia, se da que eligen hacer una concurrencia que es un sistema no rentado…

Topía:¿Por qué eligen concurrencia?

MGK: Porque pueden trabajar aparte o por fuera de la concurrencia y, de ese modo, muchas veces ganan más dinero que haciendo una residencia. Se viene viendo esto en los últimos años. En líneas generales, en las distintas disciplinas médicas es cada vez menor el número de gente que rinde el examen de residencia. Y en psiquiatría esta disminución se ha visto muy marcada.

Topía: O sea ¿bajó a la mitad no porque redujeron las vacantes, sino porque quedan desiertos los puestos?

RM: Sí, aunque este año en particular, se ocuparon casi todos.

MR: Se ocuparon casi todos, pero con toda la gente que se presentó. No quedó gente afuera casi.

RM: De 110 que se presentaron hace cuatro años este año se presentaron 52 o 53 en toda la provincia, para 34 cargos. Se ocuparon casi todos porque muchos rindieron también el examen de Capital y adjudicaron allí. 

Hay escuelas que están atravesadas por muchísima violencia, con chicos muy violentados, y eso hace que haya una gran cantidad de maestros que estén de licencia por enfermedad

Topía:¿Hay diferencia de sueldo?

MGK: Sí, mil o dos mil pesos. Y aparte, en la C.A.B.A., la matrícula no tiene un costo de mantenimiento y en la provincia sí, bastante alto, y lo mismo los aportes jubilatorios. Hay que pagar la Caja Médica.

C.B.: En Capital, el aporte jubilatorio del residente es como el de cualquier empleado público, en cambio, en provincia no tenés aporte jubilatorio como residente, ya que es una beca. En provincia por el solo hecho de ejercer la profesión -te paguen o no, es decir, aunque seas concurrente- tenés que colegiarte, lo que implica pagar anualmente la matrícula, y a su vez pagar mensualmente la Caja profesional, tanto los psicólogos como los médicos.

MGK: Por otro lado, Psiquiatría no es una especialidad elegida históricamente. Es un mundo completamente nuevo para alguien que estudió Medicina, y no creo que se conozca tan en profundidad la formación en la residencia. Puede ser también que no la elijan por eso, ya que no es de las que cuesta acceder a un puesto.

RM: El otro día un residente nuestro de psiquiatría iba con un estudio de laboratorio y pasó un médico de otra especialidad y le dijo: “¿Vos con eso en la mano, que tenés que ver con eso?”

MR: Y a otro residente alguien de docencia le dijo: “Yo pensé que vos querías ser médico.”

Topía:¿Con qué dificultades teórico clínicas se encuentran en la práctica?

MGK: Para los médicos es muy complejo el comienzo de la especialidad. La continuación también. Pero es como empezar de cero prácticamente. Es todo un cambio.

JT: Es el encuentro con una especialidad, con la propia disciplina, con la interdisciplina, y con la salud pública si uno está trabajando en un hospital.

MGK: Sí, y con un discurso también psicoanalítico, que es el del servicio y el de la residencia que a nosotros nos resulta muy complejo de comprender. Así que para los médicos es complicado. Uno no sabe desde dónde o cómo posicionarse. Si es lo puramente biológico, si es más la escucha, es como que se mezcla todo esto y resulta bastante complejo. Nosotros rotamos en consultorios externos en segundo año y estamos como recién comenzando el camino y nos resulta bastante difícil, desde seguir pidiendo laboratorios, estudios, pero los diagnósticos son eminentemente clínicos. Y el encuentro con otros discursos también tiene su dificultad.

JT: A mí me parece que la experiencia con la residencia permite encontrarnos con la complejidad de un paciente. Uno sale de la facultad con cierto marco teórico, con la cuestión de la escucha, del inconsciente, de la apuesta al sujeto, pero, además, uno se encuentra con la complejidad en relación a muchas problemáticas con las que viene un paciente y, por eso, es importante establecer lazos con otros servicios.

RM: Las problemáticas teórico clínicas, de las cuales nosotros vamos pensando desde el discurso del psicoanálisis y de la psiquiatría, no dejan de entrar en tensión con las problemáticas sociales, culturales y políticas que se dan en determinado momento histórico, porque el hospital pasó por muchos momentos históricos y eso también hay que tenerlo en cuenta. El desafío que se presenta es pensar como ha incidido el mercado en la cultura. Esto hace que se presenten ciertas modas, nomenclaturas o patrones, como el DSM, que se mete en términos de establecer ciertos diagnósticos o cierta patologización y puede hacer que se descuide lo que sintomatológicamente trae el paciente. Y una de las dificultades mayores que tenemos en los pacientes adultos debido a todas las incidencias del mercado en cuanto a las premuras que exigen que cada sujeto hoy sea un empresario de sí mismo, hace que hoy todo tenga que resolverse rápidamente, entonces, ¿qué es lo que pasa? El 80% de los pacientes adultos que recibimos vienen ya medicados. Medicados, automedicados con psicofármacos. Específicamente con benzodiazepinas de hace muchísimo tiempo y, por otra parte, por cierta circulación de psicofármacos en los barrios a través de reventa.

MR: Llegan muchos pacientes psicóticos, muchos, y obviamente también está la cuestión de la medicación. Pero más allá de la gravedad o no que presentan ciertos pacientes, es la posición de algunos pacientes respecto de lo que les pasa. Para mí es una preocupación, sobre todo porque estamos referenciados en el psicoanálisis, entonces, también tienen limitaciones. Hay gente que llega sufriente, pero que respecto de eso que le produce dolor dice “que pastilla me va a dar”, por ejemplo.

NS: Yo pensaba en la impronta del diagnóstico y la medicación en los niños; que además es muy complicado por los efectos que genera. También porque trabajar con los niños es siempre trabajar con muchos otros y eso implica trabajar con los padres, pero también con los médicos, y hay muchos profesionales que también sostienen esto. Entonces, a veces, hay que hacer caer otros discursos. Cada momento tiene una impronta; el diagnostico de hace unos años era ADD, ahora es TGD (Trastorno General del Desarrollo), y vienen con un certificado de discapacidad muy chiquitos y hay que desarmar y desandar para ver si encontramos un sujeto ahí.

Topía:¿Cómo lo hacen clínicamente?

RW: En general los certificados tienen un tiempo y trabajamos sobre la impronta que tiene el diagnóstico para esos padres en relación al lugar que le dan al chico y la posibilidad de encontrarse con algo ahí y con lo que puede, con lo que no puede, con un sujeto.

MR: Algunos padres te dicen: “Mi hijo es un TGD.”

RW: Sí, o ha venido con un cuaderno, con carpetas, con diagnósticos y estudios como si ese fuera el hijo.

NS: Empezamos a preguntarle por el hijo. Me acuerdo de una paciente de hoy, que vino con un diagnóstico, y le pregunté: “¿Qué es eso?” Y me miró como diciendo “¿No sabés?, ¡me voy si no sabes!” No, le digo, cuénteme que entiende usted por eso, quién le dio ese diagnóstico, y después de eso empezamos a leer una historia en la que había un rechazo desde el embarazo, se entera tarde del embarazo y no lo quiere, y menos lo quiere porque era varón, y muchas cuestiones más. Podés empezar a armar una historia en relación a ese bebé, ese niño, como una de las cosas. Por otro lado -y esto lo vengo escuchando en los últimos tiempos- también los médicos tienen la fantasía de que se le podría dar una medicación a una madre que rechaza al hijo y con la medicación lo va a amar y se va a transformar en una madre amorosa y divina, donde el chico va a estar perfectamente cuidado. Está esa fantasía de que haya alguna pastillita que modifique todo de un día para otro. Y con esto estamos armando, desarmando e inventando todos los días. También nos pasa con muchos pacientes que las familias son muy complicadas, muy disfuncionales, con mucha dificultad en el lazo y con chicos donde el trabajo con ese otro significativo se hace difícil. A veces trabajamos con tíos, con abuelos, con vecinos, con el Hogar. Es toda una experiencia trabajar con chicos que estén en un Hogar y que el otro de referencia de ese chico no sea, ni madre, ni padre, ni tío, ni nada y que a veces tampoco tiene tantas ganas de ponerse a pensar sobre ese chico porque hay un montón de chicos de los que se tiene que hacer cargo… Es inventar todo el tiempo en relación a qué es posible y qué no. Porque muchas veces no se puede o se puede poco.

RM: La apuesta es cómo subjetivar algunas cosas, porque a veces se produce con los chicos una situación dificultosa y es que debido a cierto certificado, les permite tener a los padres o al Hogar un subsidio, entonces, los padres tienen la premura de exigirle al pediatra que le dé el certificado para que esto, presentado en la obra social, le permita un subsidio en algún lugar, con lo cual esto estigmatiza. Como dice Natalia, me parece que la cuestión es subjetivar algo de la problemática, independientemente de estas cuestiones que atraviesan los estigmas.

RM: Con otra dificultad que nos encontramos es que si bien nosotros somos un servicio numeroso, atendemos una población bastante importante, tratamos de darle ingresos y poder escuchar a los pacientes y darles algún lugar. Pero la problemática con la que nos encontramos es que se ha producido un importante cuello de botella porque muchos de los tratamientos son prolongados. Algunos a lo largo de toda la vida; lo que produce que los psiquiatras tengan muchísima cantidad de pacientes. Y más en los últimos años debido a que el mercado ha generado que la respuesta que tiene la población ante la premura que tiene el mercado, es que todos tenemos ataques de pánico. A la urgencia de resolver las cuestiones en lo inmediato, la sociedad ha dado como respuesta el pánico. Y esto se ha tipificado y de alguna manera, todo se medica.

RW: Uno escucha a los pacientes que a veces vienen con un diagnóstico y cuando interrogás acerca de dónde escucharon eso, quién le dijo eso; sale de los médicos, de la escuela… entonces es difícil ponerse a desarmar algo que viene ya tan armado desde los referentes de los adolescentes como puede ser un docente, alguien del gabinete, el médico que lo atendió. “Andá a ver a un psicólogo porque lo que vos tenés es un ataque de pánico.” Nosotros desde el equipo de adolescentes también compartimos mucho de lo que ella comentó con respecto a las dificultades, es que a veces no contamos con otros significativos y otras veces están demasiado encima, o sea que hay que ir maniobrando, yo siempre digo que a los padres hay que hacerlos entrar para después hacerlos salir, al menos con los adolescentes.

Hay algo que empezó hace un tiempo a llegar al servicio que es el tema del bullying, que tiene mucha prensa y un poco de amarillismo. Esto sí llega derivado de las escuelas, “que le hacen bullying”. Empezamos a trabajar como con cualquier paciente, a interrogar en que le concierne esto que trae, en que está implicado; si para él es un problema esto. Cuando vienen derivados de las escuelas con un discurso del tipo “no sé por qué estoy acá”, “mi mamá me trajo”, “de la escuela me mandaron”; hay un compás de espera que se abre apuntando a la subjetividad del paciente. Y a poder armar un pedido que se diferencie de lo que dicen desde la escuela o los padres. El otro día recibí una chiquita de 12 años obesa. “La médica me dijo que si no adelgazo me voy a morir.” Hay que ver como desarmar todo eso, cómo es, qué pasa, etc.

NS: En niños son casi todos “mandados”, más allá de que el niño siempre viene traído por otro, los padres vienen derivados por alguien que, además, por ejemplo, si no va al psicólogo, lo echan de la escuela…

La verdad que la escuela es una fuente de derivación importante de pacientes, es importante porque detecta muchas cosas, en ese sentido bienvenida, pero también muchas veces expulsan y muchas veces, por ejemplo, un nene tiene que ir al neurólogo porque se le ocurrió a una maestra que no sabe qué hacer con él, y a veces eso se hace presente en los tratamientos obstaculizando.

RM: Esta es una de las cosas que en principio hay que tratar de desarmar o de desandar. Porque muchas veces llegan estigmatizados porque la premura, y también a veces es “entendible”, entre comillas, este discurso de los maestros de rápidamente dar una respuesta. Porque ahora como se han roto todos los pactos sociales, entonces esto ha hecho que van los padres, apuran al maestro, los maestros dicen que tiene que ir al neurólogo, y se entiende que por ahí a veces dan una respuesta apurada para intervenir de alguna manera dando algún lugar, para que no se violenten con los maestros… Lo mismo pasa con la premura de otros discursos, tenemos que saber cómo funciona la lengua del otro, y cuáles son los efectos de esa lengua del otro en los sujetos.

Tenemos un gran porcentaje de los enfermeros del hospital que están con licencia psiquiátrica

Topía:¿La “lengua del otro” que sería?

RM: Otras especialidades, en los discursos de otros estamentos, de la justicia, por ejemplo. La justicia viene con las cuestiones de violencia y ahí es un tema muy complejo, siempre digo que los discursos de las políticas públicas, si bien las políticas públicas son necesarias, a veces los discursos de la política pública coagulan un goce que muchas veces es muy difícil de sortear, particularmente alrededor de la violencia, y podemos discutir un montón de cosas con lo que es violencia de género, pero ahí es como que se han coagulado ciertas cuestiones que me parece que hay que poder desandar y subjetivar en relación a las dificultades que se generan en un ambiente. Nosotros atendemos personas que están en contextos de muchísima violencia, desde mujeres que vienen porque están en el puerperio y no pueden tener relaciones sexuales y el marido las muele a trompadas… esto pasa muchas veces. Pero la mujer viene, se cura y dice: “Bueno, pero yo lo quiero, no lo voy a denunciar.” Estas cosas son muy difíciles de trabajar y nosotros nos encontramos con situaciones de violencia de mucho tiempo, de muchísimo tiempo, sostenidas en el tiempo.

Topía:¿Y cómo trabajan concretamente la violencia de género?

RM: Las mujeres llegan por otras cosas. La violencia es parte integrante de ese discurso, pero no llegan por la violencia, llegan por otras cosas. Porque ahora como hay mucha información, la mujer que va a hacer alguna denuncia por violencia lo hace en la comisaría de la mujer. Pero escuchando a las pacientes uno encuentra que hay mucha violencia, particularmente en las que yo he atendido, siempre he encontrado que en la historia, en su infancia ha habido violencia. Muchas veces he encontrado en la historia situaciones de violencia que ya vienen encarnadas en su historia, en su historia infantil y a veces es muy difícil desmontar algo de esto en función de llevar, intentar acompañar, o intentar introducir alguna terceridad. A mí me parece que desde la política pública hay que intentar formar a la policía, que es algo más complicado porque introducen una terceridad donde no les dan bola, o cagan a trompadas al marido y ya… son situaciones complejas. Por lo menos en lo que nosotros encontramos dentro de lo que es nuestra población, en lo que yo encuentro, pasan estas cosas. Y la idea es cómo introducir alguna alteridad porque esto lo que va horadando es en los pibes, produce estragos en los hijos. Cómo lograr que algo se introduzca como una legalidad, ya que a veces la mujer no puede, por distintas circunstancias, por su historia, por su posición…

Topía:¿Y cómo hacen para introducir alguna legalidad?

RM: Hay algún momento donde algo de esa violencia tiene que subjetivarse al punto de que sea un goce egodistónico. Entonces en ese punto, a veces, se puede acompañar a que haga una denuncia. Pero particularmente ni siquiera por la mujer misma, sino por los hijos que están presenciando toda esa violencia, y que muchas veces también son pasibles de esa violencia. Entre esas cosas como otras, también que hagan alguna intervención por la comisaría de la mujer o se las acompaña…pero todo esto hay que subjetivarlo, no es algo sencillo.

RW: Estaba recordando una paciente adolescente que producto de las entrevistas surge que había sido abusada. Yo no voy a acompañarla a hacer la denuncia, porque no me corresponde, porque debo preservar la transferencia para que ella pueda venir a hablar de esas cosas, lo que sí puedo hacer es contarle que en el servicio del hospital nosotros tenemos un servicio de trabajo social, la puedo acompañar y esto es en acto. Le pregunto, ¿te interesaría? Salgo del servicio, voy a trabajo social, golpeo la puerta y digo “hola, Fulanita es paciente mía”, la acompaño hasta allí. Cuando aparece esto no somos nosotros los que vamos a denunciar. Me parece mucho más efectivo, y para preservar la situación transferencial trabajar para que sea la paciente la que haga la denuncia. Esto implicaría decir, por ejemplo, si vos querés informarte, te puedo acompañar en este momento si estás de acuerdo, adonde esté el equipo de trabajo social, y que los trabajadores sociales te informen cuáles son tus derechos, qué podes hacer, etc. Yo no le estoy diciendo tenés que hacer la denuncia, la acompaño, entra en el equipo de trabajo social, comenta, después es una decisión de la paciente, y yo podría acompañarla en esa decisión, siempre y cuando esté dispuesta a hacer esa denuncia y todo lo que va a implicar eso.

Topía:¿Y en situaciones de violencia con un niño o un adolescente cómo trabajan?

MGK: En el caso de menores está la obligatoriedad de denunciar como agente de salud.

CB: Nosotros desde adolescencia lo que hacemos es trabajar con el servicio local de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes cuando hay alguna situación de este tipo.

RW: Es una instancia pre judicial.

NS: Trabajamos muchas veces con trabajo social del hospital y con el servicio local de afuera, del municipio, que es una instancia pre judicial que se ocupa de estas cosas. Lo que no deja de ser complicado porque en general hay cosas que no son fáciles de resolver, pero a veces la respuesta que tenemos no es la que nosotros esperamos, me acuerdo de algunos casos de chicos que vienen derivados del servicio local. Por ejemplo, me acuerdo de un caso que ya habían sacado al nene de la casa del papá y la madrastra por un tiempo, y lo derivan al tratamiento. Parecía como si eso mágicamente pudiera acomodar todas las cosas ya que a los dos días aun con informes y llamados y reuniones donde señalamos que no había nada que diera cuenta de que estaban las condiciones para que ese chico volviera, la decisión fue que volviera. De estos casos hay muchos, ellos tampoco cuentan con muchos recursos; trabajan para la re vinculación. Además, yo creo que también esperan resultados mágicos de los tratamientos, y también es cierto que tienen muy pocos recursos en cuanto a hogares, tienen muchos expedientes y no tienen mucha gente, pero lo que digo es que aun haciendo todos los pasos legales que uno tiene que hacer y considere que hay que hacer, no tenemos los resultados que a uno le den la tranquilidad de trabajar con esos pacientes.

CB: Es decir, en lo que hace a qué dificultades encontramos en la práctica, una es la falta de recursos. Y otra, es el trabajo interdisciplinario e interinstitucional porque resulta complejo llegar a acuerdos y no siempre los acuerdos se respetan. Hay distintas visiones ideológicas y teóricas. Pero así como a veces el trabajo con otras instituciones y sectores obstaculiza, otras veces el trabajo se potencia, se facilita. Por ejemplo, una de las tareas que hago dentro del área de adolescencia es trabajar con algunas escuelas conjuntamente con un centro de atención primaria. En una escuela hubo una situación específica de una chica de 13 años que nos contó al equipo de salud que el hermano de 17 años abusaba de ella. Con anuencia de la alumna, lo trabajamos en conjunto con la directora de la escuela dentro de la escuela, lo citamos al papá, hicimos un trabajo con el papá y a su vez dimos intervención al servicio local. El servicio local poco tiempo después lo dejó dormir. Uno llamaba permanentemente para que citaran al padre y te decían, por ejemplo, que no tenían correo… Y claro, pregunté si no podían citarlo por teléfono, y me responden “Ah, no me di cuenta, como siempre citamos por correo y el correo no funciona…” Finalmente lo citaron vía telefónica tanto al padre como al hermano.

Topía:¿Qué otras problemáticas tienen?

RM: Todo el sistema de salud tiene una fuerte presión desde muchos lugares. Así como las maestras tienen quemada la cabeza, con lo cual a veces es difícil trabajar; no siempre porque se descomprometan o desimpliquen de la situación, sino porque están atravesadas por muchísima violencia. Hay escuelas que están atravesadas por muchísima violencia, con chicos muy violentados, y eso hace que haya una gran cantidad de maestros que estén de licencia por enfermedad. Y cuando digo la ruptura de pactos sociales es en ese punto, donde los padres, los chicos y los maestros ahora están disgregados, en una suerte de entramado violento, con lo cual cada uno va haciendo lo que puede. Como decía Natalia, intentando trabajar con los maestros con los que se pueda trabajar. En enfermería, por ejemplo, nosotros tenemos un staff de enfermería y un gran porcentaje de los enfermeros del hospital están con licencia psiquiátrica.

Es que los enfermeros son los que están todo el tiempo. La guardia del hospital es un lugar muy violento, altamente riesgoso, donde se ha conformado cierto imaginario y cierta representación de la guardia en los últimos años, no en otros tiempos. En otro tiempo el hospital era un lugar donde se venía a morir, en otra época se venía a curar y tenía una función social, distintas funciones ha tenido el hospital de acuerdo a la densidad de población y la población que se ha asentado alrededor. Ha cambiado muchísimo lo que es las estructuras, particularmente con varias generaciones de gente sin trabajo, porque la población hace 20 años atrás todavía era una clase trabajadora que aspiraba a que sus hijos fueran a la escuela, y era algo que estaba fuertemente instalado y tenía una pregnancia muy fuerte. Últimamente ha tenido y tiene una representación distinta. Hace poco tiempo viene un señor a la guardia, entra a la guardia y empieza a patear la puerta. Yo le pregunto, por qué en vez de patear la puerta no se dirige a la ventanilla y se anuncia y cuenta para qué quiere atenderse. Me contesta que le dijeron que la única manera que te atiendan en la guardia es pateando la puerta. Vino directamente a patear la puerta, ni siquiera a anunciarse previamente. Esa es la representación social que ha quedado de esta guardia, una guardia donde los enfermeros son los que se enfrentan a esta situación y reciben por primera vez al paciente que son pacientes que muchas veces aparecen baleados, acuchillados, con botellazos en la cabeza. Y vienen en conjunto, no vienen solos, a veces vienen con amistades, con familia y exigen que el paciente salga vivo, incluso a veces cuando ya viene medio muerto. Ahí los enfermeros son los primeros que reciben. Si bien han mejorado muchísimo la atención, han hecho un trabajo fundamental con el triage, y ahora están haciendo un muy buen laburo. Pero a pesar de eso son escupidos, golpeados, a ciertos médicos los han agarrado del cogote, también entraron a robar… Es un hospital expuesto como muchos otros hospitales a ciertas circunstancias violentas que se dan en muchos lugares.

MR: Es un hospital rodeado de villas, tenemos La Rana, Las Flores, Loyola… 

A veces nos encontramos cambiando de antipsicótico o antidepresivo, no por un criterio clínico, sino por un criterio de disponibilidad en farmacia

Topía: Lo que están diciendo es que las problemáticas llamadas “sociales” y la ruptura de los pactos es lo fundamental. Al principio comentaron algo de la medicalización, pero lo más difícil de la situación clínica -por lo que ustedes cuentan- tiene que ver con el entramado de discursos y las dificultades que están comentando ahora con relación a la violencia.

MR: Ese es el entorno en el que nos movemos. De todos modos, en nuestro servicio en particular, al menos en las situaciones violentas no es que el paciente rompe la puerta. Es más común que los que llegan más “sacados” son los que tienen patologías psiquiátricas. Vienen buscando medicación, ésta es la situación que frecuentemente se puede armar en el servicio o en la puerta del servicio.

CB: En realidad, en cuanto a la población con la que trabajamos, lo más preocupante son los que no llegan. Hay muchísimos adolescentes que no consultan y que están encerrados en la casa o en la esquina drogándose; y tampoco van a la escuela.

Topía: Y con ellos ¿en primer nivel qué dispositivos de trabajo tienen?

RW: El primer nivel de atención depende de los municipios, no depende de la provincia. Trabajan los municipios a través de los centros de salud, centros de atención primaria, y se están haciendo algunos movimientos. No sé cómo están funcionando los centros de San Martin…

CB: Eso va y viene, depende de los avatares político-partidarios. En algún momento funcionó muy bien el programa Envión, han llegado a tener 150 chicos que iban a contra turno, pibes que no estaban escolarizados, o que les costaba la escuela o tenían algún problema de adicción…

Con un sistema de tutores, talleres, ayuda escolar, una pequeña beca como estímulo, pero eso ha durado 2 años y se cayó. Estuvo 2 años cuasi desmantelado y ahora aparentemente -hemos tenido una reunión la semana pasada- el municipio tiene la intención de reflotarlo con otro nombre y sin la beca. Es muy importante que los adolescentes tengan un lugar de pertenencia, donde puedan juntarse con otros para hacer una actividad que los convoque, sea algo deportivo, artístico o recreativo. Este programa funcionaba como sostén para los jóvenes en estas situaciones, son los que no llegaban al hospital y a través de este programa comenzaron a llegar y pudimos empezar a hacer un trabajo conjunto.

RW: Nosotros habíamos establecido un muy buen vínculo con la gente de Envión, teníamos reuniones, nos sentábamos a conversar de los pacientes que nos derivaban. Cuando se desarmó por cuestiones políticas, se fue el equipo técnico que estaba trabajando y los chicos quedaron en banda. Entonces, la sensación de frustración que uno tiene cuando estuvo trabajando, armando redes y eso se desarma y no se sostiene en el tiempo, es enorme. Te quita la posibilidad de seguir trabajando y pensando cómo hacer. Y también te resta en que cuando se vuelva a armar, también uno está como con cierta reticencia. Empezar de cero ¿para qué?, ¿para que en 1 año lo desarmen porque cambió el intendente? Entonces tenés que rearmarte y volver a poner entusiasmo…

CB: Eso del lado de nosotros como profesionales de la salud, pero también para los pibes genera un descrédito hacia las instituciones. Algo que era bueno para ellos se borra de un plumazo y entonces genera la idea de que las instituciones no sirven…

NS: Eso es mucho peor.

CB: Una de las cosas que nos decían los vecinos cuando desde el centro de salud con el que trabajamos hicimos un trabajo de relevamiento casa por casa era esto, “ah, pero ya vinieron una vez y se fueron; ¿otra vez van a venir y se van a volver a ir?” El abc de cualquier trabajo territorial es que si no se mantiene en el tiempo es un maltrato hacia la comunidad, termina siendo maltrato…

NS: En cuanto a empezar de nuevo, nosotros también tenemos otra cuestión: los equipos se forman con residentes que rotan, de niños, por ejemplo, soy la única psicóloga de planta y con mucha gente que rota por 1 año… en eso de empezar de cero también estamos acostumbrados, y eso tiene muchas complicaciones si bien tiene cosas a favor. También uno va renovándose con las ganas de transmitir; armar cosas, pero tiene también lo que no se sostiene. Por ejemplo, cuando termina la rotación hay que derivar a los pacientes, tiene esa complejidad puertas adentro.

RM: De todas maneras en el grueso, podemos hacer un trabajo con una apuesta fuerte y de pensar las tensiones que sobrevuelan a todo el hospital, que son las que sobrevuelan a la sociedad que nos circunda, en distintos barrios, con distintas problemáticas y uno puede historizar qué ha pasado en el país, en distintos lugares, para saber en qué estado estamos desde la situación sociopolítica. Así y todo, podemos trabajar interdisciplinariamente con los distintos equipos, con trabajo social trabajamos mucho, con los pacientes que vienen con problemáticas sociales nosotros podemos resolver alguna cuestión y particularmente trabajo social se ha renovado muchísimo…

Topía: Y además por lo que cuentan trabajan con varias disciplinas y con muchos sectores.

NS: Con pediatría, con cardiología.

MR: También trabajamos con ginecología, con obstetricia, con la médica de adolescentes, tenemos atención integral del adolescente…

RW: Es un hospital que de alguna manera permite y posibilita y es una de las cosas que propiciamos nosotros: trabajar en el ámbito público es caminar el hospital. No es que estamos encerrados en el servicio, en los consultorios, concebimos una práctica que, si bien es la experiencia del consultorio, que en el hospital tiene su lugar, pero también es para pensarlo en las tensiones propias que se producen dentro del hospital y con esto trabajamos; y es fundamental que vayamos trabajando cada vez. Es algo en permanente movimiento, no es algo que nosotros pensemos estático.

CB: No es solo la palabra, hacemos.

RW: Exacto, hacemos, es en acto.

Topía: Para ir terminando, ¿qué cambiaría cada uno de ustedes para trabajar mejor?

MR: Por supuesto que uno a la hora de pedir pide más recursos de toda índole. Muchas veces falta medicación, esto es un tema no menor, uno empieza a instalar algún plan farmacológico y se discontinua esa medicación porque no se entrega y se cambia por otra que a lo mejor no es de la misma calidad…

Topía:¿Los abordajes son grupales, familiares, individuales?

MR: Son individuales en principio. Sí podemos armar una red con los familiares.

RW: Pero no hay modalidad de grupos ni tratamiento familiar.

MR: No, no tenemos un dispositivo específico, pero si alguien viene a preguntar si hacemos tratamiento de parejas, les decimos, vengan, hacemos la entrevista y vemos…

Topía: Pero no tienen esa herramienta como para hacer un diagnóstico y decir en este adolescente o adulto indicamos terapia familiar o de pareja.

RW: No, pero en el caso por caso muchas veces dentro del equipo se dan situaciones en las que trabajamos con los padres algún punto del trabajo con el adolescente y derivamos a que puntualmente esos padres trabajen con alguien del equipo. Pero no hay una ventanilla que diga atención para las familias. Pero se puede armar en el caso que consideremos, que haya una serie de entrevistas con la familia, el padre con el hijo, etc. Eso tenemos la libertad de hacerlo.

MR: En algún momento estábamos trabajando varios del hospital y es un tema que cada tanto se reflota, la posibilidad de organizar a contra turno talleres para las pacientes que atendemos, pacientes graves, psicosis, y también nos topamos a veces con las dificultades que hay en las instituciones; que no hay cargos, no hay nombramientos, no hay recursos, muchas veces presentamos proyectos y nos dicen que los hagamos con lo que hay.

RW: En el trabajo con adolescentes nos gustaría tener un psiquiatra infanto juvenil, lugares donde derivar en la provincia, lugares en la provincia donde internar, adicciones y cuestiones graves.

CB: Y en especial dispositivos intermedios entre los consultorios externos y la internación. Por ejemplo, un Hospital de día.

MGK: Consultorios, nos faltan consultorios.

La ley de salud mental tiene que ser una ley que tienen que conocer todas las especialidades, no solamente Salud Mental

RM: Ahí hay un problema, nosotros tenemos un servicio que vos entrás y decís: este servicio no lo tiene cualquiera; 10 consultorios más 2 de jefatura es bastante importante. Pero es verdad que somos muchos. Yo cambiaría la distribución horaria. Desde mi lugar no lo puedo hacer, pero yo cambiaría eso, no atendería todo el mundo de 9 a 12 todos los días porque es una locura. Yo redistribuiría y se puede hacer. Hay una dificultad complicada que tenemos, la farmacia del hospital trabaja hasta las 12, entonces los pacientes a los que se les da la medicación y tienen que retirarla por farmacia, no pueden venir en otro horario, a las 12 se quedan sin medicación y no pueden venir al otro día, y es cierto; hay mucha gente que viaja y no tiene un mango y no puede venir 2 días. Ese es un problema, pero se puede redistribuir de otra manera.

NS: Pensando esta pregunta que vos decís, creo que nosotros nos la hacemos. Yo la empecé a pensar desde adentro, yo me hago la pregunta todo el tiempo y no me es tan novedosa, en este momento estamos pensando en cómo mejorar el vínculo con el trabajo en pediatría, que se está haciendo complicado, también pienso en la posibilidad de que el registro sea más riguroso, en el archivo de datos y que aparezca un paciente y poder buscarlo. No tenemos secretaria y a lo mejor eso sería importante, que venga cualquiera y pregunte por un paciente de hace 3 años y uno lo ubique inmediatamente y no es tan fácil. También pienso algunas cuestiones para trabajar con pacientes graves, como para que se pueda concientizar y trabajar incluso con la población médica esto, me parece que es una pregunta que tenemos constante.

RM: Sí, y también tenemos distintas posiciones entre nosotros. Clínicamente yo podría decir que me enorgullezco del servicio que tenemos. Si bien con alguno uno puede discrepar un poco más, pero clínicamente los pacientes son recibidos, están siendo asistidos, cada uno desde las posiciones y prácticas que cada uno tiene. Los pacientes son recibidos y escuchados. En ese punto es serio el trabajo que se hace. Con algunas cuestiones que por ahí cambiaría.

MGK: Retomo un poco lo que decía Marisa sobre la medicación; cuando rotamos por consultorios externos nos encontramos teniendo que hacer malabares, cambios de medicación que quizás no ameritaría en ese momento hacerlo, pero tiene que ver con que no hay disponibilidad de determinada medicación y el paciente no la puede comprar, y a veces nos encontramos cambiando de antipsicótico o antidepresivo, no por un criterio clínico, sino por un criterio de disponibilidad en farmacia, y eso dificulta muchísimo.

JT: Yo en cuanto a qué cambiaría pienso en cómo fortalecer aún más los vínculos en relación con las otras disciplinas y especialidades médicas, porque por ahí somos mirados un poco como el bicho raro del hospital. Igualmente me parece que en estos últimos años se abrió mucho más el trabajo en relación al resto del hospital y eso está bueno, ir abriendo puertas y permitiendo abrir nuevas trayectorias.

RM: La interconsulta lo que revela es de alguna manera que es lo que uno espera de determinado servicio. Muchas veces algunas especialidades médicas o algunos médicos requieren la intervención de salud mental cuando hay que apagar incendios; el paciente catatónico que está muy mal, pero no hace quilombo no requiere salud mental, pero el que hizo quilombo en la otra sala, tiró a la mierda la comida, hizo despelote, para eso llaman. Hay que hacer todavía mucha escuela dentro del hospital en relación a qué pacientes requieren la intervención de salud mental, no es solamente el quilombero…

Yo lo que cambiaría fundamentalmente, pero en todos los hospitales, no en el nuestro solamente, es que la ley de salud mental tiene que ser una ley que tienen que conocer todas las especialidades, no solamente Salud mental. Porque aun hoy, no todas las especialidades la conocen y los que la conocen reniegan bastante. Cuando nosotros queremos internar a un paciente por salud mental en alguna de las camas nuestras, viene la gente de la especialidad médica X y dice “acá no se atiende a ningún paciente de salud mental porque nosotros no tenemos ninguna guardia, no tenemos posibilidad de sostenerlo cuando el servicio trabaja solo hasta las 5 de la tarde.” Los psicofármacos han avanzado mucho en lo que es la sintomatología, incluso desde la psiquiatría y funcionan muy bien, con lo cual con el cuidado de dejar las indicaciones desde las 5 de la tarde de un día hasta las 8 de la mañana del otro se podría sostener desde las distintas guardias internas. Pero hay mucho prurito todavía con el paciente de Salud mental, que es el quilombero, que no lo vamos a poder sostener, entonces acá no queremos a nadie. Van, golpean el escritorio del director y el director dice “No podemos atender porque no tenemos acá los recursos.” En todos los hospitales pasa eso, yo estuve en la región sanitaria y pasaba. Y cuando salió la ley -porque yo estuve en un período del 2008 al 2012 y en el medio sale ley- yo decía “hay que bajar de las direcciones que la ley de Salud mental es para todos, no solamente para Salud mental; funciona para todos, para el hospital.” Y con esto todavía hay mucha resistencia…

MR: Me parece que nuestro servicio goza de un buen nombre, en la zona, en la región. Nos enorgullecemos de esto, pero al mismo tiempo esto aumenta todo el tiempo la demanda. Vayan al Belgrano que se atiende bien, o que les dan turnos.

RW: Bueno, por ahí nosotros hemos hecho cosas para que esto nos vuelva…

Entrevista realizada en julio de 2015 por Carlos Barzani y Alejandro Vainer

Hospital Belgrano

El Hospital Manuel Belgrano se encuentra en Villa Zagala, partido de San Martín, de la Provincia de Buenos Aires. Su área programática incluye tanto los partidos de San Martín como de Vicente López, en una zona muy densamente poblada.

El 9 de octubre de 1944, el presidente Edelmiro Farrel colocó la piedra fundamental para la construcción de cuatro edificios para alojar ciegos en una superficie de doce hectáreas. Fue fundado en 1948 con ese fin.

En 1950 se convirtió en un Hospital Neumotisiológico de 50 camas. En 1975, debido a la disminución de dichas patologías, se transformó en un policlínico de agudos. En 1979 la Nación lo cedió y pasó a depender del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. En 1986 se implementó una experiencia innovadora basada en un sistema de Cuidados Progresivos (mínimos, intermedios e intensivo), cambiando la idea de internación tradicional por sectores. Esto favoreció la optimización de recursos y el trabajo interdisciplinario. El Hospital tuvo una planificación estratégica para las acciones basadas en las necesidades del usuario y una fuerte inserción comunitaria. Esto llevó a que recibiera una serie de premios a la calidad por su organización y atención.

Desde 1991 el Hospital fue “descentralizado”, pasando a formar parte de la Región Sanitaria V de la provincia. Es un Hospital asociado a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y cuenta con Unidad Docente Hospitalaria y cursadas de la mayoría de las especialidades.

La Unidad de Psiquiatría del Servicio de Clínica Médica comenzó a funcionar en 1977 y en 1990 adquirió el estatuto de Servicio de Salud Mental. La Residencia de Salud Mental fue creada en 1989 en el marco de apertura de residencias de varias especialidades. Actualmente cuenta con 140 camas de internación, con una dotación de 600 agentes propios y Residencias en casi la totalidad de especialidades, entre las que se encuentra Salud Mental. Ésta cuenta con 3 psicólogos y 3 médicos por año y un jefe por cada especialidad, siendo en total 26 residentes más tres instructores (de psiquiatría, de psicología y de primer nivel de atención). El Servicio cuenta 9 psicólogos y 7 psiquiatras de planta permanente y una cantidad variable de pasantes y concurrentes.

Entrevista realizada en julio de 2015 por Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 

 

Más Rita Lee, menos ritalina

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Tercer año de residencia de Salud Mental. Rotación libre. Destino: Río de Janeiro. Atraídas por la posibilidad de sumergirnos en otra cultura, donde la playa, la samba y el arroz con feijoada sustituyen al fernet, el rock nacional y las empanadas. A su vez, un contexto parecido al nuestro, atravesado por altos niveles de pobreza, desigualdad social, desempleo, crisis económica, inseguridad, narcotráfico.

Habiendo trabajado dos años en el campo de la Salud Mental, en una época de muchos cambios debido a la nueva Ley Nacional de Salud Mental, elegimos conocer cómo se trabaja en un lugar que lleva más de 20 años de reforma psiquiátrica, y mucho tiempo abordando de forma comunitaria a la patología mental, como propone nuestra nueva legislación.

 

Un poco de historia

En el marco de un proceso de democratización que ocurría en Brasil en la década del 80, posterior a la dictadura militar, el Ministerio de Salud dio inicio a una reorganización en el modelo de atención en salud, creando el Sistema Único de Salud. Tenía como principios fundamentales un acceso universal, ecuánime a la salud, y una atención integral y descentralizada.  Paralelamente a estos cambios en la relación del Estado y la sociedad, operaba también a nivel nacional otro movimiento reformista en el área específica de la salud mental.

Con el lema “Por una sociedad sin manicomios” surgió un movimiento importante en el contexto de la reforma, la Lucha Antimanicomial. La misma buscaba  cuestionar la existencia de los hospitales psiquiátricos, a través de la elaboración de dispositivos sustitutivos a los hospitales y apuntaba a lograr una superación a la cultura manicomial.

En el 2001 se promulga la Ley de la Reforma Psiquiátrica. Esta  plantea un cambio en el modelo asistencial en la salud mental pública, basado en la atención psicosocial.  Se consagra el principio de atención extra hospitalaria, de corte comunitario, promotor de integración social. Legisla sobre las internaciones, estableciendo como ejes de la política los derechos del paciente y sus familiares. La ley busca construir un modelo de cuidado integral, permanente y territorial. Esta perspectiva exige una red articulada de servicios en la que los CAPS (Centros de Atención Psicosocial) tienen un papel fundamental. Pero no funcionan solos, sino en una red de dispositivos e instituciones, como las residencias terapéuticas, los dispositivos de trabajo protegido, los hospitales generales, red que a largo plazo busca tornar prescindibles los manicomios.

 

Dar al problema de la locura una respuesta social

Los CAPS son servicios comunitarios para el tratamiento de personas con trastornos mentales graves o con problemas mentales debido al consumo de alcohol y drogas. Estos servicios son estratégicos en el proceso de reformulación de la asistencia psiquiátrica pública. Como dispone la ley, estos dispositivos deben garantizar tratamiento a personas con sufrimiento mental próximo al territorio donde viven. Los CAPS ofrecen tratamiento complejo, que incluye la acción de varios profesionales de salud y agentes de la comunidad. Son servicios territorializados, insertos en la región de los usuarios y así actúan en la comunidad y en articulación con ella.

La clientela de los CAPS es definida como “psicóticos y neuróticos graves”. Esta denominación podría incluir pacientes con historia de muchas internaciones psiquiátricas, pacientes en el inicio de su cuadro clínico que si no se atenderían en los CAPS tendrían que internarse, y pacientes con la sociabilidad comprometida. Son pacientes que necesitan una atención diaria y para los que un tratamiento ambulatorio no sería suficiente.

Existen tres tipos de CAPS: los CAPS II y III, que atienden población adulta con sufrimiento mental - Los CAPS III tienen la particularidad de contar con camas para acogimiento nocturno. El “pernocte” de los usuarios en el CAPS es decidido conjuntamente entre el equipo y el usuario. No se trata de una “internación”, sino de una medida de cuidado a reevaluar cada día -; Los CAPSi, destinados a la atención de niños y adolescentes con diagnóstico de autismo y psicosis infantil; y los CAPSad, dirigidos a niños, adolescentes y adultos con problemáticas relacionadas al consumo de alcohol y drogas.

Cada CAPS cuenta con un grupo de trabajo interdisciplinario, conformado por profesionales de staff remunerados de distintas especialidades: médicos, psicólogos, enfermeros, asistentes de enfermeros, musicoterapeutas, terapistas ocupacionales y talleristas que forman parte de la comunidad y que también reciben un salario. Existen dos "tipos" de contrato de estos profesionales. Por un lado, los profesionales que participan en salud pública antes de la creación de los CAPS acceden al cargo por concurso y su salario lo aporta el Estado. Los nuevos profesionales son contratados por empresas tercerizadas, con las problemáticas que esto trae, fundamentalmente en la precarización laboral. Este cambio trae muchos malestares a los profesionales en general. También se suman a los equipos interdiscipinarios residentes de las distintas especialidades quienes también son rentados, y estudiantes fundamentalmente de la carrera de psicología. Los estudiantes tienen una parte muy importante de su currícula en prácticas profesionales (20 horas semanales) y no reciben remuneración económica.

A cada CAPS le corresponde un área programática, a la cual debe brindarle asistencia. Asimismo, cada área programática cuenta con centros de Clínica de Familia para la atención médica de los pacientes que viven en determinado territorio.

En la mayoría de los CAPS predominan como eje del tratamiento los dispositivos grupales, los cuales tienen como objetivo fomentar el lazo entre los usuarios y que éstos se apropien de los recursos de la comunidad.

 

Del manicomio a la comunidad

Los hospitales psiquiátricos han sufrido un proceso de transformación, con la creación de nuevos dispositivos de atención que ponen en jaque las lógicas manicomiales clásicas, donde salud, locura y cultura se imbrican en un mismo espacio común.

A partir de la reforma psiquiátrica en Brasil a fines del 70, se producen importantes cambios  en los tres hospitales monovalentes de la ciudad, Hospital Philippe Pinel, Colonia Juliam Moreira, y Hospital Pedro II, los cuales aún continúan su proceso de cambio. Se promovió la salida de varios servicios asistenciales hacia el territorio, con la construcción de los CAPS, y también se estimuló la ocupación del espacio interno con proyectos culturales, sociales y de generación de renta (emprendimientos laborales con salario para usuarios). Actualmente los hospitales monovalentes han reducido notablemente las camas de internación, quedando reservadas sólo para casos agudos, mientras que el resto del espacio ha sido transformado y reutilizado para la construcción de dispositivos comunitarios.

 

 “La libertad es terapéutica”[1]

Autonomía, ciudadanía, despatologización, redes, lazos, lugares, comunidad… Palabras que pueden sonar muy bonitas y utópicas en una ley escrita, pero que también vivenciamos pueden concretarse en espacios que abran camino a nuevas perspectivas del sufrimiento mental. Intentamos transmitir el sentimiento conmovedor y de fascinación que nos generó conocer dispositivos de atención “por fuera” del manicomio, aunque paradójicamente la mayoría estén en su interior. Creemos que la lógica antimanicomial va más allá del espacio físico en el que tiene lugar, pueden existir instituciones que no son psiquiátricas, y que sin embargo presentan la lógica intramuros como eje central.

Surge la pregunta sobre qué es lo terapéutico y cómo se puede definir en este contexto de desmanicomialización. Terapéutico es la libertad, la autonomía, la posibilidad de armar lazos en comunidad, configurar una nueva forma de ser y estar en el mundo, por fuera de las paredes de la institución. El acceso a la ciudadanía es fundamental, porque apunta, como propone Saraceno, a “reapoderar, desinstitucionalizar las identidades ficticias, reconstruir la historia del sujeto, reconstruir espacios y tiempos para la expresión del sentido”[2].

Para comprender mejor esto, recordemos qué significa Geografía: “estudio de un territorio, construcción de un lugar”. Creemos que de eso se trata el movimiento de desinstitucionalización, en utilizar los espacios que existen de una forma diferente y novedosa para transformarlos en un lugar, donde se configure una red de lazos en comunidad, como un espacio transicional entre la calle y los consultorios. El usuario es uno más en la comunidad, y eso es terapéutico por sí mismo.

 

[1]
                        [1] “La Libertad es Terapéutica" título de tapa del Nº 1 de Perspectivas Sistémicas, Mayo 1988, en referencia al movimiento basagliano de Desinstitucionalización Psiquiátrica en Italia

[2]
                        [2] Saraceno, B., “La ciudadanía como forma de tolerancia”, Revista de la Fundación CCSM Congreso Catalán de Salud Mental N°1, 2002, p.12

La hospitalidad

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Las cosas suceden, luego quedan atrásy los relatos ocupan su lugar. [1]

En los últimos diez años una parte significativa de mis prácticas profesionales se ha desarrollado en las casas de las personas[2] -conociendo sus formas de vivir y ocupar esos espacios, recorriendo diversos barrios de la Ciudad de Buenos Aires-. Este hecho configuró una puesta en movimiento concreta, interactuando desde un equipo interdisciplinario, con personas que sufren ciertos padecimientos que les impiden salir de sus casas, y por lo tanto también con sus familias.

Todo esto fue generando otro modo de pensar e interrogar las intervenciones en salud mental, incorporando cada vez más una perspectiva comunitaria, a la vez del deseo de conocer cómo esas prácticas se vienen realizando en otros escenarios.

En 2009 realicé una visita de una semana al Hospital Escuela de Salud Mental de San Luis; y en 2010, una pasantía de tres meses en Trieste, Italia. Ir hasta allá, desplazarse, hacer un recorrido implicó nuevamente ponerse en movimiento, con la convicción de que conocer otras modalidades de trabajo in situ es la mejor manera de palpar los modos en que se desarrollan.

En 2011 participé del “Sottosopra” realizado en Pescara, Italia, experiencia de convivencia durante una semana con usuarios de salud mental, alrededor de un evento primordialmente deportivo. Visité la ciudad de Trento, conviviendo en una residencia terapéutica con operadores, familiares y usuarios, y concurrí allí a la “2º Giornata Ufologica Nazionale”, segundo encuentro nacional organizado por los UFE (“Usuarios y Familiares Expertos”).  Volví a Trieste, y participé en el “Impazzire si può”, segunda jornada nacional también organizada y protagonizada por usuarios y familiares.

En Argentina participé ese año del Primer Encuentro Nacional de la Red FUV (Familiares, Usuarios y Voluntarios), del Primer Encuentro Nacional de Empresas Sociales, realizado en Puerto Madryn; y del Patas Arriba 2011[3].

En 2012 realicé un viaje por Andalucía y por otros sitios de Italia –Latiano, Bologna-, ya con el propósito más concreto y definido de conocer in situ el funcionamiento de empresas sociales, cooperativas, dispositivos de inserción laboral y de salud mental.

Como se ve, fueron años productivos a nivel nacional e internacional, en cuanto a la visibilización de dispositivos que se venían implementando, pero que empiezan a tener un lugar más importante en las políticas públicas.

Todos estos fueron eventos de gran intercambio –tanto con operadores como con usuarios y familiares-, en torno a diversos modos de abordaje de los padecimientos severos de salud mental.

En varios de estos lugares me han preguntado cómo se siente ser partícipe de un movimiento y de un momento tan especial en Argentina, a partir de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental. Me sorprende la pregunta, ¿será que ellos lo aprecian más que nosotros?

Algo en común hallado en todos esos lugares, fue que los que allí se encuentran, trasmiten un entusiasmo, algo que se afirma, a la vez que se mueve; inventando otras maneras de hacer, otras palabras, nuevas formas de nombrar viejas figuras; creyendo y sosteniendo aún hoy, transformaciones que se iniciaron hace tiempo.

Todos estos movimientos en los últimos años de mi recorrido y búsqueda  tanto en lo personal como en lo profesional confluyeron en el Café Basaglia[4], proyecto del que he formado parte desde sus inicios en 2011, y que ha tenido como objetivo la capacitación para la reinserción social y laboral de personas con padecimientos mentales.

Presentaré a continuación algunos retazos de estos recorridos.

 

Lo que se puede ver estando allí.

Granada.

 

Me contacto y me encuentro con Paco Torres, quien fue uno de los artífices de la reforma en Salud Mental en Andalucía. Me comenta que los psiquiatras no van a las cooperativas, son contados con los dedos de la mano los que lo han hecho.

La directora de la Unidad de Gestión Clínica (UGC) de Granada que estoy visitando, se ofrece a acompañarme a Ajardinamientos Nevada, una de las más antiguas empresas de inserción de Andalucía, donde también funciona un taller de costura y un servicio de reparto de muebles ortopédicos. Me dice que de paso que me lleva, la puede conocer, ya que -como había dicho Paco-, ella aún no había estado allí nunca.

Durante la visita nos llama la atención cómo unos usuarios que allí trabajan, estaban limpiando minuciosamente una cama ortopédica antes de cargarla para transportarla. Ella comenta en su asombro, cómo esas cosas sólo se pueden apreciar estando allí. Dicho de otra manera, un psiquiatra, responsable del tratamiento de muchas personas, no siempre puede apreciar cómo esas personas despliegan lo que les sucede, su modo de vincularse, de desempeñar una tarea, si no se acerca al lugar donde la misma se realiza.

Me cuentan que sólo uno de los usuarios pudo pasar a un trabajo afuera: se enteró de que había una selección para trabajar como jardinero nada más y nada menos que en los jardines de la Alhambra; se presentó y obtuvo el lugar.

 

Un regalo.

Puerto de Santa María. Cádiz.

 

Llego al Puerto de Santa María un domingo a la noche. El lunes por la mañana voy a la Unidad de Rehabilitación (URA); como es temprano y aún no llegaron los que me esperan, me voy a tomar un café, a unas cuadras de allí. Me siento en una mesa, en la calle, a disfrutar de la mañana en ese bello puerto. Se sientan unos muchachos en otra mesa, y pienso que deben ser usuarios que están esperando como yo para ir a la URA. Uno de ellos me da charla, se presenta, confirma lo que había pensado; me cuenta que es pintor, autodidacta, y que si me quedo unos días en la URA, el miércoles me trae un cuadro suyo de regalo. Así, apenas nos pusimos a conversar. Le agradecí, le dije que me halagaba pero que no era necesario; y que seguramente nos veríamos esos días por allí.

El miércoles efectivamente me lo encontré, me había traído su hermoso cuadro, lleno de colores, firmado y ya dedicado “para mi amiga Claudia”; me dijo que no estaba seguro si yo vendría y si me acordaría de su promesa -como dando a entender que él había cumplido con su palabra-. Fue muy emocionante recibir este presente.

Lo cargué durante todo el resto de mi viaje.

Lo tengo aquí, y lo estoy mirando mientras escribo.

 

Una psicóloga obsesionada con su trabajo.

Alfacar, Granada.

 

Voy a visitar un centro de rehabilitación. Participo de una reunión de todos los usuarios. Me piden que me presente, digo simplemente que estoy visitando Andalucía para conocer sus servicios de SM; al rato uno de los muchachos que estaba callado, murmura en voz baja, como para sí mismo: “esta psicóloga está obsesionada con su trabajo”; le piden que lo diga más alto, que no se había escuchado. Una operadora intenta suavizar la afirmación, diciendo, “bueno, tal vez está interesada…”

Y yo riendo les digo que seguramente él tenga razón.

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Otro regalo.

Pescara (Abruzzo).

 

En 2011 participé del “Sottosopra” realizado en Pescara, experiencia de convivencia durante una semana con usuarios de salud mental, alrededor de un evento primordialmente deportivo.

Una noche uno de los operadores de un grupo de usuarios de Bologna, nos invita – a las tres argentinas que estábamos en el encuentro- a ir a tomar algo con todos ellos al centro.

Pasa un vendedor de flores, y uno de los muchachos, que se mantenía muy silencioso, le compra tres flores, para obsequiárnoslas. Al rato, el vendedor vuelve a pasar, intentando aprovechar la situación, y efectivamente el muchacho quiere volver a comprarle otras tres flores para nosotras. Ahí el operador interviene –al estilo italiano, con ternura, pero firmemente, casi discutiendo, poniéndole un freno-, y nosotras también, diciéndole que no hacía falta, que ya nos había obsequiado algo.

Fue muy conmovedora esa escena, el disfrute que se notaba en ese hombre –digámoslo así, no “paciente” ni “usuario”- al tener la oportunidad de compartir una mesa con otros muchachos y mujeres, en una noche de verano, y poder regalar una flor. Y para nosotras, mujeres ¿qué puede haber más lindo que un regalo como ese? Sin otra intención, más que la de compartir un momento así.

Al llegar habíamos visto vemos que el operador se acerca al mozo y le dice algo; luego nos cuenta a nosotras que le había aclarado que cuando los muchachos le pidieran un trago, lo sirvieran con muy poco alcohol, dado que estaban medicados.

¿Cómo es ser o hacerse responsable por lo que le pasa a alguien? Cómo es vérselas con la proximidad y a su vez no querer saber nada con eso que le sucede al otro,como puede suceder a veces?

Recuerdo que al regresar caminando, el operador nos dice: “con el tiempo recordarán que en esta salida habrán aprendido mucho más de lo que se puede leer en varios libros”.

 

Mis museos.

Latiano (Brindisi).

 

Voy a conocer la Cooperativa social  Cittá solidale[5] en Latiano.

“¿Que ospiti, se sono loro chi ci ospedano a noi?” (¿Qué huéspedes, si son ellos los que nos hospedan a nosotros?), me dice dijo una operadora de una casa en la que viven usuarios, que se define -cuando le pregunto qué hace-, como “io sono niente” (yo soy nada).

Me aclara que no hablan de pacientes ni de usuarios. Familiares, se nombran entre todos.

La hospitalidad: eso define este viaje. Mutua, si hiciera falta la aclaración. Es difícil determinar qué se hospeda de cada uno, pero es claro que algunos me agradecen la mía, mi presencia, mi modo de alojar.

Me conmueve lo que se puede generar en lo afectivo, en el contacto con las personas. Un día una usuaria, una mujer mayor, con la que almorzaba todos esos días en la “Casa Lilla”, casa de convivencia en la que vive, me dijo, “oggi ti ho sognata!” (hoy soñé con vos), “qué soñaste?” le pregunto, “ che venevi a trovarci, e dicevi, ciao!” (que venías a encontrarte con nosotros y decías, hola!).

Les llevo una planta en agradecimiento a su hospitalidad. No me dejan sola un momento, lo cual es bueno y un poco agobiante al mismo tiempo. Pero no me quejo. Son todos muy amables. El regalo ya lo has hecho con tu presencia, me dicen.

Me llevan a la Comunità Riabilitative Psichiatriche “Vila del Sole” a participar de una reunión de evaluación interminable. Se trata de un encuentro que realizan todos los operadores junto a cada usuario, dos veces al año, a los fines de realizar una consideración conjunta de su recorrido, en base a indicadores diseñados a tal efecto, en la que todos se explayan en su evaluación.

En un momento me piden opinión: lo sabía. Me hizo acordar cuando en una reunión en un Centro de Salud Mental en Trieste también me hacen participar, preguntándome qué pensaba de lo que estaban discutiendo. Socorro. Es tan difícil poder entender sin juzgar, captar la lógica con la que se trabaja en otros lugares, sin comparar con lo conocido de la propia práctica. Además, en italiano.

Ultima noche en Latiano. Se habían disculpado avisándome que esa noche iba a cenar sola –nos íbamos todos temprano al día siguiente a un congreso en Milán-, pero a último momento aparece una chica –una operadora de la cooperativa- que dice que le han pedido me lleve a visitar un museo y a cenar. Charlamos mucho, me cuenta entusiasta acerca de su trabajo allí, y hacia el final de la cena, me propone ir a conocer el “118” (la central del servicio de emergencias, como el SAME de la Ciudad de Buenos Aires, pero mucho más pequeño en infraestructura dado que se trata de una ciudad pequeña), donde ella trabaja como voluntaria. No era su día de guardia, pero allí fuimos, a las once de la noche, se encontró con sus compañeros, y me mostraba orgullosa, detenidamente, el equipamiento de las ambulancias: su puesto de trabajo.

Cuando le conté al otro día a otra operadora de la cooperadora esta visita que había hecho, me dijo: “cada cual tiene sus museos!"

Mis museos en este viaje: las cooperativas sociales, los dispositivos de salud y salud mental; e inesperadamente, también las ambulancias!  Otro modo de conocer cómo se vive, cómo se trabaja, qué le importa a la gente en otros lugares; y sobre todo qué quiere mostrar de sí misma y de los lugares que habita.

Una veta por donde meterme en otros paisajes,  o por donde seguir metiéndome.

 

La hospitalidad.

El Diccionario de la Real Academia española define:

Huésped, da. (Del lat. hospes, -ĭtis).Persona alojada en casa ajena. Persona que hospeda en su casa a otra”.

Huéspedes somos, entonces; quien llega, y quien recibe. Hay algo en común. Alojamos y somos alojados, por la palabra; y por los muchos otros devenires que se produzcan entre nosotros.

Es bueno tener adonde ir. Estar en un lugar en donde no te conocen, y sin embargo te reconocen. La paradoja entre familiaridad y ajenidad.

Es que en esos días, en estos viajes, algo de la hospitalidad fue el lugar común, el hilo conductor.

Marcelo Percia [6] cita a Massimo Cacciari –filósofo y dos veces alcalde de Venecia-, quien puntualiza que:

 

“En sus comienzos el término hospes designa a quien recibe al extranjero, y hostis, en su primera acepción, no tiene el sentido de alguien con quien mantengo una relación de enemistad. Al contrario, inicialmente el término latino hostis y el griego xénos indican amistad. Con el tiempo, van a servir para nombrar a personas que nos desafían, nos amenazan, nos ponen en peligro. Extranjeros en quienes no confiamos. Extraños de los que hay que cuidarse. Nuestra lengua ya no es capaz de captar el significado original que tenían antes estas palabras, es decir, ese indicar una relación esencial en virtud de la cual ‘hostis’ era un término que se encontraba en el ámbito de la hospitalidad y la acogida”.

 

Esposito[7] plantea que nos “alteramos” relacionándoos no solo con el otro, sino con el otro del otro. Retoma la contigüidad léxica del hospes-hostis de Cacciari, para decir que:

“…lo que se teme en el munus `hospitalario´ y a la vez `hostil´ es la pérdida violenta de los límites, que confiriendo identidad, aseguran subsistencia”.

 

Desde ese punto de vista la comunidad no sólo no se identifica con la res publica, la cosa común, sino que es más bien una falla que circunda y perfora lo social, que fue siempre percibida como el peligro  de y no sólo en nuestra convivencia.

 

La primera vez.

Puerto Madryn, Chubut.

 

Primer Encuentro Nacional de Empresas Sociales, realizado en octubre de 2011 en Puerto Madryn, Argentina. En ese momento estábamos armando el Café Basaglia, al mes siguiente abríamos las puertas. Era nuestra primera presentación en público, pero más que nada la oportunidad de participar de ese encuentro de alrededor de cien emprendedores de varios lugares a lo largo de todo país.

Uno de los muchachos que se incluirían en el Café participaba en ese momento de otro emprendimiento en el Hospital Borda, y fue uno de los que tomaron el micrófono y contó su experiencia. Era la primera vez que hablaba en público y por micrófono, dijo luego entre contento y asombrado. También había contado que era la primera vez que veía el mar, y que viajaba tan lejos –fueron 20 horas de viaje en micro-.  Esa noche se sintió mal, tuvo una crisis, y fue acompañado todo el tiempo por los operadores que viajaban con él; a la mañana siguiente ya estaba bien.

 

Otras veces, otras voces.

Buenos Aires. Café Basaglia.

 

Recordé varias veces ese episodio en los años siguientes, cuando íbamos a presentar nuestro Café en distintos lugares; el mismo muchacho pudo tomar el micrófono y hablar en el Congreso Argentino de Salud Mental, muy suelto y seguro de sí mismo; y no hablar no sólo de él sino también de los compañeros.

Y a la noche no tuvo ninguna crisis.

 

Abbiamo tutti il diritto di un piacere effímero in cui credere fermamente[8].

Todos tenemos el derecho a un placer efímero en el cual creer firmemente.

 

Esta frase me acompaña hace años. La encontré en un relato, en uno de los primeros libros que leí en Trieste. El autor se refiere al placer de parar a tomarse un café; describe los cafés de Trieste, los lugares, y a su vez la variedad infinita de servir allí el café. Como varios escritores triestinos, hace referencia a esta ciudad como lugar de escritores:

“Páginas artísticas concebidas en los Cafés y cafés servidos según otras

invenciones, otros juegos de palabras. Cierto, la impresión es que la elasticidad mental del barman tiene relación con la fortuna literaria del lugar, tanto que al fin queda una pregunta: ¿Trieste es una ciudad de escritores porque se puso a jugar con los nombres de las cosas –incluido el café- o aquí se juega con el nombre de las cosas porque estamos en una ciudad de escritores?”

 

Esta búsqueda, este afán por decir las cosas de otra manera, casi literaria, se percibe también en Trieste, en los modos de decir y pensar las prácticas en salud mental.

Giovanna Gallio[9], psicóloga italiana, al preguntarse cómo es que una ciudad como Trieste dio lugar a una transformación en salud mental que fue más allá de sus fronteras, hace jugar lo que define como la sabiduría que esa ciudad tiene sobre los confines, por ser ella misma una ciudad de frontera, para otorgarle un plus a la psiquiatría -disciplina también de frontera, una minoría  a menudo devaluada dentro de la medicina-, en tanto puede mostrar “la capacidad de conservar cierta distancia en la proximidad, la ductilidad para convertirse en precursora de cambios en lo cotidiano y el dejarse atravesar por lo diverso, sin sentir amenazada en principio la propia identidad”.[10]

Me interesa de acá la idea de que a veces participamos de situaciones que no por poco duraderas, son menos intensas o productivas. También la de jugar con los nombres de las cosas, desafiar los modos habituales de nombrar lo que hacemos. Tal vez en ese juego nos jugamos también a hacer algo nuevo. Y que nuestra elasticidad mental –como hacedores de cafés con nuevos sabores, o para dejarnos atravesar por lo diverso, sin sentir amenazada la propia identidad, o lo que sea- no depende sólo de nosotros, sino de las condiciones del lugar y el tiempo en que vivimos.

 

 

Buenos Aires, marzo de 2014.

 

 

[1] MILLER, G. (2008) Citado por Iona Heath en Ayudar a morir, Pág. 28. Katz Editores. Buenos Aires.

[2] Me desempeño como psicóloga desde su creación en octubre de 2003 en el “Programa de Asistencia Domiciliaria Psiquiátrica-Psicológica Programada en Situaciones de Crisis” (AdoP-AdoPi), Ciudad de Buenos Aires.

[3] Tren por los derechos. Por la inclusión. Por la ampliación de los derechos de las personas con padecimiento mental. Contra el estigma y la discriminación. Organizado por ADESAM y otras instituciones.

 

[4] Se trata de un café, y a la vez de un dispositivo de capacitación para la reinserción socio-laboral de personas usuarias de los servicios de salud mental de la Ciudad de Buenos Aires, personas que por su vulnerabilidad psíquica y social presentan dificultades en su inserción laboral, implementado por fuera de las instituciones psiquiátricas, bajo el modelo conceptual de la Empresa Social y de la Salud Mental Comunitaria.

[5] Ellos ofrecen hospedaje a las personas que deciden conocer todos sus dispositivos de inserción. Tienen una lavandería industrial, una cocina industrial, una vidriería artística, y elaboración de productos de chocolate

 

[6]  PERCIA, Marcelo. (2004) Deliberar las psicosis. Pág. 83.Lugar Editorial. Buenos Aires.

[7] ESPÓSITO, Roberto. (2003) Communitas. Origen y destino de la comunidad. Pag.33. Amorrortu Editores.

[8] COVACICH ,Mauro. (2006)Trieste sottosopra. Pag 33.I caffè e il caffè. (Los cafés y el café).  Editori Laterza..

 

[9] GALLIO, Giovanna (1998). Confini, identità, alterità. En Trieste e un manicomio. Edizione LINT. Trieste. Italia.

[10] Estas ideas fueron más ampliamente desarrolladas en otro artículo: “Pensar en las fronteras”, Revista Topia. Noviembre 2012. http://www.topia.com.ar/articulos/pensar-fronteras-o-hablar-salud-mental-es-m%C3%A1s-que-hablar-hospitales-psiqui%C3%A1tricos

 

Y no comieron perdices...

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Proyecto de UBACyT. Programación 2011-2014, “Análisis evaluativo de un programa de atención comunitaria para niños y adolescentes con problemática mental severa en la Ciudad de Buenos Aires”.  Instituto de Investigaciones, Facultad de Psicología UBA (1)

 

 

 

Como en algunas películas de suspenso, empezaremos por el final. A pesar de toda la producción y la documentación científica, de los consensos internacionales, de la reglamentación de la ley nacional de salud mental, de la existencia de la ley 448 (CABA) de la indiscutible reivindicación de los derechos humanos de los pacientes, de la innegable importancia de los programas comunitarios, en el 2012 se desmanteló en la Ciudad de Buenos Aires un programa de atención comunitaria destinado a niños/as y adolescentes con trastornos mentales severos (PAC, GCABA) perteneciente a la Dirección Adjunta de Salud Mental y con sede en el Centro de Salud Mental Nro. 1.

 Dicho programa fue creado en el año 2006 por la Dra. Alejandra Barcala, la Lic. Patricia Alvarez Zunino y el Dr. Julio Marotta, y  surge a partir de una serie de investigaciones cuyo objetivo fue analizar la prevalencia institucional  de niños con psicosis y autismo infantil en la Ciudad de Buenos Aires y las respuestas de los servicios de salud para abordar dichas problemáticas. (Barcala et al 2004 a y b; 2007)

A partir del análisis y evaluación de  las dificultades y obstáculos en el  funcionamiento del sistema, diseñaron e implementaron un dispositivo  que asentaba su trabajo sobre la promoción de los derechos del niño, niña y adolescente (NNyA).

El PAC puso énfasis en una mayor inserción social de esos NNyA a partir de una mirada integral e intersectorial que tomara en cuenta la multidimensionalidad de los determinantes sociales de la salud. Para ello fundó su trabajo en la interdisciplinariedad, la Intersectorialidad, la territorialidad, y la integralidad. Centrarse en esa perspectiva de derechos ha incluido accionar tanto en la accesibilidad, como en la equidad en la atención en salud, trabajar en la coordinación y la continuidad del proceso salud/enfermedad/atención, logrando una mejora en la efectividad de los cuidados. (Barcala et al, 2007)

Si bien, en la actualidad en la página del gobierno de la ciudad el programa continúa vigente apareciendo y describiendo sus acciones en rigor de verdad no funciona más. Y a pesar de todo lo enunciado, fue disuelto.

Parte de la concepción del programa incluía  desde sus inicios la perspectiva de investigar y evaluar. La investigación sobre la que se presentaran en adelante resultados estuvo inserta dentro del área de Investigación del PAC, área creada inclusive por la Coordinadora del PAC, la Dra. Alejandra Barcala, desde el  funcionamiento del Hospital de Día La Cigarra, Centro de Salud Nro. 1, CABA (Barcala et al., 2003, 2004a y b)

La producción de datos ayudaría a la sistematización de datos del PAC y así contribuir a la construcción de evidencia empírica que permitiera reprogramar acciones, y una revisión del programa. Dicho proceso involucraba la mirada conjunta de los propios trabajadores de la salud de los Servicios del sector público y de los investigadores de Unidades Académicas inscribiéndose así en una perspectiva de investigación de Sistemas y Servicios de Salud.

Además el proceso incluía producir conocimientos para aportar y generar información en materia de salud mental ligada a la infancia, carente en general en  nuestro país.  Como en la mayor parte de los países del mundo, en la Argentina no hay políticas de salud mental referidas a la infancia, y las acciones y las prácticas institucionales se orientan mediante la percepción de las necesidades de una población y no de precisiones epidemiológicas. (Barcala et al 2007, 2008, 2009).  

Consideramos que “evaluar” en el plano de la salud pública comunitaria implica desde el inicio asumir la complejidad del escenario en el que nos estamos manejando así como también la utilización y adaptación de estrategias y procedimientos múltiples, afrontando por consiguiente las dificultades teóricas y prácticas inherentes a la complejidad de variables en juego.

Desde nuestra conceptualización consideramos también indispensable dentro de la evaluación, la incorporación de la perspectiva de los niños/as y sus familias como actores participantes, dado que se trata de un programa de salud mental comunitaria.

El énfasis en la investigación y en la evaluación resulta a su vez coincidente con documentos internacionales que subrayan tal necesidad. En 2004 se publicó el informe de la OMS sobre Conocimiento para una mejor salud (WHO, 2004) y se realizó la primera Cumbre Ministerial de Investigación de Salud en México, que analizó la situación de la investigación en el campo de la salud y produjo recomendaciones para los países miembro (Cumbre Ministerial México, 2004). Poco después, la OMS creaba la Alliance for Health Policy and Systems Research, con la misión específica de abordar la investigación en sistemas de salud (WHO, 2006). Ya previamente se había señalado la importancia de tomar como objeto de estudio el funcionamiento de los sistemas de salud; inclusive en  América Latina se han hecho varios estudios de relevamiento sobre investigación en servicios y sistemas de salud y su impacto en la formulación de políticas de salud (Almeida et al, 2000). En junio de 2008, se realizó la Primera Conferencia Latinoamericana de Investigación e Innovación en Salud (CLIIPS, 2008), que reactivó las acciones de integración regional en investigación en salud. Y en ese mismo año, se realizó Segunda Cumbre Ministerial de Investigación para la Salud en Bamako, Malí, de la cual surgieron importantes recomendaciones para que la investigación para la salud se focalice específicamente en remediar la inequidad en salud y pobreza (Cumbre Bamako, 2008).

La OMS y OPS (2009) han venido sosteniendo que la investigación para la salud es esencial en la formulación de políticas de mejoramiento de la salud de la población, especialmente en los países en desarrollo, contribuyendo no sólo a la prevención y tratamiento, sino también a una mayor comprensión de los  determinantes socioeconómicos de la salud, y al fortalecimiento del diseño e implementación de programas de salud que sean eficaces y eficientes. Para ello enfatizaron la necesidad de participación de diversos sectores, disciplinas e interesados directos en materia de salud. Saraceno (2011) ha escrito recientemente al respecto que para resolver un problema psicosocial y psiquiátrico  deben comprometerse necesariamente tanto los sectores sanitarios y sociales como los económicos y políticos sino es un imposible.

Los ejes evaluados en el PAC son compatibles con lo que sugiere el Instrumento de Evaluación para Sistemas de Salud Mental (IESM-OMS) (2005) propuesto por la OMS, para poder recopilar, difundir, comparar información  y evaluar su  despliegue.  Y se sitúan además en el marco de los lineamientos planteados por los organismos internacionales sugeridos para los países en desarrollo. (OMS/OPS;  Levav & Saraceno, 1981).También ratifica los postulados de Buenas Prácticas (2004) en lo concerniente a  procurar generar información en materia de salud mental permitiendo de este modo contribuir a construir más conocimientos siendo este un paso esencial para la transformación del sistema de salud. Y para poder de este modo “transferir” experiencias eficaces y metodologías fértiles.

 

 

Algunos datos de los NNyA que pasaron por el PAC[i]

Lo que se presenta a continuación son algunos resultados del análisis evaluativo sobre el PAC UBACyT y resultados producidos en investigaciones previas generadas desde el PAC. Las mismas han sido el producto de la articulación entre el trabajo asistencial y diversas investigaciones cuali-cuantitativas acerca de las necesidades y demandas detectadas en la población consultante de NNyA con trastornos mentales severos en CABA. (Barcala & Torricelli, 2013; Barcala et al., 2012, 2008, 2007 a y b, 2004 ay b; 2003).

Entre los objetivos generales de la presente investigación llevada a cabo se ubican a) conocer el perfil poblacional que pasaron por el PAC (entre los años 2009-2010), edad, sexo, condición de institucionalización o convivientes con sus familias) b) indagar las principales fuentes de derivación tanto del sector público estatal, como de la sociedad civil c) evaluar la integralidad de las acciones planteadas y diseñadas por el programa (inclusión en los distintos ámbitos y sectores) (indagar número. de elaboraciones compartidas (2)  llevadas a cabo: Terapéutica-afectiva; Educacional, Social, Familiar, Instituciones con quienes el PAC trabajaba en conjunto (estatales y de la sociedad civil ) e) Explorar no solo la  llegada de la derivación, sino continuidad del cuidado (tratamiento psicológico y/o psicofarmacológico de cada NNyA); así como también la inserción social, educativa formal y no formal (según corresponda) de los usuarios del programa.

De este modo la evaluación tomó como ejes principales:

v  Integralidad.

v  Intersectorialidad.

v  Capacitación de los actores intervinientes: cambio en la perspectiva de la práctica en salud.

v  Accesibilidad Ampliada: Abordaje y seguimiento en redes superando la estratificación por niveles de atención

Se llevó a cabo un diseño cualitativo exploratorio y descriptivo-analítico de corte transversal. Se configuró una muestra no probabilística de carácter intencional conformada por la totalidad de historias clínicas (total 110) de NNyA y sus familias que pasaron por el PAC entre los años 2009 y 2010. Se consideraron sólo aquellos casos en los que se elaboró una estrategia de seguimiento. Quedaron excluidas aquellas consultas que fueron una única entrevista. Se realizó también un relevamiento de estadísticas del PAC desde su creación en el 2006 y su fundación en el 2007.

Se consultaron en calidad de fuentes secundarias: las actas fundacionales, los documentos, boletines oficiales y científicos del PAC.

Se confeccionó una entrevista semidirigida con usuarios  directos (NNyA/familias) e indirectos (trabajadores de instituciones donde habían sido derivados). Se trabajó con un consentimiento informado de los participantes.

La “inclusión de los usuarios” (directos e indirectos) fue considerada –dentro del proceso de evaluación- desde una dimensión ética que procurara sostener la subjetivación en el proceso mismo, en oposición a la objetivación. En este planteo, las técnicas implementadas no han sido más que un medio para la construcción de datos u obtención de información, y no la evaluación por sí misma. Por último, la dimensión política del proceso remite a los intereses que la evaluación ha perseguido, en este sentido el equipo de investigación ha realizado devoluciones a los miembros del PAC -a medida que se fueron elaborando- como modo de acompañar un proceso de autoevaluación institucional que promoviera una mayor comprensión de las acciones realizadas y los resultados de las mismas.

 

Resultados:

De los 63 NNyA y sus familias que fueron admitidos en el PAC en el 2006, en el año 2007 fueron 58, en el 2009, pasaron a 92 y en el 2010 a 122, en el 2011 a 132, sumando así un total de 550 (ver cuadro adjunto 1).

Pero abocándonos especialmente a los años de estudio 2009-2010, se observó que la población consultante estaba compuesta por 45% masculino y 55% femeninos. Los NNyA, en su mayoría jóvenes entre 11 y 16 años  (29) y entre 14 y 16 (29) (en ellos se concentraban 58 niños) luego el tercer grupo lo conformaba el grupo de 17 a 20 (20).  Si bien la plataforma original del programa daba cobertura a NNyA hasta 15 años (3), la llegada de una población de edades más avanzadas ligadas a una adolescencia más tardía, que a la vez es una población más vulnerable por encontrarse en el límite de edad para acceder a recursos sociales obligó a reformular dicho criterio de inclusión. 

Del total de admisiones del período 2009-2010 el 79,8% de la población del PAC correspondían a casos donde intervenía la defensoría que opera como garante de derechos, o el organismo de protección de derechos y algunos casos judicializados en los que intervenían ambas instituciones. Esto significa que en 92 casos (de un total de 110), se ha dado intervención a los organismos administrativos responsables del área de la infancia, encargados de velar por el cumplimiento de la Ley Nacional 26.061 según la cual se ha definido un “Sistema de Protección de Derechos que consiste en la creación y articulación de servicios y programas destinados a garantizar los derechos de la población infantil y adolescente y restituir aquellos que fueran vulnerados, mediante las medidas de protección integral de derechos y las medidas de protección excepcionales” (CDNNyA, 2009:12). Los organismos responsables de adoptar e implementar las medidas de protección son: el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (CDNNyA) por sí mismo o bien, a través de las Defensorías Zonales, mientras que el Ministerio de Desarrollo Social de la CABA es quien debe ejecutar las políticas públicas y sociales, es decir brindar los servicios y prestaciones necesarios para proteger esos derechos sociales. En este sentido, resaltamos que una Medida de Protección Integral (artículos 33 a 38) pretende restituir o reparar la vulneración de los derechos del niño, niña y adolescente tendiendo a preservar la convivencia del sujeto con su grupo familiar, mientras que en el caso de las Medidas Excepcionales de Protección de derechos (artículos 39 a 41) se ha evaluado necesaria la privación temporal del medio familiar, priorizando que el niño, niña y adolescente sea incluido en hogares de su familia extensa o de su propia comunidad. Si consideramos que el 61,52% de los usuarios del PAC en el período 2009-2010 residían en hogares (instituciones) podemos decir entonces que de los 92 casos (78%) con intervención de los organismos de derechos de los niños, 72 casos corresponden a niños, niñas y adolescentes que viven en hogares mientras que 20 casos han intervenido los organismos que velan por los derechos de los niños, niñas pero no residen en una institución.

Respecto de la población a la que se le brinda  cuidado y cobertura, el 66% (78) proviene de la Ciudad de Buenos Aires. La población que proviene del cordón urbano bonaerense es del 14,5% (17).

En cuanto a la llegada de NNyA provenientes de hogares ascendía a 56% en el año 2009,  mientras que en el  año 2010 representó un 66%. El programa  fue recibiendo cada vez más niños, niñas  y adolescentes  institucionalizados en hogares. De esa cifra el 39% de los NNyA poseía antecedentes de situación de calle. Y el menor porcentaje se concentraba en niños que provenían de vivienda familiar (42). Cabe detallar que los hogares  propios del GCBA albergan niños y niñas de hasta 12 años de edad (mientras que los Hogares de Adolescentes al momento de la evaluación se encontraban en refacción). De allí que, los Hogares conveniados con la DGNyA pueden alojar a NNyA de hasta 18 años de edad (y sólo excepcionalmente pueden permitirse jóvenes hasta los 21 años). Desde sus características se clasifican en terapéuticos, convivenciales o de albergue y maternales.

Las principales fuentes de derivación eran los hogares, Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes  Dirección General de Niñez y Adolescencia, la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, los Juzgados y las defensorías.

De la muestra explorada se observó la presencia de migrantes (17 familias  provenientes de países limítrofes entre los años 2009 y 2010 (15% del total de las consultas).

Casi la totalidad de los NNyA estaba alfabetizado, la mayoría asistía a la escuela primaria (39) y secundaria común (31) y el tercer grupo en orden de concentración se ubicaba en la escuela especial (12). Existiendo también el nivel inicial, escuela de recuperación, escuela domiciliaria, centro de alfabetización, escuelas de reingreso, ciclos básicos de formación ocupacional -CBO-, o escuelas para adultos.

Casi el 7,7% (14) de la población tenía antecedentes de internación psiquiátrica. Y 40 niños y adolescentes  estaban recibiendo medicación psicofarmacológica  (66  s/m).

Respecto de los “motivos de consulta” que se presentaban hemos encontrando: padecimientos psíquicos tempranos vinculados a la crianza, significativa vulnerabilidad psicosocial (niños/as y adolescentes en situación de calle o con familias altamente disfuncionales), exposiciones crónicas a descuidos y/o maltratos en momentos tempranos de la constitución subjetiva (abuso sexual, negligencia generalizada, maltrato infantil, violencia física y psicológica),institucionalizaciones crónicas sin red social, escolar e integral de cuidados. Los usuarios llegaban al PAC –en general- con un diagnóstico psiquiátrico, estos ejes, eran complementados con un diagnóstico de situación que incluía variables tales como el ciclo evolutivo en el que se encontraban, las carencias de la infancia y la repetición de situaciones traumáticas a las que habían estado expuestos en su primera infancia. La intervención del PAC excedía -a la vez que incluía- la dimensión del diagnóstico médico o psiquiátrico, por lo tanto la elaboración y el diseño de las estrategias de acción contemplan la multidimensionalidad de los factores intervinientes promoviendo una mirada global respecto del NNyA y de la situación de vida en que se encontraban ellos y su familia, tomando como punto de partida los determinantes sociales de la salud mental.

En las historias clínicas, el staff del PAC incluía una leyenda que enfatizaba que el diagnóstico era en evolución tratándose de una población en crecimiento y que la elección de diagnósticos propuestos por el CIE10 /DSM IV no resultaba exhaustivo de las situaciones que se presentaban. Se destacaba la incidencia de factores familiares, de crianza, sociales como responsables de la producción de intensos traumatismos a repetición en edades tempranas de la vida. Esta posición pone de manifiesto la relevancia de lo psicosocial como un concepto integrador en el que lo biológico se conjuga imbricadamente con lo psicológico y lo social. Esto se combinaba a su vez con la elaboración de estrategias construidas no de un modo estandarizado sino en función de un proyecto singular personalizado para cada NNyA de acuerdo a sus intereses y posibilidades´ (Barcala et al, 2010).

Respecto de la articulación Intersectorial: Se articuló con 80 equipos e instituciones. Entre ellos se

Encontraban: Organismos estatales de índole Municipal y Nacionales (Consejo de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes  Dirección General de Niñez y Adolescencia, la Dirección de Salud Mental de CGBA, la Asesoría General Tutelar (Min. Público /CABA), del Área Educación (todo tipo de escuelas y equipos de orientación), Área Justicia (Juzgados, Defensorías, etc.) del sector Área Salud (Hospitales, Centros de Salud Comunitaria, Centros de Salud Mental, Programas de Salud) o Programas  sociales tendientes a favorecer la inclusión que ofrecían capacitación laboral; por ejemplo con el "Programa Adolescencia", o el Programa "Reconstruyendo Lazos" (ambos dependiente de la DGNyA y Ministerio de Desarrollo Social, CGBA); Espacios Artísticos – Culturales con énfasis  en la inclusión y fundamentalmente con Hogares. También hubo articulación con: organizaciones de la sociedad civil (Por ejemplo la Fundación Jakairá especializada en adolescentes madres y padres). (Informe final realizado para presentar a la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

En el año 2012 se hicieron 96 reuniones en la que participaron entre 10 y 25 referentes, de diversas instituciones y sectores en cada una de ellas. (Informe final realizado para presentar a la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

 

Segunda etapa: consistente en la exploración actual de cada NNyA que había pasado por el programa.  

Cabe mencionar que para estudiar la trayectoria de cada NNyA se intentó localizar cada NNyA de acuerdo a los datos que figuraban en sus fichas confeccionadas para la investigación. Dado que algunos NNyA se encontraban en hogares para víctimas de trata o víctimas de violencia no fue posible recabar la información por razones de seguridad. Dado que parte de la población relevada constituyen un grupo en condiciones de vulnerabilidad fue también muy trabajoso encontrar referencias de familiares o institucionales. Esto pone en evidencia además la fragilidad del sistema público, dado que no existe una base de información a la que puedan acceder distintos sectores del mismo estado –para poder tener una información facilitada de un NNyA-. En esta búsqueda -en ocasiones- encontramos que las distintas instituciones tenían información fragmentada de un mismo NNyA y a veces contrapuesta.   

Se pudo obtener en términos generales la información del 74% de los NNyA que conformaban el total de la muestra.

En una segunda etapa relevada en el año 2013, se encontró que el mayor rango etareo se concentraba entre los NNyA que iban de 13 a 22 años (77) (de 13 a 17=42 y 17 a 22= 35). Se había modificado la proporción de NNyA que vivían en hogares, sólo 42 continuaban viviendo en hogares y 54 no, y de 16 se desconocía la situación. De los que vivían con sus familias (6 fueron dados en adopción, 5 ya vivían con sus familias adoptivas, 3 con familias en guarda o tutora, 3 vivían solos, 2 vivían con sus parejas, 3 se encontraban en situación de calle. Y en algunos casos (29) no fue posible rastrear su situación habitacional actual.

Desglosada la situación de los NNyA que permanecían en hogares se observó que la mayor población se concentraba en hogares de tipo terapéutico (23) (52%) y luego el convivencial (18) (41%). De la población alojada de hogares el 50% había sido trasladado a otro hogar (maternal, convivencial, terapéutico, víctimas de trata o de violencia) y en un 14% se desconocía el dato. Entre las razones el traslado surgían: cierre del hogar en reiteradas ocasiones, por el aumento de la edad del NNyA en cuestión, o por una estrategia de adopción fallida, por “la complejidad del caso” que volvía dificultoso para el hogar sostener a un NNyA allí.

El tiempo de permanencia en los hogares fue entre 1 y 3 años, el 33% de los NNyA (14); entre 4 y 6 años el 24% (10) y entre 7 y 9 años el 21%(9). Hubo 2 casos entre 10 y 12 años y en 7 casos no se pudo obtener el dato.

En relación con la escolaridad, en 51 casos mantuvieron la escolaridad (46%), en 12 casos completaron la misma (11%), 24 NNyA abandonaron (22%) y en 22 casos no fue posible rastrear ese dato.

Respecto de la inclusión de los NNyA en  espacios sociales de diversa índole, se encontró que si participaban en 45 casos, mientras que en 51 casos no, y se desconocía el dato en 14 casos. 

En cuanto al tratamiento en salud mental en 45 casos mantenían el tratamiento  (41%) y en 5 casos lo habían completado (4%), en 26 casos habían abandonado  (24%) y de 32 NNyA se desconocía la situación (29%). 

Entre las temáticas relevadas en las instituciones por las que habían pasado los NNyA se encontraba la “revinculación familiar”, que alude al contacto que cada NNyA mantuvo con los referentes de la red socio-familiar que contaban antes de ser institucionalizados, ya sea su familia biológica de origen, su familia extensa, o a cualquier otro referente afectivo. Considerando la situación de encontrarse alojados en hogares en el 56% de los casos se había trabajado la revinculación familiar y en el 33% de los casos no  y no pudo rastrearse el dato en el 11% de los casos. Las mismas en general eran diseñadas en conjunto entre las defensorías, los hogares, y los juzgados. 

Se indagó sobre la valoración subjetiva mejoría. El 50% de los NNyA (tanto ellos, sus familias o instituciones) referían sentirse y encontrarse mejor, el 18% se veía o estaban igual, el 15% estaba peor que en el 2009/2010. Hubo un 17% en quienes el dato no pudo ser relevado.

Habiendo transcurrido entre cuatro y cinco años, se exploró la valoración que tenían tanto los NNyA como sus familias o las instituciones respecto del PAC  y en 65 casos (29% muy buena y 37% buena)  lo valoraron entre buena y muy buena, en 9 situaciones como excelente (9%). En un 15% esta información no pudo ser relevada. 

 

SOLO ALGUNAS CONCLUSIONES

Respecto de la investigación llevada a cabo con la población que ha pasado por el PAC entre los años 2009-2010 se ha visto que el programa ha demostrado cumplir con sus objetivos fundantes ligados al trabajo en red y a la integralidad de las acciones. Uno de los resultados más destacables se centra en el aumento progresivo del número de admisiones anuales con un incremento total del 209,5% que comprende el período transcurrido entre los años 2006 (cuando se inició el PAC de manera informal) hasta su finalización a comienzos del año 2012.  Dicho incremento progresivo de usuarios se justifica además por la extensión de su plataforma etaria de “hasta 15 años” elevada a 18 años, dado que esta última era una franja de población más vulnerable y con mayores obstáculos para lograr accesibilidad al sistema de salud y a recursos sociosanitarios que pudieran  responder a sus necesidades (4). En los años evaluados se observó una intensa articulación con instituciones y sectores. El programa llevó a cabo una tarea de sensibilización a través de ofrecer el programa como lugar de rotación y capacitación en servicio en Atención Primaria de la Salud a residentes en salud mental. Rotaron durante el 2012, 20 residentes médicos y 9 psicólogos  de la residencia de salud Mental del GCBA y 3 concurrentes. También brindó capacitación en servicio a alumnos que estaban haciendo su especialización o carrera de posgrado (5). Además se ofreció capacitación técnica y supervisión a instituciones sanitarias y educativas (CETAD, Espacio Abierto, CENTES II, Hogar Eva Duarte para el trabajo con niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos y/o sufrimiento psicosocial. (Informe final  elaborado para la auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012)

Con respecto a los motivos de consulta y los diagnósticos que traían los NNyA que ingresaron y pasaron por el PAC cabe subrayar que existen  modalidades de intenso sufrimiento contemporáneo que no encuentran habitualmente alojamiento en los dispositivos que ofrece el sistema sanitario, ni están descriptos por los manuales diagnósticos, y su modo de presentación requiere considerar los determinantes sociales de la salud y exige de respuestas adecuadas que incluyan lo interinstitucional e intersectorial. Considerando a la vez la presencia de familias pertenecientes a comunidades provenientes de países vecinos, el eje de interculturalidad fue un hecho determinante a la hora de velar por  la conservación de derechos de los NNyA migrantes o hijos/as de familias migrantes y decisivo para la construcción de la respuesta más adecuada.

La modalidad terapéutica reclama albergar la complejidad  –fenómeno ineludible dentro de la concepción de los llamados programas psicosociales- que implica la conjugación y articulación de los distintos factores intervinientes en cada situación. Subjetivos, emocionales, clínicos, familiares, fraternos,  sociales, ambientales, geográficos, territoriales, de derechos, y de funcionamiento del sistema sanitario. Construir en una síntesis  respuestas que contengan todos estos ejes y a la vez los hagan funcionar enlazadamente constituye un trabajo artesanal y altamente sofisticado. 

En ese sentido cabe volver a recordar las palabras de Saraceno, (2011) aunque  no estén incluidas dentro de la clasificación internacional de las enfermedades mentales, existen condiciones de vida relacionadas con una cierta pérdida de la salud mental y con un sufrimiento psicosocial: la privación del medio afectivo y educativo de los niños, la violencia doméstica o social, la pobreza extrema, el desarraigo de los migrantes, de los desplazados y refugiados, el aislamiento de los pueblos indígenas, son todas condiciones que afectan la salud mental de las familias y de los grupos sociales.

Las cifras de los NNyA alojados en hogares en la segunda etapa – si bien con el paso del tiempo han ido disminuyendo-  sigue siendo una cifra llamativa. Este dato merece ser cruzado con el del porcentaje de traslados. El 51% de los NNyA había sido trasladado de un hogar a otro, y el tiempo de permanencia de mayor concentración fue entre 1 y 3 años (33%) y el segundo grupo 24% entre 4 y 6 años. De acuerdo a la ley 26.061 (6) la separación de los NNyA del medio familiar y el consiguiente el ingreso a las instituciones es concebida como el último recurso implementado no existiendo otra instancia y suponiendo que dicha institucionalización sea exclusivamente para proteger al niño por el menor tiempo posible. De este modo, se pierde la excepcionalidad y la prolongación y permanencia en las instituciones termina lesionando los derechos de la niñez atentando contra su cuidado. Los NNyA, tal como señala Michalewicz (2010a y b) terminan siendo niños multiinstitucionalizados. Este dato resulta compatible con las internaciones en salud mental que tienen lugar en instituciones monovalentes  donde entre el 60% y 90% permanecen por razones sociales (CELS-MDRI, 2008). Cabe agregar que entre los NNyA relevados hubo 13 que habían atravesado en este lapso una internación psiquiátrica y uno de ellos hacía un año que permanecía en un monovalente a espera de una derivación a un dispositivo social.

Por otro lado, debe señalarse que la continuidad del cuidado de estos NNyA debe estar garantizado, la DGNyA mediante efectores públicos, aunque esto no siempre en la realidad se implementa. (Gelly Cantilo, 2012)

A partir de las cifras que señalan una continuidad de la escolaridad en  general y un abandono solo del 22%, en la misma líneas se encuentran los datos ligados a la continuidad de los tratamientos en salud mental, sólo un 24% había abandonado. Considerando que se trata de una población altamente vulnerable la conservación de esos espacios terapéuticos constituye un logro importante.

En cambio la participación en espacios sociales fue escasa. La conservación o generación de una red social y comunitaria no constituye en general un punto jerarquizado dentro de los planes de egreso de los hogares o inclusive dentro de los dispositivos tradicionales en salud mental. Esto podría en evidencia que –en el caso de los NNyA que se alojaban en hogares- no ha habido un seguimiento post egreso desde el hogar o por la modalidad del egreso (intempestiva por alcanzar la mayoría de edad) o porque han egresado a diversas localidades de la provincia de Buenos Aires (Gelly Cantilo, 2012).

Los datos de percepción positiva de los NNyA resultan coincidentes con la buena valoración del programa tanto por parte de los usuarios directos como de las instituciones.

A partir de una mirada global sobre los datos es importante señalar también que tratándose de una población vulnerable y con necesidades aun sin resolver es crucial garantizar un cuidado sostenido en el tiempo dado que se trata de un grupo que está creciendo. Retardar, dejar caer, no intervenir o perder oportunidades en esta  etapa es minar sus posibilidades futuras.

La investigación para la salud/ salud mental es esencial en la formulación de políticas de mejoramiento de la salud de la población, especialmente en los países en desarrollo, contribuyendo no sólo a la prevención y tratamiento, sino también a una mayor comprensión de los determinantes socioeconómicos de la salud mental –en este caso de la población infantil. Otra problemática que hace a este punto es la relación entre investigación y evaluación de programas de atención o de intervención comunitaria, y la consiguiente transferencia de los conocimientos a los que se llega ya que, efectivamente los resultados de las investigaciones para la salud pueden mejorar el desarrollo de las políticas de salud mediante la identificación de nuevas encrucijadas y problemáticas en las agendas políticas. Sin embargo, pese a los lineamientos teóricos que destacan la importancia de evaluar y de los resultados hallados en la exploración, reiteramos que el PAC fue disuelto en el 2012 y muchos de esos niños pueden albergar la experiencia de haber sido cuidados, escuchados y vivenciado  la posibilidad de una praxis crítica, articulada y pensada especialmente para cada uno de los NNyA.

 

 

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-World Forum’04. (2004). Criterios de Buenas Prácticas en el Marco de la  Convención sobre los Derechos del Niño. Buenos Aires: Foro mundial sobre  planes nacionales de acción para la infancia. La infancia y la adolescencia en la agenda política y social [paper].

Citas

(1) La investigación UBACyT: “Análisis evaluativo de un programa de atención comunitaria para niños y adolescentes con problemática mental severa en la Ciudad de Buenos Aires: Equipo de investigación: Flavia Torricelli, Paula López, María Eugenia Rubio, Vicente Gemmis” pudo llevarse a cabo  gracias a  la generosa posibilidad que se brindó desde la coordinación del Programa, así como también por la colaboración del resto del equipo incluidos los residentes en salud mental de la CABA que realizaban su rotación en APS.  No sólo abrieron las puertas del programa  sino que colaboraron activamente en toda la ardua tarea operativa inherente al registro, relevamiento y análisis de los datos.

 

(2) Elaboraciones  Compartidas: Era un dispositivo de reflexión clínico-institucional del cual participaban todos los actores pertenecientes a las instituciones/sectores involucrados en cada situación clínica de cada NNyA.

(3) Según la Resolución n° 1175/ GCABA/ MSGC/ 07 el PAC daba cobertura a niños/as de hasta 15 años. Equipo de trabajo: Coordinadora General: Dra. Alejandra Barcala, coordinadora del área clínico-comunitaria: Lic. Patricia Álvarez Zunino,  supervisor y asesor: Dr. Julio Marotta.  Lic. Vicente De Gemmis, Lic. Valeria González, Lic. María Florencia Brown, Lic.   Cecilia  Pelegrino, Lic  Micaela Weinschelbaum, Dra. María Cristina Brio, Lic. Mirta Gotleib.

(4) A medida que un NNyA llega a la mayoría de edad cuenta con menos recursos y es formalmente objeto de expulsión.

 

(5) Programa de extensión de la Facultad de Psicología de la UBA: Atención a niños y niñas privados de cuidados parentales coordinado por el Prof. Dr. Carlos Tkach y la Prof. Fabiana Isa, en ellos se concentraba gran parte de la asistencia psicológica individual brindada a los NNyA que pasaban por el PAC.

 

(6) Ley 26.061/2005: LEY DE PROTECCION INTEGRAL DE LOS DERECHOS DE LAS NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES.  “Estas Medidas son limitadas en el tiempo y sólo se pueden prolongar mientras persistan las causas que les dieron origen” (Art. 39).

 

Documentos del programa relevados:

 

1)    Barcala, A.; Álvarez Zunino, P. Marotta, J. “Fundamentos del Programa Atención Comunitaria de niños, niñas y adolescentes de hasta quince años con trastornos mentales severos, Ministerio de Salud, resolución n° 1175/2007 (2007).

2)    Informe Programa Atención Comunitaria a niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos presentado a la DSM, 2010 & 2011.

3)    Informe final para la  auditoria de la Ciudad de Buenos Aires,  2012.

 

 

Anexo Cuadros

TABLA 1. Admisiones de la población cobertura del PAC desglosadas por año.

ADMISIÓN COBERTURA

AÑO

NIÑOS Y NIÑAS Y ADOLESCENTES

GRUPOS FAMILIARES

TOTAL

2006

28

35

63

2007

30

28

58

2008

52

31

83

2009

47

45

92

2010

65

57

122

2011

80

52

132

2012

 

 

550

Fuente: Barcala, Alejandra, Torricelli, Flavia (2013)  Ampliando los márgenes de la clínica. Trayectoria de un Programa de Salud Mental Comunitaria para niños, niñas y adolescentes desde una perspectiva de derechos en la Ciudad de Buenos Aires. VERTEX Rev. Arg. de Psiquiat. 2013, Vol. XXIV: 67 – 75. Editorial Pólemos.

 


Sexualidad de consumo

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Nota de Editores Revista Topía N°72 Noviembre/2014

Sigmund Freud fue construyendo el psicoanálisis en el marco de una sociedad victoriana, heteronormativa y patriarcal. Nuestros tiempos son otros. Vivimos en el marco de un capitalismo mundializado donde esta forma de subjetivación ha dejado de ser hegemónica. Han cambiado muchas cuestiones, desde las formas de organización familiar a las sexualidades. Si la cultura actual promueve la mercantilización de cada rincón de las entrañas de nuestra subjetividad, la sexualidad no está ajena a esta transformación. Y es el tema central de este número, aquello que denominamos “sexualidad de consumo”. Diferentes autores desde distintos ángulos permiten vislumbrar alcances de este fenómeno en nuestra subjetividad a partir de indagar sobre la mercantilización de la sexualidad, el erotismo y la pornografía de hoy.

Carlos Barzani aborda una historia de la pornografía hasta la actualidad, donde lo privado se ha vuelto público y la sexualidad un lucrativo negocio en “Orgía de consumo. Pornografía, pospornografía y consumismo”. Juan Carlos Volnovich se adentra en cómo la industria del sexo fue impulsada por la globalización capitalista y recibió un espaldarazo con las nuevas tecnologías desarrollando la hipótesis de que “ya no se trata de producir a toda velocidad, ya no se trata de vivir a toda prisa, sino de destruir deprisa”. César Hazaki, desarrolla los efectos de las nuevas tecnologías en la sexualidad en su artículo “La pornografía del cyborg”, donde desentraña el maridaje entre las máquinas de comunicar y la pornografía. Susana Toporosi examina los efectos de hacer pública una sexualidad que antes era privada en su artículo “Manifestaciones de la sexualidad infantil actual”. Beatriz Preciado, señala cómo “la industria farmacéutica y la industria audiovisual del sexo son los dos pilares sobre los que se apoya el capitalismo contemporáneo”. Enrique Carpintero, en el editorial, que es una versión ampliada de su introducción a su reciente libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, da un marco conceptual a la cuestión cuando afirma cómo “nos encontramos con la cultura del capitalismo mundializado que promueve formas de subjetivación donde se afirma un cuerpo reducido a sus goces primarios. Es decir, el sujeto encerrado en su narcisismo consume mercancías para llenar un vacío que es consecuencia de la propia cultura; aún más, al otro se lo convierte en una mercancía, en una cosa. Su resultado es que el consumo como centro de la subjetivación y de la identificación de la singularidad conlleva interiorizar el sometimiento.”

En la Separata Charlotte Patterson demuestra cómo las investigaciones no han arrojado ninguna evidencia que permita aseverar que las madres lesbianas o los padres gays no son buenos padres y madres. La importancia de este profundo análisis es que da por tierra con fundamentos empíricos, variados mitos y creencias sobre la paternidad y maternidad de lesbianas y gays.

En Topía en la Clínica, el Ateneo psicoanalítico está dedicado a un caso de impotencia sexual. El trabajo con dicha problemática es un clásico dentro de la historia del psicoanálisis. Daniel Waisbrot, Irene Meler y Carlos Pérez analizan y actualizan el abordaje de dicha sintomatología desde diferentes perspectivas en sus comentarios. Por otro lado, François Marty nos trae un original análisis psicoanalítico de la pereza, donde diferencia este fenómeno en lo que denomina una “pereza de vida” y una “pereza de muerte”, siguiendo la dualidad pulsional freudiana.

En Debates en Salud Mental, Héctor Fenoglio analiza los avances y los límites de la Ley Nacional de Salud Mental en el contexto actual. Ángel Barraco, en su artículo “Argentina: ¿Vivir sin manicomios?” nos presenta cuáles son los intereses en juego para la persistencia de los hospitales neuropsiquiátricos. Laura Ormando nos trae una irónica muestra de cómo se trabaja supuestamente para cumplir con esta ley, que termina produciendo lo contrario, en su texto “La Salita Naranja o desobedecerás la Ley (448)”. María Eugenia Briancesco, a partir de su experiencia en Trieste, la ciudad sin manicomios a partir de la obra de Franco Basaglia, reflexiona cómo “abrir la institución no implica abrir sus puertas, sino nuestras cabezas”. En el mismo sentido, Argenis Gimenez, el “loco de la pancarta”, expone sobre la nula importancia que se le da al “Día Mundial de la Salud Mental”, proponiendo que sea un día por la problemática social del paciente psiquiátrico.

En el Área Corporal, Silvia Citro y Salvador Batalla, exponen un abordaje desde una antropología desde los cuerpos, donde detallan sus investigaciones sobre los cuerpos en los recitales de rock, en las comunidades indígenas y la normalización de los cuerpos urbanos.

También encontramos reflexiones críticas sobre diversas temáticas. Mario Hernandez examina la operatoria del poder en los casos de Carlos Fuentealba, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán a la luz de El Príncipe de Maquiavelo. Héctor Freire -en su texto “El cine y la primera guerra mundial”- indaga sobre la variada producción fílmica sobre este evento, diferenciando un cine que hace apología del militarismo y otro que señala el cuestionamiento de la destructividad de la guerra.

Para finalizar, ya se han preseleccionado los trabajos para las dos áreas para el Quinto Concurso Internacional de Ensayo breve “25 años de la Revista Topía” (2014/15). Fue una difícil tarea, ya que llegaron más de cincuenta trabajos de diferentes lugares del mundo. El listado se encuentra en la contratapa de este número y en www.topia.com.ar.

Con esto iniciamos el camino al año 25 de nuestra publicación.

Hasta el año que viene.

 

Psicoanálisis y Salud Mental

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Definiciones, experiencias y perspectivas

El siguiente texto es una versión ampliada y corregida de la exposición en el marco de una jornada preparatoria al IV Encuentro Nacional de Prácticas Comunitarias en Salud, realizada el 19 de septiembre de 2014 en la ciudad de Rosario.

 

El encuentro entre Psicoanálisis y Salud Mental tiene una larga tradición que no suele ser reconocida. Existe una extensa historia de psicoanalistas que trabajamos en lo que hoy llamamos el campo de Salud Mental. Novedosas experiencias sedimentaron en reformulaciones y ampliaciones teóricas del psicoanálisis, que encadenado al diván y encerrado al consultorio privado no hubieran sido posibles. Y me refiero desde el abordaje de pacientes psicóticos hasta las múltiples experiencias hospitalarias y comunitarias. Estas produjeron dispositivos psicoanalíticos novedosos y teorizaciones innovadoras.

A la vez, desde Freud encontramos una pluralidad de líneas “a la izquierda de Freud”, que circulan entre la izquierda freudiana, la Escuela de Frankfurt, Enrique Pichon Rivière, Plataforma y Documento, Fernando Ulloa, León Rozitchner hasta Enrique Carpintero y quienes hacemos Topía al día de hoy.[1]Esta serie de autores, experiencias y teorizaciones son ninguneadas por las hegemonías. El mecanismo del ninguneo es variado. Se desestiman, se desconocen o bien se las deja por fuera del psicoanálisis, aunque hayan sido realizadas por psicoanalistas. Difícilmente se encuentren en ámbitos de formación de grado y posgrado. La cuestión es que aquello que se define como “lo social” queda en la repetición burocrática del inicio de Psicología de las masas y del Yo o bien se restringe a las cosmovisiones de la llamada “izquierda lacaniana”, de Ernesto Laclau a Slavoj Zizek.

Desde esta perspectiva, para abordar la cuestión del Psicoanálisis y Salud Mental es necesario exponer algunos caminos de estos autores, experiencias, conceptualizaciones y luchas. Esto nos permite abrir nuevos horizontes en las teorizaciones y las prácticas de hoy.

Para ello, empezaré con una zona de definiciones.

 

I-De qué hablamos cuando hablamos de Salud Mental

El concepto de “salud mental” encierra una polisemia de sentidos. Nos podemos referir a distintos problemas invocando su nombre. Para avanzar tenemos que diferenciarlos, sino podemos llegar a malos entendidos que no son sólo fruto del lenguaje. Al menos es necesario discriminar dos. Primero, la “salud mental” como un estado opuesta a la enfermedad mental. Segundo, “el campo de Salud Mental” heterogéneo, interdisciplinario e intersectorial, que engloba políticas y abordajes específicas en Salud Mental, incluidas en el campo de la Salud.

1- “salud mental” con minúscula

En general se considera que la salud mental se opone a la enfermedad mental. La clásica encuesta de Floreal Ferrara y Milcíades Peña, “¿Qué es salud mental para los argentinos?” (1959) interrogaba cuáles eran las concepciones de enfermedad y salud mental que tenía la población en dicha época. Esta idea de salud mental, como opuesta a enfermedad mental y como camino a lograr, es la acepción más usual. Su sentido dependerá de las posiciones ideológicas y teóricas sobre qué es enfermedad y qué es salud mental en cada uno de nosotros que, en último término, nos lleva a nuestra concepción de subjetividad.

En este sentido, salud mental es un concepto polémico porque, entre otras cuestiones, supone que la salud puede ser sólo “mental”, disociada de un cuerpo. Esta crítica es necesaria, pero no invalida el uso operativo del concepto, mientras revisemos la noción de subjetividad y padecimiento estamos trabajando.

2-“Salud Mental” con mayúscula

El concepto de campo de Salud Mental tiene su historia particular. Es heredero del higienismo, movimiento que tenía como objetivo prevenir los diversos problemas sanitarios en el conjunto social. La Higiene Mental surgió a principio del siglo XX en EE. UU. Sus protagonistas buscaban el cambio de la situación de las terapias, de los hospitales y de los enfermos internados en las instituciones asilares, enfatizando la necesidad de la prevención. Este higienismo se oponía al alienismo y al monopolio de las respuestas que daban la psiquiatría y su institución, el manicomio. Esta corriente inaugurada por un ex paciente, Clifford Beers (cuya autobiografía, Una mente que se encuentra a sí misma, fue un texto clave), concitó la atención de pacientes, familiares y trabajadores de manicomios. Lo cual llevó a la organización de un movimiento de higiene mental. En este sentido, en 1930 se organizó el Primer Congreso de Higiene Mental en Washington y en 1937 el segundo en Paris. Uno de sus promotores fue Adolf Meyer, quien daba clases en la Clark University, donde Freud dio sus famosas conferencias en 1909. Fue uno de los impulsores del psicoanálisis en EEUU. En la Argentina el camino fue distinto: ingresó a través de los propios psiquiatras. En 1929, Gonzalo Bosch, futuro maestro de Enrique Pichon Rivière, creó la “Liga Argentina de Higiene Mental”. Esta diferencia de origen marca diferentes caminos. No es lo mismo introducir los cambios desde los profesionales, que realizarlo a partir de los intereses y necesidad de la comunidad. Y esta sigue siendo una cuestión vigente al día de hoy.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, con el afianzamiento del llamado “Estado de Bienestar” -con el cual el capitalismo respondía a las influencias de las ideas socialistas en la clase trabajadora, y llevaba a una planificación del Estado y su intervención en la relación entre el capital y el trabajo tendiendo a una mejor redistribución de las ganancias- se profundizó el higienismo con la propuesta de instalación del campo de Salud Mental. El Tercer Congreso de Higiene Mental cambió su nombre por el de Primer Congreso de Salud Mental. Se realizó en 1948 en Londres, donde se fundó la Federación Internacional por la Salud Mental.[2] Este es un proyecto de transformación científica y política en los abordajes de los padecimientos mentales a través de las políticas de Salud Mental. Fue un salto cualitativo de la psiquiatría hacia la Salud Mental en varios niveles que van desde las teorizaciones a los dispositivos de trabajo y, sobre todo, de la necesidad de las intervenciones políticas.[3] Implica varias cuestiones. Primero, el pasaje de la hegemonía de la psiquiatría al equipo interdisciplinario en los abordajes. Segundo, de una única teoría a tener un conjunto de teorías y prácticas para dar cuenta de lo que hoy llamamos padecimiento subjetivo. Tercero, el descentramiento del manicomio a las diferentes instituciones y dispositivos de atención y prevención del padecimiento mental. Cuarto, del abordaje exclusivamente psiquiátrico del padecimiento subjetivo a contemplar la necesidad de contar con políticas de Salud Mental.

En ese mismo 1948 se creó la Organización Mundial de la Salud (OMS). La Salud Mental no podía ni puede estar desgajada de la Salud, aunque sea necesario sostener la propia especificidad. La OMS, consecuentemente, sostenía la necesidad del pasaje de la Psiquiatría a la Salud Mental, según el tipo de Estado de Bienestar que se iba consolidando en cada país. El consenso de este movimiento era buscar alternativas al manicomio, mediante la prevención y promoción de la Salud Mental en la comunidad. En 1953 la OMS recomendó la transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, lo cual fue cumplido muy parcialmente por algunos países. Debemos recordar que los motivos también eran económicos: la mitad de las camas de internación de entonces estaban ocupadas por “enfermos mentales” en manicomios para el resto de su vida.

En nuestro país, el año clave fue 1957. Ese año se creó el Instituto Nacional de Salud Mental, que reemplazó a la Dirección de Establecimientos Neuropsiquiátricos y a la Dirección de Higiene Mental. A la vez se crearon las carreras de Sociología, Psicología, Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires. Y casi al mismo tiempo, Mauricio Goldenberg ganaba el concurso para hacerse cargo del Servicio de Psicopatología del Policlínico de Lanús. Ese fue el inicio de la batalla que hoy llamamos “antimanicomial”, contando con todas las herramientas teórico y clínicas articuladas en políticas de Salud Mental.

El psicoanálisis y los psicoanalistas fueron actores imprescindibles con avances y experiencias que dejaron huellas, tanto en la experiencia del Lanús, como en las carreras de Psicología y también en políticas públicas.

Al día de hoy, este pasaje de la psiquiatría a la Salud Mental es un pasaje inconcluso y lo vemos reflejado en la imposibilidad de cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental. Hay varios y complejos motivos de diferentes niveles.

Por un lado, la oposición de una alianza que tiene sectores del Estado, grandes laboratorios, las instituciones de medicina privada, una burocracia sindical que maneja sus intereses en las obras sociales y el poder médico psiquiátrico que sostiene una medicalización de los padecimientos subjetivos, que lleva a una “contrarreforma psiquiátrica”. Esto implica al reduccionismo de la biologización de la subjetividad. [4] Allí encontramos este entramado en el cuál no sólo pesan estos intereses, sino también un imperativo de adaptación a la normalidad actual que necesita solucionar rápidamente y por vía farmacológica cualquier malestar.

Por otro, la inexistencia un plan de transición por parte del gobierno actual que implica una decisión política de transformación del campo mediante el sostenimiento de los recursos económicos y humanos necesarios. Y que involucra diversos sectores, desde la formación de los futuros Trabajadores de Salud Mental en la universidad hasta el trabajo con toda la comunidad.[5]

Pero esto es presente y nos marca la necesidad de las diversas luchas para poder llegar a un abordaje racional y científico en nuestro campo. Volvamos a los fundamentos de los vínculos entre Psicoanálisis y Salud Mental. Porque hemos recorrido un largo camino que nos brindarán herramientas para retomar estas problemáticas.

 

II-Psicoanálisis y Salud Mental

El campo de Salud Mental no existía en la época de Freud. Recién estaban los ideales de la higiene mental, y esto es lo que tiñe su texto de 1918, Los caminos de la terapia psicoanalítica. Allí abre varios caminos. Por un lado, es uno de los pocos textos donde toma la “técnica activa” de Ferenczi postulando que a distintas patologías serán necesarios lo que hoy consideramos distintos dispositivos. Finalmente incorpora la “fantasía” de que el estado financie el tratamiento a las “clases populares”, y cómo “adaptar la técnica a las nuevas condiciones”. Por supuesto, que su visión conservadora lo hará considerar que los pobres usufructuarán de la asistencia.

Pero dicho texto tiene algo de fundante en siguientes experiencias los siguientes años. Por un lado, la del Policlínico Psicoanalítico de Berlín, fundado en febrero de 1920, para que los “pobres” (tal como se los mencionaba) pudieran tener tratamiento psicoanalítico gratuito. Daban asistencia (“policlínico” entonces tenía la acepción de atención a clases bajas). Había entonces entre los psicoanalistas una “ley no escrita” de atender al menos un paciente sin cobrar honorarios y a quienes estaban formándose de tomar pacientes que tuvieran valor social por los efectos del análisis en sus trabajos. Al principio fue liderado por Max Eitingon, pero los miembros de la llamada izquierda freudiana llevaron adelante este cometido, donde incluía cursos a pedagogos, maestros y educadores.

Esta izquierda freudiana, durante la década del ‘20 del siglo pasado incluía a psicoanalistas que a su vez eran marxistas como Wilhelm Reich, Otto Fenichel, Sigfried Bernfeld, Vera Schmidt y otros. Tuvieron diversa militancia política e intentaron ver qué aportes mutuos podía haber entre psicoanálisis y marxismo. Sin embargo, esta izquierda freudiana fue combatida tanto en el campo del psicoanálisis como del marxismo de entonces, en especial en su versión estalinista.

En el campo del psicoanálisis, la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA) y otras “mundiales psicoanalíticas”, fueron y siguen siendo de derecha. El clima político en Europa con el ascenso del nazismo, llevó a que la institución criticara a los psicoanalistas con militancia política de izquierda. Finalmente, por temor a represalias, excluyó tanto a sus miembros judíos como a los marxistas con la excusa de una supuesta política de supervivencia para el psicoanálisis. En realidad, deberíamos decir para la institución psicoanalítica. Esto fue avalado por el propio Freud, a quien casi le cuesta la vida su empecinamiento por quedarse en Viena. Este fue el motivo del exilio de muchos psicoanalistas, entre ellos, los de la izquierda freudiana.

Hay experiencias para rescatar, a pesar de las críticas que podamos hacer hoy a sus soportes conceptuales. Como la SEXPOL de Wilhelm Reich, quien suponía que las neurosis se debían a la falta de una satisfacción sexual plena y repetida en la relación sexual genital. Esta teoría fue uno de los fundamentos para organizar dentro de su militancia del Partido Comunista en Alemania la “Asociación para una Política Sexual Proletaria”, SEXPOL, donde se daba información sobre sexualidad y anticoncepción a más de 40.000 adherentes. Ni el Partido Comunista ni la Asociación Psicoanalítica Internacional aceptaron la propuesta y terminó fuera de las dos instituciones al poco tiempo. Luego del triunfo del nazismo en 1933 escribió su libro más importante: Psicoanálisis de las masas y el fascismo donde analizaba cómo había penetrado y ganado el nazismo en la subjetividad de los alemanes. [6]

Eran momentos donde estaba desarrollándose la higiene mental, pero rescatemos una cuestión que me parece central para la actualidad. El psicoanálisis no podía ni puede dar cuenta de todas las problemáticas que hoy llamamos “padecimiento subjetivo”. No podemos llevarlo al reduccionismo que sólo tienen causalidad psíquica. El propio Freud tenía esa posición y por ello postulaba las series complementarias en la causalidad de la neurosis. Allí incluye los factores endógenos (hereditarios, constitucionales y las primeras experiencias infantiles) y exógenos (la situación actual desencadenante) necesarios para la formación de un síntoma. Consecuentemente, para Freud no podía haber una cosmovisión psicoanalítica. El psicoanálisis no podía dar cuenta de todo lo humano. Por ello, Freud, en su Conferencia “En torno a una cosmovisión”, de 1932, sostenía: “Opino que el psicoanálisis es incapaz de crear una cosmovisión particular. No le hace falta; él forma parte de la ciencia y puede adherir a la cosmovisión científica.”

Esta perspectiva de Freud, aunque hoy podamos criticar su resolución “cientificista”, nos permite señalar cómo los límites dan la potencia al propio espacio y especificidad de un psicoanálisis que necesita el diálogo con otras disciplinas. Nuestra subjetividad es compleja. No alcanza con la constitución del psiquismo, tampoco con la determinación de clase, ni con la determinación biológica.

Pero para llegar a esta afirmación fueron necesarias experiencias materiales y concretas que pudieran ir iluminando esta complejidad, que subyace a la concepción misma del campo de Salud Mental, donde la versión light sería la de la OMS, donde la salud es “bio-psico-social”, que se ha transformado muchas veces en una fórmula políticamente correcta y vaciada de sentido. Pero así y todo, esta postura vislumbra que no podemos dar cuenta del padecimiento subjetivo desde una sola teoría ni con un solo abordaje. Esto es el fundamento de por qué necesitamos en Salud Mental trabajar con equipos interdisciplinarios, lo cual no quiere decir trabajar todo el tiempo todos, sino incorporar un equipo interno, parafraseando la noción de grupo interno de Enrique Pichon Rivière. Esta matriz es el sistema operativo de un Trabajador de Salud Mental y permite intervenciones pertinentes en diferentes situaciones y contextos.

Justamente, Enrique Pichon Rivière es un autor insoslayable en este camino. Y mucho más aquí en Rosario.

Enrique Pichon Rivière se formó como psiquiatra primero en el asilo de Torres y luego en el Hospicio de las Mercedes. Después fue el fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Pero siempre tuvo el interés por dar cuenta de aquellos padecimientos que no llegaba el psicoanálisis de aquella época, tal como las psicosis, y a la vez poder ver cómo entender las determinaciones sociales en la subjetividad. Esto lo llevó a ser pionero en tratamientos psicoanalíticos con pacientes psicóticos, incorporando a la familia, trabajando con grupos y en instituciones. Y a la vez, con intervenciones específicas con distintos abordajes grupales, creando un dispositivo original: el grupo operativo.

Se suele afirmar que el acta de fundación de los grupos operativos estuvo aquí en 1958, en la ya mítica “Experiencia Rosario”. Los grupos operativos tenían el antecedente del trabajo grupal de Pichon en el Hospicio de las Mercedes y permitieron extender los abordajes grupales hacia diferentes sectores de la sociedad y la cultura. Su original idea era la un grupo centrado en una tarea específica pueda trabajar las propias resistencias emocionales para llevarla adelante. Y transformar una experiencia de aprendizaje grupal que concretaba la formación del denominado “Esquema Conceptual Referencial y Operativo” común (el ECRO grupal).

Pichon Rivière dirigió a su equipo en la “Experiencia Rosario” con la colaboración de la Facultad de Ciencias Económicas, el Instituto de Estadística de la Facultad de Filosofía y su reciente Departamento de Psicología y la Facultad de Medicina de Rosario. Se llevó a cabo un fin de semana, del viernes 27 al domingo 29 de junio de 1958. El objetivo explícito era una experiencia de laboratorio social y de trabajo en comunidad, con el empleo de ciertas técnicas y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria. Entre los participantes había estudiantes, profesores universitarios, boxeadores, pintores, corredores de seguro, obreros del puerto, empleados de comercio, amas de casa y prostitutas.

Pichon preparó previamente al equipo de trabajo mediante técnicas grupales. A la vez, en la ciudad de Rosario, y en sitios concurridos por estudiantes se colocaron afiches convocando a la experiencia. Entre los coordinadores estaban David Liberman, Fernando Ulloa, José Bleger, Edgardo Rolla y Fernando Ulloa, entre otros. Casi todos psicoanalistas.

El dispositivo de laboratorio social combinaba exposiciones, trabajo en grupos pequeños y plenarios que promovieron la participación con surgimiento de emergentes y propuestas que fueron plasmados en algunos proyectos de intervención en Rosario.

La experiencia muestra una intervención comunitaria con dispositivos grupales, que incluían concepciones psicoanalíticas formando parte de un abordaje interdisciplinario. Muchas veces se relegan estas intervenciones, como al propio Pichon, como “psicólogo social”, cuando estos dispositivos partían desde un psicoanálisis que permitía ampliar su perspectiva con los aportes de otras disciplinas, organizando nuevos dispositivos. Fernando Ulloa sintetizaba esta perspectiva con un aforismo: de lo que se trata no es de practicar teorías sino de teorizar nuevas prácticas.

Muchos de sus discípulos tuvieron activa participación en la instauración de distintos dispositivos de trabajos en el campo de Salud Mental: desde el trabajo en internaciones, en Hospitales de Día, en comunidades terapéuticas, en grupos de diferente índole, en trabajos comunitarios e intervenciones institucionales. Experiencias que han dejado sus huellas en el campo de Salud Mental.

Pero también en otra clase de experiencias como la militancia gremial. Muchos de ellos participaron en la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP), y en los grupos Plataforma y Documento. Estos dos grupos renunciaron a la APA a fines de 1971, produciendo la primera ruptura ideológica con la internacional psicoanalítica, debido a que consideraban que dicha institución estaba al servicio de las clases dominantes. En los textos de las renuncias estaba formulado el proyecto por el cual abandonaban la APA. El grupo Plataforma encabezaba la misma dirigiéndose “a los trabajadores de salud mental” y tomaban la renuncia como culminación de su línea de trabajo. Su intento era organizar un movimiento que incluyera docencia, investigación y asistencia en el interior del amplio campo de la Salud Mental desde una perspectiva que analizara los determinantes inconscientes y los económico-políticos y promovía a que los psicoanalistas tomaran otro lugar dentro del proceso social, económico y político.

Luego de las renuncias, desde la FAP conformaron la Coordinadora de Trabajadores de Salud Mental (con las Asociaciones de Psicólogos, Psicopedagogos y Asistentes Sociales) y un centro de formación, el Centro de Docencia e Investigación (CDI), que funcionó desde 1972 hasta 1976. Allí había diferentes espacios de capacitación, con un tronco común, la formación por especialidad y un área de revisión de las prácticas. El CDI sigue siendo un modelo a revisar para pensar cómo capacitar recursos en Salud Mental de forma interdisciplinaria.

Pero muchos de estos desarrollos tuvieron un punto de corte que fue el accionar de la Triple A, desde 1974 y fundamentalmente la última dictadura cívico militar. Más de 340 campos de concentración y exterminio. Y consecuencias que persisten en toda la sociedad. También en Salud Mental: 110 Trabajadores de Salud Mental y 67 estudiantes desaparecidos, exilios e “insilios”. Y un corte en esta historia donde muchos de estos avances fueron “desaparecidos”. Entre ellos, la dimensión social y política del psicoanálisis y la Salud Mental. Al psicoanálisis se le quitó el “colesterol malo” de la política, y hasta el adjetivo descalificativo “psicobolche” fue una marca que quedó desde entonces para quienes intentaban unir el psicoanálsis con la política y lo social.

A la vuelta de la democracia, Mauricio Goldenberg, que había tenido que exiliarse en Venezuela luego de la desaparición de dos de sus hijos, hizo un relevamiento y los lineamientos para un plan nacional de Salud Mental. La Dirección Nacional de Salud Mental quedó a cargo de uno de sus discípulos, Vicente Galli, psicoanalista. De 1983 a 1989 se desarrollaron algunas experiencias pilotos novedosas, de las cuales somos herederos. Enrique Carpintero dirigió el equipo de crisis del Plan Piloto de Salud Mental y Social (Boca Barracas) y por mi lado me formé en la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental (RISaM). Recuerdo esto, porque estas experiencias no se toman en cuenta en planificaciones actuales, donde todo parece que tiene el imperativo de ser novedoso desconociendo el valor de retomar críticamente la herencia.

Desde los 90 se profundizó algo que había comenzado en el mundo en los 70 con la instauración del capitalismo financiero que tuvo y tiene consecuencias en el psicoanálisis y Salud Mental. Los procesos de privatización llevaron adelante una precarización de la población con la medicalización del padecimiento subjetivo como solución a dicho malestar. Pero a la vez hubo ciertos avances en proyectos, experiencias puntuales y leyes.

Un análisis de estas cuestiones nos lleva a poder estar atentos de cuanto de cierto “progresismo” puede llevar adelante precarizaciones y privatizaciones encubiertas bajo el bastardeo de una supuesta desmanicomialización que simplemente deviene en una reforma psiquiátrica privatizadora que promueve la adaptación a la precarización subjetiva. Todo con palabras muy seductoras que apelan al voluntarismo de los trabajadores de Salud Mental y la población.

Para finalizar, un análisis con propuestas.

Hemos visto como los psicoanalistas operamos en el campo de Salud Mental desde su propia constitución. Pero muchas veces se reniega de ello, suponiendo que no somos Trabajadores de Salud Mental con una cierta especificidad dentro de este campo (como los trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, psiquiatras, psicólogos, etc.). Esta renegación, en el sentido que le daba Fernando Ulloa, “negar y negar que estoy negando” produce sus efectos: se habitan lugares que luego se desestiman; se dejan en el olvido historias con el afán de querer ser descubridores de la pólvora; no se toma en cuenta la dimensión de trabajador en nuestra tarea, provocando que la mayor de las explotaciones y precarizaciones laborales sean racionalizadas porque no hay conciencia de ser trabajadores. Este posicionamiento tiene la ilusión de ser “analista liberal”, o mejor dicho “analista neoliberal”. Como si los psicoanalistas no fuéramos ni ciudadanos, ni trabajadores y estuviéramos más allá de esta sociedad capitalista, sobre la cual se puede opinar  como un “extranjero en la cultura”.

Poder develar los obstáculos y experiencias es un requisito para poder tomar la materialidad de nuestro oficio como psicoanalistas y Trabajadores de Salud Mental. Y que ya tiene toda esta historia.

Es imposible separar la materialidad de nuestro hacer y pensar, tal como nos enseñaba León Rozitchner. Por ello, tenemos que cuestionar la base del sistema operativo con el que trabajamos: nuestra concepción de subjetividad que se plasma en nuestras intervenciones. Por ejemplo, un sistema operativo donde se subsume subjetividad al psiquismo o se considera tan sólo al “sujeto del inconsciente” no deja más alternativa que habitar el campo de Salud Mental “renegando” de él (en un tercer sentido que agrego a los dos de Ulloa). Lo mismo que en las instituciones. Habitarlas renegando y quejándose. Es que desde esta perspectiva las determinaciones sociales y políticas “interfieren” en el supuesto trabajo ideal con el inconsciente.

Por el contrario, si como psicoanalistas y TSM tenemos otro sistema operativo, se abren nuevas posibilidades. La propuesta de corposubjetividad formulada por Enrique Carpintero nos permite potenciar nuestras concepciones e intervenciones. Este concepto “alude a un sujeto que constituye su subjetividad desde diferentes cuerpos. El cuerpo orgánico; el cuerpo erógeno; el cuerpo pulsional; el cuerpo social y político; el cuerpo imaginario; el cuerpo simbólico. Cuerpos que a lo largo de la vida componen espacios cuyos anudamientos dan cuenta de los procesos de subjetivación.” [7] Consecuentemente, el abordaje de los padecimientos subjetivos implica tomar en cuenta al aparato orgánico, el aparato psíquico y el aparato cultural. El trabajo interdisciplinario surge de una necesidad y no de un imperativo superyoico vaciado de sentido. Y permite llevar adelante formas de trabajo que liberan de las cadenas del ideal diván sillón, formulando nuevos dispositivos psicoanalíticos pertinentes a cada singularidad de situaciones y contextos.[8]

Finalmente, nos posibilita no renegar como psicoanalistas por habitar en el campo de Salud Mental (en los tres sentidos antedichos). Y abrir las puertas para dar cuenta de los efectos del poder en nuestra propia subjetividad, de los padecimientos que genera y de las diferentes clases de intervenciones posibles.

Esta propuesta, como ciudadanos, trabajadores de salud mental y psicoanalistas, es simplemente estar a la altura de los desafíos de nuestros complejos e injustos tiempos.

 

Notas

 

[1] Para ampliar lo esbozado en este texto se puede consultar Carpintero, Enrique y Vainer, Alejandro, Las huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los 60 y 70, Tomos I y II, Editorial Topía, Bs. As. 2004 y 2005; Vainer, Alejandro (compilador), A la izquierda de Freud, Editorial Topía, Bs. As., 2009. Y también los diversos textos incluidos en www.topia.com.ar

[2] Para ampliar en este pasaje de la higiene mental a la Salud Mental se puede leer Dagfal, Alejandro, Entre París y Buenos Aires. La invención del psicólogo (1942-1966), Editorial Paidós, Bs. As., 2009.

[3] Galende, Emiliano, Psicoanálisis y Salud Mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica, Editorial Paidós, Bs. As., 1990.

[4] Sobre esta cuestión, Carpintero, Enrique, La subjetividad asediada. Medicalización para domesticar al sujeto, Editorial Topía, Bs. As., 2011.

[5] Para ampliar sobre la situación actual se puede leer la serie de artículos de Ángel Barraco publicados en la Revista Topía, disponibles en www.topia.com.ar

[6] Reich, Wilhelm, Psicología de las masas y el fascismo, Editora Latina, Bs. As., 1972.

[7] Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Editorial Topía, Bs. As., 2014.

[8] Carpintero, Enrique, Op. Cit.

 

La Salud Pública en Debate. La palabra de quienes trabajan

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Hospital Durand

Estamos a más de cuatro años de la aprobación de la Ley Nacional de Salud Mental. Una de las cuestiones básicas para poder modificar la situación es poder ver cómo efectivamente se trabaja. Esto implica cómo es la práctica y las problemáticas concretas en cada lugar. Cuáles son sus necesidades y sus dificultades. Es por eso, que desde nuestra revista queremos abordar estas cuestiones e inauguramos esta sección para dar la palabra quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite articular los necesarios debates teóricos y políticos de Salud Mental con aquéllo que se palpa en el quehacer cotidiano.

Hemos comenzado esta serie de encuentros con trabajadores del Hospital Carlos G. Durand de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Participaron:

Canela Soto: Licenciada en Psicología. Residente de tercer año de Salud Mental.

Yesica Embil: Licenciada en Psicología. Residente de cuarto año de Salud Mental.

María Victoria Vanni: Médica. Residente de tercer año de Salud Mental.

Bárbara Schönfeld. Licenciada en Psicología. Jefa de residentes de Salud Mental.

 

 

 

Topía: ¿Cuáles serían los problemas que recortan de su trabajo en el hospital?

Canela Soto: Nosotros en el hospital rotamos mucho y hay diferentes tipos de obstáculos, tanto en los dispositivos mismos como cuando vamos rotando de lugar. Una cosa es el trabajo en el Durand, donde hacemos interconsultas, consultorios externos y guardia; y otra cosa es cuando rotamos en dispositivos complementarios que faltan en el Durand, como son internación, APS, inclusión social.

Yesica Embil: Esto que dice Canela alude a la cuestión de las instituciones, porque no es lo mismo trabajar en el Durand que en cualquier otro hospital o efector, me parece, en principio, que se recortan distintos problemas en los distintos lugares…

Topía: ¿Cuáles serían los problemas que se recortan?

YE: En nuestro hospital, al menos en consultorios externos y hablo un poco por mí y por las dificultades que a veces comentamos, los obstáculos más grandes que me he encontrado en los primeros años son sobre todo, los que refieren a la temática mal llamada social y ese es el primer choque al salir de la universidad y entrar al hospital. Uno no sabe sobre qué interviene, sobre qué se abstiene…

Topía: ¿A qué llamás social?

YE: Mal llamada social. A situaciones, por ejemplo, de pacientes que llegan a la admisión y de repente nos encontramos con que están viniendo de Castelar y no tienen dinero para pagar el transporte. Un certificado de discapacidad tarda un año en caso de que fuera necesario como recurso de accesibilidad, y entonces ¿es un recurso conveniente si pensamos en términos de accesibilidad? ¿Cómo nos posicionamos frente a este tipo de problemas?

Topía: ¿Qué tipo de población hay en el Durand?

YE: Como saldo de un déficit de políticas pensadas desde lo comunitario y territorial, no recibimos tanta gente que vive alrededor del Durand. Al ser un hospital general también viene mucha gente referenciada de sus tratamientos médicos, lo que hace también que no tenga mucha pregnancia el barrio o la comuna.

Y después también está la cuestión institucional, en tanto no tenemos sala de internación eso hace que vayamos a otros lugares a formarnos o a entender ese tipo de trabajo, y de repente nos encontramos con otros discursos. También, hay que aclarar, que vamos en calidad de residentes, con lo cual la potencia que tiene uno para intervenir es bastante moderada en el mejor de los casos.

Topía: ¿Cuál es el choque que tuviste cuando saliste de la facultad?

YE: Me acuerdo que la primera paciente que atendí tenía este problema, no poder viajar… y de repente me encuentro dando turnos una vez por semana a una hora pautada y finalmente venía cuando podía. Entonces pensar: ¿es esto un tratamiento? ¿Qué es el encuadre?… y se comienzan a desdibujar las coordenadas y lecturas que traemos.

Topía: ¿Lo tuviste que resolver sola?

YE: No. La residencia tiene de lindo que la estamos haciendo muchos a la par, entonces el residente de un año arriba ya puede dar cuenta de algo, de relativizar esto, o acompañar a hablar con trabajo social, apuntar nuevas lecturas, descontracturar un poco la cosa que no se adecua al paciente… ¿cómo yo podía pensar que no iba a llegar cuando me preocupaba qué es una interpretación? Exagerando el personaje universitario…

Bárbara Schonfeld: A colación de lo que ella dice, a mí el problema del encuadre me hacía mucho ruido porque se arma una cosa muy moral al respecto, en términos de quién cumple y quién no, y de rechazo incluso de los pacientes… muchas veces no por imposibilidades tan claras de plata para viajar, sino que se muestran indóciles con el dispositivo. De allí desencadenan violencias, y este año en el marco de las actividades de formación tuvimos un encuentro en el que mal que mal intentamos darlo vuelta y pensarlo en términos de disposición, más que encuadre, a generar un encuentro.

Topía: ¿Qué querés decir con moral?

BS: Con moral me refiero muy a grosso modo a esas apelaciones al deber ser y a toda una serie de juicios de valor respecto de una persona, de un padecimiento, de modos de vida.

Topía: ¿De los otros profesionales?

BS: Sí, a ver... termina siendo sumamente extorsivo pedirle a un paciente que quizás está pasándola lo suficientemente mal como para no tener la menor idea de lo que es un encuadre, que responda a las debidas reglas. La lógica institucional que invitamos a habitar no siempre es tan coherente...

CS: Con alguna fortuna nos obliga a replantear; cuando no la podés replantear, generalmente el paciente queda expulsado, o se le cierra la historia clínica cuando no viene…

Topía: Pero cuando hablas de encuadre, ¿estás hablando de un encuadre pensado abstractamente? Porque el encuadre uno lo piensa en función del dispositivo que uno puede hacer en cada lugar, no es lo mismo el encuadre que vas a hacer acá en el consultorio, en un hospital que puede ser el Durand o si trabajás en una plaza en la comunidad. Ahí armás un dispositivo y sobre ese dispositivo establecés un encuadre, si no pareciera aquí que el encuadre es previo al dispositivo…

B: Es que un poco es eso lo que sucede, me parece que no es un tema tan ingenuo como quisiera plantearlo Bleger en tanto serie de operaciones destinadas a hacer constantes ciertas variables; más bien se monta como toda una posición en relación al encuadre que deviene o termina expulsando pacientes. Son coordenadas planteadas a priori, entonces, no invitan a reformular.

Topía: ¿Y de dónde viene esta formulación?

Victoria Vanni: Pensaba que por ejemplo -es medio una confesión de parte- cuando empecé mi formación como psiquiatra, tenía pacientes que no se adaptaban al encuadre y también tenía esa pelea de “tiene que ser de esta manera”, y después de dos años, no es un gran recorrido, puedo pensar que esto viene de un modelo asistencial de médico clásico que no sé si se traslada del resto del hospital a salud mental, no lo sé. Lo pienso desde mi experiencia, desde mi dificultad. Lo que me parece es que la disposición a acoger o no al paciente es muy individual, termina en decisiones muy individuales. Los médicos atendemos siempre acompañados por alguien más o nos referenciamos al jefe de residentes. Y la verdad es que variaba mucho de acuerdo a qué médico estuviera atendiendo qué era lo que se hacía, cuán disponible se estaba; igual hay una cierta forma de los servicios de salud mental en el sistema público que puede ser bastante expulsiva, pero me parece que depende mucho de con quien se caiga, queda muy librado al azar.

Topía: Me quedan dos cuestiones que no termino de entender. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de encuadre, a qué se refiere que se arma una estructura llamada encuadre que evidentemente expulsa gente, qué sería esto, qué formas concretas tiene en la práctica concreta en el Durand?

CS: Una paciente que viene una vez por semana, 30 o 45 minutos a psicoterapia. Sentada, habla, asocia o no, pero se puede definir claramente entre neurosis y psicosis quizás, y tiene que cumplir con los horarios y con lo que se le dice que tiene que hacer en cierta medida, no se acepta, por ejemplo, si alguien falta dos veces, no puede venir más, se le cierra el tratamiento. Estamos intentando sortear una historia que dice que los pacientes con consumo no pertenecen al campo de competencias del hospital general. Si los aceptamos es por una decisión de la admisión de la residencia, que no es sin obstáculos, que no es sin luchas. Y que, a mí me pasó personalmente, sin ninguna formación en ese sentido, es con muchas dudas acerca de qué hacer, cómo trabajar, si ameritaba especialistas, si estaba mal que yo lo admitiera. Ese tipo de cosas me parece que tienen que ver con cierto encuadre pensado para un tipo de paciente que no es el tipo de pacientes que viene al hospital.

BS: Es eso; tienen que venir, tienen que quedarse, en caso de que tengan medicación indicada tienen que tomarla…

CS: Como que existe la posibilidad de que no sean atendidos, de no brindarle atención a alguien. Si uno plantea esto explícitamente probablemente se le responda que se lo va a derivar a otro profesional, pero lo cierto es que no sabemos si eso siempre se asegura. El paciente no cumple los requisitos para ser atendido…

Topía: ¿No se ponen a pensar por qué ese paciente actúa así, qué causas subjetivas o cuestiones reales…?

YE: Eso a veces se pone a operar inclusive desde la admisión, primera entrevista donde aparecen algunas raras lecturas psicoanalíticas que para el que recién se inicia en la práctica ya moldea “el paciente no trae una pregunta, el paciente no demanda” y afirmaciones por el estilo. Por eso me parece que surge, en nosotras, esto del encuadre pensado medio abstracto, porque le estamos dando forma. El paciente no viene al dispositivo psicoanalítico, cosa que nos choca bastante sabiendo que estamos en un hospital… En la residencia somos un poquito indisciplinados con algunas cosas, no solemos cerrar tratamientos al menos no por esa causa de las dos faltas, esto que decía Canela, a veces tomamos pacientes que no son los “adecuados” para los recursos que tiene esta institución y los dispositivos con los que cuenta, como adicciones. Y en relación a esto de la demanda o pregunta en admisión, el laburo que hemos hecho en los últimos años es considerar la admisión como un proceso, cosa que inventamos e implementamos nosotros en nuestro servicio. Porque la admisión suele tomar la forma de una única entrevista en la que se decide qué se hace; a nosotros nos costaba bastante, empezábamos a necesitar algunas más para pensar criteriosamente si se deriva, si se abre un tratamiento con los que estamos, se piensa alguna coordenada de lo que se trae… pensamos en el mejor de los casos la demanda se construye, para nosotros, que no entendemos por ahí que es lo que pide…

BS: Incluso en casos en los que creemos que hay que derivar, acompañamos eso para que no quede boyando quien ya ha estado boyando previamente quizás alrededor de 4 meses. Ya cuando un paciente llega, tomamos toda la responsabilidad para que encontremos el mejor dispositivo o cierto derrotero al pedido que alguien trae. Y eso que quizás suena obvio, para nosotros fue un punto de llegada porque lo tuvimos que inventar, digamos. En términos generales, no replica en profesionales de planta, ellos tienen absolutamente otros criterios. Entonces lo que debería haber sido un punto de partida, para nosotros fue un punto de llegada.

Topía: ¿Y ese punto de llegada lo fueron conversando entre ustedes?

YE: Sí. De la experiencia, de ver que necesitábamos más entrevistas surgió la idea… primero surgió en los hechos; empezamos a tomarnos más tiempo en las entrevistas y después fuimos formalizándola, dijimos bueno, estamos haciendo un proceso, estamos consiguiendo esto de esta manera…

BS: También nos encontramos con situaciones en las que desde la inexperiencia, con tan sólo una entrevista, tomábamos a un paciente en tratamiento que quizás después no podíamos sostener por los límites del dispositivo de consultorios externos. Me parece que lo que tenemos aún vacante en ese sentido es poder armar protocolos de derivación que fortalezcan los puentes y vaivenes interinstitucionales. Si recibimos de repente una paciente después de 8 meses de internación en un monovalente, a la espera del turno para consultorios externos para ser dada de alta, suponemos están dadas las condiciones para aquéllo en la misma derivación. Bueno, generalmente suponemos mal. En este caso, a modo de ejemplo, nosotros le procuramos el turno, nos encontramos con una paciente totalmente sola, que había pasado 8 meses sin haber siquiera procurado los mínimos soportes afectivos como para transitar la vida cotidiana, era todo un problema, y estaba la paciente que nos había llegado a admisión… ya dada de alta, desanclada...

YE: No contábamos con la medicación que tenía indicada en el hospital, no había llegado ni siquiera con una epicrisis, ya estaba dada de alta…

BS: Cosa que pedimos, que vengan con una epicrisis con número de contrareferencia como para tener un vaivén de comunicación y nada de eso. Cuando los llamamos, porque mal que mal teníamos el número de contrareferencia, nos dicen “Ah, ¿qué preferís, que esté internada?” No, yo no estoy diciendo eso, estoy diciendo que la estamos tratando de acompañar, pero pareciera que no están dadas las condiciones. Entonces se instala una cosa de pasar la pelota, como de cosa contigua, en vez de plantearla solidariamente como para poder hacer el pasaje…

Topía: ¿Ella venía a pedir el alta?

BS: A ella le habían dado el alta una semana antes y venía porque en la indicación, su seguimiento era por consultorios externos. Era en principio un cuadro agudo…

Topía: Y estaba sola además.

BS: Sola. Sin siquiera plata para comer.

Topía: ¿Y el hospital no tiene el recurso de servicio social, no había posibilidad de trabajar con ellos?

BS: Si. El tema era que había que pensar… en principio no podíamos creer que hubiera estado 8 meses en una internación donde en realidad tal como se nos presentaba, uno podía imaginar que eran las primeras escenas dentro de una internación, no podía ser ese el final… más allá de que una después se las ingenia, que efectivamente uno puede trabajar con trabajo social; no teníamos la medicación tampoco, ninguna condición mínima estaba dada. Entonces habíamos pensado en la necesidad de armar ciertos protocolos de derivación para procurar esta solidaridad institucional en estos casos. Fundamentalmente porque en general son un problema; las derivaciones son un problema que reproduce la fractura institucional de lleno.

Topía: ¿Te referís a la derivación hacia el Durand o del Durand hacia otras instituciones?

BS: Ambas. Hay veces que pasan cosas buenas y uno se pone chocho, pero en líneas generales son muy informales, muy de tener un conocido en otro hospital...

Topía: Hay compartimentos estancos.

CS: Sí. Como una resistencia muy grande también para lograr una derivación. Tenemos una compañera, que ya es una especialista, que cuando necesitamos derivar se pone a llamar, llamar, invierte mucho tiempo y lo termina logrando por vías formales, pero es de mucha insistencia y es un desgaste muy grande.

Topía: Pero esto tendría que ser central, si no funciona estamos en un problema.

BS: Bueno, eso no funciona y estamos en un problema. A veces pasa eso inclusive para nosotros, con una paciente que es más grave, si hay que internarla o no, ahí se nos complica todo.

Topía: ¿Y para internarla donde la mandan?

BS: A la guardia externa del hospital y ellos son los que se comunican con SAME a ver donde hay posibilidad de derivar. Y lo que siempre dicen es que de los hospitales con internación solamente dos de los cuatro que hay en Capital aceptan. Y es un problemón. Yo me niego a pensar que nos limitan los pacientes que atendemos o la forma, pero la verdad que es distinto saber que uno dispone o no de unos recursos.

YE: Sí, y es difícil también sabiendo que deberíamos poder internar en nuestro hospital. O que a veces una internación termina implicando mucho porque no es que se interna tres días. Internar para nosotros es que esté en el box de guardia una semana y que después vaya a otro hospital…

Topía: Sí, o como la paciente que estuvo internada ocho meses…

CS: Sí, donde el único criterio de alta era tener un turno por consultorios externos, pero la pregunta por el trabajo terapéutico estaba en nada evidentemente. Lo que pasa es que, igual vía guardia se da intervención al SAME y tampoco puede elegir uno dónde. Con lo cual también las internaciones voluntarias son mucho más difíciles de llevar a cabo, porque tienen también su derecho a elegir dónde ser tratados y quizás no consienten ir a determinado hospital, y vía SAME no hay posibilidad de elegir, entonces se empieza a complicar el panorama.

BS: Otro tema que pensaba muy al principio es que el primer choque que sigo sosteniendo hasta ahora con la clínica en el hospital, es que llegaban pacientes por estas cuestiones sociales, pero al menos para mí pensadas desde otro lugar y en otro sentido; pacientes que sufrían de soledad y de tristeza, y mujeres abusadas en la infancia fueron tres problemas que me cachetearon de entrada. Y si realmente uno no se pregunta por los montajes de producción de tristeza, de soledad y patología adulta con tanto abuso, es complicado el consultorio. Esos son los grandes problemas con los que me encontré, y que sostienen la pregunta por los montajes de producción de enfermedad y malestar. Es un poco retomar la pregunta por lo social, pero ya no quizás por la precariedad y vulnerabilidad social -si y no, pero no en términos quizás de derechos de vivienda, trabajo, etc.- sino de una interrogación por cómo armamos comunidad con el otro y desafiliación del otro. Desafiliación dolorosa porque hay gente que la sufre tremendamente y de repente después el terapéutico aparece como un vínculo importante para un paciente ¿y cómo no va a ser así? Si no tienen a otro. Entonces es difícil… el dolor social no se cura en el diván, decía Kaes…

YE: Y ahí te preguntas un poco también qué es la transferencia, qué es la neutralidad… bueno se resignifican.

Topía: Y como se sienten con los recursos terapéuticos que tienen, ¿lo pueden resolver?

BS: Con abrazos muchas veces… no sé si es un recurso terapéutico, pero los hemos dado (risas)

YE: Estamos comenzando a realizar grupos terapéuticos. A mí me parece una posible salida de pensamiento y acción esa intervención. A mí me llevó un tiempo de todos modos, pensar cómo realizarlos, por qué -para palpar también como es la máquina universidad-. A ver, la soledad puede combatirse con compañía, al menos intentar compartirla con otro. Con la formación pasa un poco así. Trabajar en equipo y con otros me hizo muy bien en los inicios de la práctica; desde ahí pude tratar de entender qué lugar pueden llegar a ocupar los grupos, a qué viene lo grupal… como, por lo menos, alojamiento de soledades, tristezas y vínculos fracturados que llegan al hospital. Para mí esa es la línea más clara de salida en la clínica a estas preguntas.

Topía: Es decir, el abordaje general que hay es individual y a partir de esto empezaron a pensar la posibilidad de un abordaje grupal.

BS: Sí. Sin embargo, para mí también importa inclusive en el tratamiento individual y en el consultorio tener estas dimensiones en cuenta, pensar en la red social, escaparle a cierto psicoanálisis demasiado sesgado que forcluye lo vincular.

Topía: Me pareció muy bueno hablar de la tristeza y la soledad. ¿Cómo generar espacios de subjetivación? Ya que ese es el tratamiento.

Topía: Vos dijiste que en la soledad no habría que armar grupos, sino que habría que interpretarla, vos decías un psicoanálisis que no tiene nada que ver con lo vincular, ¿cómo sería eso?

BS: Es el hegemónico…

YE: Para mí nos habla mucho de la universidad. Las clases magistrales, las interpretaciones al significante y ya está, los cierres... lo que se trasmite, al menos, en las cátedras más nombradas de la facultad que todos esperan aprobar muy bien…

BS: ¿Qué tiene que ver usted con aquello que lo aqueja?...

YE: A mí me sirve el psicoanálisis para pensar cosas, pero me parece que en la residencia a estas máximas les he dado como otro lugar,... no sé, a mí me empezó a gustar, por ejemplo, Atención Primaria de la Salud, cosa que ni siquiera sabía qué significaba cuando me recibí. Entonces me parece que ahí se nos arma lío. Por suerte pude estar en instituciones donde me decían, acá hacemos APS y lo pensamos desde el psicoanálisis. Y para mí fue como descubrir la pólvora o que se mezclen lo sagrado y lo profano. Porque realmente en la facultad esto aparece completamente disociado. Cuando se habla de psicoanálisis es para los que sufren de histeria, de neurosis, de psicosis, de fobia, y por otro lado está salud pública y salud mental. No hay diálogo. Y a mí me parece que nos habla de este problema cuando nos referimos al encuadre. Yo al menos recuerdo los ejemplos magistrales de interpretaciones al significante, del corte, de la apertura, del cierre del inconsciente, que son herramientas que consulto, pero me parece que se nos arma bastante lío.

Topía: ¿Pero por qué no podés pensar estas herramientas ligadas a la atención primaria de salud?

YE: Ahora en mi recorrido lo estoy pudiendo hacer. No voy a decir que estoy cómoda porque nunca estuve cómoda (risas), pero sí es lo que me tiene más contenta, que se puede.

Topía: Durante diez años entre el ´85 y el ´95 construí un dispositivo de atención en situaciones de crisis desde el psicoanálisis y en la perspectiva de APS, es decir, trabajando dentro de la comunidad. Te puedo decir que se puede hacer.

BS: Lo conocemos, claro.

Topía: Me acuerdo que cuando trabajamos en el equipo de atención en situaciones de crisis los terapeutas se molestaban porque los pacientes cuando lograban un mínimo equilibrio en su situación de crisis se iban. Hasta que se daban cuenta que no es que los pacientes se iban, los pacientes decían -hasta acá llego-. Terminó el tratamiento. Y después por ahí a los seis meses o al año volvían. Entonces aparece en los terapeutas. El paciente da hasta ahí. ¿Cómo se puede pensar en este “hasta ahí” desde el psicoanálisis? Esa es la herramienta que podemos pensar.

BS: Sí, sin embargo, hay claras operaciones de poder que intentan separar psicoanálisis de política, psicoanálisis de comunidad… e inclusive que penetren estas preguntas habla de las minorías en el psicoanálisis. En todas las residencias no es habitual que un psicoanalista se deje conmover por estas preguntas o tenga estos intereses. Es absolutamente inhabitual, nosotras en el marco de las residencias somos inhabituales (risas)

Topía: No se hacen estas preguntas, entonces mi pregunta es ¿cómo trabajan? ¡Se le van los pacientes!

BS: Desde lo técnico, supongo. Y los pacientes no se van porque los que la están pasando mal son ellos, los que saben del dolor, los que cada tanto quieren vivir mejor y aguantan. Quizás, en todo caso, se quedan con los que se adecuan a ese dispositivo. Por otra parte el pensamiento respecto de la salud pública muchas veces brilla en ausencia… Es problemático.

Topía: Pero va más allá de la salud pública, ya que no se piensa desde el lugar donde uno está parado. Es diferente, es un dispositivo diferente. No es lo mismo, y no implica que éste sea mejor o peor que el otro, digo que no es lo mismo. Entonces el resultado es lo que ustedes están diciendo; hay un recorte con lo cual implica que un montón de pacientes empiezan a dar vueltas, dentro de este hospital o de otros.

YE: Enrique, esto que decís es interesante porque uno recorta donde está y cuáles son las variables que lo están atravesando. Porque esto que dice Bárbara de que somos las inhabituales… a mí me parece que hay una gran mayoría de jóvenes colegas que arrancan la práctica con determinado objetivo de formación que consiste en salir, después, al ámbito privado, no es casual porque así es como está armado. Más allá de la cuestión institucional, yo considero que prima bastante una práctica más técnica; aplicacionista diría.

BS: Un psicoanalista a ultranza diría “No puede ser”. En todo caso ellos procuran la lógica del caso por caso, pero no dejan entrar, es un discurso como autoabastecido, ¿cómo lo descompletás? Porque yo no creo que un psicoanalista esté en acuerdo con el aplicacionismo, si se quiere, de la teoría psicoanalítica. Quizás hasta te discuten que sea una teoría. Lo cierto es que si monologan con el psicoanálisis no hay posibilidad de hacer entrar otra cosa.

CS: Igual para mí también es una dificultad general la amplitud de todo y la falta de criterios a veces y creo que por eso se da también como cierto regreso de la técnica y de un montón de cosas que dicen lo que hay que hacer, porque en este contexto de las soledades, etc., soportar que uno tiene bastante poco que hacer desde ese lugar no es tan fácil y que, además, es caso por caso y un montón de teorías y no hay como una epistemología más unificada, un modo de pensarlo un poco más unificado, salvo algunos que se plantean líneas más duras inclusive dentro del psicoanálisis; inclusive dentro de Lacan...

VV: Para los médicos eso también es un problema.

Topía: ¿Cuál es tu lugar como médica?

VV: Es muy difícil la formación. Es muy difícil ya elegir ser psiquiatra porque la facultad se encarga de sacarte las ganas. La formación que hay es escasa y algo anacrónica, porque es una formación psiquiátrica de otro momento… la materia Salud Mental está en el primer año de la carrera en la que uno entra con la idea del médico clásico, la verdad es que hay poca gente que a los 18 años tenga la idea de hacer salud mental, y ahí sí hay cosas fantásticas con las que ahora me reencontré y que las vuelvo a agarrar, pero que están en primer año, y te hablan de la relación médico paciente y vos no vas a ver un paciente hasta tercer año con suerte, y después no vuelve a aparecer. Psiquiatría se sigue enseñando -no sé si cambió la materia en los últimos años- y cuando llegás a la residencia no entendés nada y te referenciás con gente que tiene dos o tres años más que vos y pasa mucho esto de aferrarse a teorías como muy biológicas que den cierta seguridad ¿cómo desglosar en términos médicos lo que se trae a la consulta? es como recortar el problema, ponerse las anteojeras de los caballos y no ver más que eso, y decir “sobre esto yo puedo trabajar, esto lo voy a modificar” y esto es un recorte terrible que cuesta mucho soportar el no recortarlo y bancárselo, y saber que uno tiene una injerencia tan mínima por ahí.

Topía: ¿El recorte cual sería?

VV: Ver un desbalance de neurotransmisores… Ver tristeza, pensar que es una depresión y medicarla. Son dos caminos que se abren. Se generan peleas ridículas con el psicoanálisis y los psicólogos, se generan resistencias en las que están médicos por un lado y psicólogos por el otro. Otra alternativa es tratar de completar las herramientas entre ambos, pero es muy difícil de sostener. Y eso creo que es lo que inhabitualmente intentamos hacer y así podemos sostener estos pacientes que en otro lado, con estas posturas rígidas, psicoanalíticas o médicas abandonan el tratamiento. Pero para mí los médicos tenemos esos dos caminos abiertos. Tal vez posturas más rígidas sean más fáciles y hay dispositivos que te facilitan peligrosamente eso. Estamos en un hospital general y cuando hacemos interconsulta a los residentes de psiquiatría nos llaman a ocupar un rol biomédico, y supone ese accionar… Cuando nos presentábamos yo a la gente le decía soy tal, médica, y Canela me decía “Pero decile que sos psiquiatra porque la gente no entiende nada." Y yo decía “no soy psiquiatra, en realidad”. Pero estamos llamados a responder ante eso y para mí, por momentos, uno está tan metido en el mundo de la salud mental que perdemos un poco de vista que estamos en el campo de la salud, que somos una parte muy pequeña y que perdemos la óptica de cuánto ocupamos del campo de la salud. Por momentos pienso que creemos que ocupamos mucho y por momentos se nos hace muy patente que estamos como aplastados por las lógicas de otras disciplinas…

Topía: Y ahí en la interconsulta ¿qué pueden hacer y donde se frenan?

VV: Somos muy llamados por el tema del orden y el control. Pacientes agitados, por ejemplo.

Topía: Esa es la función clásica de la psiquiatría, el orden y el control, ¡no entendiste nada! (risas)

VV: Con el paciente angustiado cuando hacíamos interconsulta pensábamos “¿le vamos a poner hipertimia displacentera? El paciente está internado, ¿Qué otra timia puede tener?” Me acuerdo cuando empecé a ir al hospital en la facultad yo decía “¡Pero está todo el mundo enfermo acá!” Y sí... Somos llamados mucho a eso, a lo que rompe con la calma de la sala. Lo bueno es que pudimos trabajar mucho el tema del paciente con excitación psicomotriz. En más de una ocasión vamos y es un paciente angustiado porque tenía un procedimiento… Pero a todo somos llamados suponiendo que vamos a responder de una misma manera.

Topía: ¿Cuál sería esa manera?

VV: Y, con un paciente con excitación indicar una dosis baja de antipsicóticos; paciente confusional también, pensar que siempre se va a indicar eso… Una prescripción farmacológica es lo que se espera.

CS: A veces hay que negociar bastante con eso. Y se plantea mucho que la culpa es del paciente. En interconsulta vamos a hablar con el médico primero, después con el paciente y después volvemos a hablar con el médico y ahí se hace o no una indicación. En caso de que no se haga, por ejemplo, un paciente que estaba excitado, hay que negociarlo bastante, hay que contarle algo de la historia, de por qué ubicaste esa situación… hay que convencer al médico que no va a hacer lío. Y si se quedan contentos en un punto con la intervención, por ahí es porque funcionó por la vía de la palabra de que se queda tranquilo. Si no se queda tranquilo hay un punto en el que va a haber que intervenir de una manera más invasiva… al otro día quizás. Hay muchas dificultades con la espera y con ese tipo de cosas. Igual creo que se puede hacer un buen trabajo en ese sentido, en interconsulta y con los médicos, porque los residentes que están ahí también se están formando y por ahí están muy desbordados y llaman todo el tiempo por eso, y de a poco los discursos se van mezclando y van escuchando lo que les decís, y nosotros también los problemas que tienen ellos, la realidad que tienen en las salas, su necesidad de sacar una cama cuando hay un paciente psiquiátrico que no tiene derivación, se va negociando un poco.

VV: De igual a igual entre residentes, pero con distintas libertades, porque nosotros tenemos cierta soltura en cómo nos manejamos y en otras especialidades no, está esa cuestión jerárquica de que sos la mano efectora de una orden que viene de arriba. A nosotros no nos pasa tanto, las coordinadoras de interconsulta nos dan libertad de acción, supervisando, pero con lugar a la iniciativa del residente. Están las dos posibilidades, por un lado es genial porque te formás más como querés, pero te sentís muy inseguro también, y por otro lado veo otros lugares donde te bajan un concepto de cómo es la psiquiatría y no podés pensarla o ejercerla de otro modo. El trabajo que tenemos nosotros es encontrar en dónde nos acomodamos, con qué tipo de práctica profesional nos sentimos más cómodos. Tenemos esa libertad y por ahí los interlocutores que tenemos, en interconsulta, no la tienen. Es algo positivo.

Topía: Hablaban de la técnica y lo expulsivo. Me quedé con lo que decían, que hay un montón de pacientes, y que tienen que cumplir. Luego dijeron dos cosas, que los pacientes tienen que tener una demanda y se tienen que hacer una pregunta. ¿Qué quiere decir que se haga una pregunta y que demanden?

BS: No sabemos muy bien, pero sabemos que es la puerta de entrada a un tratamiento. Lo digo medio cínicamente porque así lo vivimos.

VV: Es como el riesgo cierto e inminente, como el “me quiero matar” para que te internen, en este caso para acceder a un tratamiento ambulatorio.

YE: Son significaciones que circulan, localizar la famosa pregunta. Nosotras no lo podemos entender, por eso mencionábamos la puesta en marcha de la admisión como proceso, donde podemos ir pensando cuál es el trabajo que se puede hacer y si hay un trabajo para hacer, bajo qué coordenadas. Pero no sabría contestar eso, podría imaginarme algunas ideas asociadas a esa representación.

Topía: ¿Pero, concretamente?

YE: Concretamente relacionada con ideas tales como “no nos está pidiendo nada”, o “no nos está mostrando algo”, “nos quiere angustiar, es un perverso”. Yo las llamo pseudoteorías, adaptaciones extrañas donde parece que tiene que haber efectivamente una pregunta formulada, una pregunta desde el sentido común, para poder pensar algún trabajo analítico, esto es lo que puedo decirte. La verdad es que no deja de ser enigmático para mí cuando escucho estas frases. El paciente viene a contarnos algo que le produce malestar.

Topía: Están en un hospital y seguramente deben tener derivaciones de otros médicos, de otros servicios, ¿cómo hacen con eso?

BS: Yo lo he resuelto con el tiempo. Tiempo y no necesariamente apostando a encontrar, sino tiempo para hablar.

Topía: Cuando lo deriva a un médico ¿va al equipo de admisión siempre?

YE: Sí.

BS: Viene cuatro meses después de que fue mandado, pero…

Topía: ¿Cómo cuatro meses después?

BS: Es la lista de espera que tenemos.

Topía: ¿Y si es un caso de urgencia?

CS: Ahí va a la guardia. Y se puede a veces hacer la admisión.

Topía: ¿Hay una guardia de salud mental?

BS: Sí, no todos los días.

Topía: Y ahí la guardia lo atiende y supongamos que tiene que hacer un tratamiento, ¿se abre un espacio o lo tienen que derivar?

VV: Con un papelito de la guardia le dan un turno antes, un sobreturno. Yo mucho esto de formular la demanda no lo sabría, pero pienso que hay una cuestión lógica y de sentido común que te dice que si después de cuatro meses viene, y vos lo citás de vuelta y viene, algo lo está trayendo. Y seguro viene de muy lejos…

Topía: Esperó cuatro meses, se tomó un colectivo que tardó dos horas, espera en la sala… evidentemente algo está trayendo.

BS: ¡Si no tiene una pregunta tiene una afirmación impresionante!…

Topía: Es como que en cierto sentido se ha perdido la sensatez… Habría que escucharlo a ver qué es lo que dice, ese es nuestro trabajo.

YE: Es cierto que a veces es más difícil localizar...

Topía: Está bien, pero ese es un problema nuestro, no del paciente, es difícil.

CS: Y sí, por ahí se le puede devolver al paciente “¿Pero quiere hacer una psicoterapia realmente?” Te cuenta un montón de cosas y no problematiza, no se encuentra angustiado por nada de lo que le ocurre… Entonces ¿quiere hacer una terapia? Y por ahí no sabe lo que es, nunca hizo ya que viene porque lo mandó el médico… Entonces, listo, si no hay riesgo… puede terminar allí la admisión.

BS: Son como las respuestas que hemos encontrado con los años, respuestas de manual, las respuestas cliché dentro del campo del psicoanálisis.

Topía: ¿Qué hacer con el paciente que no tiene capacidad de simbolización?

BS: Pero ese sería al menos otro problema. Porque por lo menos ahí ya tenemos la hipótesis de que tiene problemas de simbolización.

Topía: Generalmente ese tipo de pacientes que mandan los médicos tienen ese tipo de problemas, somatizan y no pueden simbolizar.

CS: Paciente cardíaco, típico; o todo el campo de los retrasos mentales leves, moderados… tampoco sabemos bien que hacer.

BS: Por eso, para mí es otro problema, pero que no necesariamente cubre todo este campo, ahí ya entran las adicciones, el cardíaco…

CS: En interconsulta eso también se reproduce, si darle un tiempo y tratar de ir y ver si la persona empieza a hablar y en la medida que habla seguir yendo a acompañar, o si esperar a que te diga que sí, que quiere que vuelvas, que lo acompañes… y en interconsulta se complica más porque lo pide directamente el médico, responder desde ahí, acompañar un poco desde ahí, de lo que hace el médico, o no se sabe bien que hacer ya que estamos yendo porque nos llamó el médico directamente, entonces es menos demanda.

BS: Sí, inclusive el charlar un poco con el médico antes de ver al paciente no nace exclusivamente de ahí, sino de la conjetura de que muchas veces el paciente ni siquiera sabe que estamos siendo llamados, con lo cual uno podría entrar y decirle: “hola, soy la psicóloga”, y el paciente está internado con una hepatitis y no sabe que de repente voy a aparecerme ahí a ponerle una entrevista…

YE: Después hay otra cuestión con los pacientes con “poca capacidad de simbolización”. Yo no tengo muy saldada la pregunta, tengo algunas intuiciones. Los pacientes que no se ajustan tanto al dispositivo que conocemos de la universidad: casos de consumo problemático de sustancias, casos del área de las necesidades especiales… rápidamente nos ponen frente a una pregunta que empieza a gestarse en el ambiente de trabajo “¿no debería ir con un especialista?” Parece que uno tuviera que tomar una posición que también es dicotómica.

BS: ¿Es para nosotros o es para alguien más?

YE: Claro, pensamos ¿en psicoanálisis no importa quién habla y con qué características, importa lo que se dice ahí o me voy a buscar un especialista porque hay alguien que tiene que saber de antemano qué hacer? El problema no es la pregunta de por sí, sino la dicotomía en que nos deja plantados. Y a veces se nos ha complicado poder salir del binarismo y conciliar esas dos posiciones. Ni todo es no saber, porque si una persona no habla… bueno, tendrá que dibujar o usaremos otros recursos que, reconozco, no son los que yo traigo más a mano, ni tampoco salir corriendo porque en algún momento la psicosis no tenía lugar en el psicoanálisis y ahora ya lo tenemos resuelto, ya nadie se pregunta acerca de la especificidad de la esquizofrenia en el psicoanálisis, se avanzó. No tengo respuesta frente a la pregunta planteada así por sí o por no, pero insiste bastante la cuestión de la especificidad… sobre todo en problemáticas más actuales, como la violencia.

Topía: Anorexia, bulimia…

BS: Lo que pasa es que eso lo tenemos resuelto porque tenemos un equipo.

Topía: ¿Suicidio?

YE: También. Precisamente este año se suicidó una paciente que yo atendía. Hay muchos pacientes con pasajes al acto, aparece bastante, nos encontramos muchísimo con esto.

Topía: Por lo que dicen ustedes no están preparadas para las patologías actuales, me están hablando de un psicoanálisis de la época victoriana, trabajar con la neurosis… es fantástico… Porque suicidio, depresión, anorexia, bulimia, adicciones, pasajes al acto, son las patologías actuales que no solamente están en el hospital también en el consultorio. Hoy las patologías que aparecen en nuestra cultura son éstas, entonces la pregunta sería cómo pensamos un dispositivo para este tipo de problemáticas, aparece el tema del trabajo interdisciplinario. Lo cual no implica juntarse varios profesionales, implica que estos tienen que tener un esquema conceptual interdisciplinario…

BS: Igual ahí ya le estás dando como cierto estatuto a la especificidad. Yo no sé si no tenemos cancha en patologías actuales o…

Topía: Lo digo en el sentido de las demandas predominantes hoy.

BS: En ese sentido hay una serie de problemáticas que mal que mal hablan de una especificidad y las incorporamos; cuidados paliativos, enfermedades terminales… son campos que abren la pregunta de qué coordenadas específicas tengo que considerar. Y quizás estás trabajando bien, porque el psicoanálisis es una invitación y está todo por construirse.

Topía: Pero no tenés un parámetro del trabajo que estás realizando, no hay una medida.

BS: Exactamente...

CS: En la facultad no existe, la formación sigue siendo del psicoanálisis y psicopatología con Lacan, y ahí también nos preguntamos un montón si podemos hacer esto… porque no estamos formados en alguna medida para esto. Pero a la vez no queremos dejar de hacerlo.

Topía: La facultad es una cosa, pero ustedes están en un hospital haciendo una residencia. Ustedes hablan como si fuera una continuidad, lo están tomando como si fuera una línea como si siguieran formándose en la facultad, cuando están en un hospital atendiendo.

BS: Vamos tratando de cambiarlo…

Topía: ¿Tienen supervisiones?

BS: Sí.

Topía: ¿Y cómo trabajan toda esta problemática?

BS: Por eso digo que de alguna manera fuimos aprendiendo porque hemos básicamente trabajado con consumos problemáticos, con trastornos de alimentación, con cuidados paliativos, con retrasos… En cuidados paliativos, por ejemplo, a mí me sirvió bastante problematizar en este sentido de evitar optar a favor o en contra de la especificidad. Sin embargo, simplemente leyendo un artículo de un psicoanalista que dice que el psicoanálisis no ayuda a un buen morir, sino que siempre toma partido por la vida, hizo de coordenada para permitirme acercarme a ver a un paciente que inminentemente se iba a morir. Son pequeñas coordenadas que a uno le permiten brujular la práctica. Esas pequeñas coordenadas no van de suyo y no las tenemos tan a mano.

CS: Y también a nivel de formación, para mí la residencia tiene, muchas veces, una línea de continuación con la facultad…

Topía: ¿Los médicos también?

VV: También supervisamos, tenemos cursos centralizados en los que muchas veces vuelven a aparecer esas dos campanas de posibles posicionamientos del psiquiatra.

CS: Los cursos centralizados que tenemos todos que se bajan desde la dirección de capacitación toman otra postura, no transmiten eso. La idea de esos cursos es homogenizar un poco la formación que es tan distinta en los residentes, hay algunos temas básicos que se recorren y es muy variado. También en eso pierde un poco lo formativo en el sentido de que en cada clase puede haber posturas muy opuestas, entonces no hay una continuidad que uno se pueda enriquecer mucho con lecturas y longitudinalmente. Sirven, pero igual para mí tienen eso de carácter de la residencia que es conocer muchas cosas distintas y que después esté en cada uno, y eso es lo fantástico que uno siendo residente tiene las puertas abiertas a cualquier lado. Pero eso a la hora de la práctica, por ahí no nos ayuda tanto.

Topía: Pero ahí es donde ustedes se tienen que parar, ¿no? Porque la facultad no formó nunca para realizar una práctica. Hace 40 años, en el año 74 yo salí en pelotas como salieron ustedes...

YE: O nos formó demasiado. Quiero decir, se encarga de decirte, este es el molde que hay que conservar. A mí la residencia me sirvió para deslegitimar un poco eso, yo leo el ateneo de primer año y claramente recorrí los libros que tenía más a mano facilitados por la facultad, yendo también a lo seguro. Ya para segundo, eran escrituras más propias y ya me permití pensar, por ejemplo, el psicoanálisis junto a la APS. El pensamiento de salud pública no nos fue facilitado más que en una única materia, y -como decía previamente- entramos a un hospital pensando que “acá vamos a adquirir la experiencia necesaria para después atender en un consultorio privado”. También muchas veces las residencias toman el derrotero de seguir esta cosa lineal.

Topía: ¿Cuáles serían estos textos o los autores para las coordenadas, como decía Bárbara?

CS: Estoy muy confundida ahora…

Topía: Si estás confundida quiere decir que estás haciendo un buen proceso (risas)

CS: Sí, yo no agarro un seminario de Lacan ahora ni loca…

Topía: Estás haciendo un buen proceso. Puede ser que vuelvas dentro de unos años, pero es un buen proceso.

CS: Estoy tratando de leer Deleuze.

YE: Por ahí… No sé si un texto, pero por ejemplo, hoy que se habló mucho de dispositivo. Yo no sabía lo que era un dispositivo hasta que llegué al hospital. Mil veces encuadre y todo esto, pero nunca dispositivo. Así que Foucault, Deleuze me ayudan a pensar a la par de Freud y Lacan, aunque son otras las preguntas que alcanzan.

Topía: Lo que yo veo muy marcado es esta disociación entre la salud pública y el consultorio, como si el consultorio no formara parte de la salud pública.

BS: Ese puede ser nuestro sesgo, no porque le hayamos creído a esa disociación, sino porque nos enoja y batallamos bastante...

Topía: No, no, es común esto. Yo creo que aquel que tiene experiencia en salud pública va a escuchar de manera diferente en el consultorio, que aquél otro que no.

BS: Me parece que tenemos un imaginario del consultorio…

Topía: Un imaginario muy victoriano.

YE: Bueno, uno también es paciente y tuvo sus analistas, y también los hay anacrónicos y victorianos, uno también tiene la experiencia del otro lado (risas)

Topía: Está muy ligado el psicoanálisis al diván-sillón, y este es un dispositivo más dentro de todos.

VV: Pensando esto de la salud pública, la atención y la residencia, hay algo que no se toma en cuenta cuando uno ingresa y es que está ingresando a un cargo público y que está siendo un empleado del hospital, y esa dimensión para mí se pierde. Pareciera una continuidad de la facultad, de recibir pasivamente conocimiento, sin responsabilidad en ello, una cosa casi adolescente, y para mí se pierde un poco la seriedad del cargo que uno ocupa, que uno es un engranaje de la salud pública y no sé qué alcance tiene...

Topía: Sí, no podemos separar, la salud mental forma parte de la salud pública.

VV: Pero los residentes no pensamos qué somos… tenemos una pertenencia muy particular, en realidad somos empleados del gobierno de la ciudad, no de los hospitales…

CS: No somos trabajadores, somos becarios… sin embargo la función que tenemos es la de un trabajador más del hospital y eso no se toma...

Topía: ¿Y vos podés pensar una psiquiatría diferente de la psiquiatría que te quieren modelar?

VV: Sí. Me fui dando cuenta que uno va yendo a congresos y se va cruzando con las mismas caras, las mismas personas, siento que vas armándote un núcleo de lecturas, de personas, de temas por los que circulás y te interesan y eso va delimitando cierta forma de ejercer la práctica. Lo que pasa es que en muchas cosas siento que uno va haciendo una suma y promedio de cosas. Cuando preguntabas de las lecturas, yo estoy leyendo el Seminario I de Lacan porque con mi compañera médica hacemos un curso de lectura de Freud desde hace bastante tiempo. Pero a la vez estoy leyendo de psicofármacos, guías de trastorno bipolar, y siento que estoy haciendo todo el tiempo un promedio, encontrando la línea media. Pero, lo que a mí me está dejando más tranquila es que te cruzás con distinta gente y ves que hacen el mismo promedio que vos, están en el mismo punto medio, un poquito más acá, más allá.

CS: Igual hay una predisposición en algunos sí y en otros no, a trabajar interdisciplinariamente, a trabajar los problemas desde un punto de vista más amplio, a pesar de no estar formados en tal cosa, creo que esa apertura es una posición que se toma y algunos la toman y otros no. Otros se sesgan en que van a medicar independientemente de lo que diga el psicólogo o cualquier otro profesional. Y eso es una forma de hacer otra psiquiatría me parece.

VV: Sí, por eso a mí me gusta decir que soy médica residente en Salud Mental. Como uno se enuncia... es distinto decir soy psiquiatra que soy médica de Salud Mental. Pensás para mí dos objetos diferentes, uno de la Salud Mental y uno de la psiquiatría. Lo que pasa es que todavía hay mucho peso en las formaciones de psiquiatras, de alienistas en algunas cosas.

BS: Me quedé con ganas de decir antes una cosa en relación al tema orden y control. Porque un poco lo que veo es que eso se fomenta y se fogonea mucho en la facultad de psicología, y para mí no hay práctica que no materialice. Y cuando veo la psiquiatría materializada en gente como Vicki, como muchos, yo me fascino, porque la verdad que nada tiene que ver con el orden. Entonces me parece que es todo un campo que ha sido expropiado de la psiquiatría y también con Yesi hablamos mucho de eso, inclusive este año al menos desde mi lugar de jefatura el intento era decir: “Loco, nos están vendiendo que esto es propiedad de la psicología y en verdad -inclusive en nuestro país- han sido médicos los grandes transformadores del campo de la Salud Mental, entonces dejémonos de joder con ‘está el que medica y está el que escucha’, porque son ficciones que no nos sirven para nada más que para pelear.”

Topía: Pichon Riviere.

BS: Ha sido todo un campo expropiado que hay quienes quieren como reapropiarlo quizás con cierto derecho y hay quienes no… pero es como si desde que aparece la psicología se hubiera armado cierta repartija de herramientas que me parece que no suma para nada. Nosotros por supuesto que no podemos medicar, pero ellos pueden hacer todo; revaloriza también la psiquiatría pensarla históricamente en lo que ha sido. Si uno no puede reinventar las marcas de origen estamos fritos y la psiquiatría está en el mismo camino. Pero hay mucho montaje por sostener a la psiquiatría dentro del corset de la psicofarmacología, y nosotros también tenemos que ver esto.

VV: Y ejemplo de lo que nos hace preguntar particularmente a los médicos es ¿qué se hace con la transferencia?, por ejemplo. Parece que pensamos que se le transfiere solo al psicólogo por su calidad de psicólogo y esto el paciente lo sabe, adónde transferir…

Topía: Y es consciente.

BS: ¡Y es consciente y muy dirigido! Ha hecho mucha pregunta esto en la residencia, porque a veces pasa que abrimos un tratamiento conjunto con un espacio médico y un espacio del psicólogo y se enganchan con el médico vaya uno a saber por qué y ahí empieza una nueva cuestión que nos hace preguntar a los psicólogos, a los médicos, y me parece que hay que ensayar respuestas que ya estaban un poco dadas por esto mismo que decimos; Freud era médico y leyó transferencia… es todo un tema y también cierto avance como más biologicista hace que esa potencia se vaya vaciando…

CS: Y también cada vez más, no se tocan las competencias, cada uno con su función, cada uno jugando un rol bien claro…

YE: Sí, y aparecen discusiones graciosas del tipo “pero vos sabes que las neuronas existen”. Sí, obviamente, yo no niego que tenemos un cuerpo, que estoy hablando porque tengo un aparato fonatorio, y hoy está bastante la discusión en el terreno médico y eso nos compete bastante también, al menos a los que intentamos trabajar interdisciplinariamente como psicólogos.

VV: No hay ninguna respuesta muy firme en nada de eso, la verdad que quien se pare en ese lugar, únicamente ahí…

Topía: ¿En qué sentido no hay una respuesta firme?

VV: No hay mucha evidencia científica “dura”, como en otras ramas de la medicina. Hay ciertas coordenadas más biológicas en ciertos padecimientos, pero alguien que quiera discutir desde la ciencia “dura”, es difícil hoy por hoy, entonces ¿de qué estamos hablando, con qué estamos argumentando? A nosotros nos pasa ahora que estamos reflotando oposiciones teóricas como estas y está bueno porque para trabajar juntos es necesario tener claras algunas cosas propias de pertenencias e incumbencias disciplinarias. Pero aún con esas certidumbres, hay que poder flexibilizar un poquito.

BS: ¡Somos re charlatanas!

Topía: Estuvieron bárbaras.

Topía: A mí me quedó, porque lo dijiste rápido, lo de orden y control, que nosotros los psicólogos también lo tenemos. ¿Cómo es eso?

BS: No recuerdo lo que dije. Quiero decir que fogoneamos mucho la idea del médico enemigo, solidario al control y qué sé yo, y la verdad es que eso cae tan rápidamente cuando te encontrás con toda una serie de médicos por los que yo me saco el sombrero. Son discursos que no se sostienen por sí mismos, por eso digo: atendamos las materializaciones, pues es muy vago hablar de la psiquiatría y la psicología en el cosmos...

CS: Estoy de acuerdo con que la psicología cuando promueve mucho esto del individuo y del problema individual, determinada forma, tiende a ir bastante de la mano del poder y el control y de cierta psiquiatría que medica algo y un cierto psicoanálisis que va al sujeto individual y a que se siente ahí a hablar como si eso fuera a resolver algo y de poner todo el acento en la persona que consulta y no visibilizar nada de lo social y dar por hecho todo ese entramado de orden y poder como necesario.

Topía: Cuando hablan de lo social estaba pensando en la paciente que se refirieron anteriormente. No tenía ni familia, ni amigos, ni alguien con quien conviviera. ¿En este caso no citan a nadie, solamente trabajan con la paciente?

BS: Si recibimos una paciente compensada, sin nadie alrededor, sin familia, sin sostén, sin plata para comer, pero declaradamente compensada ¿de qué estamos hablando, qué compensación?

CS: Suele pasar que se cite a la familia con la función de meramente saber dónde va a ir el paciente, cómo se va a resolver la externación, la cuestión habitacional.

Topía: No hay trabajo en familia.

CS: En nuestra residencia no hacemos tratamientos familiares, pero sí hemos hecho alguno que otro. Se partía del no y luego lo justificamos… hoy no es así.

BS: Yo insisto porque ya me veo dialogando con algunos psicoanalistas que van a decir que de ninguna manera acuerdan con la idea de que sujeto sea igual a individuo, y no me importa porque eso igual opera y uno lo ve todo el tiempo, sujeto igual a individuo. Opera. ¡Y me peleo con cualquiera!

YE: Hay, también, como una construcción de un enemigo un poco imaginario y a veces se hace carne en algunas figuras que luchan entre psicoanálisis o medicina, o psicoanálisis y psiquiatría o salud mental, o psicofármacos, hay textos en los que ya aparecen demonizados antes de preguntarse qué función puede cumplir, así como uno se pregunta qué función se cumple para ocupar un lugar, un padre por ejemplo… Me parece que en ese sentido que nos formemos interdisciplinariamente para mí también fue disruptivo con lo que traía de la facultad.

VV: Ese tipo de práctica psiquiátrica no se construye en soledad, se construye de a dos mínimo, con otra gente; lo que uno pueda formarse, el ideal o la forma de psiquiatra que me puedo imaginar es rodeado, en trabajo con otros. Esa es la psiquiatría que a mí me gustaría hacer. Concebir el trabajo solitario del consultorio me angustia muchísimo. Esas construcciones no son solas.

Topía: Me parece que lo que acá se ha perdido es una historia porque lo que ustedes están hablando es tan viejo… Siempre hay que empezar de nuevo, es la historia de los planes piloto. El trabajo interdisciplinario, la psiquiatría…siempre hay que empezar de nuevo.

BS: Por eso queremos que reediten el libro. Hoy lo que me preocupa es el rechazo a la historia. Cuando uno ve que se despolitizan y se deshistorizan las prácticas a mí me preocupa.

Topía: Y porque si se rechaza, se repite, porque si uno lo acepta es para superarlo justamente. Entonces si se rechaza, se repite como si fuera algo nuevo. Vamos repitiendo cosas.

YE: A veces en el mejor de los casos se repite…

Topía: Esto de psicoanálisis versus salud mental, psicoanálisis versus psiquiatría, psicoanálisis versus medicación… Si tengo que medicar a un paciente voy a medicar al paciente, luego lo voy a trabajar desde otro lugar, voy a trabajar en todo caso qué lugar ocupa en su subjetividad el medicamento. Sin embargo, se arman compartimentos estancos en los cuales aparecen totalidades. Es cierto lo que vos decís. Para explicar algo que tiene que ver con la subjetividad no es solo dos y dos son cuatro, hay muchas variables que dan cuentan de la complejidad de su entramado.

Topía: Está bueno lo que dijeron sobre el rechazo por la historia, y mencionaron a Pichon Rivière. Pichon Rivière daba psicofármacos, decía, “por fin puedo atender pacientes que no podía atender sin la medicación.” De allí la importancia de la interdisciplina… ni siquiera es que se repite eso, ni siquiera eso, sino como decían, se trabaja con anteojeras. Rechazar lo que se hizo, es ir con anteojeras… Esto que decían al principio, que en una sola entrevista se construya algo, en vez de darse un tiempo para poder pensar, evaluar, es muy sencillo…

YE: Encontrar el diagnóstico en una sola entrevista por ejemplo. Son preguntas que a nosotros nos dejan en un lugar como qué diagnóstico pensar... Ya automáticamente uno, como profesional en formación, nos da una idea de que, algunos aprendemos y otros no y que una buena práctica sería que estemos encontrando un diagnóstico lo antes posible, a veces olvidando, inclusive, el agregado de presuntivo.

CS: Sí, tampoco es propio de la Salud Mental. No hablamos solamente como psicólogas, sino como mujeres, como clase media...

Topía: Pero creo que están haciendo un buen proceso donde la práctica de ustedes las ha llevado a moverse en un montón de cuestiones, es interesante. Que estén confundidas es bárbaro, ya se van a reencontrar. Uno sale con un esquema, después lo tiene que romper para armar algo más operativo. Y hacer cuerpo lo que uno aprendió.

BS: Yo creo que primero es hacer cuerpo y después…

Topía: Pero en cuanto a la práctica, uno en la facultad hace cuerpo estudiando, ahora después eso lo tiene que incorporar, hacer cuerpo en la experiencia.

BS: No sé cuán representativas de las voces hospitalarias son las nuestras; quizás otros ubican los problemas prioritarios en que no tenemos referentes destacados, que tenemos poca formación, que no hay los suficientes cursos de psicofármacos o de psicoanálisis, la cuestión técnica, el rendimiento, el saber...

Topía: ¿Qué son referentes destacados?

VV: Es contradictorio. Porque tenemos referentes destacados, gente que ha publicado libros de los que hemos estudiado, tenemos supervisiones, pero las supervisiones no se mantienen. Yo estoy muy enojada con eso. Porque es pedir referentes, dónde ir a supervisar, pero cuando lo tenés ese recurso no lo usás. No sé si les pasa a los psicólogos también, pero los médicos también tenemos el pequeño problema de que para muchos este es su primer trabajo. Yo trabajé antes y otros también, pero para la gran mayoría es el primer trabajo y es muy pesado. Es un cargo público y como hay todo un proceso que hacer, normal, esperable, a los médicos nos pasa muchísimo eso. Y en Salud Mental estamos junto con los psicólogos…

Topía: ¿Esto que decían de cantidad de papers, de efectividad, es de los psicólogos o de todos?

YE: De todos, de los psicólogos de los psiquiatras; no por ahí papers, pero sí tener la respuesta a determinado problema. Las respuestas estándar, “qué hacer frente a”

Topía: ¿Algo más que les haya quedado?

BS: No, solo que esperamos poder contrapuntear un poco lo que hablamos con nuevas voces, como siempre.

 

Entrevista realizada en diciembre de 2014 por Enrique Carpintero, Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 

La Salud Pública en Debate. La palabra de quienes trabajan

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Hospital Tornú

Continuamos esta sección de encuentros con quienes trabajan en el ámbito de la Salud Pública. Esto permite a los lectores palpar qué es lo que efectivamente está sucediendo en el quehacer cotidiano en Salud Mental. Cómo se trabaja en algunos lugares, cuáles son las problemáticas concretas. Y en este caso particular poder vislumbrar la potencia del trabajo interdisciplinario, cuestionado por sectores de poder médico psiquiátrico en la actualidad, tal como se puede leer en la Nota de Editores de este mismo número.
Participaron Hernán Moure (Psiquiatra), María Inés Casal (Trabajadora Social), Agustina Rafele (Lic. en Psicología y residente) 
y Antonella Pozzi (Lic. en Psicología y residente).

 

Topía: Cuenten algo del hospital, cómo es, dónde y cómo trabajan.

Hernán Moure: Nuestro hospital es un Hospital General de Agudos que está en una intersección de zonas, entre Villa Urquiza y Villa Ortúzar. Nosotros trabajamos en el sector de la guardia en el equipo interdisciplinario de Salud Mental, y las compañeras son de la Residencia de Salud Mental. Específicamente hay un Servicio de Salud Mental que atiende en Consultorios Externos que está compuesto por psicólogos, psiquiatras, psicopedagogas y terapistas ocupacionales. Hay un Hospital de Día donde también trabajan psicólogos, terapistas ocupacionales y psiquiatras. Y funciona una Residencia compuesta por profesionales psicólogos y médicos en formación para la especialidad de psiquiatría. Funcionan también las Residencias de Trabajo social y de Terapia Ocupacional. Y en la guardia general, desde el año 2008 funcionan equipos interdisciplinarios de salud mental compuestos por un psicólogo, un trabajador social y un médico.

 

María Inés Casal: Yo agregaría tres características más. Una que el hospital Tornú por ser un Hospital General de Agudos tiene la característica de no tener Sala de Maternidad, o sea, en el hospital no nacen bebés. Hay servicio de Ginecología y no hay Internación Pediátrica. Con lo cual no hay problemas de salud mental asociados a esas dos poblaciones. En algunos casos hemos atendido situaciones de salud mental en niños, con la complejidad que podemos y hay servicio de pediatría ambulatoria y hay psicólogos y psicopedagogos para niños, pero con ese recorte. La demanda mayor de un Hospital General de Agudos es Pediatría y Maternidad y es lo que no hay en el Tornú. Así que eso ya tiene un recorte. El Tornú era un hospital de enfermedades infecciosas pulmonares, tuberculosis. Eso ya se superó, pero sigue teniendo esa referencia, así que tal vez falta un poco más de trabajo comunitario o acercamiento a la población. Aunque es un Hospital de Agudos desde los 80, antes estaba muy enrejado por la tuberculosis y la gente no caminaba por la vereda. Es un hospital que tiene un solo Centro de Salud.

 

Topía:¿Pero el hospital sale a la comunidad?

MI: Poquito. Sale, pero poquito, Por ejemplo, en el área de cobertura del Tornú hay dos asentamientos muy importantes. Uno es en Chacarita que se llama Fraga o El Playón, en la estación de Chacarita y hay otro que está a las espaldas del Alvear que es todo el ferrocarril con la estación Paternal. Que en realidad es justo el límite con el Álvarez, entonces es toda una población en disputa. Hay actividades, campañas de vacunación, es un hospital reconocido por la comunidad, pero todavía creo que faltaría un poquito más de trabajo comunitario. Y como perfil poblacional es una población bastante envejecida. Ahora con el tema del subte cambió un poco el perfil demográfico, pero era una población más bien envejecida.

HM: La característica del barrio es que hay mucha población longeva y que tienen al hospital como una referencia histórica, sobre todo a partir de cuándo se abre al público en general, no solo desde el punto de vista de las enfermedades infecto contagiosas. A veces bromeamos con que tiene características de un hospital vecinal como los que hay en Wilde, en Lanús, porque la gente lo quiere al hospital. Se atiende y, una de las características, es que en los consultorios y en las guardias se les dedica un tiempo interesante. Eso es algo que la gente siempre reconoce.

MI: Es un hospital en el que tal vez hay que hacer cola, pero a uno lo atienden más rápido, en comparación con otros hospitales más grandes.

Antonella Possi: Aparte toma una zona, el nordeste de la capital, densamente baja. Ahora está cambiando mucho la zona, llegó el subte, pero es una zona de casas, edificios bajos, no hay tanta concentración poblacional. Trae mucha gente el tren Urquiza y el San Martin y el hospital tiene una historia de hospital monovalente de enfermedades infecto contagiosas y tiene una espacialidad muy particular en comparación con otros, es un hospital amplio. La amplitud me parece interesante. Todo queda lejos dentro del Hospital.

 

Topía:¿Vos donde trabajas específicamente?

AP: En la residencia de salud mental como lugar, que funciona de modo muy particular, a mi criterio tiene un funcionamiento como “enquistado” dentro del hospital. Tiene una pertenencia que no es del todo pertenencia; trabajamos dependiendo de lo que es el Servicio de Salud Mental, de lo que es planta del hospital, pero a la vez la residencia tiene una modalidad que depende de la Dirección de Capacitación. Es autogestiva y es como un núcleo “enquistado” dentro del servicio. Y espacialmente también, volviendo a eso, estamos a una cuadra del servicio, como en un anexo que se construyó después y la lejanía refleja como funcionamos. Trabajo en la residencia y en el fondo del hospital.

 

Topía: Cuando hablas de enquistamiento, ¿qué implica en concreto?

AP: Que administrativamente, para tomar decisiones nos bajan los lineamientos de la Dirección de Capacitación a través de la residencia, entonces, si bien pertenecemos a planta tenemos capacitación común con otros hospitales, tenemos actividades centralizadas con otros residentes de otros hospitales. Somos de planta, pero a la vez no. Funcionamos con la planta y funcionamos como residencia entre nosotros.

Agustina Rafaele: Lo que caracteriza a la residencia es que vamos rotando por todos los dispositivos que tiene el hospital y los dispositivos con los que no cuenta, por ejemplo, ahora no hay sala de internación de salud mental en el Tornú, rotamos por fuera. Esto quiere decir que rotamos por guardia con Hernán y Maria Inés en el día que ellos están. Trabajamos en consultorios externos, también somos interconsultores de ciertas salas del hospital y también rotamos por Hospital de Día, pero en realidad es una rotación que se llama “inclusión social”, que puede ser Hospital de Día u otro dispositivo donde la finalidad sea esa.

AP: A pesar de que el hospital cuenta con un hospital de día eso lo hacemos por fuera del hospital.

 

Topía:¿Qué quiere decir por fuera del hospital?

AR: Que no se contempla, por alguna razón, la posibilidad de que podamos rotar ahí. Como residencia es una residencia muy particular en relación también a la pertenencia, porque es una residencia que te “trasplanta” desde el primer día. Nosotros entramos en primero y estamos en el Tornú y tenemos guardia en el Alvear. Nosotras estamos en segundo año y ahora -salvo los martes- estamos fuera del hospital haciendo nuestras rotaciones pertenecientes a Hospital de Día por fuera... Es una residencia particular en relación al arraigo y desarraigo, porque nos va “trasplantando” todo el tiempo. Es distinto a otros Hospitales donde hay Sala de Internación, donde se está mucho tiempo en el lugar.

AP: En realidad es distinto solo con los hospitales que tienen Sala de Internación. Porque los que no tienen sala rotan igual que nosotros. Los Hospitales monovalentes, que cuentan con sala de internación, hacen la rotación de interconsulta fuera del Hospital. Creo que es una característica común a la mayor parte de las residencias. Al rotar por diferentes dispositivos terminás conociendo como funciona cada dispositivo. Pero a la vez es breve, entonces, cuando ya te estás adaptando tenés que cambiar.

 

Topía:¿Qué tipo de problemáticas llegan?

HM: Las demandas de salud mental históricamente en la guardia eran cubiertas desde la interconsulta, tanto por gente de la planta como de la residencia. Yo fui residente, conocemos la historia de la evolución de esta demanda. Cuando se empiezan a formar los equipos en el 2008, es como una crisis en el buen sentido. En la guardia aparece la pregunta para qué sirve o está un equipo de Salud Mental. Yo bromeaba con un jefe: “antes se quejaban porque no estábamos, ahora que estamos se quejan”… Porque hay otra mirada, aumenta la demanda porque la gente sabe que hay equipo de Salud Mental en la guardia y entonces empiezan a consultar “¿hay psicólogo, hay psicólogo, hay asistente social? Necesito hablar, estoy angustiado, tal problema, tal otro”. Entonces esa demanda la absorben los equipos y de alguna manera también toda la guardia. Porque nosotros nos integramos a la guardia general. Esto implica también que haya demanda tanto externa como interna, del hospital y de la misma guardia, de los mismos especialistas de la guardia. Y esto fue creciendo paulatinamente. Hay una pertenencia de los equipos y como una identidad. En este hospital hay equipos que trabajan desde la urgencia muchas veces cubriendo consultas que no pueden absorber por diversas cuestiones el servicio, también trabajamos con los distintos sectores del servicio de salud mental, tenemos conexión permanente y con la residencia también.

 

Topía:¿Cuál es la demanda que atienden?

HM: Podemos hablar de casuísticas: consultas por problemáticas de ansiedad, muchos problemas de ataque de pánico, descompensaciones en personas que puedan padecer un trastorno límite, crisis…

AR: Hay que hacer una aclaración; nosotros somos vecinos del Hospital Alvear, con lo cual ahí tenemos un flujo de pacientes que van y vienen. Tal vez un paciente de consultorio externo del Alvear fue a la guardia, está intoxicado con drogas o con alcohol y lo derivan al Tornú. En el día recibimos muchos pacientes del Alvear que van y vienen.

HM: También tenemos pacientes con intentos de suicidio y también pacientes con descompensación psicótica,… Llega un punto en que hospitales como el Alvear están tan abarrotados que por ahí ni llegan ahí los pacientes. Vienen directo al Tornú.

 

Topía: Porque saben que los atienden

MI: Hay un asidero, pero también hay población residente cerca del Tornú. Estamos cerca de Chacarita, del cementerio, dos estaciones de tren… En la semana puede haber situaciones que las personas no programen hacer una consulta, pero por ahí tienen alguna situación en la vía pública que hace que, en ambulancia en muchos casos, lleguen al hospital. Hay pacientes que deciden y vienen al Tornú, pero también hay pacientes que llegan por medio de la policía o en ambulancia. Y también los derivados del Alvear. Incluso recibimos aproximadamente la mitad de las consultas de gente que vive en el conurbano y que llega al Hospital, por decisión propia o porque estaba en la zona viajando para trabajar. Es un Hospital que no está tan lejos de la Av. General Paz y hay mucho transporte. Nosotros estamos de guardia el día viernes, que es un día particular. Y además de atender a los pacientes que consultan por sus propios medios a salud mental o llegan en ambulancia o con la policía también durante la guardia, después del mediodía en general, recibimos interconsultas de la sala, de algún episodio de descompensación o de crisis de angustia de personas que están internadas por otra razón.

HM: Yo quería destacar los pacientes que vienen intoxicados con distintos tipos de sustancias. Porque hay una evolución de lo que es la atención en la guardia de estos pacientes hacia una concepción más integral. Saber que hay un equipo que puede ocuparse de algunas problemáticas que antes no se podía ocupar porque no existían los efectores. Lo mismo con los pacientes que tienen un ataque de pánico. El paciente no es solamente tuyo o mío, sino que es de todos.

Se construyó con mucho, mucho diálogo, mucho debate, y demostrando también en lo concreto, con trabajo.

MI: También porque son pacientes que interpelan. Tal vez desde una guardia, este tipo de pacientes, un intoxicado, un intento de suicidio, están necesitando otro tipo de atención que a veces desde la especialidad médica clínica, traumatológica no se le podía dar respuesta. No son pacientes bienvenidos en general porque son complejos de abordar, de que cumplan una indicación. Una vez que se incorporan los equipos de Salud Mental eso se empieza a “aceitar”. De la misma manera que para un ataque de pánico nosotros sugerimos por las dudas un electrocardiograma, hay pacientes que vienen con hipertensión y en realidad están angustiados.

 

Topía:¿Cómo es el circuito de atención en la guardia?

HM: El paciente viene, se anuncia en una ventanilla. Lo atiende un personal administrativo que tiene cierto entrenamiento en Triage. De acuerdo a la demanda, al paciente lo verá un clínico o un traumatólogo o un pediatra y a veces cuando hay un pedido explícito, “quiero ver a alguien de Salud Mental”, va a Salud Mental. Muchas de estas consultas vienen de los médicos clínicos y otras desde la demanda del paciente.

MI: También llegan por ambulancia.

 

Topía: Y ahí, ¿cómo trabajan ustedes en concreto dentro de una guardia interdisciplinaria?

HM: En la guardia en que estamos nosotros tenemos una característica, estamos acostumbrados quizás desde la residencia a trabajar en conjunto. El abordaje, siempre que se puede, lo hacemos en conjunto. Respetando en la entrevista varias cuestiones; primero la situación del paciente, si es abordable, de qué manera, cómo, y respetando todos los discursos. Lleva un poco más de tiempo, pero es mucho más enriquecedor.

MI: Si es posible, de la entrevista formamos parte los tres. Psicólogo, psiquiatra y trabajador social. Y en muchos casos también hay residentes. Y si no, podemos repartirnos y evaluar a la familia del paciente. También depende del paciente: si presenta una excitación psicomotriz hay que medicarlo y después se lo evaluará. Todo depende de la situación. Si es un episodio de mucha descompensación y hay familiares asustados o angustiados, también nos repartimos. Todo depende de la situación, pero en general el abordaje es conjunto.

HM: Y con respecto al tema de las excitaciones psicomotrices o el tipo de paciente que puede infundir temor, una de las cosas que nosotros trabajamos es la circulación de la palabra. Aunque un paciente tenga su peligro por su excitación, nunca dejamos de tener contacto, ni de hablarle, ni de explicarle. La entrevista interdisciplinaria nos potencia el trabajo, nos enriquece y nos da una mayor capacidad de respuesta a la situación… Paradójicamente en una guardia es donde quizás más hay que pensar y es donde menos tiempo se tiene. Entonces tratamos de tener ese ejercicio, porque no solamente se trabaja un equipo “puertas adentro”, sino que se trabaja integrado también con un equipo más grande. Tratamos de hacer equipo con las familias, con otros actores sociales dentro de la guardia. Porque dentro de los pacientes que van apareciendo en la guardia son los que no se definen como pacientes, pero que sí demandan servicios de salud y de atención: pacientes en situación de calle, carecientes de determinadas cuestiones materiales. Está pasando en la mayoría de los hospitales. Y nosotros hacia este tipo de pacientes también tenemos una política de atención, no los podemos dejar desamparados, pero son pacientes que no están catalogados. Vamos a hablarle fuera de la puerta de la guardia, quizás trabajamos de otra manera, con cosas quizás más significativas para ellos que tienen que ver con distintos tipos de contenciones. A veces qué comer, comprarle un paquete de puchos, pero ver cómo es su situación y como ir armando lazos. Algunos de estos pacientes tienen patologías crónicas, psicóticos que van de hospital en hospital. Y después otro tipo de pacientes que han llegado a una situación X y se entrelaza con otras cosas, consumo de sustancias, marginación desde la familia… Y ahí sí tratamos de formar siempre más equipo: si tenemos que convocar a un cura o a gente que junta ropa hacemos un equipo más grande también, vamos sumando y debatiendo en la acción.

MI: Es enriquecedor como parte del equipo, pero también da cuenta de la complejidad de los problemas que atendemos.

 

Topía: Tu trabajo específicamente como Trabajadora Social ¿dónde estaría?

MI: En general tienen que ver con la articulación de instituciones. Todo ser social pertenece a varias instituciones y los pacientes que consultan a la guardia también, o no; el problema puede ser que no pertenezcan a ninguna institución. Entonces muchas veces tenemos que articular con juzgados o con policía o con colegios, si es que vino derivado, o con abogados de niños, niñas y adolescentes o con otros Hospitales, con las obras sociales, tratar de ubicar a familiares, identificar si el paciente es NN. Muchas veces tienen estado de inconsciencia y tenemos que articular con otros actores externos al hospital, que hacen a la situación de este paciente. Por ejemplo, si tuvo un TEC (traumatismo encéfalo craneano) y está desorientado y no sabemos quién es, tenemos que ubicar a algún familiar que lo acompañe en la derivación. O identificarlo porque si no tiene documento no se lo puede internar, porque no está identificado (sino de alguna manera es apropiarse de la libertad de esa persona). O tal vez notificar a algún juez si es un paciente que ya está judicializado. Ni que hablar en niños que hay todo otro procedimiento. En general es más de articulación institucional, pero en esa situación aguda también. Ni que hablar con la familia, los amigos...

 

Topía: En esta articulación institucional que en este país es una desarticulación institucional; Cuéntennos de los problemas que tienen, ¿dónde y cómo aparece esta desarticulación institucional?

AP: Antes de esto quería agregar algo en relación a quien lo ve primero. Por lo general se dirime en el motivo de consulta, si el paciente viene por un dolor en el pecho, primero se le hace un electrocardiograma, lo ve un clínico, y María Inés decía algo muy interesante que es el clínico pidiendo salud mental. Y eso diferencia la guardia de salud mental del hospital Tornú -un Hospital General- con uno monovalente como el Alvear, donde es toda gente de salud mental. Hay un trabajo muy fuerte sobre el imaginario social de los médicos en relación a situaciones clínicas, para poder mirar más allá y pensar en algún otro tipo de problemática del paciente ligada a algún tipo de padecimiento, angustia o lo que sea, y también en relación a lo que decía Hernán con los pacientes descompensados y al riesgo. El miedo en la guardia general a los pacientes psiquiátricos. Por ejemplo, un paciente descompensado violento, uno lo trata de abordar con la palabra, pero a veces la palabra no es suficiente. Primero se intenta, la idea es no perder el lazo con el paciente a través de la palabra, pero si se necesita hacer una contención mecánica, por lo general el psiquiatra solo, obviamente no puede. Y ahí hay falta de recursos. No hay personal de enfermería entrenado en Salud Mental. Hay personal de enfermería, pero ya es escaso y no está entrenado en Salud Mental. Entonces para pedir colaboración, ¿a quién se recurre? A la Policía Metropolitana que en el área donde está el Tornú está activa; a la Policía Federal. Y muchas veces nos dicen: “no podemos colaborar”, o “no nos toca”, “no nos dejan”… Entonces, muchas veces se termina dependiendo de la buena voluntad de alguien que pueda ayudar a manejar esa situación que es de riesgo para el paciente, pero también para los profesionales.

HM: Hay obstáculos, pero vamos buscando la manera de superarlos. El método es ir argumentando y sumando, como una batalla política. Porque para construir un equipo de contención física tiene que haber un consenso argumentado y trabajado. Eso se trabaja mucho, yo soy uno de los que lo trabaja y el resto del equipo también. Un consenso teórico clínico en distintos niveles, desde los médicos clínicos, los enfermeros, los policías, los de seguridad, camilleros, haciendo sentir parte del equipo a todos y explicando qué es lo que tiene el paciente y por qué hay que hacer determinada maniobra terapéutica. Y vuelvo a insistir con el tema de la palabra, porque todo acto que se hace en la guardia es terapéutico en sí y empieza y termina con la palabra. Y cuando hablamos de potenciar resultados, también potencia el resultado. Porque vamos a ver a un paciente que está en crisis, pero si hay alguien, o más de una persona que puede mientras tanto hablar, escucharlo, escuchar sus delirios, eso alivia al paciente. Y explicarle lo que se hace. Eso sí se hace y tratamos de que se cumpla, inclusive para nosotros como terapeutas también nos hace sentir en otra calidad de atención.

MI: Por ejemplo, se necesita hacer un control de laboratorio a una persona que viene intoxicada o que es agresiva y un enfermero no quiere hacerlo por temor. Pero si ese paciente fue evaluado y con antelación se le explica lo que se le va a hacer y muchas veces esa extracción de sangre se hace en presencia de alguien del equipo de Salud Mental. Entonces ya es distinto. Tratamos de buscar el momento. Ha habido muchos pacientes que necesitaban de control una placa de tórax y lo acompañamos a rayos para que se efectivice el estudio y, además, para que no se pierda en el camino o sea rechazado. Estos parecen como detalles, pero hacen a la articulación interna y externa en el hospital. Pero es mucho estar y poner el cuerpo. Así es como se logra.

Y también pensaba en otro tipo de demanda que tiene más que ver con violencia doméstica o de género, también, si hay que suturar a una mujer que fue víctima de una agresión masculina y el cirujano es varón, estamos acompañando la situación para facilitar dicha atención. La complejidad de los problemas que tienen los pacientes, nos interpela a que nuestras intervenciones sean también complejas. Desde una disciplina única es imposible abordarlo, y no es un tema de incapacidad, es un tema de complejidad.

 

Topía:¿Dónde están las fracturas en este lugar concreto?

MI: Hay pacientes que tal vez tienen un problema de salud mental que requiere de un abordaje ambulatorio, y muchas veces, aunque teóricamente no correspondería, han sido sostenidos por las guardias hasta que se efectivice la asignación del turno. Hay pacientes que por ahí vemos descompensados y que no amerita que se lo interne. Entonces los derivamos de guardia en guardia. Lo atendemos el viernes y lo hacemos volver el domingo, el miércoles, etc. Y eso puede ser a veces por un periodo largo, de hasta dos meses hasta que se efectivice el turno. Como los pacientes han conseguido una respuesta, vuelven. Aunque tal vez uno sepa que la respuesta que necesita es diferente, porque tiene que generar un vínculo, hacer un tratamiento… Pero eso antes era un interrogante y ahora forma parte de la actividad cotidiana. Hay pacientes de demanda de guardia y hay otros que se sostienen por las guardias. No es que todos los hospitales lo hagan. Nosotros vimos que algunos pacientes, o porque no conseguían turnos, o porque la patología excede a los servicios o por distintas razones se sostienen hasta que se efectivice el turno o tal vez porque como describía Hernán es un paciente en situación de calle, que no saca turno, no hace fila, que excede a los dispositivos, o los dispositivos no se adaptan a esa persona, entonces muchas veces son sostenidos por la guardia o las guardias. En el Tornú se ha acordado hacer eso.

AP: Hay una escasez también de psiquiatras de planta, eso condiciona mucho porque muchas veces las consultas de guardia requieren apoyo psiquiátrico por externos y se deriva al Alvear porque tienen una modalidad de atención espontánea. Tienen que ir muy temprano pero el paciente consigue una admisión en el día, al contrario de los Hospitales Generales, en los que hay uno o dos meses de demora.

 

Topía:¿Cuántos psiquiatras hay en externos?

AR: Tres, y uno de infantojuvenil que se agregó hace dos años.

AP: Una de las psiquiatras está cumpliendo funciones de jefatura y tiene añadidas otras tareas que hace que no tenga consultorio… tiene consultorio, pero está dedicada a las cuestiones del Servicio.

MI: Entonces eso hace que uno tenga un interrogante: ¿en la guardia uno atiende situaciones de guardia porque tal vez superaron el dispositivo o no llegaron a tiempo al tratamiento ambulatorio o porque compensa el déficit del sistema? Los médicos clínicos hacen el chiste, “cada vez tienen más pacientes”. Tenemos más pacientes porque es algo que se está haciendo visible y porque se dan respuestas, porque las personas saben que si consultan se los atiende dentro de las posibilidades.

HM: Va creciendo mucho la demanda de salud mental en la ciudad y en el conurbano. Y va creciendo también la gravedad. Va creciendo la locura. Los casos que estamos viendo no son casos que veíamos hace 20 años y están atravesados por distintos ejes, están muy “tronados”. La dificultad es que también nosotros nos vemos limitados cuando las urgencias nos tapan. Viene una ambulancia, pero después viene otra y otra. Entonces de repente tenemos un paciente con un intento de suicidio, dos pacientes con brotes psicóticos, un maníaco y no podemos dar cuenta de este tipo de consultas. Además la re-citación de pacientes de una guardia a otra. Eso hay que sopesarlo porque si no es sobrecargar a las guardias de situaciones y de pacientes que en este sistema no podemos cubrir. Ahí sí hay una fractura. No significa, a pesar de esto que no se intente hacerlo y que no se haga, pero sí hay una fractura. Faltan brazos, orejas, cuerpo. Con respecto a la articulación interdisciplinaria, hacen falta más psiquiatras en la articulación, en esto que hablamos del crecimiento de la gravedad de los casos. Pero ya tocamos un terreno de distribución y de políticas sanitarias, estos son los límites. Igual hay algo que tratamos siempre de hacer que es autoevaluarnos y ver cómo estamos trabajando como equipos, como estamos trabajando dentro de una guardia, como estamos trabajando individualmente, son los análisis éticos de cada uno.

En la guardia no se puede estar a medias. O estás o no estás. Y si no podes estar mejor no estés, porque te vas a mandar una macana. También lo que se exige al profesional de guardia es un poco distinto a lo que se exige en otros ámbitos, cada ámbito de trabajo, cada persona va rumbeando en la vida y va viendo, hay cuestiones que tienen más satisfacciones en algunos sentidos y menos en otros, son elecciones individuales. Pero sí, hay un límite que pone lo socio político.

AR: Como residentes me llama la atención estos pacientes donde se mezcla lo social, que están en situación de calle, con una estructura psicótica, un trastorno límite, consumo de sustancias. Y son pacientes que a mí me ha impactado mucho y que no hay un dispositivo que pueda abordarlos. No son para Consultorios Externos, no son para Hospital de Día, ni para internación. Y sería como forzarlos a que entren en un dispositivo que no es para ellos. Entonces me cuestiono qué tipo de recursos brindarles a estos pacientes. Justo pasó con un paciente que ingresó a la guardia por interconsulta, después pasó a la guardia del Alvear, pasó a estar internado en Salud Mental. Lo derivamos a una comunidad terapéutica y ayer me enteré que salió de la comunidad terapéutica y volvió a hacer el circuito por las guardias. Da una sensación de impotencia. Me pregunto qué respuesta le damos, porque es un paciente y está siendo atendido, pero no alcanza. Entonces no sé si crear un recurso nuevo, no sé cuál es la respuesta.

AP: Me parece que hay una fractura muy fuerte en tanto y en cuanto el Servicio de Salud Mental depende de Clínica Médica. Y la guardia depende del Departamento de Urgencias. La inserción de quienes trabajan en la guardia en tanto profesionales de salud mental, ya va por otro lado. Esto condiciona la articulación. El personal de guardia está una vez por semana y un profesional de planta está todos los días. A nivel comunicacional también puede haber cierta barrera en eso. A veces falta comunicación y exponerse de ambos lados a generar un lazo, porque muchas veces se trabaja distinto en la guardia y en la planta. Muchas veces son formas distintas de concebir las situaciones, porque hay distintos tiempos, entre otras cuestiones. Me parece interesante pensarlo a nivel institucional, de quién depende cada uno, y cómo se articula.

 

Topía: En cuanto a los recursos técnicos, clínicos, teóricos, ¿cómo lo piensan desde la formación y cuáles son los límites de la formación de ustedes?

AR: El límite está en tanto y en cuanto uno quiere encajar una teoría con una práctica que la rebasa.

AP: Si me guio por un marco teórico con mucho nivel de rigidez genera angustia porque nos vemos rebasados por las situaciones clínicas. La residencia del Tornú tiene la particularidad de tener muy diferentes orientaciones teóricas y enriquece, porque llama a debates.

AR: Me dicen que si soy del del Tornú, soy del “cogni” (por cognitivo). Hay psicólogos con orientación cognitiva, pero también sistémica, gestáltica, psicoanalítica. Nosotras dos nos estamos formando desde un psicoanálisis post freudiano, desde la escuela inglesa, los aportes de Winnicott. El psicoanálisis predominante en el medio de las residencias es el lacaniano. Muchas veces se ve asociado psicoanalista con lacaniano.

 

Topía: Ustedes hablaron de psiquiatra para ciertas situaciones, porque un psicólogo con cierta formación puede trabajar con pacientes con crisis graves, puede sostenerlo, contenerlo… ¿Por qué no se puede pensar esto como un recurso conjuntamente con un psiquiatra?

HM: Yo te puedo dar mi opinión. Me voy a permitir antes de hablar de lo actual, sobre la evolución de la residencia en Salud Mental en el Tornú. Yo empecé como residente en el 96. Era muy difícil la formación en psiquiatría, porque había un discurso psicoanalítico lacaniano predominante y era muy difícil escuchar otros discursos de lo que era la psicología o las terapias. Teníamos una compañera que trabajaba en cognitivismo. En el Servicio había una impronta más kleiniana, pero que chocaba mucho con la conducción de la residencia. Yo particularmente aprendí bastante de una de las jefas, a trabajar algunas cuestiones terapéuticas. Aprendí que la formación del psiquiatra tiene que ser integral. Se fueron incorporando distintas camadas de residentes con distintas inquietudes y saberes: cognitivismo; lo “cultural social”, trabajando desde los textos de Foucault; el trabajo con grupos; los post kleinianos. Para el psicólogo lacaniano post dictadura militar, no existe la calle, no existe el otro que es diferente. Por suerte, y por los cambios sociales, se fueron incorporando otras corrientes y la formación es interdisciplinaria, “inter-ideológica” y más ecléctica.

Trabajamos con el equipo interdisciplinario, pero tratamos de trabajar en todo terreno y en qué teoría nos va sirviendo. Y ése es el terreno en el cual podemos enriquecernos, podemos producir, podemos preguntarnos y ver lo que nos falta. Desde tomar cosas de otras experiencias, como Alfredo Moffatt, a como trabajar con personas en situación de calle, como trabajar en situaciones de personas que son víctimas de violencias, hasta violencias institucionales, consumo de sustancias. Vamos tomando distintas herramientas haciéndolas jugar en el terreno. Era un poco lo que hablábamos de estos pacientes que no encajan.

MI: Tenemos que implementar artesanal e imaginativamente todo esto. Y en esas situaciones de interpelación es donde se juega también si hay equipo o no. Porque en esa tarea de acompañar a un paciente a sacarse una radiografía no es supuestamente de incumbencia de ninguno de los tres, pero hace a que ese paciente sea atendido, entonces sí nos incumbe, porque es la palabra, el cuerpo y el dolor.

AR: Y hacer lazos.

MI: Y generar confianza.

 

Topía: Esa estrategia de intervención no está por fuera de cómo lo piensan teóricamente.

HM: Y hay algo que tiene que ver con la producción interdisciplinaria. En el terreno mismo vamos tomando una posición teórico-clínica. Y como es un terreno común vamos tomando habilidades y aprendiendo de los otros compañeros. Se va construyendo una manera de trabajar, cada equipo tendrá su manera, pero se va construyendo una experiencia compartida. Vamos buscando en ese terreno común qué puede aportar cada uno y qué puede tomar cada uno del otro y articulando también y eso es parte de la teoría, pero también de una toma de posición.

MI: A nosotros nos ha pasado una situación que nos movilizó bastante en la acción y después en la producción, actualización y reflexión. Atender a una paciente con intento de suicidio que tenía una enfermedad terminal. Por suerte en el hospital hay cuidados paliativos. Pero a partir de esa situación que nos interpeló a cada uno. Nos formamos en cuidados paliativos. Y uno creería que esa formación, tal vez, no es tan acorde a la guardia y en realidad nos brinda un montón de instrumentos. Entonces también el accionar cotidiano hace que uno siga buscando formarse con nuevas teorías distintas tal vez.

 

Topía: Un equipo interdisciplinario no implica que nos juntemos 5 o 6 personas de lugares distintos, eso no es un equipo interdisciplinario. Para que haya un equipo interdisciplinario tiene que haber como decía Pichon Rivière un ECRO, un esquema conceptual referencial operativo en común, si no es imposible trabajar en interdisciplina.

MI: Es que además estos casos, como los de situación de calle, hacen que nos demos cuenta que no alcanza con lo que sabemos, y aun sumando lo que sabemos. Uno se interpela si los conceptos con los que fue formado, la teoría y todo…

AP: Como residentes vemos un tabú que subyace a cómo pensar la intervención en salud mental. Nosotros venimos de una facultad en que aprendemos a trabajar con un aparato psíquico, no con una persona. Uno trabaja con una situación integral que después trae este problema de cómo resolver en la guardia, cómo armar dispositivos, porque realmente uno se encuentra con una persona. Hay mucha dificultad y prurito de transmitir técnicas, intervenciones concretas. La cuestión del psicoanálisis y la neutralidad y no meterse. La verdad que es un tema controversial y decisivo en el primer año. Uno absorbe y está muy atento a cómo se manejan los otros. Tenemos mucha opinión, pero miramos a los referentes. Y una persona que hace 3 años que se recibió y una que recién sale de la facultad, tienen una mínima asimetría, y uno mira mucho los modelos. Me parece que hay mucho prurito en cuanto a la transmisión de intervenciones, me parece que es un agujero importante. Desde otras teorías lo pudimos encontrar un poco más. Hay que ponerle herramientas técnicas al psicoanálisis, para que no quede en un palabrerío.

 

Topía: Se dice “el psicoanálisis”, y en verdad acá y en el mundo hay muchos psicoanálisis, no hay uno solo que permita ciertos instrumentos teóricos, inclusive desde la época de Freud, hay una pluralidad que me parece importante poder re trabajarlas desde lo que demanda el paciente y también de la época, porque no son las mismas demandas.

AP: Nosotros en la residencia tenemos una instancia formativa que en un punto reproduce -con una fuerte impronta comunitaria-, un modelo en el que en general el psicoanálisis es eso. Los invitados son los lacanianos, entonces la sugerencia al final del curso es que traigan alguien que pueda hablar de psicoanálisis desde otra orientación.

 

Topía: Por la experiencia que tienen ustedes, ¿qué dispositivos y conceptualizaciones son los necesarios para armar dispositivos para estos pacientes?

MI: El primer problema que hay, que ahora está un poquito más flexible, era esa dicotomía, o lo que ahora se entiende como pacientes duales, ¿es psiquiátrico o consume? Uno lo tiene que derivar y se pregunta donde derivar. También, ¿Consume porque tiene un padecimiento psiquiátrico o tiene un padecimiento psiquiátrico porque consumió durante mucho tiempo? Ahí ya hay un dilema sobre lo que se llama “pacientes duales”. Para derivar al Borda, Moyano o Alvear no tenía que haber consumido. O a la inversa, si iba a un centro o a una granja, no tenía que ser paciente psiquiátrico. Eso en un momento era muy rígido y ahora está un poco más flexible.

Hay pacientes que no responden a ninguna regla, a nada, y es muy difícil institucionalizarlo desde el dispositivo que sea. Por ejemplo, un paciente come vidrio. Todo el tiempo está amenazando con eso y lo hace. A la primera contrariedad, si uno le pone una regla, él come vidrio. Ya lo operaron tres veces por eso. Después se mantuvo internado por cirugía, se fue de alta de cirugía y tiene un abdomen como si fuera una embarazada de 9 meses porque no cursó su internación como correspondía y quedó con una secuela enorme. Entonces no sé si hay un dispositivo para este paciente.

Hay otro paciente que si no se lo atiende se corta adentro del Hospital, y no hay forma de contenerlo. Nos dice: “si no me das tal remedio mirá que me corto”. Y se corta y va chorreando por toda la guardia donde uno está, donde hay viejitos… Son pacientes de los que uno puede entender sus antecedentes y todo. Este paciente que come vidrio tiene antecedentes penales, mató a una persona. No hay límite. Ya no está penalizado y no lo internan en el Borda. Estuvo en un centro para adicciones y se cansó y se fue sin el alta. Vuelve al hospital y come vidrio y hay que atenderlo porque tiene una herida. Pero no cumple con ninguna regla. Hay cosas en las que uno puede ser flexible… pero hay otras que hacen a la convivencia. Soy trabajadora social, a mí el término antisocial no me gusta porque creo que la sociedad es la diversidad. Pero se hace insostenible la sociedad así, porque ni siquiera cumplen las mínimas reglas. Ante cualquier cosa te amenazan: “me corto, como vidrio, lastimo a otro”.

AP: Es que tiene que ver con muchos pacientes en situación de calle acostumbrados a vivir en la calle, que muchas veces prefieren… es por una cuestión de acostumbramiento… Primero habría que garantizar las condiciones básicas de vida de estos pacientes para poder construir salud mental.

AR: A mí lo que más me llama la atención de esto es que si bien es muy difícil institucionalizarlos o que vayan a un dispositivo que pueda abordarlos, igualmente creo que me llama mucho la atención cómo vuelven al Tornú o a otro hospital. Circulan por un montón de lugares y vuelven al Tornú en busca de ayuda, lo tienen de referencia. Veo un hilito de esperanza en esto. Me llama mucho la atención que hay algo que buscan al volver al Tornú: que lo escuchen, que le den un pan para comer, ser alojados en esta historia de vida donde lo que predominó fue el rechazo y el desalojo, si bien no hay una institución o un dispositivo que les de respuesta, de alguna manera de guardia en guardia o de servicio en servicio, mínimamente pueden ser alojados. Pero no es suficiente.

MI: Tal vez tendría que haber Centros de día, tarde y noche. Para muchos grupos poblacionales se está pensando, para trabajadoras sexuales, para travestis. Todo el tiempo se está pensando en que supuestamente son la minoría que queda fuera del sistema de salud. Y la guardia, al estar las 24 hs., muchas veces termina siendo la puerta de entrada. Hay muchos dispositivos que están armados en función de nuestro ritmo laboral. Estos pacientes no. No cumplen una regla, ni en la guardia, pero vuelven.

AP: Son pacientes que están invisibilizados, pacientes que son zombis, gente que por la calle no es visible. Me parece que la pregunta es cómo construir dignidad, parte de lo que está perdido, gente que está degradada en su condición de sujeto.

MI: Por eso digo, el tema de situación de calle abarca mucho, uno podría decir, estar en situación de calle lo psicotiza, porque no sabe dónde va a dormir, donde va a comer… No quiero generalizar, no todas las personas en situación de calle tienen el mismo recorrido.

 

Topía: ¿por qué no pensar que éste es el dispositivo?

AR: Es que cuando están por fuera se pone en riesgo, termina siendo esa la contención…

AP: La estrategia con este paciente fue, por ejemplo, reducción de daños.

 

Topía: Ahí tienen la respuesta. Lo otro es pensar algo para otro paciente.

HM: Yo creo que dentro de las distintas opiniones sobre este tipo de pacientes hay también posturas ideológicas desde deseos de encuadramiento de estos pacientes. Por ejemplo, están los paradores. La mayoría de los pacientes no quieren ir y explican sus razones. Hay cuestiones sociales y se entrecruzan cuestiones de estructura. Los modelos de paradores que tenemos en la ciudad son muy parecidos a los paradores que hay en Estados Unidos, cosa que no es buena. El alojamiento se da dentro de lo que es un pasillo, una guardia, es quizás lo que más puede apreciar. Muchas veces escucho: “y por qué le comprás puchos, y por qué le das un sándwich”. Y bueno, escuchame, eso también es terapéutico. Estamos en una época distinta: de expresión en el acto, una patología del acto y el corte también es una manera de decir algo. Es un lenguaje. Y hay una fractura político social.

Me acuerdo cuando estuve rotando como residente en el Borda y en el Moyano. Y en esa época se hacían movilizaciones porque estaba la amenaza de cierre. 3500 pacientes en el Borda y 3500 en el Moyano. Se hablaba de las casas de medio camino, todo eso que hablamos siempre. Hoy hay 1000 en cada lugar y se sigue hablando de lo mismo. Está bien, no queremos lo asilar, pero ¿qué les damos a cambio de lo asilar? Ese es el tema. Me acuerdo del plan Reagan de Salud Mental, sacó a todos los pacientes y los dejó debajo de los puentes.

 

Topía: En vez de reducción de daños, reducción de costos…

HM: El tipo de parador que tenemos son muy parecidos a los que hay en Estados Unidos. Parador tipo delivery disciplinado. Y por qué no somos flexibles nosotros para algunas cosas; si nos tenemos que sentar en el piso a hablar tenemos que hacerlo. Estamos en la cancha o no estamos. La salud mental está vinculada a lo histórico social y en salud mental nadie puede trabajar solo, porque si no va al fracaso. No podemos dar cuenta de todo, podemos ayudar, hay cosas que no vamos a lograr, hay baches que van a quedar, pero bueno, no hay dueños de saberes absolutos, hay vacíos también, el saber se va construyendo, son granitos, y van quedando vacíos. Quizás en este momento tenemos un encuentro intergeneracional, cosa que es muy grato porque es como recuperar una memoria. Ojalá hasta podamos repetir un encuentro de este tipo. Es como recuperar visiones de trabajo de los Trabajadores de Salud Mental en épocas distintas y cambiantes.

 

Topía:¿Quieren decir algo para cerrar?

AP: Me parece que en relación a la forma de trabajo siempre habrá baches. Pero comprometerse con la forma de trabajar y trabajar de manera seria y responsable, con compromiso con la tarea. En la guardia se ven cosas terribles y muchas veces sube tanto el nivel de defensa que es importante no perder de ver en el paciente un semejante, humanizarlo.

MI: Y como dicen ellas, a pesar de la vorágine y todo, no perder la capacidad de conmoverse frente al dolor. Y cuando hay mucho trabajo, el sueño, el cansancio, el hastío, los años, hacen que la defensa muchas veces sea restringirse o no involucrarse, es un difícil equilibrio.

AP: La empatía, ponerse en el lugar del otro, no la simpatía.

AR: Y pensar que cada uno que viene está pidiendo ayuda, poder captar y escuchar este pedido.

 

 

Entrevista realizada en abril de 2015 por Enrique Carpintero, Carlos Barzani y Alejandro Vainer

 

Hospital Tornú

El 8 de octubre de 1904 se inaugura el Sanatorio Dr. Enrique Tornú, primero en la ciudad destinado únicamente para la internación de pacientes con tuberculosis. Su primer director fue el Dr. Emilio Coni. En ese entonces, la ciudad de Buenos Aires tenía 850.000 habitantes y una alta tasa de dicha enfermedad. Se eligió el barrio de Villa Ortúzar, que entonces era un descampado al borde de la ciudad. Los pocos vecinos de la zona se opusieron por el temor al contagio. El Hospital debe su disposición a que el tratamiento de la tuberculosis se basaba en la “Helioterapia”, tratamiento por el cual los pacientes tomaban sol en amplias “galerías de cura”. Sus jardines fueron diseñados especialmente por Carlos Thays. Primero tenía dos pabellones para hombres y luego se incorporaron los de mujeres. Con los avances en los tratamientos y la menor incidencia de la enfermedad, el Hospital se convirtió en 1987 en el “Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú”. Su mayor especialidad sigue siendo la neumotisiología y recibe derivaciones de todo el país.

El Servicio de Psicopatología fue creado por Mauricio Goldenberg en 1969, durante su gestión como Director de Salud Mental de la Ciudad. Su plan consistía en crear estos servicios interdisciplinarios en Hospitales Generales como forma de tener otra forma de atención para terminar paulatinamente con la necesidad de los manicomios. Tenían originalmente dos médicos y dos psicólogos. En años sucesivos se incluyeron profesionales de otras disciplinas: psicopedagogos, terapistas ocupacionales y trabajadores sociales. Se habían proyectado camas de internación (3 para mujeres y 3 para hombres), que nunca llegaron a habilitarse. Desde 1987 se realiza un trabajo de intercambio con equipos de orientación escolar de la zona. En 1992, se incorpora el Hospital de Día. En 1993 se crea la Residencia de Salud Mental. El Servicio de Salud Mental desarrolla variadas actividades asistenciales y docentes. Tiene Consultorios Externos, Hospital de Día, interconsulta y guardia interdisciplinaria (desde 2008).

 

 

Familias que no juegan

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Segunda mención del Quinto concurso Internacional de Ensayo Breve 2014-2015. 25 años de la Revista Topía. Área: “Problemáticas en Salud Mental”

I – Familias que no juegan[1]

 

Talk is cheap, shut up and dance!"[2]

 

Cuando recibimos chicos que no juegan, solemos verificar que en realidad se trata de familias que no juegan las que tenemos frente nuestro. Y es por eso que los tratamientos que incluyen un espacio para los chicos y otro para los padres suelen funcionar mejor. Me interesa aquí la óptica de lo familiar, porque cuando no se incluye algún modo de pensar el jugar en nuestra visión clínica de conjunto, se suele ver psicopatológicamente lo que es un potencial juego que para desarrollarse necesita ser reconocido y recibido por un otro. El pensar a nivel de las familias abre otras perspectivas clínicas.

Quiero tomar la sugerencia de Ricardo Rodulfo en Futuro Porvenir (2008)[3], donde se propone un psicólogo clínico que en lugar de dedicarse solo a lo psicopatológico, a la enfermedad, a las consecuencias de lo transicional detenido, también pueda ocuparse de la prevención. Es decir, que tal como se va con el bebé o el niño a visitar periódicamente  al médico pediatra para que chequee que todo siga bien, que siga su natural curso -aquel que toma cuando no es interrumpido- del mismo modo se podría ir al psicólogo clínico de niños a chequear que las transiciones marchen, que los chicos jueguen y en los términos del presente trabajo: ir a ver si la familia juega, a ver que el juego de la familia no esté detenido o que nunca haya empezado.

Se trata de una propuesta tan fuerte (¿¡psicoprofilaxis psicoanalítica?!) que es difícil medir sus consecuencias. Importa tratar de ubicar qué es lo que impide que la idea del jugar como cura en potencia tenga mayor presencia en las familias y en los profesionales de la salud y la educación.

Los que trabajamos con niños, adolescentes, adultos y familias desde el psicoanálisis que valora y coloca en el centro dicha idea del jugar, vemos cuántas familias hay que no juegan, pero que al mismo tiempo no están tan lejos de poder hacerlo. Seguimos impresionándonos cuando un síntoma en un niño, que funciona principalmente como la identidad sintomática de su familia, comienza a modificarse tras pocos encuentros de juego. Vemos también a muchos padres, docentes y profesionales de la salud preocupados por las continuas "faltas de respeto" por parte de adolescentes y niños a sus mayores, y no estoy hablando necesariamente de los casos extremos donde pegan a un maestro. Es que el jugar, al igual que el síntoma, si hay algo que no respeta son las identidades pre-hechas, rígidas, cualesquiera sean estas: madre, padre, hermano, abuelo, maestro de escuela, psicoanalista, etc.

El verdadero respeto a la autoridad viene de, por momentos, poder jugar con ella y no tomarla tan “en serio” como para someterse automáticamente. Y quien ocupa una posición de autoridad, como el psicoanalista, sólo puede usarla efectivamente si no pretende darle consistencia a su ser ocupando dicha posición y puede jugar con y desde ese lugar.

Para ocupar un lugar de poder sin ejercer violencia es necesario saber que uno no es y ni siquiera representa el único recurso posible. Es decir: cuando voy a ver a un analista que piensa que de la única manera que se cura el sufrimiento psíquico es atravesando un análisis... yo pienso que es mejor salir corriendo. Mi sensación es que los analistas confiables suelen ser aquellos que han cursado su cura quizá en más de un análisis, y quizá también en algún otro espacio diverso al psicoanálisis, y no por eso no coherente éticamente con este. Puede tratarse de algo bastante informal desde nuestra óptica, pero lo importante es que esté reconocido en su valor. Muchas veces se le adjudica a un análisis lo que pertenece a otros terrenos y cuando uno ha podido desarrollar su subjetividad desde al menos dos modos heterogéneos, entonces sabe que hay un espacio en el medio, el que abre la posibilidad de un diálogo interno entre modos de ver. Sucede lo mismo con lo pedagógico, todos hemos hecho la experiencia de aprender de más de un modo.

Podemos pensar la locura como el reverso del jugar, o más bien, que la locura es un juego no jugado, una espontaneidad no recibida, un lazo no establecido. Intentemos pensar qué cosas impiden a una familia jugar.

Sin pretender agotar las causas, intentaré ubicar algunas de ellas: a veces se trata de una religión, una pedagogía, un modo de atención en salud o de crianza que confunde mundo exterior con espacio intermedio para un hacer: como si el niño que juega con armas de juguete (o de juego) fuera el precursor del adulto que mata a otro con un arma de fuego. Recordemos aquí también las veces en que los intentos de los niños por historizar su origen ficcionalizándolo, en lugar de encontrar en los adultos la ayuda necesaria para hacerlo, encuentran medicación. Medicación sostenida en diagnósticos de fabulación cercana al delirio, desorganización e hiperactividad, etc. Hace falta un "buen entendedor" para habilitar la distancia entre las palabras y las cosas, para ver juego en ese algo que podría serlo, en lugar de ver locura.

Es que los adultos que no han podido jugar su agresividad, y que por lo tanto le temen reverencialmente, muchas veces no permiten -armados con algún ideal que venga al uso- que los chicos la desplieguen para producir la posibilidad de apropiarse de ella. Estos adultos quizá sí hayan podido jugar otras cuestiones. El jugar no es un bloque presente o ausente, se presenta de distintos modos en distintas circunstancias y el desafío es poder vincular aquellas zonas y situaciones donde el jugar funciona con aquellas donde no.

Es común recibir adolescentes y niños que son traídos por su familia, derivados por la escuela o algún profesional de la salud porque son “violentos”. Pero rápidamente nos damos cuenta que en realidad están violentados: tanto por la violencia de su ambiente (la visiblemente ejercida, la de ser depositarios de los aspectos rechazados de sus padres), como por su propia agresividad que funciona de un modo escindido, cuando  ellos “no están”, y se nota que no están ahí, subjetivamente hablando, en el momento en que se enfurecen, golpean, pierden en un juego. Son pibes que tienen mucho miedo de su agresividad y de sus posibles efectos.

En adolescentes, jóvenes y adultos, donde generalmente no hay un jugar directo habilitado debido a una fuerte presencia de la mirada, es especialmente importante plantear un escenario que reconozca e incluya las partes disociadas. Andrés, de veintidós años, hermano menor de tres, es quien exclusivamente escucha por un lado a su papá y por otro a su mamá luego de los violentos conflictos matrimoniales, es quien los ayuda durante largos años a no pelearse aún más, luego a separarse y por último a mantenerse separados. Durante todo este tiempo es "terapeuta" de la pareja de sus padres durante el día y por las noches consume alcohol y drogas hasta que está lo suficientemente "ido" de sí mismo como para poder salir en busca de una pelea, llegando a situaciones extremas. Se lo ve fuertemente impresionado y extrañado cuando le digo que le tiene mucho, muchísimo miedo a su agresividad, porque necesita no estar ahí cuando ésta ocurre. El Dr. Jekyll y Mr. Hyde o Hulk están a la orden del día. Más adelante, Andrés podrá empezar a integrar su agresividad al negarse a seguir escuchando a sus padres en esas condiciones.

En niños y adolescentes, la agresividad disociada de sí mismos no es fácilmente distinguible de aquella con y contra la que sus padres luchan por no ponerse en contacto. Es un momento privilegiado de estos tratamientos cuando un papá o una mamá logran ubicar que ellos tampoco tienen su agresividad integrada a su persona, que “explotan” frecuentemente, sin que les quede demasiado registro de lo ocurrido.

Se comprueba que uno de los principales recursos para intervenir en estas situaciones es el jugar. Y tal como decíamos antes, curiosamente, o no tanto, pese a que dichas situaciones se han vuelto cotidianas y los resultados del jugar quedan a la vista cada vez, no es un recurso tan difundido como uno supondría.

Por supuesto que cuando hablo de juego, del jugar, me refiero a un jugar improvisado que va produciendo sus propias reglas en su mismo devenir y que prioriza generalmente las propuestas y los movimientos de los participantes. Se desarrolla mejor con espacio y materiales maleables e inestructurados y conduce naturalmente al juego con otros chicos. No es un jugar que busque un producto, como tocar un instrumento para poder grabar un disco, sino un jugar que se produce a sí mismo.

Ocurre que cuando los adultos nos animamos a jugar frente a los chicos, a los adolescentes y a otros profesionales, las cosas empiezan a andar mejor, las miradas psicopatologizantes aflojan. Es importante entonces, que quienes nos dedicamos al jugar podamos difundir su valor, para lo cual deberemos enfrentarnos a la mirada “adulta”, sacándolo del ámbito privado, para intentar horadar la cultura de esta época donde no hay tiempo que se le escape al producir -sea por el imperativo de acumular y/o porque las condiciones socioeconómicas piden toda la energía de los adultos para llegar a las necesidades básicas-  por lo que el jugar no tiene casi lugar, es relegado a los márgenes y no se reconoce su importancia. En el mejor de los casos es algo a lo que se le da alguna valía en el tiempo de ocio, pero también es lo primero que se suspende cuando dicho tiempo falta. Y que falte no es raro. Por eso es importante que juguemos con otros profesionales, que juguemos públicamente. En los talleres de juego en el hospital o en privado, cuando el espacio lo permite, a veces favorecemos -desde el grupo de coordinadores- que el juego llegue a la sala de espera e incluya a los padres, cuando sentimos que están preparados. También lo hemos intentado en reuniones de equipo y ateneos. Buscamos que el juego tome otros espacios del hospital, de las veredas, de los barrios. Es importante, cuando tenemos la oportunidad, que escribamos sobre el tema de un modo accesible para todos y no por eso menos riguroso, donde las buenas ideas comprobables en la práctica le ganen a las argumentaciones floridas, a los conocimientos enciclopédicos y al expresarse en jerga. No dejamos afuera el humor, que abre tantas puertas, siendo a veces la llave maestra en el trabajo con adultos, habilitando el "como sí" que permite hacer de algo, otra cosa.

Solo si estamos atravesados por una mirada y una voz terribles y sin discontinuidades es que no podemos jugar: entonces somos quienes somos, todo el tiempo. Un avance con respecto a esto es cuando jugamos con culpa: “perdemos el tiempo” en privado, en la intimidad, en lugar de hacer algo “productivo”. Y es con mucho trabajo, esfuerzo y suerte que podremos empezar a jugar en público y a lograr que esta actividad pueda ser valorada por otros.

Muchas veces en el hospital, cuando compañeros de otros equipos nos cruzan por los pasillos mientras vamos a los talleres de juegos y nos ven acarreando lanas de colores, colchonetas con distintas formas, pelotas y otras cosas, y nos dicen: "Ustedes sí que la pasan bien", solemos, un poco enojados, contestar con una sonrisa alguna variante suavizada y humorística de: "Vení vos a que te caguen a patadas", que diga sobre la realidad de ese "pasarla bien": a veces nos la pasamos esquivando golpes -y no todas las esquivadas resultan exitosas- hasta que se logra armar un jugar y es con suerte y con el correr del tiempo que llegamos a divertirnos mucho.

Un chico de cinco años entra por primera vez al taller de juegos pateándonos, escupiéndonos y gritándonos "putos de mierda". Parece ser que tengo todos los números para que se dirija a mí (si yo tuviera a mi disposición a un pelado de casi dos metros que no me la devuelve, haría lo mismo). Después de un rato de recibir esto sin saber qué hacer -y siendo mi primera reacción el querer reventarle la cabeza contra una pared-, respondo intuitivamente dándole golpes con unos garrotes de papel que no duelen y gritando en un tono de mucho enojo parecido al de él: "zanahoria, lechuga,  remolacha, tomate, papa, cebolla", cosa que lo desorienta un poco. Me insulta, patea y escupe nuevamente y yo repito la operación, ahora gritando: "pera, manzana, sandía, melón, durazno, uva, frutilla". La secuencia se repite varias veces  y yo solo cambio de series de comidas o cosas. Resultó muy interesante ver cómo el enojo y la angustia  se iban trocando en risa, cómo dejaba de patearme y escupirme y solo seguía insultándome pero en tono juguetón para ver qué otra cosa le inventaba. Unas semanas después la mamá, que concurre al taller para padres que se lleva a cabo paralelamente, nos contó que por primera vez pudo cocinar tranquila mientras su hijo jugaba con un compañero de escuela.

No resulta fácil transmitir la idea de un jugar a veces nada divertido y hasta terrible que busca incluir lo que los chicos traen, sea lo que sea esto. Los dolores de cabeza (y de cuerpo), la angustia y los errores no faltan.

Considero muy importante el momento donde un analista capta con todo su ser que el jugar cura. Esto implica el verificar sus efectos en la clínica, en su vida y precisamente en su propio cuerpo. No es posible, si no, que se lo transmita a otros analistas y a los padres con quienes trabaja. Es muy lindo ver a los papás que traen a sus hijos a los talleres sorprenderse por cómo jugamos con ellos y luego sorprendernos nosotros cuando nos cuentan que empezaron a jugar con sus hijos en su casa y que ahora también invitan a los compañeros de escuela a que vayan a jugar. Es en esos momentos donde el taller va dejando de ser necesario.

Algo que nos impresiona en estos talleres es la cantidad de veces y formas en que nos matan a los coordinadores. Nos disparan, acuchillan, aplastan, desmiembran, electrocutan, nos atan y nos ahogan. Más allá de ser una necesidad universal, los que más lo buscan suelen ser los hijos de los papás que no han podido jugar su agresividad y que por lo tanto no aceptan dejarse matar. O, si lo permiten, no suelen sobrevivir. Estos papás no soportan nada que los ponga en contacto con esa agresividad que tan laboriosamente mantienen encapsulada y apartada de sí mismos; menos que menos los intentos de sus hijos. Me refiero aquí a un “matar” y un “sobrevivir” en el filo en que lo metafórico podría convertirse en realidad, sea por violencia física efectiva o por padres que se dejan “caer” de su lugar; perdiéndose la potencia estructurante de estas situaciones.

Es que cuando no se ha podido jugar, y por lo tanto enmarcar en escenas nuestra agresividad, crece nuestro miedo a tal altura, que ya no sabemos con qué nos encontraríamos si abriésemos ese paquete: imaginamos una explosión nuclear que nos matará junto con nuestros seres queridos, cuando quizá ahí dentro sólo haya dolor, tristeza, bronca, vacío. Y es importante saber que nadie carece de agresividad: o queda adentro e implota, como en las enfermedades psicosomáticas; o se dirige hacia afuera y explota (resultando en violencia contra otros o contra uno mismo) o, en el mejor de los casos, se juega en una escena que no es de afuera ni de adentro.

 

El cuerpo del jugar

Es útil pensar con qué cuerpo jugamos. Se trata del cuerpo con el que danzamos o hacemos deportes, el de la fusión con el otro en el abrazo. El cuerpo del jugar no es el cuerpo de la violencia ciega, ni de la sexualidad de las zonas erógenas. Es un cuerpo continuo, no nombrado, o más bien provisoriamente des-nombrado, es decir, no parcializado (al que Deleuze llama “cuerpo sin órganos"). Es un cuerpo indiferenciado, flexible, maleable, fusionable, pasible de ser “vuelto a cortar” de múltiples modos. No es raro ni poco frecuente que se nos confunda el cuerpo de la sexualidad genital y las zonas erógenas con el cuerpo fusional del jugar.

Cuando los chicos llegan sexualmente significados antes de tiempo no disponen de su cuerpo para jugar: una nena que a sus tres años no se le permitía usar pollera corta, porque su padre pensaba que eso era de "puta", a sus ocho años, en el taller, no podía "abrirse de piernas" para subir a la espalda de algún coordinador o coordinadora para hacer "caballito" como estaban haciendo los otros chicos. Fue muy lindo verla pudiendo empezar a jugar. Como decía antes, en los talleres intentamos que todo pueda ser integrado a ese jugar. A veces, a pedido de los chicos, los coordinadores nos casamos o nos hacemos pis y caca entre nosotros o nos damos besos en la boca. De jugando, por supuesto, si no, no hay  pareja ni ropa que aguante.

Es así que nosotros también tenemos que des-sexualizar el significado de tocar a otro coordinador, de modo de no detener el jugar de los chicos en el taller.

Esto nos lleva al difícil tema no ya de la sexualidad en la infancia -un poco más aceptado hoy en día- sino de la sexualidad del adulto con respecto a la de los niños. La cultura ha incorporado otra idea de sexualidad infantil a través del psicoanálisis. No así de la sexualidad adulta en relación a los hijos. Queda entonces mucho campo por explorar, e intervenciones para el psicoanálisis a nivel de la cultura.

Recuerdo una madre que se sentía monstruosa por tener sensaciones de excitación sexual al amamantar a su bebé. Y de otra que mientras amamantó no toleraba que el marido quisiera tener relaciones sexuales y menos aún que cuando estas ocurrían incluyeran sus pechos. No es una cosa fácil que la teta sea órgano sexual y de alimentación al mismo tiempo. No es una cosa fácil tampoco que nuestro cuerpo sea fusional y erógeno al mismo tiempo.

Los adultos suelen sentirse monstruosos cuando les ocurre algo de esto, y son pocos los que quedan con un registro consciente luego de haberlo vivido.

La prohibición del incesto separa lo que viene junto, no es un mantener separado lo que nunca debiera juntarse. Por ahí pasa gran parte de lo humano. Es esa distancia la que simbolizamos, donde jugamos o enloquecemos, donde hablamos.

Los que necesitamos urgentemente “educación sexual” y educación sobre la agresividad, e información sobre esto, somos los padres y los profesionales.

No sólo el humor, los fallidos, los sueños, implican un levantamiento de la represión: también el jugar. Pocas cosas resultan más satisfactorias y luego elaborativas, en el mencionado sentido del levantamiento de la represión (de lo defensivo en general, hablando con mayor propiedad), que el poder matar a un otro sin matarlo verdaderamente, sin lastimarlo psíquica o físicamente, es decir, en términos de Winnicott, poder matarlo y que este otro sobreviva.

Se trata entonces, de poder pensar los dos extremos pulsionales donde el control puede perderse, es decir, lo sexual y lo agresivo, y los modos de procesamiento posibles. Muchas veces donde estos extremos aparecen, además de la importancia de aceptar su existencia, constituyen una oportunidad para la espontaneidad y la creación de lazo. En ocasiones la creatividad tiene que ver con dejarse llevar a ese extremo, pero en lugar de la respuesta instintiva, responder con un jugar -que funcionará en la frecuencia de aquello pulsional que lo originó- y entonces, algo se crea y al mismo tiempo se crea vínculo. Eso es lo que experimentamos con los chicos violentados que llegan al consultorio o a los talleres de juego, sea que se presenten dando patadas, insultando y escupiendo o con fuertes inhibiciones. Podemos pensar el jugar como un “enloquecimiento voluntario” -universalmente necesario- que necesita ser significado como juego por un otro, que asuma dicho hacer como un jugar dirigido hacia él. La locura nunca es de una sola persona, está presente en la misma medida en que el jugar falta y su fuerza es todo aquello que no se ha jugado.

Cuando las familias juegan, las prohibiciones funcionan de un modo más profundo, natural y flexible, justamente porque no imperan a nivel del jugar: jugando me puedo casar con mi mamá y matar a mi papá. En la realidad, no. Y es justamente por poder jugarlo que pierde peso en la realidad. Esto es bien distinto de los extremos que solemos ver en estas familias: tanto el de la falta de reglas como el de las reglas sostenidas rígidamente.

Estamos hablando de pacientes a los que algo central de sus pulsiones no les es propio, que subjetivamente no les pertenece aunque les ocurra. De aquello por lo que son tomados y no pueden integrar sin que medie una operación: la de la espontaneidad que deviene juego enmarcando lo pulsional y permitiendo un modo de su despliegue. Y para que devenga juego primero debe ser recibida -su espontaneidad- por un otro que la reconozca como potencial jugar, absteniéndose de la primera respuesta que posiblemente aparezca -la de su propio registro pulsional- y que responda espontáneamente, de un modo creativo, con una escena de juego por más primitiva que ésta sea.

El ser llevados a nuestro límite no es la única forma de ponernos en condiciones de crear. Cualquier forma de despojarnos en buena medida de las convenciones morales y sintomáticas del lenguaje, de la postura, de la tonicidad corporal, de los usos y costumbres al vincularnos, que nos tienen tomados habitualmente a los adultos, será válida para dar lugar a nuestra espontaneidad, para llevarnos a un estado de juego.[4] Esto se comprueba tanto en la clínica como en la creación artística o en el vivir creador cotidiano del que Winnicott hablaba. Son registros donde alguien puede apropiarse de aquello que le ocurre pero no posee, donde la repetición deviene experienciar.

Cuando un chico lleva todo el tiempo al límite a sus padres les está pidiendo espontaneidad para poder armar un vínculo que le permita apropiarse de lo más extraño y extremo de ellos y de sí mismo, para no tener que vivir sometido a lo propio y ajeno que no puede integrar y que se manifestará en un someterse a cualquier regla que encuentre por ahí, sea por obediencia ciega o por una interminable y autodestructiva "rebeldía" que se constituirá como el reverso del sometimiento.

Los chicos nos piden a los adultos que estemos vivos, que nos vinculemos con ellos de un modo creativo, verdadero, que no seamos tan robots de lo que está bien y lo que está mal todo el tiempo, que los dejemos manipularnos y mandarnos de vez en cuando, como nosotros hacemos con ellos. Y todo esto "de jugando". En fin, pedidos bastante justos y necesarios que les negamos una y otra vez.

Cuando hablamos del jugar a nivel familiar hacemos referencia a aquello que está entre los miembros de una familia, que une y diferencia al mismo tiempo, que limita y crea, que funciona al modo de la barrera anti-estímulo freudiana, que es vehículo de un amor que no devora, que permite matar sin muertes, que habilita el disculpar y aceptar los errores y los límites de los otros y principalmente los propios. Si pudiésemos tener menos miedo a la agresividad habría menos violencia, en las familias, en los barrios...

Solo poniéndonos en contacto con los aspectos que menos toleramos de nuestra agresividad y de nuestra sexualidad es que podremos jugarlos, enmarcarlos e integrarlos para no tener la necesidad de depositarlos en un otro al que luego tendremos que rechazar, sea paciente, familiar, amigo o colega.

 

Ya hablé mucho solo yo.

¿Jugamos?

 

II - Del cuerpo que se ha devuelto al analista

 

Quiero comenzar planteando la siguiente hipótesis: a lo largo de la historia del psicoanálisis y de otras prácticas subjetivantes, se le ha ido devolviendo un cuerpo al analista que era solo una cabeza que piensa. En la actualidad ya se le permite a dicho cuerpo registrar aquello que lo afecta del campo de trabajo en el que está incluído y utilizarlo como herramienta clínica. No se le permite aún moverse ni entrar en contacto de modo visible con los pacientes adultos. Esto tiene consecuencias sobre la posibilidad de aprovechar el potencial clínico de ciertas situaciones, además de ser un claro indicador de la cultura en la que el psicoanálisis está inserta y a la cual responde sin pensarlo, en muchas ocasiones.

Otra idea relacionada a lo que vengo intentado desarrollar es que la paradoja fundamental de la clínica, de la que derivan las demás, es la siguiente: Lo propio se funda en / haciendo cuerpo con / en contacto con un cuerpo otro. “Propiedad” que puede ser totalmente desconocida pero que nos estructura subjetivamente permitiéndonos habitar el espacio, el tiempo, nuestro cuerpo; aquello que puede resultar alteridad para uno mismo, por lo que no se trata de la “identidad identitaria” de la que nos habla Derrida, que busca dejar afuera aquello en lo que no puede reconocerse.

Ricardo Avenburg, en su artículo sobre la acción desde la perspectiva  psicoanalítica, explica que “Todo pensamiento implica una acción: el pensamiento preconsciente, aún el que se realiza en silencio, mediatizado por las palabras, presupone siempre una mínima descarga de los órganos de fonación que es a su vez percibida por el sujeto pensante; y el primer pensamiento fue una acción…Visto desde esta perspectiva no hay acto psíquico (afecto o representación) que no esté integrado en el pensamiento y que no involucre una acción. Dicho en otras palabras, toda investidura implica al mismo tiempo una descarga…” y agrega que “No toda carga implica una descarga…”[5] Podemos decir, entonces, que fuera del campo de lo defensivo,[6] de lo no subjetivado y de la desubjetivación, no es posible el pensamiento sin movimiento, ni el estar con otro sin contacto, aunque estemos a distancia y en quietud. También Wallon, psicomotricistas como Lapierre y Aucouturier y filósofos como Michel Henry, Deleuze y Derrida se han ocupado de mostrar que el desarrollo del pensamiento no es sin el cuerpo, el movimiento y el contacto, en una línea, no siempre recta, que va de lo explícito a lo sutil, de la acción al pensamiento. El campo del desarrollo del pensamiento, el de la subjetivación, el del desarrollo de lo simbólico no se recubren totalmente ni son ajenos, y podrían buscarse otras vecindades.

Entonces, en la medida en que no encontremos modos de inclusión en nuestro trabajo y en nuestra formación de la corporeidad que puede moverse y estar en contacto de un modo visible, en su manifestación explícita, estamos perdiendo potencia clínica y dejando muchas situaciones por fuera de nuestro campo de acción.

En muchos ámbitos donde nos encontramos a pensar sobre nuestra clínica, ya se ha aceptado que lo contratransferencial ocurre necesariamente y que puede ser usado como herramienta, diferenciando esto de la interpretación masiva de la contratransferencia, devolviéndole un cuerpo al analista que venía siendo solo cabeza. Un cuerpo  siempre será afectado de algún modo y es más bien el desconocer esto lo que resulta obstáculo. Aún así, este cuerpo del analista aún no puede moverse o entrar en contacto de un modo visible, explícito, por fuera de la clínica con niños. Es un cuerpo que ya puede sentir, pero que debe permanecer inmóvil y separado. He comprobado en estos encuentros cómo horroriza la idea del contacto y el movimiento con pacientes adultos, aún en el relato de situaciones clínicas donde ha sido indudable la potencia transformadora e inclusive posibilitadora del trabajo que han tenido. Estos modos de intervenir, al ser relatados, parecen atacar algo de la identidad profesional -que supone un “tipo” de corporeidad- a muchos de quienes escuchan, y esto se evidencia en la degradación del intercambio del diálogo clínico que se venía dando hacia un enojoso intentar invalidar lo relatado, definir qué es psicoanálisis y qué no (como si fuera posible tener fronteras clarísimas entre prácticas subjetivantes que comparten una misma ética[7]). Ha ocurrido algunas veces que después de estas presentaciones, alguien que había criticado fuertemente y con bastante enojo este tipo de intervenciones en la discusión pública posterior, se acercase para decir en privado, con un tono completamente distinto  a su decir anterior, sin enojo, amistoso, lo interesante que le había resultado pensar sobre estas cuestiones de la clínica.

El analista que no es solo cabeza, ayuda a esquivar la mentalización, la producción de pensamiento descorporeizado y es la condición de la abstinencia no indolente que planteaba Ulloa, que no está en el extremo de estar por fuera del estar afectado a un campo de trabajo, ni tan por dentro que ya no se pueda pensar.

Entiendo que nuestra cultura propicia una confusión que parasita o más bien es simbionte con el psicoanálisis: la indiferenciación entre las manifestaciones desubjetivadas de lo corporal como la violencia y la sexualidad que hacen del otro un objeto indiferenciado y deshumanizado, con respecto a aquellas que son parte necesaria de lo que viene ocurriendo en la clínica y que no solo no pierden el horizonte de trabajo, sino que lo posibilitan al darles lugar.

Recuerdo a una paciente de treinta y cinco años que fantaseaba constantemente con que los vecinos o el portero encontrarían su cadáver por el olor que desprendería luego de varios días de fallecida. Sobre esto no era posible pensar. Todos mis intentos de considerar su soledad en relación a distintas cuestiones eran rechazadas por la paciente, cuyo estado clínico iba empeorando con manifestaciones de angustia cada vez mayores. Unos días después de una sesión, habiéndome quedado preocupado por el nivel de angustia con el que se había ido del consultorio, le escribo un mail para contarle de esta preocupación que hallaba en mí y preguntarle cómo estaba. A la sesión siguiente me dice que había sentido esto como un contacto real, una preocupación verdadera por ella, por haberse dado fuera de mis "obligaciones" como terapeuta, que, según ella entendía, eran escucharla durante el tiempo de las sesiones que ella pagaba. Algunas semanas después tengo una dificultad de horarios, por lo que le pido si podemos cambiar por esa vez el día y la hora de la sesión, que pasa de la tarde temprano al último horario de la tarde noche. Me dice que sí, y que si iba a ser en ese horario quería traer dos cervezas. Me aterrorizó suponer que se estaba armando una escena donde intentaría algo sexual genital conmigo, pero al mismo tiempo no encontraba una razón, por fuera de mi temor, que me pareciese valedera para negarme. Llega la sesión por mí temida y se presenta escotada, maquillada, con el pelo planchado, muy arreglada y con dos porrones de cerveza. Mi terror (y/o mis ratones) estaban en código rojo. Transcurrió la sesión normalmente, sin nada para destacar, ni por lo positivo ni por lo negativo. Tomamos las cervezas durante su transcurso y al momento de despedirnos me agradeció emocionada. Me dijo que había sido muy importante para ella, porque no tenía con quien tomar algo y hablar de lo que le pasaba. Su emocionarse por primera vez en el tratamiento me emocionó a mí también y tuve la sensación de que sería importante despedirla con un abrazo -cosa que me he permitido con algún que otro paciente con buenos resultados- pero había demasiado escote y no lo hice. Me encontré diciéndole a la sesión siguiente, cuando hablamos sobre la anterior, que sentí que hubiese sido importante abrazarla al despedirla la vez anterior, pero que no lo hice. Me dijo, riéndose, cosa que tampoco ocurría a menudo, "ahora metételo en el orto", y una cualidad tangible de realidad se empezó a instalar entre nosotros, cuerpos diferentes que no saben encontrarse, atravesados por esta cultura que ve en la necesidad de encuentro siempre una intención de sexualidad genital. En este ejemplo creo que era necesario abstenerse del abrazo, sin asegurar si era por una dificultad de ella o mía, pero reconociendo lo sentido y no realizado. Luego de ocurrida esta secuencia, la paciente comenzó a hablar de su soledad y con el tiempo pudo hacer algunas modificaciones en su vida sobre aquello que impedía todo vínculo cercano.

A veces es imprescindible seguir un jugar que plantea una escena que el paciente necesita hacer en continuidad con un cuerpo otro[8], hacer necesario para poder experienciar algo de lo vivenciado no subjetivado, que luego de esto podrá comenzar a pensarse.

No es que no haya ningún riesgo en el uso de estas herramientas, pero también lo hay en el negarse sin más a usarlas.

Pienso que esta confusión, esta indiferenciación de la que hablaba, la de lo corporal subjetivante con lo corporal desubjetivante, equivale a aquella que confunde sexualidad genital con la idea de sexualidad ampliada que Freud nos legó. Equivale también a la indistinción entre la destrucción desligada que vacía el mundo y la puesta en juego de la agresividad que, si es recepcionada adecuadamente y encuentra la oposición flexible que busca, crea un mundo que no está a merced de las proyecciones de las fantasías terribles que nos pueblan.

Entonces nos encontramos ante aquellos postulados fundamentales del psicoanálisis, de los que él mismo no ha podido extraer muchas de sus consecuencias, porque lo dejaría en jaque con la cultura que lo ha validado y le ha dado un lugar.

Cuando Freud, como vemos en su correspondencia con Ferenczi, decide no dar un lugar a la contratransferencia dentro del cuerpo teórico-clínico del psicoanálisis, para no atentar contra sus posibilidades de validación dentro de los ideales de ciencia de su época -es una decisión político institucional, no una decisión clínica- siembra las semillas de la institucionalización del psicoanálisis en un doble sentido: por un lado en el de encontrar y profundizar su lugar en lo social como práctica emparentada -y en otras cosas diferenciada- a la práctica médica, y por el otro la pérdida de su fuerza y movimiento instituyente en relación a, entre otras cosas, su concepción revolucionaria de la sexualidad como algo más que lo genital adulto.

Esta última faceta es la que debe encontrar lugar si queremos recuperar la potencia de cambio clínico y social que tienen esos fundamentos valiosos, que hicieron del psicoanálisis una praxis transformadora, que viene siendo apagada por aquella fuerza conservadora que anula o detiene sus descubrimientos. No perder de vista que es el trabajo de construcción e integración laboriosa, no lineal y sostenida en el tiempo del cuerpo y el psiquismo, desde la adecuada recepción y oposición de la agresividad y la sexualidad -fuerzas que nos atraviesan y que no pueden distinguirse del movimiento de la vida- el que en su progresivo subjetivarse nos hace humanos.

Hay autores que nos enseñan que no hay forma de utilizar las herramientas del psicoanálisis (o de cualquier praxis) sin ocuparse de su mantenimiento si queremos que no pierdan efectividad.[9] Un modo de ocuparnos de su mantenimiento es ocuparnos de su desarrollo. Eso es lo que se ha hecho llevando el psicoanálisis a lo comunitario, a los niños, a las locuras, a las psicosis, a la discapacidad mental, a las familias, a los grupos, a la adolescencia. Esto nos va llevando a habilitar todo el campo que ocupa lo corporal en su relación con la posibilidad de producción de pensamiento y viceversa. El uso de la abstinencia como herramienta posibilitadora puede ser hacer, no hacer, decir, no decir. Para habilitar toda la extensión de dicha herramienta hay que poder recorrer sus bordes y eso implica al cuerpo del analista en varias de sus dimensiones.

Lo visible también tiene la faceta de la mirada intrusiva en relación a la identidad profesional, aquello que a paciente y analista se les puede aparecer en tal o cual situación: ¿Qué diría tal o cual si me viera haciendo esto? ¿Qué diría mi colega, qué diría mi referente si me viese en contacto con esta paciente? ¿Qué diría mi amiga si supiera que mi analista hizo tal o cual cosa?

Dicho esto, es menester no olvidar que aunque el análisis amplíe sus fronteras y herramientas como modo de cuidarse y no herrumbrarse, esto no implica una modificación en alto grado de la cultura en la que estamos inmersos: ésta sigue siendo la que ve sexualidad genital en un contacto contenedor. Por lo que en ocasiones un abrazo será lo que hubiésemos hecho si no nos hubiese dado vergüenza, si no nos hubiésemos sentido vistos como, por ejemplo, malos profesionales al hacerlo. Es importante aunque sea, poder pensarlo. Alguna vez, poder decirlo. A veces es un buen uso de la abstinencia no hacerlo, en muchos otros es simple y claramente una inhibición producto de nuestra cultura. He escuchado más de una vez algo así como: “No juego con mis sobrinos en su pieza porque no quiero que mi hermana piense mal de mí”. Sin perder de vista la dimensión sintomática personal que esto tiene, la regularidad en que algo similar se escucha dice de cómo nos sentimos mirados. Emilio Rodrigué, en ejercicio autocrítico, nos cuenta del pedido de tomarle la mano de su paciente moribunda en la cama de hospital al que se negó, en función de la idea de abstinencia que tenía en ese momento.

Con relación a lo que vengo desarrollando y al movimiento explícito y su relación con el desarrollo de la subjetivación, la simbolización y el pensamiento, quiero relatar brevemente el tratamiento que Gregorio Baremblitt describe en su artículo “La danza de los vampiros (o de cómo curamos por más cosas que las que sabemos)”[10], donde describe su encuentro con un paciente adulto que llama Federico, de treinta años, médico,  inteligente y de cálida simpatía, que llega a consultarlo después de muchos intentos de análisis infructuosos con analistas renombrados. “Cuando Federico me consultó por primera vez…presentaba un cuadro de agitación psicomotriz severa que le impedía permanecer quieto ni por un instante. Todos los músculos de su cuerpo estaban en constantes y pequeñas contracciones clónicas…llegaba a afectarle la visión por incapacidad de convergencia y fijación de sus globos oculares… Le era imposible permanecer acostado en el diván ni sentado en una poltrona. Caminaba sin cesar por el consultorio, hablando ininterrumpidamente con una voz inaudible y nasal…Una brutal angustia impregnaba todas sus actitudes y comportamientos…”

Continúa Baremblitt diciendo “Lo más extraordinario era que cada vez que yo procuraba decirle algo, fuese o no una tentativa de `interpretación´, de inmediato caía en un repentino sueño, que le obligaba a sentarse o a acostarse en el lugar en que ocasionalmente estuviese. Ese sueño duraba algunos minutos y al despertar, Federico no recordaba nada de lo que había acontecido, reiniciando de inmediato su deambular por el consultorio y su agitación generalizada. De acuerdo con sus relatos, ese cuadro se reproducía en cualquier lugar y actividad…”. Lo deriva a un reconocido neurólogo que no encuentra nada y admite haber quedado “absolutamente perplejo” por el caso. Baremblitt lo medica con anticonvulsivantes, relajantes musculares, ansiolíticos y neurolépticos mayores, con los que obtiene una “modesta disminución de los malestares descriptos”.

Relata que, no teniendo ninguna posibilidad allí ni las intervenciones, ni los modos de comunicación verbal usuales, y sintiendo una gran identificación a los síntomas de Federico -le costaba gran trabajo no agitarse cuando él estaba en ese estado o no dormirse cuando él se dormía- decide no oponerse y comienza a correr con él por el consultorio imitando sus movimientos y a dormirse cuando él se dormía. El primer efecto de esto es que a Federico le resulta graciosa la situación que se arma, lo que hace que la angustia disminuya.

Después comienza a ocurrir que, cuando se cruzan en estos recorridos, emiten  frases cortas que tuviesen que ver con un estado anímico, “…de las cuales a menudo sólo era dado percibir y conservar algo del volumen, la frecuencia, le ritmo, la altura, el timbre o la tonalidad, y no del significado o el sentido”, por lo que se van creando a lo largo de las sesiones puntos en el espacio del consultorio relacionados a un estado afectivo, al que le corresponde un decir “musical”. Así van generando distintos recorridos que usan según el estado anímico de Federico en cada encuentro. Algo de la agitación comienza a ceder por lo que se comienza a entender lo que dice y tienen pequeños momentos de diálogo, verbal o escrito. Luego de despertar ambos de uno de los momentos de dormir, Baremblitt le pregunta si soñó algo, a lo que el paciente responde que le relatará su sueño, si él le relata uno suyo, cosa que ocurre, y a partir de la cual se abre la dimensión del trabajo con los sueños de Federico. Tiempo después se comienzan a alternar las sesiones de movimiento y dormir, con otras donde se hablaba tanto “musicalmente” como dialogando convencionalmente. Las mejorías eran evidentes. El tratamiento se interrumpió porque Baremblitt tuvo que exiliarse del Brasil. Muchos años después reencuentra al paciente en un congreso en Buenos Aires, los logros del tratamiento se mantenían, no menciona si hubo tratamientos posteriores al realizado con él.

Las afirmaciones que José Valeros hace en “El jugar del analista”, cobran en este ejemplo y en el anterior, toda su fuerza:

“- el paciente tiene ya un diseño de su cura e inversamente es trabajoso, penoso y poco útil que el analista trate de imponer sus objetivos de curación;

- el principal aporte del psicoanalista es tolerar y elaborar las emociones que le provocará la relación con el paciente;

-las “resistencias” al proceso terapéutico así concebido son del analista;

- es en la dinámica dramática del juego donde el inconsciente se hace presente, se lo “ve”, se lo conoce, se lo experimenta y eventualmente se lo elabora;

- la labor interpretativa del analista es más útil cuando la realiza dentro del juego en forma dramática;

- el encuadre estable, pero especialmente la estabilidad emocional del analista, desencadena un proceso natural de curación.”[11]

Continuando con la reflexión sobre ambos casos, me interesa la idea sobre el actuar que Miguelez toma del pensamiento chino leyendo a F. Jullien. Dice “…el bien actuar sería ayudar a que algo se desenvuelva naturalmente a partir de un estar sin manifestarse”, “Entiendo que esa figura poética ilumina sobre el significado del estar abstinente del analista”. ”La abstinencia del analista debe poner en acción una respuesta de otro tenor a la habitual. No satisface pero tampoco frustra…”[12] De haber Baremblitt insistido en trabajar según las reglas clásicas, suponiendo resistencia en la imposibilidad de hacerlo, no hubiese habido ninguna mejoría en el paciente (como había ocurrido en los tratamientos anteriores) y hubiese sido lo contrario de un estar abstinente: el mantener a rajatabla una técnica para no perder la identidad profesional supuesta al psicoanalista, sería un estar manifestándose fuertemente en defensa de su identidad personal en lugar del antedicho “estar sin manifestarse”.

Entiendo que un análisis busca generar las condiciones del vincularse con la alteridad en uno y los otros, para que sea posible decir, hacer, quedarse en silencio, moverse, aquietarse. Nuestra referencia sigue siendo el psicoanálisis tradicional: para practicarlo, para torsionarlo, para alejarnos, para volver a él. Es decir, todos los movimientos y habitares necesarios para la vida; para que la vida de los pacientes -y la del psicoanálisis y en cierto sentido la de los analistas- sea más vivible. También es necesario para que el psicoanálisis no devenga naturaleza muerta, técnica muerta degradada en receta, dejando de ser un modo de subjetivación.

Fundamentos como la sexualidad ampliada, que incluye la caricia, lo erógeno que hace cuerpo y la destructividad primaria, esa alegría violenta que no se distingue en su origen del movimiento que nos lleva a explorar el mundo y querer ver qué hay afuera de nuestro hogares, son parte de aquello que necesita ser recibido de modos muy particulares, encontrar un lugar, tanto en los vínculos familiares como en los sociales para que la subjetivación tenga lugar en distintos aspectos y niveles.

De no habilitarse el cuerpo, el movimiento, el contacto en sus registros más visibles y en los menos, en toda la extensión del psicoanálisis, difícilmente podamos intervenir con toda nuestra potencia en lo comunitario que hace política no partidaria, por tener que estar siempre dando el rodeo culposo del "psicoanálisis aplicado", que pide disculpas por ocuparse de aquello que supuestamente lo degradaría, cuando es aquello que más posibilidades de transformación a nivel social ofrece. Si lo que hacemos en un consultorio y lo que hacemos en un barrio no están en continuidad, si lo que los analistas hacen no está en continuidad con lo que hacen otras prácticas valiosas, entonces nada tenemos que ver con lo que ocurre a nivel social, político, económico, no tenemos nada para pensar en relación a la salud, a sus prácticas, a nuestra condición como trabajadores de este campo. Entonces, somos dioses entre las pobres hormigas que trabajan en aquello que solo por definición legal nos pone en el mismo campo. Lo que pone en continuidad las distintas prácticas y sus entrecruzamientos es lo complejo de lo subjetivo, que no es la simplificación de la subjetividad propuesta por cierto psicoanálisis desconectado de su entorno y sus condiciones de producción.[13]

No es casualidad que en los comienzos, muchos analistas de niños interpretasen el juego a mansalva: ¿cuál es el sentido de poner distancia interpretativa si no hay peligro alguno? Es el "peligro" que supone eso tan "simple": que el comienzo de la subjetivación sea el cuerpo que conforma el cuerpo a cuerpo madre-bebé.

Quizá el cobre freudiano valga tanto como su oro y hayamos cometido un error: creer que el cobre era el de la sugestión, en lugar de ser aquello que Freud temía que no le permitiese al psicoanálisis conformarse como ciencia a principios del siglo XX: la inclusión del cuerpo del analista en todas sus dimensiones como herramienta de su práctica. Para habilitarlo a veces hay que quedarse quieto, callado y a distancia, a veces hay que moverse, tocar, decir, y todas las combinaciones posibles de estas variables. Y aunque siempre exista la posibilidad de hacer el trabajo de negarlo, hay cuerpo, hay movimiento, hay contacto.

 

Aclaración: siendo la segunda parte del artículo (II - Del cuerpo que se ha devuelto al analista), entre otras cosas, una reflexión sobre la primera parte (I – Familias que no juegan) y sobre otros artículos escritos anteriormente, y siendo que ninguno de los dos llegaba a las 25.000 caracteres mínimos que piden las bases del concurso, los mandé juntos con lo cual superé los 30.000 caracteres máximos, pero entiendo que también pueden leerse por separado.

 

Bibliografía:

 

- Freud, Sigmund y Ferenczi, Sándor: “Correspondencia completa” (1999). Editorial

  Síntesis. España, 1999.

- Lapierre, André y Aucouturier, Bernard: “El cuerpo y el inconsciente en educación y 

  terapia” (1980). Editorial científico médica.

- Miguelez, Luis Vicente: “Herramientas psicoanalíticas” (2014). Editorial Letra Viva.

- Rodulfo, Ricardo: "Futuro porvenir" (2008). Editorial Novedades Educativas.

- Tortorelli, María Alejandra “Las fronteras del Psicoanálisis”. Trabajo presentado en las

  Jornadas “Las Fronteras del Psicoanálisis” en la Asociación Psicoanalítica Argentina

  (APA) el 26 de Octubre del 2004.

- Ulloa, Fernando: “Novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica” (1995). Editorial

  Paidós.

- Valeros, José Antonio: "El jugar del analista" (1997). Editorial Fondo de Cultura

  Económica.

- Winnicott, Donald: "Realidad y juego" (1971). Editorial Gedisa.

- www.avenburg.com.ar (sitio web que contiene gran parte de la obra de Ricardo

  Avenburg)

 

Notas

 

[1] Trabajo leído en el XXI encuentro Latinoamericano sobre el pensamiento de Donald W. Winnicott: "Dialogando con Winnicott en el sigo XXI", llevado a cabo en la Asociación Psicoanalítica Argentina, año 2012.

[2] Aerosmith, del disco "Get a Grip" (1993) Una traducción aproximada sería: "La charla es barata, callate y ¡bailá!"

[3] Pág. 182.

[4] En referencia a la idea de "estado mental de juego" que propone José Valeros en El jugar del analista, pág. 16. Se obvia "mental" porque planteo que se trata de un estado de integración psicosomática, por lo que cuerpo y mente participan de un modo conjunto, integrado.

[6] Un ejemplo es la mentalización de la que habla Winnicott, donde el pensamiento está desconectado de lo

 corporal. No faltan ejemplos de argumentaciones que pueden justificar cualquier síntoma.

[7] Ver “Las fronteras del Psicoanálisis” de Alejandra Tortorelli.

[8]“Cuerpos otros” incluyendo seres y cosas. Con respecto a esta paciente, para que hubiese un cuerpo otro, yo tenía que salir de lo previsible de las sesiones,  de su sobre codificación, donde ya se sabe exactamente qué son y qué no.

[9] Luis Vicente Miguelez “Herramientas Psicoanalíticas”, Ed. Letra Viva, 2014.

[10] Ficha de circulación interna.

[11] José Valeros: “El jugar del analista”. Ed. Fondo de  Cultura Económica, Bs. As., 1997 página 15.

[12] Op. Cit. Páginas 100 y 102.

[13] El artículo de Alejandra Tortorelli citado antes, muestra claramente cómo ocurrió esto en la historia del psicoanálisis con respecto a la medicina y la filosofía.

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